Caddyshack

Análisis de The Golf Club

Saben aquel que diu que es un señor que llega al club de golf perfectamente equipado con su gorra de visera, su traje claro, sus guantes y sus zapatos con clavos, se acerca a recepción y pide un caddy. Viene su caddy, que coge la bolsa de los palos y los dos se van al primer hoyo para empezar a jugar.
—Dame el palo número tres.
El tipo coloca el tee, posa la bola encima, otea a la lejanía y ensaya su swing dos veces.
Con el primer tiro, el tipo levanta un metro de césped y ni siquiera roza la pelota. Con el segundo, levanta la tierra que había bajo el césped y el palo se le resbala de las manos y sale volando diez metros. La pelota sigue ahí.
—Bueno, por hoy ya no juego más.— dice el tipo mientras se quita los guantes.
El caddy, perplejo, decide preguntarle:
—¿Había jugado al golf alguna vez?
—Sí, juego mucho, casi a diario desde hace veinte años. De hecho he escrito un libro sobre golf.
—¿Ah, sí? ¿Y cómo se titula?— vuelve a preguntar intrigado el caddy.
El golf y la puta que lo parió.

—Eugenio

Han sido muchos años en los que EA, de la mano con Tiger Woods casi siempre antes de su divorcio por el qué dirán, ha tenido vía libre para hacer y deshacer con su franquicia de golf, PGA Tour, sin que nadie le presentase batalla. Los pocos que se adentraban en sus dominios lo hacían disfrazados de peluche cabezón, con efectos inverosímiles y una voluntad abnegada de ser solo una suerte de parodia deportiva, un Mario Golf o un Everybody’s Golf que extrajese la diversión del mecanismo pero dejase completamente de lado la idiosincrasia rigurosa y circunspecta del golf profesional, un terreno que parece casi reservado para una especie de multimillonaria élite del talento, una clase noble de visión privilegiada y precisión demoledora. Con la llegada de la nueva generación, a challenger appears: se titula The Golf Club y trata de aguantarle la mirada a PGA Tour. Otra cosa es que lo consiga.

Desde luego el timing lo han calculado a las mil maravillas: desde que EA y Tiger Woods partieron peras el año pasado, la desarrolladora californiana ha querido aprovechar este cambio de rumbo para darle un remozado profundísimo a una franquicia cuyas ventas han bajado en picado. Consecuencia: EA PGA Tour 15 no saldrá hasta la primavera del año que viene, lo que le da a The Golf Club más de seis meses para acoger a los golfistas huerfanitos sin juego e intentar convencerles de que se queden. Sus argumentos: es el primer título de golf pretendidamente realista para la nueva generación y tiene una clara vocación social permitiéndonos crear nuestras propias pistas y compartirlas online.

Pero ojo, The Golf Club no es una madre adoptiva sobreprotectora que nos arrope por las noches y nos abrace cuando nos caemos: es un padre que cree en la disciplina sobre todas las cosas y que no piensa ponernos fácil la vida. Cero tutoriales, un caddy virtual que solo hace apreciaciones sobre las acciones ya tomadas y nunca nos da consejos, y una mecánica totalmente analógica (se golpea con un stick, nada de ruletas de potencia) que tampoco permite esas concesiones a la fantasía que son las correcciones post-golpe. La asistencia es mínima: yardas de distancia hasta el agujero, altura del green y velocidad del viento, esos todos los datos que recibimos. Nada más. A nosotros nos toca procesarlos para calcular qué palo nos vendrá mejor, en qué zona de la bola queremos golpear para que la trayectoria sea más bombeada o llana, y en definitiva interpretar las particularidades que presenta cada golpe. Es un juego que no se lo pone fácil a nadie, pero a la larga no termina de quedar claro si eso sucede por una convicción suya o porque simplemente esta era la vía más fácil.

Análisis de The Golf Club

Desde luego hay indicios de que se trata de lo segundo, de una especie de autocomplacencia sin mucha ambición. En lo técnico The Golf Club va justísimo, con una frecuencia de pop-in francamente extraña tratándose de un juego de golf donde ni siquiera hay público u otros personajes a la vista. La personalización del golfista es descorazonadora: unos pocos modelos predefinidos y la posibilidad de cambiarle el color de la ropa; adiós a mi golfista satánico de dos metros, piel azabache, ojos rojos y brutal masa muscular. Y quizá el punto más chirriante, la nula sensación de progresión. En un juego sin una sola licencia ni de golfistas profesionales, ni de torneos oficiales, ni de marcas de la equipación, lo mínimo que cabía exigir era un poco más de alegría en la confección, unas cuantas features de esas que no pagan royalties y en definitiva una sensación un poco más convincente de que The Golf Club no viene con una mano delante y otra detrás.

Al menos, eso sí, lo que hay sobre la mesa se deja comer. La mecánica pura y dura sobre el césped es honesta y accesible, y el desafío que supone avanzar sin más ayuda que el ensayo-error acaba traduciéndose en una satisfacción creciente cuando un approach nos sale perfecto o conseguimos terminar bajo par. El resto de vida se la insufla al juego una comunidad sorprendentemente activa que cada día nos brinda varias docenas de circuitos a cada cual más divertido, y un sistema de creación de pistas sencillo y muy fácil de dominar.

Está claro que la apuesta de The Golf Club era una base sólida y parca, y un todo o nada al contenido generado por los jugadores, un poco la misma filosofía que acompaña a Arma III. Y la gente no les ha fallado. Si uno esta de acuerdo en despojarse de la pompa y los aplausos y los “oh” admirativos del público y los tiros con estela de fuego y los contenidos saludos de millonarios sonrientes vestidos de sport levantándose dos centímetros la visera de una gorra de 150 dólares, puede que este sea su juego. The Golf Club solo golf y, quizá las primeras horas, la puta que lo parió. [7]
Redactor
  1. Rand (Baneado)

    Eugenio en el día de la Diada. Bien tirado, tú.

  2. epi

    Después de Neo Turf Masters nada volverá a ser igual para los juegos de golf.

  3. Brian

    Puto Eugenio, cualquier juego es mejor si se empieza su análisis con un chiste suyo.