En las ficciones que exploran el mundo de la música y a sus creadores siempre encontramos referencias a una «autenticidad» que funcionan como virtud incuestionable frente a elementos negativos y dañinos como la industria musical, la corrupción ligada a la fama o la ausencia de oportunidades. En estos universos imaginados, ser auténtico es casi indistinguible de ser un artista, por lo que renunciar a esta supuesta autenticidad (dejar el jazz o el country para acercarse a géneros más populares, por ejemplo) siempre será cosa «de vendidos» y no de verdaderos genios y amantes del arte. Pero por mucho sentido que esto pueda tener en una novela, un juego o una película, sigue resultando extraño que esta lectura se aplique a personas auténticas en el mundo real. Que se condene a grupos por explorar otros estilos más allá del que los encumbró o se critique a intérpretes indies por aceptar un acuerdo que los aleje de la precariedad. Y es extraño porque, a fin de cuentas, y quizás por su antigüedad, la música es mucho más que notas, melodías e instrumentos, y cada género tiene asociado toda una batería de ideas políticas y sociales que pueden ayudarnos a tanto expresar nuestra identidad como a definir quienes somos en cada momento de nuestra vida. Precisamente esto es lo que quiere explorar The Artful Escape.
The Artful Escape comienza con Francis Vendetti, el sobrino de un famoso cantautor folk, preparándose para el que será su debut ante el gran público. Por su relación con Johnson Vendetti todo el mundo —incluso él mismo— espera que se convierta en un artista serio y comprometido que dedica canciones a los hermosos bosques de Colorado y a las penurias que sufren sus mineros. Pero aunque Francis es, desde luego, un gran guitarrista, no siente ningún tipo de atracción por el estilo de música que lleva en su ADN. Tras una serie de epifanías, que culminan en una invitación para tocar en un exclusivo club intergaláctico, el chico comprenderá la necesidad de crearse un personaje que de sentido a la música que quiere tocar y en el contexto en el que quiere hacerlo.
Temáticamente, The Artful Escape propone que la música no es algo a lo que nos acercamos una vez entendemos quienes somos sino que funciona como un instrumento que nos ayuda a averiguarlo, proporcionándonos un espacio seguro para experimentar con los cambios. Esta idea se nos presenta por primera vez a través de una escena en la que Francis es capaz de desprenderse de su nombre; una pesada losa con demasiadas expectativas y responsabilidades asociadas, y elegir otro que refleje mejor la imagen que tiene de sí mismo. El debut de Beethoven & Dinosaur es consciente de que la performance en el escenario, el personaje que interpreta con la prensa o la propia ropa que escoge un músico, lejos de ser un disfraz, es lo que lo hace realmente auténtico. Precisamente por esto, todos estos componentes pueden y deben cambiar. El juego apunta a que nuestras elecciones y la forma en la que nos presentamos en sociedad son más importantes —por ser conscientes— que las expectativas puestas en nosotros o aquello que marca nuestro ADN.
Pero aunque la narrativa es una agradable sorpresa, el corazón del juego lo encontramos en la música y el arte, junto con la psicodelia que le inyecta su jugabilidad. En el papel de Francis, y a lo largo de toda una noche, tendremos que explorar planetas desérticos, animadas junglas y paisajes helados, buscando ofrecer actuaciones cada vez más emocionantes. El diseño visual, que parece inspirarse por las portadas setenteras de los álbumes de rock espacial y stoner, es clave a la hora de apoyar la decisión de los creadores de dejarnos «fluir» por los diferentes escenarios a través de sus plataformas en lugar de componer un reto mucho más ajustado. A nivel de diseño, The Artful Escape opta por recompensar el hecho de que juguemos de forma relajada, tocando la guitarra a través del mapa y explorando un mundo que reacciona a nuestra música, antes que castigar nuestros errores o falta de habilidad. En ese sentido, y de una forma muy evidente, el juego nos recuerda a un ruidoso Journey, que se aleja de las metáforas para perseguir un componente de «molonidad» que, milagrosamente, se mantiene intacto a lo largo de todo el juego.
