Análisis de The Legend of Zelda: Twilight Princess HD

Martin Sahlin, el director de Unravel, explicó hace no tanto que el juego nació de «una simple chispa de inspiración»: la que le llevó a preguntarse cómo sería «hacer un juego sobre el amor; uno en el que los lazos que formamos con los demás fueran lazos reales, físicos: como hilos de lana». Me gustan esas historias sobre los orígenes algunas buenas ideas para videojuegos. Las de Nintendo suelen ser fenomenales; creo que algunas de ellas son representativas de la delicadeza y brillantez del pensamiento de Shigeru Miyamoto. Star Fox, por ejemplo: Miyamoto solía visitar un templo en Fushimi-ku dedicado a Inari, una deidad representada por un zorro (patrón de mercaderes, gente de negocios, forjadores de espadas y de la fertilidad); al templo se accede por un sendero de arcos que inspiró una de las dinámicas más reconocibles de Star Fox. «Cuando ves un arco, quieres pasar por debajo, ¿verdad?», dice Miyamoto. «Ese era el tipo de juego que quería hacer. Pensando en este templo, este sitio es conocido por su camino de arcos; así que seguimos esa idea para crear un juego en el que te mueves a través de una serie de arcos».

Otra. Un día, Miyamoto estaba sentado en su jardín cuando vio una hilera de hormigas que transportaban, entre todas, unas cuantas hojas hasta su nido. De ese momento nació Pikmin: «Las hormigas, como sabes, siempre tienen un líder, y tienden a llevar cosas, y cuando se mueven crean una especie de vía», explica. «Empecé a pensar en un juego sobre mucha gente pequeñita que lleva cosas en fila, siguiendo a un líder, con todo el muno yendo en la misma dirección». Esta idea original la simplifica Miyamoto en otra entrevista: «Nuestra idea original era que estaría bien poder ver a un montón de criaturas pequeñas haciendo algo. Algo como proteger su pueblo y al mismo tiempo intentar que creciera y se expandiera». A partir de ahí fueron improvisando (durante cierto tiempo, Olimar no existía y los Pikmin era «armas que utilizar, para que el jugador los disparase») el juego que se convirtió en Pikmin. 

Otra. The Legend of Zelda, el original de 1986, surge de los recuerdos de infancia de Miyamoto: de sus escapadas a los bosques de Kioto, de la fascinación de explorar terreno salvaje con los ojos de un niño y de la sensación de peligro de internarse en una cueva, del miedo a perderse en los túneles y galerías. Hay que reconocer que llevaron la idea bastante lejos; en Nintendo hubo dudas sobre el potencial comercial de un juego como ese, aunque imagino que se disiparon en cuanto se convirtió en un fenómeno mundial, aclamado por crítica y público, al poco tiempo de ser lanzado.

The Legend of Zelda: Twilight Princess nació como disculpa.

La idea era «hacer un Zelda realista», rememora Eiji Aonuma. «Ese fue el camino que seguimos con Ocarina of Time, también. Habíamos probado varios estilos artísticos, como el de dibujos animados de Wind Waker, pero parecía que los usuarios realmente respondían a un estilo más realista, así que pensamos en serio en cómo llevar esa sensación de realidad a la vida que poblaba el mundo [del juego]». La cosa estaba clara: Estados Unidos no reaccionó bien al (rotundo, precioso) estilo de Wind Waker y había que hacer algo para contentar a los que querían un Zelda más adulto.

Imagino que no soy el único que ve posibles problemas en la intención de Nintendo de maridar su idea del videojuego para niños de 0 a 99 años con las expectativas que un Zelda adulto puede crear en la comunidad. Uno de los conflictos de Twilight Princess es esa contradicción inherente: quiere ser adulto, quiere ser oscuro, quiere ser tenebroso; quiere apelar al tipo de jugador de Zelda que consideró que Wind Waker era un paso atrás después de Ocarina of Time y Majora’s Mask, pero también quiere mantener su estatus de juego para toda la familia. De una forma mucho menos explícita, Ocarina of Time y Majora’s Mask consiguieron ser mucho más adultos que Twilight Princess: más reposados, más interesantes, más inteligentes. Sus cualidades son las que se le pueden suponer a un adulto, y las que un adulto puede apreciar más; Twilight Princess, por su parte, tiene secciones en las que parece querer recordarnos a gritos que Zelda también es esto, como pidiendo perdón por la osadía de Wind Waker.

Este intentarlo más de la cuenta empaña un buen juego de aventuras que es mejor y más natural precisamente cuando más recuerda a la fascinación infantil de Miyamoto por los bosques y las cuevas, y no a los delirios adolescentes del forero veterano que explica con pelos y señales cómo sería un Super Mario adulto en el que el fontanero fuera adicto a las drogas, un asesino en serie o un tirano con Peach y con su hermano Luigi. Twilight Princess es seguramente el juego en el que Nintendo está más cerca de ignorar los matices más sutiles de la vida adulta y caer en la vulgaridad de representar un mundo hostil porque sí, oscuro porque sí, tétrico sin una enseñanza detrás; creo que tiene sentido que sea tan pronto cuando se nos presenta la escena de Link, convertido en lobo, defendiéndose de los ataques (que nosotros percibimos como gratuitos) de su propio pueblo natal. Nadie le comprende, está solo en el mundo: qué hay más adolescente que ese sentimiento.

