Análisis de The Orange Box

Independientemente de los elementos que lo componen, The Orange Box es una jugada maestra del márketing que demuestra que, además de saber hacer juegos como nadie, las cabezas pensantes de Valve son de la poca gente en la industria que sabe mirar hacia el mercado sin tener la cabeza incrustada en el culo. Lo demostraron siendo los primeros en tomarse en serio a la comunidad modder, de donde han sacado no poca gente. Lo demostraron con Steam, su servicio de distribución digital. Lo demostraron con el Episodio Uno, con el que experimentaron la venta de juegos por capítulos, como si de series se tratase. Y ahora lo vuelven a demostrar con The Orange Box, vendiendo al precio de uno cinco juegos. Tres novedades —el revolucionario Portal, el segundo capítulo de HL2 y Team Fortress 2— y las dos piezas necesarias para la continuidad argumental —Half-Life 2, Half-Life 2: Episodio Uno— del segundo capítulo. ¿Os habéis fijado en que detrás de HL2 o Portal, dos obras maestras, no hay ninguna cabeza visible, ni real como Will Wright ni forzada por el marketing como Jade? Valve es más que eso. Es un equipo de gente brillante, sin ningún líder que destaque por encima de los demás. Un estudio de genios que trabaja en equipo. Estamos en el siglo XXI, es la era de la inteligencia colectiva. El rollito estrella del rock o director de cine con el que se venden algunos productores o diseñadores podrá acercar la industria a premios artísticos como la medalla de Francia. Pero eso es sólo o fachada o márketing. El videojuego no es cine. No hacen falta cabezas visibles, ni el afán de protagonismo de nadie, para venderse como un arte o como un medio maduro. ¿Sabéis que a través de Steam monitorean todo lo que haces con sus juegos? Valve lo ve todo. Y lo almacena. Y lo emplea para pulir el diseño. Valve escucha a su rebaño. Porque Valve es Dios. Y dicho esto, pasemos al análisis quíntuple.

I. Half-Life 2

Hablar de un juego de hace tres años, del que se han escrito ríos de tinta —sobre todo en los artículos tipo 100 mejores juegos de la historia— sin repetirse no es fácil. De los juegos que han seguido sus perfeccionadas pautas narrativas —eliminar las secuencias de vídeo, hacer mudo al personaje, dotar de vida el escenario—, ninguno ha sabido explotar la narrativa en primera persona como lo hace HL2. Desgraciadamente, ahí van incluidos los dos episodios que pueden encontrar en la misma caja. El ritmo que lleva el desarrollo de la historia es una obra de artesanía que funciona perfectamente sincronizada con el diseño de niveles, que roza la perfección. Quizá alguno se pueda poner quisquilloso con la excesiva linealidad, pero eso son gilipolleces de gente que tiene mucho tiempo libre. El FPS no es un género que te dé libertad para dirigir la historia, sino que te convertirte en actor de esa historia. Es, desde luego, mucho más que ser espectador, o de ser —a lo que voy— un plastiche de espectador y jugador. Half-Life 2 demuestra que usar escenas de vídeo es algo obsoleto. Y deja en evidencia no sólo a la gente que no se entera de que la madurez de la narrativa en primera persona es eso, sino también a quienes han estado abusando de ello. Me refiero a esas compañías que se han acabado poniendo malos de los esfínteres y han defecado olorosas cagarrías como ejem, Advent Children. Pero no nos vayamos por los cerros de Úbeda. El pulso narrativo de HL2 no sería nada si no fuese por la más que brillante historia de ciencia ficción que tiene detrás. Todos sus personajes, desde los anónimos rebeldes que nos ayudan a lo largo del escenario, hasta su antagonista el Dr. Breem, el líder títere de la Alianza, pasando por los secundarios como Alyx o el misterioso G-Man, dotan al argumento de una profundidad digna de las mejores novelas del género. El escenario inicial de Ciudad 17, una ciudad que parece sacada de alguna antigua república soviética, desarrolla en un suspiro una profundidad en la descripción indirecta del brutal régimen dictatorial que la Alianza mantiene sobre la raza humana. Un régimen completamente orwelliano, con televisiones gigantes repitiendo una y otra vez los trasnochados discursos de Breem, mientras se palpa en las carnes la brutalidad policial de los soldados de la Alianza. Y lo acojonante del asunto es que no es más que el principio, la puesta en escena de una historia y de un universo, que no es que parezcan vivos. Es que, por primera vez, lo están. Otro punto fuerte de HL2 es su motor, Source. Pese a haber sido superado a día de hoy, sigue manteniendo la cabeza alta en todos los sentidos. Y no es para menos: se puede (y debe) considerar que HL2 es el primer título de la actual next-gen. El papel fundamental que los chicos de Valve le otorgaron a la física abrió una nueva hoja en la Historia del Videojuego, y dio pie incluso a divertidos experimentos de los usuarios, como máquinas de Rube-Goldberg: Pero aunque la gente se obceque con las explosiones o la gravedad realistas, la física en HL2 no sólo es eso. El realismo de explosiones o gravedad no es más que los cimientos sobre los que se apoya buena parte del gameplay, gracias a los cuales la naturaleza de algunos puzles que nos encontramos a lo largo del título de Valve pasan a un nivel conceptual completamente celestial, perfectamente equilibrado y dosificado en su justa medida. Incluyendo algunos juguetes en algún nivel, como la grúa magnética, que te harán disfrutar como un niño en el parque aplastando hormigas. Pero es que tampoco es sólo eso. Como colofón final a toda física del juego, está otro de los puntos que hacen de HL2 una obra maestra atemporal: el arma gravitatoria. Empuñar el invento por primera vez y empezar a cacharrear de verdad con la física es una de las experiencias más gratificantes de la historia de los FPS, superada por muy poquitas cosas. Empuñar su versión tunning por primera vez, en el deliciosamente diseñado nivel de la Ciudadela, es la experiencia más gratificante de la historia del FPS. O por lo menos lo era hasta hace bien poco —y sin salir de la misma cajita naranja—. La perspectiva que hace falta tomar en otros casos para hacer este tipo de afirmaciones, lejos de ser necesaria, lo evidencian aún más: HL2 es una de las más grandes obras maestras del videojuego. Todos y cada uno de los elementos que lo componen son piezas de relojería en una maquinaria perfectamente engrasada que funciona al milímetro. Un espectacular diseño de niveles en el que no faltarán vehículos, un motor revolucionario, un equilibrio perfecto de puzzles y acción, y una historia soberbia narrada como nunca jamás se ha logrado hasta ahora. La única excusa que alguien puede tener para no haberlo jugado es que se marea con los FPS. Nota: 10

