Análisis de Uncharted: El Legado Perdido

Hay una escena en Uncharted 4 en la que Nathan Drake y su hermano Sam se sientan en una silla y charlan. Ocurre en medio del juego y ni siquiera es obligatorio verla; el juego te da la oportunidad de terminar la conversación en varias ocasiones, si es que has decidido iniciarla en primera instancia. Es un diálogo mínimo dentro de la épica aventura de Naughty Dog, bombástica y llena de acción y muerte y situaciones espectaculares, pero se siente como un oasis de humanidad dentro de un juego al que le tocó la responsabilidad de ser mucho más que la cuarta entrega de una serie de juegos de tiros protagonizados por un cazatesoros a lo Indiana Jones: una parte de esa responsabilidad se la colgamos nosotros (quienes jugamos y también quienes escribimos sobre juegos), pero otra es de cosecha propia, y de ahí la sobresaliente introducción y las escenas que, como la de la silla, muestran un juego más sincero y cálido que el shooter medio.

El Legado Perdido iba a ser un DLC y al final se ha convertido en un juego independiente. Uncharted 4 se deja ver aquí y allí, pero la historia de Chloe Frazer y Nadine Ross nada tiene que ver con la de Nathan Drake. Ocurre después de la cuarta entrega; Chloe y Nadine se han convertido en aliadas y van en busca del Colmillo de Ganesha, una reliquia perdida de una civilización ancestral que también está en el punto de mira de Asav, el malo de la película.

No ocurre mucha cosa en El Legado Perdido. Lo interesante está en las distancias cortas; en la relación entre Chloe y Nadine, más complicada y menos evidente que la de Nathan y Sam, por poner el ejemplo más evidente, y menos cálida pero más inteligente que la de Nathan y Sully. Otra vez, es en esas pequeñas escenas más o menos aisladas y en los diálogos, a veces opcionales, entre las dos mujeres donde mejor se ve la buena mano de Naughty Dog para crear este tipo de blockbusters con poso. Es una relación creíble y bien escrita entre dos personas falibles y contradictorias, por mucho que la otra mitad del juego, la de los tiros, pueda dar a entender que son superheroínas; es muy ingeniosa la forma en que la distancia entre Chloe y Nadine en el guion se extiende al otro lado de la pantalla, modulando la facilidad que se tiene para empatizar con una y otra a través de mecanismos jugables más o menos sutiles. Hay que rascar un poco para ver todo esto; por la escala del proyecto, quizá, El Legado Perdido es menos explícito que sus antecesores, o más difuso.

Antes hablaba de una otra mitad del juego que en realidad es, en mi opinión, un poco más amplia de lo que le habría ido bien a esta historia para respirar en condiciones. En lugar de eso, El Legado Perdido a veces parece un grandes éxitos de la serie Uncharted: a los puzzles, los tiroteos y los escenarios, aun manteniendo en gran medida el nivel de Uncharted 4, les falta lo que había ahí de variedad y ambición; casi todo te suena, como si ya lo hubieras jugado antes, en parte porque muchos momentos están casi calcados de anteriores entregas. Las mecánicas van apareciendo a un ritmo equivalente al de Uncharted 4, desde la exploración de un escenario abierto hasta el piolet, que añade un poco de complejidad inocente a la escalada. Chloe replica casi punto por punto lo que ya hizo Drake en anteriores entregas: salta a un coche y se abre paso entre las ramas y resuelve un puzzle de diales y arrastra objetos para crear plataformas, y también mata a cientos de personas, y esta mímica se extiende incluso al villano, que repite incluso las tácticas de Shoreline, el grupo mercenario de Uncharted 4 (liderado precisamente por Nadine Ross), para abrirse paso por las ruinas en las que se oculta el ansiado Colmillo. Sobreinterpretando los diálogos como me pasó con el anterior juego, donde no pude dejar de ver referencias a la madurez de Naughty Dog y sus máximos responsables, he creído ver guiños y chistes internos de los que no estoy muy convencido; en otros casos, simplemente se repiten trucos y tics sin un sentido mayor o una intención más allá de mantener el presupuesto controlado aprovechando, como hacen todos los DLC, cosas que ya estaban hechas.

Ni siquiera lo digo como algo malo. Aunque ya lo hayas visto antes, El Legado Perdido es el tipo de juego de Naughty Dog en el que en las escenas más espectaculares, aquellas en las que los personajes hacen piruetas de todo tipo o los escenarios son tan preciosos y abrumadores que uno siente envidia de la cámara virtual del Modo Foto (Chloe transmite esta fascinación por el entorno parándose a sacar fotos con el móvil de vez en cuando, un recurso que tampoco es del todo original pero que aquí se utiliza, creo, de una manera más inteligente); en el que en esas escenas tremendas, decía, casi son transparentes y dejan ver al otro lado el virtuosismo que hace falta para crear algo así. Hay un estilo que está ahí y me resulta impepinable; desde la introducción marca de la casa hasta los créditos.

Viene igual de bien recordar que esto es, al fin y al cabo, una expansión de Uncharted 4 como que Naughty Dog es el mismo estudio que hizo Crash Bandicoot, el plataformas del marsupial que hace el metesaca. De la misma forma que el paso a Jak and Daxter fue beneficioso para hacer cosas que Crash Bandicoot no podía hacer, me da la sensación de que hablar de un futuro para Uncharted (uno en el que la serie siga siendo relevante y deje atrás esas cositas que en el primero molestaban menos que en el cuarto) es clavar la mirada un paso por detrás de lo que Naughty Dog podría hacer si no tuviera que hacer este tipo de juego de tiros, este en concreto, que dificulta conocer mejor a Nadine y a Chloe, que se ven obligadas a cometer errores y repetir manías de los que el propio juego se chotea. (Ese buen humor es otro de los toques geniales de Naughty Dog, de hecho.) Se habla de un respeto por los tesoros del pasado, pero Chloe, que por sus raíces ve la operación como algo más personal que Nadine, pisotea cinco de cada seis objetos que encuentra: los que hay que atravesar hasta pulsar triángulo en el que el juego identifica como valioso, por lo que sea. Se habla de la herencia del pasado y de representación de género en el arte y de lo que han vivido las protagonistas antes de cooperar para hacerse con un tesoro ancestral, pero casi no hay tiempo porque las balas empiezan a silbar a su alrededor. Concentrarse en un puzzle es más difícil cuando en vez de columnas derruidas ves coberturas esperando a ser usadas. Uncharted tiene que ser esto, y, como dije de la cuarta entrega, no se me ocurre una manera mejor de hacer mejor justo esto. Se dice algo por ahí de hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes; no hay mejor cazatesoros que Naughy Dog, pero toca ir buscando en otros sitios: estas ruinas ya se han explorado lo suficiente. 

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