Análisis de Trials Evolution

Esto es totalmente cierto. Comencé a jugar a lo nuevo de RedLynx hace un par de noches, a eso de las 23h. Un par de horas más tarde solté el primer «la última y a dormir», al que siguieron varias docenas —con sus habituales variaciones: «una más», «esta sí que sí»…— antes de volver a mirar un reloj peligrosamente a punto de marcar las seis de la mañana. Lo siguiente que recuerdo es despertarme a las 11h, con la misma ropa y la tele todavía encendida. Tardé como un segundo en pillar de nuevo el mando. A Trials Evolution le viene pequeño lo de gustar. Se sobreentiende. A él solo le sirve enganchar como un hijo de puta, destrozar tus planes para el día siguiente, hacer que te sientas mal por haber picado otra vez. Pero sabe que volverás, no puedes evitarlo, porque al fin y al cabo te has engañado tú solito. Nos suena todo esto de su genial predecesor, Trials HD. La esencia es la misma: motocross en plano, más plataformas que carreras, con un control al que solo le importa el acelerador, el freno y la inclinación del piloto. Tan simple, tan arcade, tan perfecto, tan pegado a las mecánicas basadas en físicas de comportamiento impecable, que cede todo el protagonismo al diseño de niveles. Cada obstáculo está justo donde toca, ni un grado debería variar la inclinación de cada rampa y ni una caja de dinamita te perdonará que hayas fallado con ese salto. Son esos fantásticos desgraciados los responsables de que sigas reiniciando, en el último punto de control o al comienzo del circuito, tras 218 fallos. Sabe exactamente dónde colocar el listón y, más importante, sabe cómo decirte hasta qué punto puedes ajustarlo. Tardan bastante en llegar las pruebas verdaderamente complicadas, las que seguiremos recordando cuando llegue el próximo Trials; es evidente que Evolution se preocupa también por los que acaban de llegar, les enseña desde cero y les lanza un buen puñado de desafíos que a penas merecen ese nombre. Para los que ya sabemos que el aterrizaje es mucho más importante que el despegue, sin embargo, no hay espacio para el aburrimiento: el reto no es de momento cruzar a meta —ya llegará eso, joder que sí—, sino hacerlo sin errores y en el tiempo que pide la medalla de oro. Si puede ser antes que nuestros amiguetes, cuyo mejor resultado corre a nuestro lado en forma de fantasma reducido a un punto y un nombre, mejor que mejor. Crees saber siempre hasta dónde puedes llegar y lo habitual, tras mucha o poca práctica, es descubrir que tenías razón. La curva de dificultad se ensancha, pues, y lo cierto es que le sienta bien el cambio. Así tienen más espacio y más tiempo para lucir unos entornos más dinámicos, agradables y variados; el grito que se oye durante un salto de los buenos suena mucho mejor en medio de una montaña que junto a una pared de ladrillos idéntica a las demás. Más y mejores juegos con la iluminación y los efectos, una destrucción exagerada de las estructuras a tu alrededor, explosiones a cada segundo y muertes más espectaculares para soltar de golpe la tensión de los últimos metros; Trials Evolution radicaliza su tono con aplastamientos por piano, bombardeos, caídas desde alturas absurdas y ragdolls sobre tazas de váter. Brillante. Completamente desinhibido, el juego se atreve, de forma natural y acertada, con más homenajes —Inception, Limbo, Sin City—. De forma muy puntual, como en la interminable Gigapista, incluso rompe algunas de sus propias reglas. Siguen la locura y los guiños, tan poco sutiles como el de Splosion Man, en mini-juegos muy irregulares, demasiado alejados de las bases y claramente menos inspirados que la última vez. Todo parece remediable con la absurda potencia de los dos editores, normal y avanzado, que permiten hacer literalmente de todo: ya han colgado los propios desarrolladores niveles adicionales que insisten en las referencias —Angry Bikers, Super Bike Boy, un FPS, tal cual, que imita los campos de entrenamiento de Call of Duty— y que, de nuevo, carecen de auténtico interés por no estar en su elemento. Bienvenido sea cualquier opción adicional que permita experimentar, sin duda, pero lo que queremos son más circuitos «típicos». Habrá de eso, claro, y los filtros —votaciones, recomendaciones semanales por parte de RedLynx— dejarán los mejores a la vista. El multijugador, con carreras para cuatro en circuitos más anchos para que quepan esas pistas de más, pero también con pruebas contrarreloj en las que vemos a los otros fantasmas correr en tiempo real, cierra un paquete impresionante, por cantidad y magnitud. Tiene más derecho a pedirnos 60 pavos que la mayoría de los que sí lo hacen, y tal vez por eso me creo yo con derecho a esperar de él una aplicación al estilo Autolog que potenciara más si cabe los piques con amiguetes y el rollo social. Pero no. Trials Evolution necesita ser un título descargable, uno imprescindible y con más logros, para poder sacar pecho y dar sentido a su nombre: ejemplifica mejor que nadie hasta qué punto pueden llegar a crecer los juegos que optan por esconder su diseño sin fisuras y su verdadera profundidad tras una etiqueta más directa: la del vicio puro, duro y eterno. [9]