En This is the Police tomamos el rol del jefe de policía de la ciudad de Freeburg y lo primero que hacemos es llevar a cabo la tarea más complicada para un agente de la ley de alta gradación. No tiene nada que ver con desmantelar organizaciones criminales, capturar a violadores y asesinos, motivar a sus subalternos para que rindan en un entorno deprimente, identificar un cadáver o asistir a funerales de policías caídos. La primera interacción que tenemos con el trabajo del jefe Jack Boyd es nada más y nada menos que atender a los periodistas. El propio protagonista lo compara la rueda de prensa con una confesión religiosa, pero parece claro que no es un hombre de fe: dice que las respuestas fluyen desde su boca mientras las verdades omitidas nadan por su cerebro. Quizá por eso es un tópico de las películas policíacas: nadie quiere hablar con los periodistas porque se ven obligados a enfrentarse a las mentiras que rodean sus vidas, a cristalizar en palabras vacías y frases funcionariales una parte de sí mismos que les avergüenza. Eso sí: en This is the Police podemos ver cada mañana cómo los tres grandes diarios de la prensa barren cada uno para su casa con titulares obvios que delatan quién les paga, si el ayuntamiento, la oposición o la mafia, y queda claro que en Freeburg el cáncer de la corrupción ha arraigado en el cuarto poder tanto como en los otros tres. Aquí no se libra ni el apuntador.
Y lo más llamativo de todo: estamos eligiendo respuestas a preguntas sobre temas de los que aún no tenemos ni idea, al respecto de asuntos que el juego aún debe contarnos. Así que, decidamos comportarnos como una bomba de relojería mediática o como un perfecto representante del orden, en ningún caso estamos trasladando a nuestros conciudadanos la verdad, entre otras cosas porque no la conocemos. This is the Police ya ha conseguido, nada más arrancar, enfangarnos en su ciénaga corrupta de podredumbre moral y deshonestidad.
El juego de los bielorrusos de Weappy Studio es un simulador de gestión, pero ni en su fase más embrionaria trató de parecerse o siquiera emparentarse con juegos con los que podría compartir género. No es un Police Simulator 2016 ni un Cop Manager, para que nos entendamos; su ambición es otra a nivel mecánico, narrativo, estético y de hecho también social.
Pero supongo que es mejor empezar explicando cómo se juega. El jefe Jack Boyd es el encargado de distribuir a las fuerzas del orden. Cada mañana un mapa de la ciudad le muestra los altercados y conflictos que se van produciendo en tiempo real, y tiene un periodo limitado para enviar unidades a su criterio arrastrando las fotos de cada agente a la ficha del suceso que queremos que vaya a solucionar. Cada policía tiene un número que identifica su nivel de profesionalidad, algo así como las posibilidades de que haga su trabajo de la mejor manera y la más efectiva posible, una variable que aumenta o disminuye según progrese su carrera bajo nuestro mando. La cantidad de ranuras por rellenar (esto es: la cantidad de policías que se nos permite enviar) determina la dificultad potencial de un suceso concreto. Si unos chavales están pintando pollas en las paredes de un edificio, normalmente uno o dos agentes serán suficientes para solucionar el entuerto; si un tío armado con una pistola toma rehenes en una cafetería, entonces lo ideal es mandar a un equipo del SWAT y varios policías. También cabe la posibilidad de que el atracador se rinda en cuanto oiga una sirena o que los chavales grafiteros la emprendan a tiros contra el primer madero que les llame la atención. Ahí entra el factor imprevisto que es lo que de verdad hace complicado —supongo— el oficio policial, y donde This is the Police se encarga de echarnos jarros de agua fría y pedradas de humor negro.