II. Half-Life 2: Episodio Uno

El problema de HL2: E1 es, principalmente, la imposibilidad de mantener el nivel de su precuela. El Episodio Uno comienza donde lo deja HL2, no sólo en el desarrollo de la historia —obviamente—, sino en el diseño espectacular del nivel inicial que nos devuelve a la Ciudadela a terminar una faena en el reactor. Y a partir de ahí es un globo que se empieza a deshinchar por todos lados. No quiero confundiros, el material del que se parte es perfecto, y pese a ese bajón, HL2: E1 es un gran juego medio juego, que utiliza los mismos recursos técnicos que HL2 y que continúa una historia magnífica en un universo sublime. Sin embargo, el pulso narrativo en HL2: E1 decae. HL2 era un título redondo, que pese a tener precuela (HL1), digamos es argumentalmente cerrado. Tiene un inicio, un nudo y un desenlace relativo (el fin temporal de la «dictadura» de Breem), tiene sus partes ajenas a la trama principal como Ravenholm, y en general es bastante redondo y acabadito. Pero HL2: E1 comienza de un modo algo forzado, le cuesta arrancar y sólo tiene un giro importante en el argumento. Pasar de un formato cerrado como HL2 al formato de capítulos no es fácil, y tener encima la titánica tarea de empezar con una historia a medias hace que sea imposible mantener el nivel de su predecesor. HL2:E1 abusa demasiado de algunos recursos de HL2. Si en HL2 la cooperación con Alyx aportó de manera equilibrada un punto de protagonismo al personaje secundario, en HL2: E1 se abusa completamente del personaje, invirtiendo la proporción de tiempo en el que vamos acompañado respecto al original hasta un punto algo cansino. Si en HL2 la huida dota algunas partes del juego de un ritmo frenético o un ambiente agobiante, en HL2: E1 es un elemento completamente saturado. Por otro lado, el sublime diseño de niveles del que hace gala HL2 también decae. La dificultad en HL2: E1 tiene una serie de altibajos irracionales, que si bien nunca llega a niveles desesperantes o no se ve gafada por un mal diseño de autosaves, sí que es algo que de pronto se hace notar. Los puzles pasan de estar planteados al milímetro como en HL2 a ser poco claros o ser demasiado simples, sin apenas término medio. Las técnicas de prueba/error en algunos tramos del HL2: E1 son demasiado necesarias, y en HL2 era algo que nunca pasaba de un nivel semiinconsciente. Nunca llegamos a atascamientos serios, no se trata realmente de fallos insoportables de diseño. Pero que haya partes que tengas que repetir más de dos o tres veces, que se abuse de los tramos sólo con pistola gravitatoria, o que haya puzles que te lleven a perder más tiempo del que pide un juego de estas características —es un FPS al fin y al cabo— es algo que en HL2 no sucedía. Pero eso, repito, más que tratarse de fallos gordos en HL2: E1, es la muestra de la perfección que alcanza HL2, y que HL2: E1 no consigue repetir. El último bajón achacable al diseño de niveles de HL2: E1 está en el apartado artístico. No hay ninguna novedad en los escenarios: tendremos más ciudad, más Ciudadela, y más sótanos con zombis. Si bien no se repite ningún tema tal cual en ningún nivel, todos y cada uno de los tramos del capítulo —salvo la parte del reactor— dejan una sensación de deja-vu del original. En definitiva, HL2: E1 es demasiado corto e inconexo argumentalmente como para jugarlo sin haber jugado a HL2, y para quienes quieran seguir la historia de HL2 es un medio juego obligado de todas maneras. Es una prolongación de una maravilla, pero algo peor. Como el And Justice For All de Metallica: no es mal disco, ni muchísmo menos, pero es que después del Master of Puppets y el Ride the Lightning, mantener el listón era imposible. Con HL2: E1 pasa básicamente lo mismo. Es imprescindible, pero aun así, no deja de ser un pequeño bajoncillo en una trayectoria impecable. Nota: 7