Pero a pesar de que no pretende ser un reto, The Artful Escape es un juego que no da tregua. Dejando de lado los climax y los arcos argumentales, el título funciona en sí mismo como una frenética canción que en ningún momento pierde el ritmo ni baja de intensidad. Las tres horas en las que acompañamos a Francis Vendetti en su aventura de autodescubrimiento espacial resultan tan estimulantes como agotadoras y, por eso mismo, es muy fácil pasar por alto algunos de los componentes más experimentales y mejor diseñados del juego. Lo que en otros títulos sería un enfrentamiento con un jefe, en The Artful Escape toma la forma de una actuación —mitad espectáculo, mitad jam session— en la cual tendremos que atender y observar a nuestro acompañante para poder imitar lo que hace. Lejos de quedarse en un Simon musical, el juego nos deja tocar las notas a nuestra manera; alargando los sonidos, pisando a nuestro acompañante o funcionando como su eco si así lo creemos necesario. Precisamente porque no nos exige seguir con fidelidad el ritmo, ni nos presiona para que consigamos una actuación perfecta, The Artful Escape nos hace sentir como verdaderos artistas, situándonos en un estado en el que hacer música no es algo complejo sino divertido y natural.
The Artful Escape es, a la vez, una propuesta que deja de lado las pretensiones para que disfrutemos fluyendo, y un juego sólido en donde no se ha dejado nada al azar. Quizás, y aunque resulte barato, lo más sencillo es compararlo con alguno de los discos más míticos de la historia, en el que las canciones brotan una detrás de otra con naturalidad, haciendo que olvidemos los meses de composición, grabación, arreglos y promoción que los artistas han tenido que encadenar. Es una comparación barata pero creo que funciona. Más allá de si nos termina por convencer el género, creo que es injusto negarle a Beethoven & Dinosaurs el buen hacer y el enorme trabajo por desarrollar una experiencia de tanta calidad.
Puede que The Artful Escape no sea para todo el mundo. Estamos ante un juego tan único como extraño. Sin embargo, la propuesta de Annapurna Interactive y Beethoven & Dinosaurs expresa con mucho humor un sólido discurso sobre la identidad y el papel que tiene el arte a la hora de encontrarnos a nosotros mismos. Y en una época donde el arte se discute en base a gustos, y la identidad —como la autenticidad— se pone una y otra vez en duda, resulta refrescante una propuesta con tantos matices que, tras el disfrute, nos invite a sentarnos y reflexionar. No hay ningún motivo para no intentarlo con The Artful Escape. Disfrutemos más o menos, está garantizado que no será un mal viaje.
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Le sé ver sus virtudes, pero lo empecé y me aburrió, creo que esperaba algún reto rítmico más. No es para mi ahora mismo, quizás más adelante, pero madre mía el apartado artístico está que se sale.
Para mí desafortunadamente todas sus aportaciones sonoras y visuales no dejan espacio al juego, dado que se preocupa más por estos aspectos que en ofrecer mecánicas que incorporen los conceptos de la historia que se nos está contando y al efecto, se limitan a darnos secciones de plataformas con poco desafío y carentes de riesgo y recompensa, pasando directamente por ser más una molestia al progreso de la historia que parte fundamental de la misma. La guitarra es igualmente un desperdicio, he visto los vídeos de gente creando o imitando canciones de todo tipo con Elly en The Last of Us II, y aquí solamente debemos intentar seguir las lucecitas y no pasa nada si lo hacemos de la puta pena, a veces hasta vergüenza me dió hacerlo tan mal, mientras el público enloquecía de emoción. Yo no puedo recomendar la compra, solo probarlo en gamepass; producción 10, juego 6.
Me pasa igual que los comentarios anteriores. El juego me decepcionó mucho.
Para empezar esperaba un juego distinto, menos centrado en la historia y más en mecánicas musicales, fallo mío aquí. Pero una vez decidí aceptar su propuesta no logré conectar en ningún momento con lo que quería ofrecerme a nivel visual y sonoro. Y con esa jugabilidad tan limitada el desarrollo se me hizo muy aburrido.
Lo dejé a medias, no creo que lo retome.
Es precioso, por favor.
Que pena que las mecánicas sean tal, yo como sea lo pruebo si o si.
