Quién sabe si es por su tendencia natural a lo cómico (o a la risa nerviosa derivada de lo ridículo, lo grotesco, lo incomprensible) que los videojuegos han intentado durante años fingir una pose seria bastante triste, si te paras a pensarlo. De un tiempo a esta parte, creo que esa tendencia se ha revertido con éxito y mucho gusto, y cada vez es más fácil olvidarse de los Grandes Clásicos del humor interactivo —ya sabes cuáles— a la hora de hablar sobre la relación de los videojuegos con la comedia. Sin entrar en psicoanálisis y sin buscar explicaciones a la esquizofrénica convivencia de los «temas maduros» (lol) con las flechipollas en el imaginario gamer, sí creo que es digna de aplauso esta nouvelle vague de juegos de risa, de Octodad o Surgeon Simulator a Untitled Goose Game o incluso Fall Guys; videojuegos que han sabido trabajar la comedia mecánica, el slapstick generativo que hay en todos los videojuegos, dormidito, esperando a que una física mal calculada o un bug inesperado lo despierten para regocijo de quienes disfrutamos con estas cosas.
De esta nueva ola de juegos cómicos, mi favorito probablemente sea What the Golf?, un descacharrante arcade en el que se mezclaba el gustito de los juegos de golf, un deporte que le va como un guante al videojuego, con un humor absurdo en el que cabía todo y todo era posible. Triband, el estudio que lo desarrolló, repite (o tripite: a finales del año pasado lanzaron What the Bat?, para plataformas de VR) con un nuevo «What the Game?», como los llama el propio estudio, en el que el golf deja paso a los coches sin perder por el camino ni un ápice de humor. El resultado, estrenado hace pocos días en Apple Arcade, es What the Car?, un «juego de coches» sui generis en el que se suceden los juegos de palabras, las transformaciones imposibles, las situaciones ridículas, estúpidas y divertidísimas, pero también un diseño de niveles inteligente y una serie de desafíos mecánicos que dejan claro que un chiste, al final, tiene que estar bien escrito, y cuanto mejor escrito está, más gracioso es; lo mismo pasa, evidentemente, con los chistes interactivos.
En What the Car? eres un coche con patas; también eres un coche con jetpack, un coche que va sobre una silla de oficina, un coche con resfriado que avanza a estornudos, un coche con mil muelles pegados por todas partes, un coche que hace equilibrios sobre un balón de fútbol. «Este juego solo tiene la intención de entretener», se lee en el presskit oficial del juego, «y no mejorará de ninguna forma tus dotes de conducción. En todo caso las empeorará. Nadie del equipo de desarrollo tiene un coche, siquiera. ¿Qué demonios es un embrague?» Triband usa este punto de partida para crear sus niveles, cientos de ellos, la mayoría «circuitos» en los que el objetivo es llevar al coche protagonista desde la línea de salida hasta la meta. «Es muy fácil subvertir los coches y hacer justo lo contrario a lo que te esperarías», comentaba Lasse Astrup, lead designer del juego, en una entrevista. «Aunque parece que va sobre coches, definitivamente no va sobre coches. Va sobre objetos cotidianos y cómo podemos reimaginarlos».
Así, en un nivel tu coche avanza montado en cuatro sillas de oficina; en otro, el coche está encajado en una rueda de bicicleta y rueda de lado; en otro, el coche no tiene ruedas y está boca abajo, y avanza gracias al impulso de un cañón que dispara pelotas de fútbol. Cada variación del coche da pie a nuevas maneras de atravesar los niveles, abriendo la puerta incluso a nuevas mecánicas que recontextualizan los controles básicos (girar con un volante y mover hacia delante la palanca de cambios, que de alguna forma el estudio parece creer que hace que el coche acelere) para dar forma a niveles únicos con desafíos e incluso algún pequeño puzzle. Hay uno en el que el coche trabaja en un restaurante y tiene que preparar y servir una hamburguesa; en otro, el objetivo es cortar el césped y llegar a la meta tan rápido como puedas. En otros niveles la cámara se coloca en un punto fijo y movemos al coche con unos controles de tanque similares a los de los primeros Resident Evil; en otro eres un helicóptero, y si te chocas contra cualquier objeto (algo que normalmente no importa; al revés, es parte de la gracia) explotas y tienes que volver a empezar.
