Análisis de Uncharted: El abismo de oro

Con el inmenso Nathan Drake, Naughty Dog llegó, y joder de qué manera, a una madurez que comparte con muy poquitos equipos de desarrollo. Uncharted parte de una fórmula tan sólida, se construye de una manera tan inteligente y se cuenta con unos personajes tan formidables que deja poco espacio para el fallo.

Todo viene de cara con Nate; es una responsabilidad, pero sobre todo un regalo, por su capacidad de sacar lo mejor de cualquiera. Incluso de quienes, hace mil y con otro nombre, perpetraron Bubsy 3D.

En esta precuela, el billete que compra Sony Bend es con destino a la selva de Panamá. Drake ha sido para encontrar sentido a más ruinas y más símbolos, que le van haciendo rebotar de aquí para allá, topando con un Coronel poco simpático, con la nueva chica Drake, y con montañas de mercenarios para recordar cómo funcionan las armas de siempre. De nuevo una historia efectiva, sin adornos, con menos encanto en los personajes —como mínimo hasta el último tercio—, pero muy por encima de la media.

No solo geográfico es el acercamiento de Uncharted: El abismo de oro a El tesoro de Drake; por la cantidad de tiempo que pasamos entre frondosa vegetación (algo que a mí siempre me ha gustado, no sé si por Sonic) y por la ausencia de esos momentos tremendamente espectaculares que se instalaron en la franquicia con Uncharted 2, la entrega de Vita se puede ver en cierto modo como un retorno a los orígines. Claro que hay explosiones, claro que se caen puentes, pero lo palomitero no juega un papel tan destacado como había hecho últimamente. No hacen falta aviones estrellados para mantener un ritmo muy bueno, para empalmar con dinamismo los distintos capítulos, para que no decaiga el interés. Igual sí se echa de menos alguna de aquellas escenas verdaderamente memorables, pero este relativo paso atrás, forzado o no, sí sirve para dejar claro que esta saga siempre ha sido muchísimo más que derrumbamientos resultones; esto va, sobre todo, de saltos y tiroteos muy bien diseñados que se juntan con las cinemáticas justas y se bañan en carisma para llevar a los videojuegos la aventura pura y dura.

Todo correcto, ahí. Esos elementos están equilibrados, los niveles funcionan y el control responde. Las novedades llegan básicamente con las posibilidades que ofrece Vita más allá del control tradicional. El uso de la pantalla táctil es opcional en los momentos escalada y natural en cosas como las peleas, pero se vuelve abuso en ciertas situaciones. No hay nada divertido en girar y limpiar objetos, en calcar con carboncillo o en resolver puzles —literalmente, de los de colocar piezas en su sitio— algo que se repite en exceso, sobre todo durante el primer tramo. Se podrían haber repartido y dosificado mejor, priorizando cosas como el momento de la luz, que sí es genial. Se nota que en esto no han tenido referencias y cosas como el machete, que se usa para cortar bambú a golpe de QTE táctil cuando lo suyo eran tajos en tiempo real, no están tan bien como deberían.

Tres cuatros de lo mismo con el giroscopio. Pasamos pronto de cámara con la que podemos reproducir fotos de referencia —uno de los nuevos tipos de tesoro, que se añaden a los brillos más o menos escondidos de toda la vida—, pero va realmente bien para afinar la puntería, añadiendo precisión más allá del segundo stick para buscar el disparo a la cabeza.

Ni los increíbles gráficos, sin embargo, logran hipnotizar lo suficiente como para que no recordemos que ya habíamos flanqueado varias ametralladoras del calibre 50 antes; faltan ideas nuevas, aunque la mayor parte del tiempo se disfruta muchísimo repitiendo las viejas. Sí se perdonan los detalles menos convincentes de ese apartado visual: algunos bordes demasiado dentados y trucos clásicos como la imagen de fondo son chorradas al lado de unas animaciones tan fantásticas como siempre, unos efectos de luz flipantes o una suavidad constante. Al mismo nivel siguen, claro, las voces: más que bien en castellano y sublimes con Nolan Noth y compañía.

Es seguramente el peor de la saga, pues está muy ligeramente por debajo de la trilogía para PS3 en cada aspecto. Si no digo que es un Uncharted menor, es porque suena a chiste fácil, no porque no lo crea. Cuando escuchas el maravilloso tema principal en la pantalla de título, en cualquier caso, sabes que estás a punto de pasarlo muy bien. Porque Uncharted: El abismo de oro es un Uncharted, al fin y al cabo. Y eso es más lo que quisiera poder decir la mayoría y es, desde luego, más de lo que esperaba ver en una portátil antes de poder ir al trabajo en aerodeslizador. [8]