El día a día se completa gestionando también otros recursos como la contratación o despido de los propios policías, destinando investigadores a casos de delitos graves y negociando días personales o ausencias más o menos justificadas de los agentes, que a menudo tienen problemas en casa o fuera de ella, incluidos algunos vicios poco recomendables para el hígado, y cuyas barras de energía se agotan día a día si no les damos descanso. El ritmo al que surgen las llamadas a la central y la manera en que debemos tener en cuenta el tiempo de trayecto de nuestros policías, o lo que tardarán en volver a estar disponibles para otra misión, está muy pulido y sabe intercalar los picos de saturación obvios de este tipo de servicios públicos con mañanas o tardes de calma y papeleo cotidiano. Para sacarnos de vez en cuando de la monotonía de despacho, a veces los agentes que hemos enviado a una llamada nos piden que tomemos las decisiones por ellos, algo que añade un punto de acción narrada a la experiencia.
Pero, como decía antes, This is the Police no se plantea ser solo un juego de gestión. Desde el mismo inicio entramos de llena en la vida privada y pública del jefe Boyd, los problemas que tiene en casa y la sensación de que a sus sesenta años de edad la intachable trayectoria policial que cuelga de su expediente no ha servido para nada. Sus días en el cargo están contados, no tiene pensión garantizada y el alcalde es un absoluto déspota en pantalones cortos y polo de tenis que solo piensa en llenarse los bolsillos y mover los hilos de sus jueces-marioneta. De algún modo, Boyd se ha dado cuenta demasiado tarde de que los malos siempre ganan y que no hay ningún tipo de justicia cósmica que ponga a cada uno en el sitio que merece. Así que es momento de aprovechar los 180 días que le quedan en la jefatura para conseguir medio millón de dólares que le den un poco de calma cuando se retire. Cuando le retiren.
Aquí entramos en la dicotomía que nos plantea el juego: podemos conseguir esos 500.000 dólares siendo tremendamente efectivos en la suministración de seguridad dentro de la ciudad, ir cumpliendo las peticiones del ayuntamiento para tener contento al alcalde e ir solicitando aumentos de sueldo a medida que lo creamos conveniente. O bien podemos meter los dos pies en las pantanosas aguas de la corrupción y aceptar sobornos de la mafia a cambio de ignorar algún que otro suceso, enviar a nuestros agentes a pegar martillazos en las rodillas adecuadas o demostrarle a los enemigos de nuestros amigos que la ley y la justicia no les amparan tanto como creen haber leído en la Constitución.
Pronto se da uno cuenta de que no hay escapatoria, ni siquiera eligiendo la vía más honrada. Uno de los primeros encargos que recibí del alcalde se podría resumir así «un grupo racista está provocando muchos altercados en la ciudad; despide a todos tus agentes negros en menos de 48 horas para rebajar la tensión». Podemos aferrarnos a excusas como la edad avanzada o el bajo rendimiento para expulsar a algunos policías de manera justificada, pero si no se les puede aplicar ninguna de las contingencias establecidas la única posibilidad es el despido ilegal. Ahí se hace evidente que esa dicotomía inicial es absolutamente falsa: todos los actos del jugador van a estar manchados de inmoralidad o ilegalidad, la mayoría de veces de ambas, y los tratos con la Iglesia o los sindicatos tampoco se salvan. Es el mensaje que quiere lanzar This is the Police, uno muy pesimista y lleno de cinismo: todo está podrido.
