Análisis de The Wonderful 101

Hay una firma Kamiya, y no parece difícil encontrarla a poco que busquemos con una mínima atención en los juegos que ha dirigido. En The Wonderful 101 es muy fácil, desde luego: la pasión por el slapstick y el humor absurdo; la afición al tokusatsu; el interés por la mitología asiática. No sólo son temáticos los rastros que encontramos y que nos hacen pensar en Hideki Kamiya: la fijación en el juego con estilo, en el juego perfeccionista y exigente; la manipulación de la percepción del tiempo en beneficio propio; las recompensas para el jugador habilidoso y arriesgado. Si habéis pensado en el pincel celestial de Okami, en la estética setentera de Viewtiful Joe, la actitud de Dante en Devil May Cry o el tiempo bruja de Bayonetta, es que la firma ha servido para identificar al culpable.

Entre intentos de conseguir platino puro y combates tan frenéticos que hacen que a uno le sangren las encías, The Wonderful 101 nos cuenta una historia; una sencilla, en apariencia, y que (otra kamiyada) va aumentando en intensidad, complejidad y retorsión hasta que nos deja exhaustos, hundidos en el sofá, sin saber exactamente qué ha ocurrido. Somos los Wonderful 100, un grupo de cien héroes anónimos, ciudadanos corrientes de todas partes del mundo que se transforman en ultramanes cuando el mundo está en peligro; su poder es unirse para formar armas con las que combatir a villanos que quedarían totalmente fuera del alcance de un tipo corriente, de un héroe solitario. El juego arranca cuando los Geathjerk, unos alienígenas con malas pulgas y un ejército bien armado, deciden invadir la Tierra; los Wonderful 100 se ponen manos a la obra y emprenden una serie de operaciones dirigidas a proteger el planeta, una aventura épica especiada con dramas personales, giros inesperados, relaciones insospechadas y apariciones especiales de todo tipo de personajes.

Si el tono en Bayonetta era de parodia absoluta, con esa solemnidad totalmente risible a menudo interrumpida por salidas de tiesto de la bruja y momentos que podrían estar directamente sacados de Humor amarillo, en The Wonderful 101 la cosa no es demasiado diferente. La historia no quiere tomarse en serio en ningún momento, y se desvive por la comedia, cueste lo que cueste; ayuda a seguirla con interés que cada operación esté estructurada como un episodio de una serie, con un objetivo claro al principio y un clímax final en el que los Wonderful 100 activan los poderes definitivos de sus trajes, el momento que, por que los que no sepan de qué hablo se hagan una idea, equivaldría a los Power Rangers haciendo su coreografía, juntando el Megazord y pateando el culo del malo de turno de una forma ligeramente distinta a la clásica madriza con los masillas estándar.

Lo importante, en todo caso, sigue siendo el sistema de combate, muy heredero de Bayonetta pero con suficientes ambiciones como para acabar resultando fresco y con una personalidad y un ritmo totalmente propios. Aunque manejamos sólo a un personaje, nos sigue nuestro grupo de héroes; no siempre son cien, y de su número depende el tamaño y poder de las armas que podemos utilizar: vamos aumentando el grupo encontrándonos con Wonders o anónimos que se unen a la causa temporalmente y rodeándolos con un círculo. Utilizando la pantalla táctil o el stick derecho, dibujamos el arma en que queremos que se transformen nuestros compañeros; a medida que el juego avanza vamos desbloqueando más trazos, que van desde una línea recta para la espada y un círculo para el puño hasta un triángulo para invocar el ala delta o un corazón para convertirnos en ballesta. A medida que aumenta el número de formas y nuestra habilidad a los mandos también aumenta la complejidad (y vistosidad) de los combates: con X atacamos con nuestro grupo, una idea mucho menos Pikmin de lo que se ha venido diciendo (se parece más, de hecho, al clásico ataque ligero de un hack and slash tradicional), y con A utilizamos el ataque principal, el arma que tengamos seleccionada en ese momento; la clave del asunto, y un requisito para eliminar con éxito a más de un enemigo, es combinar armas haciendo que nuestros compañeros se conviertan en ciertas cosas mientras tú atacas con otras.

