Super Mario 3D World

Siguiendo su tónica general de recibir a los recién llegados con suavidad, Super Mario 3D World se lo toma con calma hasta arrancar del todo. Me gusta mucho el primer nivel, que sirve como punto de encuentro para veteranos y recién llegados: Nintendo sigue apostando por evitar dolores de cabeza y la primera toma de contacto con el juego enseña los rudimentos, pero no se olvida de los que llevamos un tiempo pegando brincos. Ahí nos enseñan el ítem estrella de 3D World, el disfraz de gato; nos sirve para descubrir que hay un coleccionable nuevo, los sellos que se podrán utilizar en Miiverse junto con nuestros mensajes en la red social nintendera (desventajas de jugar a las cosas antes de tiempo: no he podido publicar nada aún para fardar de estampitas); nos pone en situación de lo que nos espera en el par de decenas de horas que nos puede llevar completar el juego, dejándonos con hambre, como preparándose para el banquete que viene después.

3D World es un juego generoso. Generoso no sólo por cómo acoge a todos los Marios anteriores, recopilando y referenciando con una copiosidad extraordinaria (también tiene tiempo para recordarnos que sigue siendo el año de Luigi: no sólo por ese homenaje al hermano verde que es Luigi Bros., sino también con multitud de Luigis pixelados que hay aquí y allá, y que podemos ver reflejados en las paredes de un tren de Bowser o saliendo disparados en las cajas de monedas), sino por lo mucho que se expande a medida que avanzamos. Lo del hambre que decía antes: cuando pensamos que los dos primeros mundos son un poco cortos, el juego nos da un tercero más largo, y hace que el cuarto y el quinto lo sean todavía más, y así hasta el final. Cuando pensamos que ya no hay más, 3D World nos avisa de que tiene una sorpresa preparada; cuando parece que ya no hay sitio más más sorpresas, encontramos nuevos caminos.

La soltura con que se permiten experimentar alrededor de todas estas ideas es apabullante. Como pasaba en 3D Land, sabe hacerse fuerte en ese medio camino entre la rigidez de las 2D y la relativa libertad de movimiento de las 3D con perspectiva más o menos fija; también sabe salirse del libro, no obstante, saliéndose cuando lo necesita de los escenarios modulares y poniéndonos a nadar a lomos de Plessie (uno de los nuevos personajes, un dinosaurio enorme) o enfrentándonos a zonas abiertas enormes, desde praderas hasta playas. Cada nivel tiene algo especial; es formidable comprobar, al rejugarlo en busca de coleccionables (como viene siendo habitual, en la partida guardada aparece una marca por cada fragmento completado —banderas, estampas, estrellas—; brillante, además, si no hemos utilizado ninguna ayuda por el camino, esos trajes de tanuki especiales que nos hacen inmortales y que están pensados para que hasta el más manco pueda terminar el juego), cómo las pantallas se mantienen en la memoria, y cómo resulta difícil agotarlas. Supongo que es lo bueno de tener a un diseñador de niveles dirigiendo el proyecto: la fortaleza de Super Mario 3D World como catálogo de cómo se hace un plataformas es extraordinaria.

Se experimenta sobre una base sólida como una roca. La respuesta del mando es impecable; poco se puede decir sobre los ítems que ya conocemos, pero sí merecen un par de líneas los nuevos. El disfraz de gato responde a un doble propósito: es atractivo y ofrece una serie de ayudas para el jugador novato, pero también abre nuevas formas de explorar los niveles que nos obligan a explotar al máximo las habilidades de neko Mario. Lo que le dan de un lado (la movilidad y el ataque son mayores) se lo quitan de otro (más de una vez he intentado flotar con la cola, como con el tanuki), equilibrando uno de los mejores power ups que ha habido en un Mario; a medida que la complejidad de los niveles va aumentando, la gestión correcta del objeto principal y el que llevamos en la reserva aporta un grado de profundidad que hasta ahora no había visto explotado como aquí. El otro power up destacable son las cerezas, que crean un clon de nuestro personaje que se mueve exactamente igual que el original. La presión de tener dos muñecos moviéndose al mismo tiempo no es poca; que habitualmente la presencia de las cerezas sea pista de que habrá una plataforma en cierto punto del nivel que nos obligue a llegar con cierto número de personajes no ayuda a aliviarla.

