Análisis de Final Fantasy XII

A veces pasa cuando votas a un partido. Miras las listas electorales y te dices «hay gente buena metida». Lees sobre sus ideas y te dices «las comparto». Luego gobiernan y te cagas en todo lo que se menea. ¿Qué tiene que ver semejante introducción con el FFXII? Pues desgraciadamente, todo. El problema de este mundo (el de los videojuegos y el de ese producido por la carencia de videojuegos al que llamamos mundo real) son las ideas mal implementadas. Tal y como nos enseñó la Unión Soviética, una idea mal implementada es una mierda, independientemente de lo buena que sea la idea como tal. Sin embargo, parece que en Square Enix no aprendieron la lección. Porque he de reconocer una cosa: FFXII, sobre el papel, suena terriblemente awesome. Tienes a gran parte del equipo que dió a luz al Vagrant Story con Matsuno, director del FF Tactics, a la cabeza, a un sistema de batallas en campo abierto que acaba con los combates aleatorios y una historia con tonos más políticos. Woa, woa, es imposible cagar algo así, ¿verdad? ¿Verdad? Pues no. Para esta apoltronada y convulsa Square Enix no hay nada imposible, no hablemos ya de cagar un juego con esas grandes premisas. Porque reconozcámoslo, la intención era muy buena. Qué demonios, era más que buena, era heroica; sobre todo si tenemos en cuenta que se iba a aplicar a una serie tan longeva y monolítica como ésta: suplir todas las faltas del FFX y responder a todas las críticas que ha recibido esta saga desde que se concibió. Ahí es nada. ¿Que el FFX era muy lineal y cerrado? ¡Toma mundo abierto y enorme! ¿Hartos de los combates aleatorios? ¡Ahora todos los enemigos se ven en el mapa! ¿El sistema por turnos está más pasado que Locomía? ¡Nuevo sistema de combate casi-en-tiempo-real! ¿Harto de emohistorias de adolescentes fans de Gakt y My chemical Romance? ¡Ahora esto va de alta política! Por eso, uno se pregunta ¿cómo se puede hacer un juego con tan nobles intenciones y semejante resultado? Bueno, de eso vamos a hablar ahora. Siguiendo con la analogía de la Unión Soviética, para cargarse una buena idea lo primero que tienes que hacer es poner trabas a quien quiera llevarla a cabo y centrarse en luchas internas de poder en vez de en la idea misma. Y es que este es un juego cuyo proceso de producción fué de lo más convulso y que para colmo, se nota en el juego mismo. Como la URSS, pero con Chocobos en vez de estatuillas de Lenin. Matsuno acabó dimitiendo de su cargo por «problemas de salud». No sabemos si estos fueron debidos al polonio radiactivo o a presiones de otro tipo, pero lo cierto es que se nota. Y mucho. Y es que este es un juego descabezado, deslavazado, en el que se ve que no hay nadie verdaderamente a cargo de que esto llegue a buen puerto. Es como si sus creadores no supieran qué respuesta emocional querían lograr con este juego. Al final, lo que queda es un conjunto completamente arrítmico. Las piezas no acaban de encajar nunca. Es una sensación extraña, difícil de definir pero que uno notará en seguida, nada más comience a jugar. Estás todo el rato pensando «aquí debería sentirme amenazado, aquí debería emocionarme aquí debería sentirme reflexivo pero… no siento nada, vaya» (o al menos, nada de lo que debería sentir). Por ejemplo, todos los habitantes de Dalmasca al principio del juego nos cuentan lo muy oprimidos que se sienten por el malvado imperio. Pero chaval, tu te paseas por la ciudad y está como los chorros del oro de limpia, no ves ninguna injusticia imperial «in situ» más allá de controles que podían ser perfectamente redadas antibotellón, y no sabes nada de ninguna de las atrocidades que haya podido cometer el imperio. ¿Cómo demonios vas a sentirte oprimido si no lo vives? ¿Un NPC cualquiera me dice lo malvado que es el imperio y yo me lo tengo que creer? Esa es sólo una pequeña muestra del gran problema de este juego: la falta de implicación. Te importa un bledo Dalmasca, su princesa y la madre que los parió a todos porque el juego en ningún momento te muestra o te hace partícipe directo del devenir