Conocer qué armas son mejores contra qué enemigos, y cuáles son los patrones de ataque y las pistas que nos llevan a predecir sus movimientos, es esencial para conseguir ese juego estiloso del que tanto habla Kamiya; el juego que busca ser divertido y vibrante, pero también eficiente, efectivo, algo vacilón e incluso estéticamente atractivo. De esto uno se da cuenta cuando el juego ya lleva un buen puñado de horas avanzando; la cosa se perfecciona en una segunda partida, cuando la primera termina a las doce o trece horas y podemos jugar en difícil, donde las fuerzas enemigas son tremendas desde el principio y tenemos todas las formaciones, habilidades y potenciadores que hayamos acumulado en la anterior; e imagino que la culminación llegará en la partida perfecta, la que va a por el platino puro, la ambiciosa, como ocurría en Bayonetta: no lo sé con seguridad, porque de momento estoy todavía en la infernal segunda vuelta (un hueso muy, muy duro de roer: los más patosos deberían estar advertidos), pero es fácil confiar en que Platinum han creado otro juego con una resistencia enorme al paso de las partidas¹

.

Aunque en Nintendo están seguros de que The Wonderful 101 «no es un juego de nicho, y por tanto tiene potencial para llegar a un mayor público», quizá no todo el mundo sepa apreciar del mismo modo sus extraordinarias mecánicas, la perfección de su sistema de combate; no digamos ya su sentido del humor o su manierismo. Sí es menos de nicho, quizá, que Bayonetta; parte del mérito de esto lo tiene la brutal creatividad de Platinum a la hora de tenernos ocupados haciendo mil y una cosas distintas. En su día me referí a ello, cuando el juego todavía se llamaba Project P-100, como «esa filosofía tan de Nintendo de juegos dentro del juego, haciendo que cada acción tenga una mecánica muy diferenciada y que tenga al jugador constantemente ocupado»; con el juego ya bien terminado, creo que me quedé corto. Entre combates y secciones de plataformeo y ligerísima exploración (hay más de un secreto, y de diez, escondidos en cada escenario), The Wonderful 101 nos lanza montones de partes en las que hacemos cosas distintas. ¿Recordáis el nivel de la moto de Bayonetta? Aquí hay homenajes a Punch-Out!!, After Burner, Dig Dug y un sinfín de niveles en los que las mecánicas cambian radicalmente; es divertido, es sorprendente, es simpático, y siempre nos deja con ganas de ver qué va a ser lo siguiente con que nos van a sorprender. Casi nunca decepciona.

Es más fácil amarlo, en todo caso, que a otros juegos de Platinum como Metal Gear Rising, perfecto en lo suyo pero no en lo de los demás; ayuda que en lo visual el aspecto de maqueta poblada por muñequitos de superhéroes sea tan atractivo, con ese efecto tilt-shift pronunciado, que la música sea coherente con la falta de sentido del ridículo del resto del juego, que los coleccionables sean tan interesantes de conseguir, que la cantidad de contenido sea tal que puedas pasarte un buen montón de ratos simplemente examinando los miembros del equipo que has encontrado. Si en su día Bayonetta sorprendió por la cantidad de cosas que tenía y que otros intentarían colar como extras de pago o contenido post lanzamiento, The Wonderful 101 vuelve a hacerlo: hay un montón de secretos esperando en la segunda partida, en la tercera, ¡incluso en la primera!, todo dentro del mismo disco, todo esperando a ser encontrado o desbloqueado por el jugador, más jugador que nunca. Si de algo son culpables Platinum Games, ese algo no es, desde luego, no apostar por el videojuego más puro, el que no necesita ser clásico ni poco fresco ni falto de ambición o riesgo para hacernos sentir que jugamos, como jugábamos a Double Dragon cuando éramos críos.