Saben aprovecharse también de la mejora gráfica a la que da pie Wii U. No es la primera vez que vemos a Mario y compañía en alta definición, pero sí es la primera en que Nintendo aprovecha lo que se puede hacer con una consola como Wii U. Más allá de la resolución y las imágenes por segundo, que hacen que todo se vea y se mueva de maravilla (ayuda que sea un juego de Mario: resulta fascinante cómo las distancias entre artworks y juego se acortan cada vez más), alegra y sorprende que hayan sabido aprovechar lo técnico como recurso dentro del diseño de niveles. Cómo las luces y las sombras dan lugar a mecánicas alrededor de las cuales crear pantallas, o cómo el brillo de las estrellas nos puede dar pistas para encontrar algunas de las estrellas más escondidas.

En la manufactura también se aprovecha el hardware de Wii U; lo que permite hacer en pantalla, pero también cómo el GamePad puede interactuar con el juego. Algunas de estas interacciones tienen una utilidad: las monedas y bloques escondidos, por ejemplo, se nos revelan momentáneamente soplando en el micrófono; en algunas zonas usamos la pantalla táctil para abrir puertas, y el giroscopio se puede utilizar para mover la cámara, sobre todo en los niveles protagonizados por Toads aventureros, una de las pantallas especiales que aparecen en el enorme mapamundi de 3D World. Otras son simples detalles: merece la pena ir soplando en el GamePad de vez en cuando para ver cómo reacciona lo que hay en pantalla; cómo se cae la nieve de los árboles, cómo se mueve la hierba, cómo Plessie recibe el viento con gusto. No fuerza el detalle, pero no se olvida de él: cuando me di cuenta de que Mario se aguantaba la respiración al bucear me di cuenta de que 3D World está lejos de ser una simple revisión de lo que iniciaron con 3D Land. La música es otro asunto. La banda sonora sonora es extraordinaria, y va en paralelo con el juego en lo de ofrecer referencias, revitalizar composiciones y crear piezas nuevas; más de una vez he dejado la consola encendida sólo para escuchar la música que suena en el mapa de algunos mundos.

Como en los New Super Mario Bros., la posibilidad de jugar a cuatro mandos es más una opción que una necesidad; en el diseño de niveles se ve cierto gusto por la amplitud para albergar a más de un personaje, pero por fortuna no desluce la partida individual, que es la que me interesa. El resto de extras sociales, como la invasión de Miis en nuestras partidas, fantasmas de otros jugadores que ya la han completado antes, con los que podemos picarnos para hacer mejores tiempos o usar como ayudas para encontrar zonas de los niveles a las que no habíamos llegado, funcionan sólo a medias: alguna que otra vez me ha sabido agridulce encontrar una estrella o un sello gracias a (o por culpa de) un Mii desconocido que se paseaba por mi partida.

De Super Mario 3D Land decía Koichi Hayashida, de EAD, que era «una hamburguesa», enfrentándolo al «festín imperial» que suponían los Galaxy; 3D World, así, sería un festín de hamburguesas gourmet. Convence la forma en que adaptan una propuesta tan portátil como la de 3D Land a una consola de sobremesa, creciendo en densidad y complejidad; convence también la firmeza y confianza con que se ciñen a la estructura de niveles totalmente independientes, la seguridad con que piensan las pantallas como fin. Quizá sea ahí donde más acertado esté 3D World: en cómo cada nivel puede separarse del todo y funcionar individualmente, y en cómo han conseguido dar un orden a todas las piezas para formar una imagen global que supera a la suma de sus partes. No las tenía todas conmigo antes de jugar largo y tendido a Super Mario 3D World, y quizá lo recibí con más pesimismo del que merecía; quizá por eso, también, encontrarme ante un imprescindible (nada de guilty pleasure, nada de juego de relleno) absoluto me ha sabido incluso mejor.

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