de todos estos seres y naciones que pasan a ser poco más que avatares en 3D de combate con una pequeña anotación a pie de página en vez de humanos y lugares por los que preocuparte. Y así todo. Todo el juego está plagado de decisiones de diseño que hacen al juego una experiencia más y más fría y distante. El recuperar tesoros y la exploración se malogran debido a la aleatoriedad de los contenidos de los cofres, pasando a convertir una aventura en una tarea pesada, repetitiva y frustrante. Subir de nivel no ofrece una recompensa inmediata y directa (“oh, ahora puedes usar tal espada, pero hasta que salgas de la mazmorra y la compres pasarán por lo menos 3 horas”). Las enormidad absurda de las mazmorras, que recuerdan más a un MMORPG que a un RPG de un solo jugador, hacen que para cuando llegues a un punto en el que avance la historia ya te hayas olvidado/despreocupado por lo que estabas luchando: es más importante matar bichos que el por qué los matas, cosa que está genial para un shmup pero que para un RPG resulta preocupante. La narrativa del juego está descoyuntada y sin rumbo, y eso de haber pasado en cualquier otro tipo de juego daría lo mismo, pero estamos hablando de un PRG y del Final Fantasy para más inri. Un FF que no implica al jugador en ningún momento. Si los anteriores pecaban de transformar al jugador en un espectador, este peca de transformarles en en máquinas de subir de nivel, cuando en un principio un juego de rol debería… bueno, hacerte asumir tu rol (válgame la redundancia) como ladrón, princesa, vampiro o lo que corresponda. Este juego sencillamente no lo logra. Y eso nos lleva a otra de las desgracias de este título: es una inmensa oportunidad perdida. Mucha gente me dice «¿Final Fantasy XII? Es ese en el que ya no hay combates por turnos, ¿no? Joer, siempre he querido jugarlos, pero lo de los combates me ha echado para atrás… ¿crees que debería probarlo?». Yo me veo en una situación comprometida. Porque ese es exactamente el efecto que Square Enix quería conseguir al intentar renovar su saga. Lo cual me parece completamente digno de alabanza. Pero por otra parte, si yo les respondiese que sí, que se inicien en la saga con este FFXII, se encontrarían con un Final Fantasy que ni ha abandonado del todo los combates por turnos, ni va a presentar los atractivos tradicionales de una saga que se ha caracterizado por sus personajes y narrativa. Vamos, que seguramente toda esa gente que de una oportunidad al Final Fantasy con este juego, no va a descubrir qué es lo que la hace tan grande y tirarán la toalla. Y es que si hay algo que me cabrea en este mundo es un juego con semejante potencial, desperdiciado. Hay un mundo vasto para explorar (de hecho, las ciudades son grandes… como ciudades, vaya), pero con una cámara horrida que hace de eso una experiencia frustrante (Square Enix parece incapaz de hacer una buena cámara aunque la vida le vaya en ello), los personajes no son estereotípicos pero luego se limitan a decir cuatro palabras (o acciones) manteníendose mudos durante la mayor parte del juego, el sistema de combate nos permite movernos por el escenario entorno a nuestros enemigos pero luego da exactamente lo mismo por qué lado les ataquemos o cómo aprovechemos el terreno en la batalla, la historia tiene un planteamiento interesante y una narración atípica para la saga, más cercana a la literatura que al cine, para luego terminar haciéndose predecible, subir de nivel ya no es tan tedioso pero el sistema de panel de licencias convierte la configuración de tus status en algo casi completamente aleatorio, ahora la política entra el juego pero para cualquiera que se haya leído Canción de Hielo y Fuego o El primer hombre de Roma, verá que ese aspecto queda infradesarrollado, el mundo es rico y complejo pero luego apenas puedes profundizar en ningún aspecto de este debido al énfasis que han puesto con las mazmorras… y así suma y sigue. Toda buena intención de este juego se ve anulada por su correspondiente defecto, como si el director no hubiera estado presente, como si nadie