Análisis de Street Fighter X Tekken

Chun-Li ha hecho llover patadas sobre las caras de Spider-Man o del tipo de Comando G, así que no debería sorprendernos que ahora pille Yoshimitsu. Este con Tekken es tal vez el crossover más lógico —si es que tiene sentido hablar de eso— desde aquellas joyas con SNK, pero también el más complejo; aquí no hay ni la libertad que ofrecen los que vienen de la viñeta, ni el común denominador de los que también saben lo que es luchar siendo un sprite.

Con Street Fighter X Tekken tocaba adaptar, acercar diferencias, intentar encontrar ese equilibrio tan jodido entre modificar y mantener. Una ocasión perfecta para que Capcom vuelva a demostrar que, a pesar de los pesares, de hacer juegos de lucha sabe un rato largo.

El equipo local llega con parte de la lección aprendida, pero las bases del excelente Street Fighter IV, quedan convenientemente sepultadas por un montón de novedades, realmente importantes y bien dirigidas; los combates con equipos de dos piden un estilo más ofensivo, ligeramente más rápido, con combinaciones más largas, y a eso han ido Ono y compañía. Ahí está la posibilidad de seguir apaleando a un pobre diablo después de hacerlo rebotar en la pared o en el suelo y ahí está, sobre todo, esa secuencia de golpes de fuerza ascendente que acaba con cambio en esa pareja y el rival en el aire, indefenso. Una técnica poco exigente y muy efectiva —es fácil hacer que el relevo entre con un Ultra imparable, por ejemplo— que acaba teniendo un protagonismo brutal; algo coherente, sí, pero al borde de lo excesivo.

Los dos botones medios de puñetazo y patada se despiden con lágrimas del Focus Attack para pasar a encargarse de lo relacionado con esto del tag. Pulsados sin más, para empezar, sacan al suplente para que el otro se recupere —importante: solo hay que vaciar una barra de salud para ganar—. Con mismo par de botones, al final de un cuarto de vuelta hacia adelante o hacia atrás, se ejecutan los Cross Art y los Cross Assault; el primero es una especie de Ultra cooperativo que, efectivamente, duele mucho si te engancha, mientras que el otro permite que ambos miembros del equipo repartan juntos durante unos segundos. Son las dos mecánicas que se fuman enterita la barra Cross, la típica con tres segmentos. Ya he llamado Ultra a los Super Art dos veces así que bueno, sí, eso son, y consumen dos tercios, a no ser que se hagan aguantando un rato largo un ataque especial clásico —un hadoken, vaya— concreto para cada luchador.

Y después está lo de Pandora: cuando estás apurado, puedes sacrificar a uno de los tuyos para que el otro se ponga on-fire. Más fuerza y barra Cross ilimitada, pero muy poco tiempo para rematar la faena antes de caer. Es un recurso curioso para situaciones desesperadas, pero menos desequilibrante que el X-Factor de Marvel vs. Capcom 3, creo yo.

Los dos últimos párrafos habría que quemarlos, probablemente; igual podéis perdonarme —y entender mejor lo que acabo de explicar, que es lo importante— con este vídeo.

Ah, sí, se me olvidaban las gemas. Podemos elegir, para cada personaje, tres de las muchas que hay, repartidas en Assist —ayudas, como la de evitar que te agarren— y Boost —incrementan ataque, defensa o velocidad—. Cada una tiene un requisito de activación, como realizar un cierto número ataques, más o menos complicado en función del beneficio que aporta la joya. No puedo hablar del sistema con algo que no sea indiferencia: no me parece que afecte en exceso el juego, ni para bien ni para mal, como tampoco tengo claro que ese punto de personalización compense la pereza de ir probando con esta y aquella o de pasar demasiado tiempo en menús.

El trabajo bueno de verdad, volviendo a lo que interesa, Capcom lo ha hecho con los luchadores. Los propios siguen siendo fantásticos y los de Namco son ahora casi propios, geniales por dentro y por fuera, adecuados al nuevo contexto de forma impecable por diseño artístico y por control. Toda la familia Tekken mantiene su personalidad —solo Paul y Law pueden resultar ligeramente más cómicos de lo debido—, su estilo de lucha, su puñado de combinaciones de cuatro o cinco golpes que entiende poco de timings ((Atrás, A, X, B, X me ha reconciliado con Kazuya.)). Lo hace, además, sin quedar claramente por encima o por debajo del otro bando; son 19 juguetes casi nuevos y descubrirlos es, en general, un auténtico placer.

Y sin embargo, en la pantalla de selección sucede algo curioso. Quejarse de un plantel con 38 entradas —cinco más en PS3— parece de locos, pero se hace muy difícil no pensar en los 12 más que están por llegar; era más fácil aceptar algunas ausencias antes de saber que no lo son.

Lo mismo con otros aspectos del contenido y los modos de juego. Once escenarios sí acaban pareciendo pocos, a pesar de lo mucho que cambian entre rounds, y el modo Arcade solo tiene introducciones y finales —relacionados siempre con la búsqueda de la Caja de Pandora que cae del cielo en la Antártida— específicos para parejas concretas; cada luchador tiene un único compañero “oficial” y no hay sitio ahí para los dúos transfranquicia. Lo demás, Entrenamientos, Pruebas, Desafíos y modalidades online, bien como siempre, con la gracia que añade lo de ampliar a cuatro el número máximo de jugadores.

Es oficial: ya no se puede dudar de Street Fighter X Tekken. Es un grandísimo representante en su género, un juego de lucha divertidísimo, una mezcla tremendamente medida en cada aspecto y por ello, me temo, para todos satisfactoria. Igual toca ya pensar en cambiar el patrón usado para modos y menús, pero Capcom ha vuelto a salirse con la suya: espero los próximos fascículos con más ganas que otra cosa. [8]