Han pasado diez años desde aquel lanzamiento simultáneo en GameCube y Wii (algo menos, en realidad). The Legend of Zelda: Twilight Princess HD es la revisión en alta definición de aquel juego, precisamente en el crepúsculo de una Wii U para la que todavía esperamos una nueva entrega de la serie, acaso intergeneracional, como lo fue esta. Es una remasterización respetuosa y con alguna novedad interesante: como en Wind Waker HD, se han retocado algunas cosas para mejorar el ritmo del juego, como el máximo de rupias que podemos llevar encima o los requisitos para superar ciertas zonas (si sudáis gotas de rocío cuando pensáis en las, precisamente, gotas de rocío de Twilight Princess, estáis de suerte). Los gráficos también son mejores, claro; le sienta mejor el lavado de cara que a Wind Waker, no porque en ese caso fuera malo (a mí me gustó mucho, excesos incluidos) sino porque el estilo de Twilight Princess envejece peor. También hay novedades relacionadas con los amiibo, que aportan al conjunto suficientemente poco como para que se queden en el ámbito privado de cada uno sin que influyan demasiado en el juego en global.

Mi novedad favorita, sin embargo, es el Modo Héroe. Si empezamos la partida con esta opción activada (se puede elegir desde el principio), el juego cambia a la versión de Wii, por así decirlo, y se activa un modo espejo que hace que todo parezca un poco distinto a lo que muchos, entre ellos yo, pudimos jugar en GameCube. Más importante, la dificultad aumenta considerablemente: los habituales corazones que suelen aparecen al cortar hierba o romper jarrones se eliminan de la ecuación, por lo que uno depende de pociones y demás consumibles para recargar vida.

Hace diez años (de nuevo: algo menos, en realidad) que no jugaba a fondo Twilight Princess, y el Modo Héroe ha demostrado ser una forma interesante de repetir el viaje. Aunque no es perfecto (a veces es difícil saber cuándo Link ha recibido daño; quizá porque el juego no está diseñado para tener un modo así, es fácil salir victorioso de un combate peliagudo con algún corazón de menos, aunque dé la sensación de que no nos han dado ni una vez), sí ayuda a potenciar ese temor a lo desconocido, esa sensación de peligro y fascinación ante un enemigo nuevo o un jefe final temible. Se crean dinámicas interesantes: Link girando alrededor de un enemigo con el escudo en alto, esperando a que dé él el primer paso, intentando deducir cuál va a ser su ataque, esquivando en el último momento una acometida inesperada y respondiendo con agilidad a los distintos cambios de forma de algunos rivales. Es una forma de jugar que alguien más valiente que yo podría relacionar con Dark Souls; al final, lo importante es que es diferente, un plus que no le va nada mal a un Zelda a estas alturas de la película.

No es el juego más inspirado de la serie, pero sigue teniendo un buen puñado de momentos geniales. La manera en que se resuelve la historia termina de darle forma al tono del juego, no demasiado definido; antes de eso, la mezcla de gravedad y cachondeo, más pronunciada que en ningún Zelda, llega a ser difícil de masticar. Midna es un personaje genial que por momentos parece representar al jugador feliz dentro del mundo de ocaso y caras largas moldeado para un público púber de la peor manera: alegra ver que el juego trata bien al personaje, y es difícil no tenerla en consideración cuando se piensa en algunas de las cosas interesantes que ha conseguido hacer la serie Zelda en estas últimas décadas. 

Las mazmorras, uno de los elementos centrales de Zelda, mantienen el aire de déjá vu que recorre buena parte del juego y bajan ligeramente el nivel, si los comparamos con los mejores ejemplos de otras entregas. Creo que siguen estando por encima de otros escenarios-puzzle de los imitadores de Zelda, pero hay detalles flojos. En el primer templo, por ejemplo (el Templo del Bosque, alias el Templo de los Monetes), ni siquiera se nos permite mantener durante un rato la ilusión de que estamos explorando un lugar desconocido, como sí ocurre en Ocarina of Time: aquí, el mapa de la mazmorra está dentro de un cofre con el que el jugador se topa antes de poder sentir la necesidad de una ayuda visual para orientarse en el nivel. Son ese tipo de decisiones las que acaban dejando un regusto cuestionable en, sobre todo, los que hemos jugado a unos cuantos Zeldas. Quizá sea problema nuestro: cada vez es más difícil, especialmente en una serie veterana firmada por una compañía relativamente conservadora como Nintendo, encontrar ese momento mágico en el que un nuevo ítem nos descubre una nueva dimensión del juego, como cuando una bolsa de bombas se convierte en la llave para abrir nuevas puertas ocultas a lo largo de todo el mundo. (Una ocurrencia de hace treinta años que todavía hoy buscan replicar muchos juegos, desde The Binding of Isaac hasta The Witness.)

Yo soy de los que ven en The Legend of Zelda: Twilight Princess HD una pista sobre la publicación doble de la próxima entrega de la serie en Wii U y su sucesora, NX. Sabemos que la partida guardada del remaster tendrá una utilidad en ese Zelda de mundo abierto del que no sabemos casi nada. En este nuevo Twilight Princess, quizá por ser el el Héroe del Tiempo, se puede ver una referencia al juego que promete llevar a Link a los pastos supuestamente más verdes del mundo abierto, como cuando lo llevaron a los pastos supuestamente más verdes de esa idea de un Zelda adulto que tanto se aplaudió en un E3, hace ya mucho. Quizá especulamos porque tenemos esperanzas de recuperar esa sensación de sorpresa y fascinación ante las posibilidades infinitas de lo que no conocemos. Si con Twilight Princess HD Nintendo ha decidido volver a visitar terreno ya explorado, quizá lo siguiente tenga que ser lo contrario: transitar ellos mismos no los caminos que los fans esperamos, sino otros nuevos y salvajes. Perderse en el bosque. Adentrarse en las cavernas más profundas. Regresar victoriosos. Contarnos lo que han aprendido allí. Nosotros seguimos aquí, dispuestos a que nos fascinen. [7]