se hubiera dado cuenta de que el sistema de combate, la narrativa o el mundo son herramientas puestas a servicio de la experiencia de juego y la diversión, no un fin en sí mismos. Uh, oh… Sí, eso es lo que muchos estaréis pensando. “El juego… o no es muy bueno o no te ha caído muy bien. Es… ¿tan malo como el FFVIII?” Nah, ni de lejos. Tampoco es que sea un mal juego. De hecho es un juego bien sólido, pulido, con una alta calidad detrás de todos sus aspectos pero… a mi modo de ver, un mal Final Fantasy. Lo cual no quiere decir que no tenga puntos buenos. El sistema de combate, aunque podría haber dado mucho más de sí, es un paso en la buena dirección. El sistema de gámbitos dota al juego de una gran complejidad estratégica y automatiza las tareas más tediosas de todo FF que es el pasar esas batallas absurdas de “Pulse x repetidas veces para ganar”, cosa que algunos mendrugos han confundido con “menos interactividad” y “combate automático”. Señores, ahora adoptamos el papel de generales: damos órdenes a nuestro ejército de cuatro personas y cambiamos nuestra estrategia según las circunstancias para que otros la apliquen. Mi cerebro interactúa con el juego y está bastante más activo asignando y cambiando gámbitos que pulsando un bajillón de veces el botón X repitiendo mecánicamente la misma acción cienmil veces, muchas gracias. A parte de eso, también hay que destacar otro asunto: la caracterización de los personajes. Sí, en este juego no hay largos flashbacks de horas y horas sobre su torturado pasado pero logran marcar personalidades de manera muy fuerte recurriendo a cosas más sutiles: pequeñas reacciones, detalles, su cómo cambia su relación respecto a los otros de manera sutil sin necesidad de una catarsis y las… voces. Porque hay que reconocer que los dobladores, al contrario que sucedía en el FFX, aquí sí que le aportan bastante a sus respectivos papeles. Sin embargo, la acusación que algunos hacen a este juego de que sus personajes no son “del todo buenos” tiene cierto fundamento: apenas se profundiza en ellos. Como todo en este juego, los personajes son buenos planteamientos que nunca llegan a desarrollarse del todo. Pero aún así, resultan un soplo de aire fresco y no se hacen en ningún momento irritantes o sosos, que es más de lo que podemos decir de muchos juegos del mismo género. Sin embargo, si os gustan los RPGs occidentales y consideráis el concepto de un MMORPG de un solo jugador como algo de lo más intrigante, este será un muy buen juego para vosotros. Qué demonios, pensaréis que es uno de los mejores FF que hayan existido. De hecho, eso es lo que ha pasado con la mayoría de las publicaciones: creo que gran parte de las altas puntuaciones que ha recibido esta entrega no se debe tanto al juego per se como a su concepto y digamos, los “ideales” que este encarna. Sin embargo, para quien no piense que la concepción de los RPGs occidentales es intrínsecamente superior a la de los orientales, y que un mundo vasto exterior para explorar, combates con más acción, trama más orientada hacia la política o grandes mazmorras son directamente puntos positivos y mejores per se que los combates por turnos, mazmorras más compactas o una trama más personal independientemente de que hayan sido mal aplicados, seguramente pensará lo mismo que yo: que este es un juego que pierde de vista el objetivo de todo FF, que no te implica en ningún momento y que resulta ser una promesa que no acaba de cumplirse y que, una vez te has hartado del (excelente) sistema de combate, se hace tedioso a más no poder. Quién sabe. Quizás en el FFXIII. O el catorce. Square está muy cerca de dar con la fórmula necesaria, y este juego huele a grandeza contenida. Resulta una lástima que se hayan quedado a un paso de las puertas de la gloria.

Nota:

Como juego: 7,5 Como Final Fantasy: 6

Ficha técnica Plataforma: Playstation 2 Desarrollador: Square Enix Productor: Square Enix Distribuidor: Proein Género: RPG Código PEGI: 16+ Precio: 59,95 € Idioma: Traducido al castellano Fecha de salida: 23/02/2007 Web oficial: Disponible