III. Half-Life 2: Episodio Dos

Si bien en el Episodio Uno se muestran una serie de achaques y de falta de ideas no preocupantes, pero sí visibles, en el Episodio Dos, gracias a Dios, la cosa cambia a mejor y se vuelve a alcanzar un nivel mucho más cercano al título original. Los escenarios a cielo descubierto por el bosque, y sobre todo la guarida de las hormigas-león dotan a HL2: E2 de suficiente frescura como para transmitir sensaciones nuevas dentro del universo, cosa que el anterior capítulo no lograba. Tampoco es que revolucione la estética o aporte ninguna novedad destacable, pero los escenarios, por fin, varían lo suficiente como para darle personalidad propia al capítulo, sin ese constante sabor a deja-vu del capítulo anterior. A ello se le suma una serie de giros en el guión lo suficientemente sustanciosos como era de esperar. Entre otras cosas, se saca a los vortigants de meras comparsas secundarias que estaban ahí como diciendo «¡Hola, yo también soy de la resistencia!», y se les dota por fin del suficiente peso en la trama. O se llega por fin al corazón de la Resistencia, introduciendo nuevos personajes y situaciones que empiezan a esclarecer algo los acontecimientos que unen el final del primer Half-Life con su secuela. Se abandona la tendencia a meter a Alyx hasta en la sopa, y se introduce un nuevo pasaje con vehículo, que logra repetir la experiencia variada del original. Y todo ello bien cosido dentro de una vuelta al diseño cuidado al milímetro. Se agradece también la introducción de nuevos enemigos, los hunters, que si bien no alcanzan un protagonismo absoluto, sí que aportan su granazo de arena a la hora de hacer de HL2: E2 un capítulo sumamente apetecible, cuidado y fresco. Pero lo mejor, sin duda, es cómo prepara el terreno para el capítulo final, que te pone los dientes más largos que los de un roedor siberiano. No les quiero reventar nada, pero permítanme un consejo: jueguen primero a Portal. Nota: 8