Tenemos un juego que funciona como juego, que divierte y que además nos arroja a la cara un mensaje crítico. No se puede pedir mucho más. O sí: otro de los pilares de carga de This is the Police es el sentido del humor, hasta el punto de que hay misiones que solo están ahí para sacarnos una sonrisa o un arqueo de cejas, y quizá sea donde peor se desenvuelve. Para el tono del juego es importante hacer broma desde una perspectiva ácida y mordaz, muchas de sus viñetas estáticas y sus textos buscan ser una tira cómica sobre el estado de las cosas, pero demasiado a menudo esa sensación de descontrol que a veces impregna las partidas —esa pelea entre dos niñas adolescentes que, sorpresa, acaba en tiroteo con armas automáticas entre bandas rivales— también infecta a la manera de comunicarse con el jugador. Su humor negro y sus exabruptos vienen con demasiada frecuencia huérfanos de un fondo, de una conclusión, de un contenido. Y el resultado es francamente incómodo: en ningún momento queda claro si una referencia racista u homófoba viene acompañada de un mensaje a favor o en contra del racismo y la homofobia. Es como un amigo que nos cuenta un chiste sobre bebés desmembrados, pero no lo termina, no llega a proporcionarnos el giro narrativo que lo identifica como chiste, como mera gamberrada. Solo espera y nos mira fijo a los ojos, esperando que entendamos la parte graciosa que ni siquiera él ha sabido encontrar.
En lo superficial, el juego sabe encontrar su espacio gracias a un diseño inteligente, una interfaz minimalista muy agradable y una historia por fascículos que se sale un poco del ya descolorido tópico noir, aunque mantenga alguna de sus señas de identidad. En lo profundo, This is the Police hace el mismo juego de palabras en inglés que la novela que Goose Henduck publicó en diciembre de 2011, This is the Police: A Farce In Three Parts, otra historia con mucho sentido del humor sobre el nihilismo sistémico y autodestructivo de algunos ambientes policiales: «this is the police» es la expresión que utilizan los agentes del cuerpo antes de echar abajo una puerta, pero también es una frase que sacada de contexto nos sirve para señalar con desprecio la naturaleza cada vez más decadente de las fuerzas del orden en algunas grandes ciudades. «Esta, esta es la policía». Una displicencia resignada pero vacía en el caso del juego; un hastío sarcástico que, como suele ser habitual en la ironía mal empleada, ni siquiera entiende por qué se está riendo. [7]
Solo los usuarios registrados pueden comentar - Inicia sesión con tu perfil.
@nin
Se podría siempre y cuando el juego no fuese mediatico, pero con el hambre de amarillismo que tiene la prensa en este país (desde la izquierda hasta la derecha, ninguno se salva) tardarían poco en acusar a los creadores de perjurios contra yo que se qué. Además, gracias a las ambiguas interpretaciones de la ley de seguridad ciudadana, bien podrían arruinarles la vida a los desarrolladores del juego.
El juego pinta realmente interesante, a ver cuando tengo un hueco y me lanzo a por él.
Aspecto visual <3
@nin
@clyde
Pues el cine y la televisión lleva desde el inicio de la democracia poniendo a los policías patrios de delincuentes, inútiles y corruptos, y aquí nunca ha pasado nada, así que excusa, más bien poca. Lo realmente novedoso sería intentar plasmar en un juego ese trabajo sin que parezca que no todos son ángeles, ni todos unos corruptos. Como en cualquier trabajo, en realidad.
Creo que me es imposible recordar un solo videojuego sobre el tema sin su escuadrón de policías corruptos. Ni película. Ni novela.
Aunque la parte de gestión policial me parece muy interesante, puede que le de un tiento. Aunque tengas que ser corrupto para contentar a la imaginaria pública, no parezca que algún policía pueda ser profesional, o, dios nos libre, honesto…
@redhotgalego
Yo no había visto el subtitular, pero he tenido la canción en la cabeza todo el rato. Así de bien funciona el texto. Por mi parte, directo a la Lista de deseados de Steam.
Edit: Lo obvio, para los despistados:
@bokeron
Tranquilo, siempre te quedará esto.
@sabin
Al final, la respuesta de los últimos 25 años a toda pregunta, está en Los Simpson…
Sold.
Es el típico juego con el que me rallaría a los pocos minutos/horas de empezar a jugar pero con el que disfruto como un enano leyendo sobre él. Más si escribe Fran, claro.
El subtitulo no lo puede resumir mejor.
Pues yo le estoy dando y me está gustando. Sobre todo el tono de la historia. Sería perfecto en tablet.