Á mí es que el juego me dejó vendidísimo cuando nada más empezar te pones a improvisar una suerte de Shine On You Crazy Diamond en el borde de la montaña. Entre eso, el mood wesandersoniano del pueblito y toda la epopeya musicogaláctica de después, pues no hay nada que hacer. Te relajas, cambias el chip de que esto no es Super Meat Boy ni Celeste, y a disfrutar, que además la historia es bien bonita (y +1 a la doble lectura de Marta por twitter).
@hiawatha
Tal cual. Llevaré algo más de un tercio, y me está pareciendo una preciosidad.
Para mí este juego ha sido ciertamente decepcionante. Creo que tenía muchas opciones y puntos que explotar y lo hace regular tirando a mal en todos, menos en el apartado gráfico y sonoro.
En lo mecánico y jugable es un desastre, se empeña en meter elementos de plataformas como doble salto o, literalmente 4 veces en todo el juego, engancharse a una cornisa y subir. Podrían haber dejado simplemente un salto y que el doble fuese tocar la guitarra mientras estás en el aire (que es bastante placentero de hacer) y quedaría una mecánica mucho más decorosa con el concepto de juego. Las partes de tocar la guitarra con notas más allá de mantener pulsado un botón, simplonas y rompen toda la inmersión, no ocurre nada si te equivocas 20 veces seguidas, solo vuelve a intentarlo, ni una interacción más allá de un sonido errático.
En lo narrativo me terminó dejando muy frío. Partía de una premisa interesante, como es la presión por lo que esperan los demás de ti porque eres descendiente de alguien con cierta historia o legado; a través de la música quieren contarnos cómo un rockero de mente y corazón se ve forzado a seguir la vida folk de su difunto tío. Creo que es un tema lo suficientemente profundo como para que la música fuera solo la excusa para contar esa historia, pero no convertirse todo en una caricatura de un rockero. En lugar de exponernos de una manera profunda la bruma que tiene en la mente Francis, se convierte en una especie de alumno de School of Rock, algo así como un Jonas Brother, un adolescente que debemos suponer que es guay.
El apartado artístico muy bonito y en lo sonoro muy agradable, pero hay algo raro en el tocar la guitarra o no durante el desplazamiento lateral. Creo que no está bien encajado del todo y hay mecánicas con las que de repente de corta el tocar de la guitarra, hay zonas que al saltar se para de repente y tienes que volver a pulsar el botón; debería ser mucho más continuado y orgánico, independientemente de la acción que realices, sea andar o saltar.
Los que tengáis Game Pass jugadlo, es una experiencia diferente la verdad, aunque solo sea por desconectar un rato viendo escenas artísticas curradas y buena música de fondo merece la pena. De la historia realmente se puede pasar, porque tiene la pega de que si no conectas del todo se hace cuesta arriba el acabarlo.
@orlando_furioso ¿Que heavy?¿Donde hay heavy en este juego?
Es un juegazo. No hay mas que decir.
@smokeman
Lo probé porque me sonaba de algo («me sonaba» jaja) y me está encantando. Estaré atento a lo que saque esta gente, se han ganado mi interés.
Pues un poco en la línea de (casi) todos. Muy bonito, original y con una historia interesante pero un suspenso en jugabilidad. ¿Juego sólido? Me parece cualquier cosa menos eso…
Llego tarde pero llego. Me gustan las ideas, la historia, el guión… Lo veo entre la aventura gráfica y el paseíto costumbrista, aunque confunde al jugador introduciendo tanta sección de plataformas anodina y minijuego de ritmo (que más que un reto pretenden ser una jam session como se comenta en el análisis, un ejercicio completamente wholesome). El desarrollo de la relación entre Francis y Violetta se me hace muy escueto también para el final tan empático que tienen, en mi cabeza ambos personajes no habían estrechado tantos lazos. De hecho, se le dan muchas más líneas de diálogo y tiempo en pantalla a Lightman (el auténtico Morgan Freeman on lsd). En def, juego bien, no hay que entrar en él esperando un reto sino una pequeña experiencia narrativa que te da la oportunidad de identificarte y reflexionar sobre la construcción de tu propia identidad.
El juego es un truño como un coco de grande. Un título narrativo con trasfondo musical y encontrarse a sí mismo, al menos tendría que tener una música decente, pero la música es una puta mierda enorme. Y la historia es la típica que escribe un niño de 9 años. Pero claro, como una de las voces es de Jason Schwarzman y otra es de Lena Headey, que juego más guay.