IV. Team Fortress 2

No suelo ser muy fan de los juegos online. Para mí, el simplismo absoluto del deathmatch de Quake III supera en diversión a todas las grandilocuentes formas que ha tomado el asunto gracias al componente táctico del Counter Strike y sus digievoluciones actuales, como los modos online de los Call of Duty. Para mí no hay nada como bajarte unos macacos de Snoopy, Darth Vader, Homer Simpson para QIII y montar absurdas y simples batallas a treinta frags. Me van a comparar eso con emular las maniobras militares de verdad, por favor, dónde va a parar. (Simulación != juego) Team Fortress 2, sin embargo, es capaz de alcanzar el punto medio entre esos dos extremos: coge el frenetismo del deathmatch por un lado y la especialización por el otro, y los cocina con bastante éxito. El aspecto cartoon de sus gráficos es la mar de cachondo, a la vez que funcional. Y aunque en las imágenes no se aprecia lo suficiente, con un buen equipo no tiene nada que envidiar a algunas películas de animación. Los distintos personajes de cada una de las clases están llenos de detalles cómicos, y su caracterización es sumamente graciosa. Pero más allá de la estética, TF2 es deliciosamente adictivo. El ritmo de las batallas es frenético, tal y como debe ser. Las clases están bastante bien equilibradas y se compenetran a la perfección (el único que no he logrado disfrutar ha sido el espía, me descubren siempre, no sé si porque no lo sé llevar o porque algo falla) aunque, cosas del online en los servidores que pilles, la gente siempre suele abusar de las mismas. Es lo que tiene no meterse en clanes y esa clase de cosas, donde seguramente la cosa esté mucho más calculada y equilibrada. En definitiva, una experiencia multijugador desenfadada, variada, frenética y con un aspecto artístico pensado y calculado para hacer un corte de mangas como un piano a los graphic-whores. Alguien tenía que hacerlo, joder, que estaban tardando. Nota: 8

