Análisis de Titan Souls

Personalmente, no hablaría de una fórmula de Shadow of the Colossus; usaría antes la palabra poética. Es normal que haya tanto respeto por la obra de Fumito Ueda, y que tan pocos se atrevan a intentar imitarla. La mayoría imitarían su fórmula, como suele ocurrir; Titan Souls, un claro acierto del juego de Acid Nerve, prefiere fijarse en su poética.

Alrededor de esa poética, con algo de Zelda y los Souls de From Software por ahí, crea su propia fórmula. Somos un héroe anónimo que explora un mundo vacío; las ruinas nos dicen que algún día hubo algo allí, pero resulta difícil decir qué tipo de civilización creó todo aquello. Tenemos una flecha. Eso es todo: esa flecha es nuestra única herramienta, y con ella tenemos que, por lo que sea, buscar a los titanes que duermen en las ruinas de ese mundo, acabando con ellos uno a uno, absorbiendo sus almas. Los jefes son la clave de Titan Souls. Ahí está la chicha del juego, y ahí es donde su idea (una flecha, un punto de vida, morimos de un golpe, matamos de un golpe) brilla con fuerza, no consigue destacar, triunfa y fracasa.

Si algo bueno se puede decir sobre Titan Souls es que se explica solo. Más allá de dominar los timings para esquivar y correr, la idea de tener una única flecha que debemos recuperar, yendo hacia ella o haciéndola venir a nosotros telequinéticamente, se entiende al instante. Al contrario que Shadow of the Colossus, Titan Souls es un arcade: su gratificación es instantánea, y acepta sin problemas las sesiones de juego cortas; su introducción, una plaza con cuatro jefes a los que debemos derrotar para continuar hacia el mundo abierto, expone el tono del juego a la perfección.

Sus problemas vienen después. Una vez salimos de la zona introductoria, podemos explorar con cierta libertad el mapa; podemos decidir eliminar a algunos jefes antes que a otros, ir aquí o allá según nos convenga o nos apetezca. Las dimensiones del escenario son enormes; está más o menos claro que la idea es hacernos sentir pequeños, acentuando lo diminuto de nuestro avatar con bosques gigantes, explanadas que parecen infinitas y trayectos inesperadamente largos, si bien vacíos. Perderse por el mundo de Titan Souls empieza siendo un placer y acaba siendo un trámite pesado: a base de repetir caminos, de punto de control a jefe, hasta que conseguimos derrotar a tal o cual titán, es fácil identificar el paseo con la penalización, porque aparte de ese viaje de A a B no hay otro castigo por salir mal parado de un combate.

Los combates en sí son irregulares. Todos los jefes están bien diseñados; todos tienen patrones de ataque como mínimo correctos, interesantes en su mayoría; algunos son una delicia, otros son menos memorables, pero todos están bien pensados y funcionan. Sin embargo, la idea alrededor de la cual se construye Titan Souls, la del golpe único, hace que los enfrentamientos sean breves y furiosos; emocionantes por ese motivo, en algunos casos, e insustanciales en otros, por lo mismo. 

En más de una ocasión tuve la sensación de no haber disfrutado de los jefes; así como en Shadow of the Colossus el proceso de descifrar el jefe estaba pensado para que los exprimiéramos antes de dar la estocada final, aquí ese proceso no es obligatorio: el punto débil está, en la mayoría de ocasiones, bien expuesto desde el primer momento. Ganar o perder es cuestión de segundos; no es difícil que el paseo hasta los jefes sea mucho más largo que el combate mismo, algo que deja un sabor de boca raro cuando matamos al titán casi sin saber cómo.

No creo que sea una situación que Acid Nerve no tuviera contemplada. El vacío de derrotar a los monstruos está calculado: el paso de la música de combate (la banda sonora es especialmente destacable) al silencio posterior a la victoria no da mucho pie a la celebración de la victoria. Es un juego melancólico; no hay nadie que nos felicite por haber liberado su pueblo de la opresión de un monstruo, nadie aplaude nuestra valentía.

Titan Souls es un juego muy interesante que no consigue desarrollar del todo bien sus ideas. Su propuesta es muy valiente y merece la atención, pero se queda a medias en más o menos todo: los jefes acaban no destacando lo suficiente, el tipo de exploración que propone hace aguas y la forma en que está aplicada su mecánica principal no deja mucho espacio para la curiosidad una vez que terminamos el juego. (No tengo nada en contra de su duración, por cierto; no esperéis que una primera vuelta os dure más de tres horas, quizá algo más si buscáis el final bueno.) Da la impresión de que Titan Souls tendría que quedarse más en nuestra cabeza, darnos más que pensar; el exquisito envoltorio no encaja del todo bien con lo que hay dentro: un arcade un punto más simple de la cuenta, todo forma y con apenas fondo, que ni destaca en lo que debe tener de expresión personal un arcade ni dice lo suficiente a través de su mundo como para que merezca la pena explorarlo con atención. Todas las piezas son las correctas, pero no han conseguido encajarlas bien. [6]