Análisis de Warriors: Legends of Troy

Lo que Tecmo Koei se propone en este Warriors: Legends of Troy es algo de ninguna forma descabellado: llevar la acción frenética y masiva de su franquicia Warriors (todos conoceréis aunque sea de refilón su máximo exponente, la marca Dynasty Warriors) a la guerra de Troya, trasladar la epopeya homérica de la Ilíada a este medio nuestro que tan dado al overbooking de collejas es. Si algo les cuesta a los japoneses cuando se ponen a hacer juegos, no obstante (y eso que está desarrollado en Canadá, pero vaya, el sabor japonés es fuerte), es limitarse en lo referente a impregnar todo lo que tocan de esa extravagancia y ese histrionismo tan característicos. Legends of Troy no se salva en ese aspecto. Respetada en lo básico, la historia que Homero, ese hombre que era mil hombres o un solo hombre inmortal, plasmó en su Ilíada pasa a ser telón de fondo de las mil y una hostias que tendremos que repartir en un bando y otro (troyanos y griegos) y, aunque no mal narrada a través de las cinemáticas (mejores las que aparecen entre misiones que aquellas que se nos presentan en medio de ellas), no tiene el brillo que debería; en parte porque los personajes, monstruos hipertrofiados que no son precisamente lo que tenemos en mente cuando pensamos en Odiseo, Áyax o Héctor, acaban perdiendo parte de su poder narrativo, de algún modo eclipsados por una montaña de cadáveres, y en parte porque la importancia de la historia es la que es: está ahí, sirve como pegamento para los distintos niveles y para ponernos en situación, pero poco más. En Warriors: Legends of Troy lo importante, al final, es lo que hacemos cuando estamos a los mandos. En cada nivel controlamos a un héroe diferente: en el bando de los griegos tenemos a Odiseo, Aquiles, Áyax y Patrocolo, y del lado de los troyanos podremos controlar a Eneas, Héctor, Paris y Pentesilea. Cada uno tiene sus armas, sus puntos fuertes y sus debilidades, y no es lo mismo controlar al capullo de Paris y su arco que a Áyax el Grande, un animal en toda regla que suple su menor velocidad con una potencia asombrosa; quizá sean él y Pentesilea los personajes más divertidos, aunque al final las diferencias entre héroes no son tan grandes como deberían y eso juega muy en contra de Legends of Troy. La variedad de personajes podría ser, efectivamente, uno de los puntos fuertes: quizá si cada héroe nos obligara a enfocar las misiones de una forma u otra, o si las cosas no se redujeran al final a meternos en el montón de gente y empezar a repartir candela, la mecánica no mostraría sus flaquezas tan rápido. Pelear sin demasiada estrategia pasa a ser repetitivo muy pronto, y el juego se desinfla muy rápido cuando hemos usado a todos los héroes y vemos que la cosa no cambia demasiado sin importar a quién manejemos; muy pocas veces tendremos que pensar en lo que estamos haciendo (quizá sólo cuando peleamos con los jefes y cuando hay arqueros enemigos de por medio, y en esas ocasiones nuestra actividad cerebral tampoco se disparará especialmente): al final todo se resume en machacar botones. Machacar botones no está mal, no me malinterpretéis: el problema es que ni siquiera se machacan del todo bien. El sistema de combos es básico y ni siquiera tiene suficiente profundidad para aferrarnos a él buscando algo que nos mantenga enganchados, y aunque la buena gestión de la furia (una habilidad temporal que pone todo en cámara lenta y nos permite machacar sin piedad a los enemigos durante unos segundos, aprovechándonos de nuestra mayor velocidad) da cierta impresión de que la cosa no es tan mala como pintaba, también esto acaba flaqueando y todo se vuelve demasiado rutinario, demasiado repetitivo como para seguir jugando sin sentirnos de algún modo intelectualmente profanados. Nuestro tiempo vale más que esto, tenderemos a pensar. El asunto acaba de desmoronarse por completo cuando nos toca tratar el aspecto técnico. Gráficamente no sólo es bastante feo porque la dirección artística así lo haya determinado (lo que decíamos antes, esos personajes hipertrofiados…) sino porque el juego en sí parece de PlayStation 2. De no ser por la alta definición y por cuatro cosillas, Legends of Troy podría estar fácilmente en una consola de anterior generación sin despeinarse. Aunque, retomando la idea del principio, Tecmo Koei no iban mal encaminados al llevar su serie Warriors a la antigua Grecia, pero los resultados no han sido los mejores. Es tedioso, es mediocre, es repetitivo y acaba siendo muy aburrido: hay juegos que es mejor pasar de largo, y Warriors: Legends of Troy es uno de ellos. [3]