Análisis de Sonic & SEGA All-Stars Racing

Oh, cielos, SEGA ha plagiado a Nintendo. Absolutamente nadie ha pasado eso por alto. Es normal, es lógico y es impepinablemente cierto; servidor lo dejó bastante claro meses atrás. Pero seamos justos, digámoslo todo. ¿Qué pasa con Super Smash Bros.? ¡Una copia para niños del glorioso e hilarante Fighters Megamix! En esa maravilla, el mítico Hornet de Daytona USA está entre los personajes jugables. ¿Existe algo que plasme mejor la innovación como concepto que un coche luchando? ENE-O. Ser un buen Seguero, amigos, significa eso: barrer mucho para casa y aceptar como normal que uno de coches más míticos de la compañía aparezca en un juego de mamporros pero no en uno de carreras. Sonic & SEGA All-Stars Racing (lo abreviaré cada vez de una forma distinta a partir de ahora) es una nueva reunión de personajes más o menos emblemáticos fuera de su hábitat natural. Si hace año y pico se fueron a jugar a tenis, ahora les ha dado, como decía, por las carreras arcade para todos los públicos. El referente en dicha práctica no podría estar más claro, por lo que fijarse en él me parece lo más correcto y sensato en un título que va a lo que va: a divertir, a complacer a los fans y a vender lo que buenamente pueda. No hace reinventar ni revolucionar nada para conseguir eso; es más, lo normal es que te la pegues si lo intentas. Vuelvo a aplaudir a Sumo Digital por haber tomado la decisión correcta, por pensar más en lo que el juego necesita que en el “qué dirán”, por preferir la buena copia a la originalidad mediocre. Porque sí, si empiezas a acelerar cuando aparece el número dos en la parrilla de salida —equivalente a la luz ámbar— arrancas con turbo. Si mantienes el derrape, también cargas hasta tres niveles de turbo. Lo mismo para las piruetas durante los saltos. Los ítems rojos y verdes pueden salir de uno en uno o de tres en tres y tienen exactamente el mismo efecto y allá… La lista de similitudes es larga, así que lo mejor será hablar de las diferencia y deducir el resto. A nivel de control, lo más característico de Sonic Racing son los derrapes. No existe el pequeño salto típico del fontanero y compañía; al pulsar el gatillo izquierdo mientras seguimos acelerando con el derecho, el agarre del vehículo —coches, motos y trastos voladores tienen comportamientos muy similares— cambia de golpe y empieza un patinazo mezcla de Mario Kart, Crazy Taxi y OutRun 2 que se puede mantener con cierta facilidad. Algo bueno tendrá el sistema cuando, a pesar de usarse constantemente, en casi cada curva, nunca llega a hacerse pesado. Pillarle el truco es cuestión de segundos —unos pocos en la primera partida y no muchos más cuando, al estrenar los circuitos más complicados, vemos que al dejar de dar gas se cierra mucho el giro— y el juego no tiene mayor complicación. De hecho, ganar o perder depende mucho, una vez más, de la puntería y la suerte que tengan los rivales con los power-ups, que como siempre benefician a los corredores en las últimas plazas. Y aunque lo entiendo, nunca me ha parecido justo eso de que el primero no pueda optar al relámpago o, en este caso, al movimiento All-Star, específico para cada jugador y tremendamente eficaz. Ganar la copa de oro en todos los campeonatos es cosa de una tarde, así que poco tardaremos en probar el resto de modos de juego que alargan la vida del título… en una dirección equivocada. Y es que en este género no tiene el menor sentido añadir 64 misiones para un jugador —entretenidas, pero simples y poco variadas— cuando el fundamental multi online está tan descuidado. O carreras o nada es la abrumadora oferta del juego en ese sentido. Ni torneos, ni batallas… nada. Por suerte, sí hay un equivalente a los globos de Mario Kart y otras opciones si jugamos con amiguetes a pantalla partida. Más alegrías nos encontramos en el escaparate de la tienda donde compramos personajes, canciones y circuitos con las millas que vamos acumulando al correr. Ni están todos los que son, ni son todos los que están —Zobio y Zobiko, por Dios, que ni se han visto fuera de Japón—, pero la veintena de corredores forman un grupo más que correcto, con sorpresas tan agradables como Opa-Opa, el grupo de ratones de Chu Chu Rocket! o los Bonanza Bros. En ese sentido, por suerte, el juego está bastante mejor pensado que SEGA Superstars Tenis, algo muy, muy de agradecer. No ha podido ser lo de Ristar, se echa de menos a Gilius montado en un dragón y hay muchos juegazos que sólo dan nombre a logros y trofeos ((Y ni eso en la versión española, por culpa de una traducción patética llena de perlas como «Las calles de la furia», «La bestia alterada» o «Ducha de sonidos mágicos». Sin comentarios…)), pero todo se perdona al ver de nuevo a Ryo Hazuki. Algo debería llegar, además, en forma de DLC. Por otra parte, la desafortunada inclusión de Banjo y Kazooie en la versión para Xbox 360 (que es la que estoy analizando) podría haber sido peor; es posible completar el juego al 100% sin elegir una sola vez al oso, que además nunca aparece como rival en las carreras. Algo menos satisfecho estoy con los circuitos. Ojo, hay algunos increíblemente bonitos y bastante bien diseñados: los de Sonic con cielos azules, los de Samba de Amigo y los de Jet Set Radio —tres, en cada caso— son los primeros que me vienen a la cabeza. Luego hay otros más normalitos, como los otros seis de Sonic, ambientados en casinos, pinballs y fortalezas de Robotnik, y finalmente hay unos pocos, como los de Monkey Ball, realmente flojos y con trazados muy incómodos. Pero más que esta irregularidad me preocupa lo que podríamos llamar falta de valentía: todas las pistas van, de algún modo, a lo fácil. Me falta píxel y estética retro en un homenaje al primer OutRun, me falta el circuito de Daytona con Sonic tallado en esa enorme roca y me falta el Desert del primer SEGA Rally… No entiendo cómo esas sagas de conducción pueden tener nula presencia y, en cambio, haber tres pistas dedicadas a The House of the Dead. Con todo, es imposible que el juego no te caiga simpático y los gráficos tienen buena parte de la culpa. Sonic Kart es colorido, agradable y muy sólido técnicamente; ni rastro de las ralentizaciones que nos hicieron temer lo peor en la demo. El modelado de los personajes y sus animaciones están por encima de lo meramente correcto y los escenarios, de nuevo unos más que otros, difícilmente podrían cumplir mejor a nivel visual. En resumen, Sonic & SEGA All Stars Racing es notable como juego y como homenaje; Sumo está aprendiendo deprisa el arte del popurrí. Con una base prestada pero bien trasladada tiene suficiente para divertir lo suyo, aunque cojea de forma exagerada e inesperada en su parte online y hay ciertas decisiones extrañas con algunos circuitos. Básicamente por eso se coloca en segunda posición, pero todavía a cierta distancia del indiscutible rey del género. [7]