Podría seguir listando niveles y no pasaría nada, porque realmente hay cientos y la inmensa mayoría son distintos entre sí, introduciendo nuevas variedades de coche y presentando mecánicas distintas a un ritmo casi wariowaresco; como en What the Golf?, no saber con qué te va a sorprender el juego en el siguiente nivel es parte del chiste, y aunque cada mundo gira alrededor de un tema específico (el trabajo, los deportes…) lo cierto es que el propio juego dinamita a propósito cualquier expectativa que podamos poner en los carteles que indican qué podemos esperar en la siguiente tanda de desafíos. Es un humor absurdo y blanco que no duda en tirar de combinaciones disparatadas y juegos de palabras tontos, uno por nivel, y que funciona en gran medida por el cuidado y el esmero que se notan en cada ocurrencia. Algunos niveles son más cortos, otros son más largos; algunas mecánicas se desechan más rápido y otras se reutilizan dos o tres veces, incluso en niveles secretos con desafíos más difíciles que la media; pero en ningún caso se nota desgana, ni hay ninguna idea colocada por compromiso o para que sirva de relleno. Ninguna broma es menos que las demás, y eso hace que atravieses el juego con una sonrisa constantemente implantada en la cara, siempre al borde de la carcajada, implicado en la exploración del mapa con el mismo interés con el que se recorren los mundos de un Super Mario Bros.
Aunque por su propia naturaleza en What the Car? hay más espacio para la equivocación y el tropiezo que la mayoría, y chocarse contra los osos que pueblan los niveles y caerte por precipicios es lo normal (cada nivel termina, por lo general, con el coche despeñándose), se nota que Triband quiere diseñar desafíos interesantes, en los que se genere una relación positiva entre el recorrido y las particularidades del control de cada variación del coche. Cuando la gracia está en que el coche va demasiado rápido, el nivel está diseñado para que controlar en condiciones esa velocidad excesiva sea interesante; incluso para que apetezca repetir hasta conseguir la corona dorada, la más valiosa de las tres que te pueden dar. Jugando en móvil, como ha sido mi caso, la pantalla táctil alguna vez se me ha hecho un poco imprecisa, sobre todo en los niveles opcionales, más complicados y con desafíos que exigen una mayor precisión; es compatible con mando y se puede jugar en Mac, así que no es difícil echar un vistazo a cómo será una posible versión de consola: incluso jugando con el teclado se gana un puntito de precisión que va bastante bien, no tanto por ganar ventaja competitiva como por evitar que las imprecisiones en el control torpedeen sin querer el disfrute de los chistes.
Y de esos hay muchos, y son el combustible (pun intended) de un juego desenfadado y sin complejos que hace todo lo que está en su mano para tener siempre un giro preparado, una sorpresa, un chascarrillo esperando a la vuelta de la esquina. Triband no ejercita aquí el posthumor, y, aunque el batiburrillo de ingredientes pueda animar a pensar de vez en cuando en un tipo de comedia postmoderna que elimina la solemnidad de una serie de temas a priori «serios» (el trabajo, el deporte, la enfermedad, el crimen), What the Car? no tiene la intención de hablar sobre nada en concreto; al contrario: de la misma forma en que sus creadores parten del desconocimiento total de cómo funciona un coche para crear mil y una versiones disparatadas de un automóvil, los chistes descontextualizan todo lo que tocan hasta el punto de que es imposible encontrarle un sentido consciente a nada de lo ocurre (aunque es de guasa que el coche se ponga enfermo precisamente en los niveles ambientados en una oficina, por supuesto). El humor de What the Car? es (como el de What the Golf?, que en su día analizó con gran acierto mi compañera Marta) blanco, encantador, inofensivo hasta la ofensa, más Fred Basset que Gardfield, y no porque intente morder pero no tenga el diente afilado: más bien porque la idea de un mordisco desdentado con una encía llena de babas le resulta desternillante.
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Buah, el What the Golf me lo zampé de una sentada en la Switch, así como sus DLC’s. Aunque a priori puede parecer un juego de partidas cortas y a otra cosa, al final su sentido del humor y diseño de niveles te llevaban a jugar una más, hasta que al final se te pasaban las horas.
Tenía miedo de que con esta inesperada secuela estuviesen estirando la broma más de lo debido, pero me alegra ver que no : )
Con lo que he jugado, puedo decir de este juego algo que no puedo decir de casi ningún juego.
Cuando lo juego, me pone de buen humor y me saca una sonrisa y para mi, creo que lo hace cumplir completamente su función
Leer a Víctor en verano (para mi, es verano) es como tomarse un granizado por la mañana.