V. Portal.

Y por fin llegamos a Portal. Son tantas las bondades del título de Valve que se podría escribir toda una enciclopedia enumerándolas. Si sólo fuera por el fresquísimo, originalísimo y divertidísimo sistema de juego, Portal ya sería uno de las mejores títulos de los últimos años. Pero su cuidado argumento, y el protagonismo indiscutible de la voz de glaDOS, eleva al juego, indiscutiblemente, a una de las más grandes obras maestras de todos los tiempos. Por ahí alguna gente, que no se entera ni del NoDo, suele argumentar que es corto para menospreciarlo. Efectivamente, es corto, es algo que no se puede negar. Pero si algunos pretenden usar ese argumento para negar que el juego merece un 10 como una casa es simplemente porque no se han enterado de nada. El desarrollo argumental requiere exactamente esa duración, ni más, ni menos. El doble de duración habría terminado por hacer de glaDOS un ente bastante más repetitivo, antes del giro final, o bien por alargar artificialmente el factor sorpresa de dicho giro. Puede que con más duración, incluyendo una mayor exploración en los elementos a introducir en el diseño de niveles, el juego podría ser un FPS que se vendiera solo, y seguir siendo uno de los mejores títulos del año. Sin duda, lo haría. Pero sinceramente, creo que si bien con HL2 la exploración de la narrativa en primera persona alcanza su madurez, en Portal se ha llegado a alcanzar cotas de maestría indiscutible. Entre otras cosas, precisamente, porque han sabido calibrar la duración precisa para que el argumento no esté alargado artificialmente y se ajuste como anillo al dedo al gameplay, pasándose por el forro de los cojones las predecibles opiniones de los enanos mentales de siempre que les iban a decir «¡¡Es muy corto!! ¡¡Es muy corto!!». Argumentar que es demasiado corto es como pretender decir que un relato de Borges es peor que un tochaco de Dan Brown porque tiene menos páginas. O que un insoportable y masturbatorio solo de guitarra de doce minutos de algún pajero insufrible como Yngwie Malsteem es mejor que un pequeño y conciso solo bluesero de Eric Johnson. Como dice mi abuela, los perfumes buenos van en frascos pequeños. Portal dura lo que dura, y lo hace porque en Valve saben lo que hacen. No hubiese costado nada diseñar otros cuarenta puzles más y meterlos dentro del juego, y si no lo han hecho es por algo. Es así de simple. Por otro lado, el nivel de detalle inteligente del escenario del juego es algo delicioso. Absolutamente todo dentro del universo de Portal me ha parecido sublime, desde los iconos que aparecen en los paneles de introducción de cada nivel hasta la atmósfera que desprende, que recuerda claramente a Cube. Particularmente ha habido dos detalles que me han extasiado. El primero de ellos ha sido el nivel del cubo de compañía, en el que hay un rincón escondido donde a un sujeto previo se le ha ido la olla por completo y ha puesto un montón de fotos y escritos en la pared, suspirando por el cubo que llenó su vida, y se fue. Es uno de los mejores momentos de la historia del videojuego: internet da fe de ello. El segundo, las diapositivas en una oficina cerca del final donde se proyecta una comparativa de Aperture Laboratories con Black Mesa, donde se enlazan los universos de HL2 y Portal. Otro de los hitos estratosféricos que alcanza Portal, además del diseño o de la genialidad del argumento, es conseguir tener la mejor canción jamás cantada en un juego. Sí, las bandas sonoras de SMB u otros clásicos de antaño son parte de la cultura pop de nuestro tiempo. Sí, la banda sonora de Halo 3 pone los pelos de gallina. Pero no tienen letra. Still Alive es la única canción, —que no tema, canción— de la historia del mundo del videojuego que va más allá del chascarrillo friqui y que rezuma calidad por los cuatro costados. No solo es jodidamente buena, sino que encima logra captar en la letra toda la atmósfera cachondo-paranoide del juego. Además de acompañar los créditos con un arte ASCII que rezuma un buen gusto bestial, un claro homenaje consciente, sumamente culto y cuidado, a la naturaleza informática del falso intérprete de la canción: GlaDOS. Conclusión: el puto GOTY. Nota: 10 La versión de The Orange Box analizada ha sido la de PC, que, como saben, viene con subtítulos. A mí particularmente me la trae floja que esté traducido o no. Para empezar porque aprender idiomas es importante, y hacerlo jugando (o viendo pelis y series en versión original) es uno de los mejores modos de conseguirlo. Y también porque con los nefastos doblajes que hemos podido ver en esta industria, casi mejor así. Tras haber probado el doblaje francés, incluso me atrevería a decir que Portal DEBE ser jugado en versión original, por el peso que tiene GlaDOS. Ahora bien, recomiendo encarecidamente jugar a The Orange Box en PC. No es, como digo, porque venga con subtítulos. Tampoco porque a los FPS se juega mil veces mejor con ratón que con pad, porque jugar en el sofá equilibra bastante la balanza del lado de las consolas. Es porque pueden disfrutar de las maravillas que brinda la comunidad modder. Que no son pocas: deliciosos juegos de plataformas como Flipside, modificaciones de HL2 para jugar con el arma de Portal, soberbios capítulos paralelos de HL2 como Lost Coast… y por supuesto infinidad de otros mods multijugador y monojugador hechos por la comunidad. Además, el motor Source, con el que funciona toda la caja, tiene ya añitos, con lo que va perfectamente en cualquier ordenador sin necesidad de tener un pepino que mueva el Crysis. Otro de los pequeños puntazos que trae The Orange Box (en TF2, Portal y el Episodio Dos), otra enésima muestra de la genialidad de Valve, es la posibilidad de jugar con los comentarios de los desarrolladores. Una vez pasado el juego, podremos rejugarlo con una serie de globos de cómic en 3D por en medio de las fases, en los cuales podremos escuchar a los creadores comentar decisiones de diseño, anécdotas y demás movidas del estilo. Lo que viene siendo el making of jugable. The Orange Box, por tener como espina dorsal el HL2, un juego de hace tres años, puede que en conjunto no sea la revolución del mercado. Pero aunque sea de hace tres años, Half-Life 2 sigue siendo la puñetera mejor obra que ha dado jamás el género, y el tener cinco juegos al precio de uno, las cotas de perfección en la producción (aun con la minúscula espinita clavada del doblaje al castellano) y la genialidad absoluta de Portal, son motivos más que suficientes para considerarlo una compra obligada, en cualquiera de sus versiones. Nota The Orange Box: 10

Añadido por Nae

He jugado a las versiones de consolas, a las dos, así que puedo comentar qué tal están. La mayor pérdida no es el framerate, el uso de pad o similares. La mayor pérdida es la falta absoluta de doblaje o traducción. Para la gente que sabe inglés da igual, pero pienso en aquellos que no dominan esa lengua, y me sabe mal saber que se queden estas cosas en el tintero. Como juego, ya ha hablado (y mucho) Boiffard. Half-Life 2 (en sus tres entregas) es un grandísimo juego, que ha provocado que desde entonces el único género que realmente dominan las grandes desarrolladoras sean los FPS. Portal es una buena idea bien llevada a cabo, pero no es una mega revolución (ni mucho menos un juego 10). Team Fortess 2 es un muy buen juego multijugador, con un aspecto estético magnífico. Para todo aquel que pueda pasar por alto lo del lenguaje, un juego sobresaliente, sobretodo si tenéis mucho tiempo por delante. Nota: 9