Análisis de Spy Chameleon: RGB Agent

«No dejes que los gráficos de dibujo animado te engañen: para ser un Agente RGB hace falta ser hábil», se lee en la web de Spy Chameleon. Me da la sensación de que el juego de Unfinished Pixel ha pasado algo desapercibido (salió hace un mes y algo, y no fue hasta hace unas pocas semanas que lo conocí; es uno de esos que se enterraron entre los cientos de emails diarios de los días turbulentos del E3), y menuda sorpresa: es cierto que hace falta bastante maña para llegar a algo en este juego, el primero de este estudio de Barcelona.

La base es fácil de entender, sin embargo: somos un camaleón y tenemos que llegar hasta el final de cada nivel sin que los mil y un mecanismos de seguridad nos detecten por el camino. Hay que moverse rápido, pero también tenemos a nuestro favor la posibilidad de cambiar de color para confundirnos con el entorno; entre escondernos detrás del mobiliario y utilizar a nuestro favor las alfombras rojas, azules y amarillas y los botes de pintura verde que alguna deidad amable ha dispuesto para camuflarnos, tenemos que apañárnoslas para que no nos pillen las cámaras. Sencillo.

Spy Chameleon sabe hacerse fuerte en el fácil de jugar, difícil de dominar. La primera partida a cada nivel es una toma de contacto que no le hace justicia a los retos adicionales que se añaden cuando volvemos a jugar: son los coleccionables (moscas, primero, que no son difíciles de conseguir y aparecen desde la primera partida, principalmente porque también dan pistas de la ruta recomendada; y mariquitas, estas ya colocadas en sitios de acceso mucho más complicado) y la prueba de tiempo que se desbloquean tras la primera victoria los que nos dejan ver lo robusto del diseño de los niveles, muy flexibles para ofrecer mucho tanto a los que quieren partidas ligeras como a los que buscan explotar al máximo el juego.

Es en estas distancias cortas, cuando examinamos cuidadosamente los mapas para buscar la ruta más rápida y colarnos entre los conos de visión de los enemigos para llegar a la puerta de salida a la velocidad del rayo, cuando Spy Chameleon enseña todas sus cartas. Me ha sorprendido muy positivamente: sin hacer ningún ruido, aquí hay una colección de retos que deja ver una buena mano en el diseño de niveles por encima de la media.

También destaca, más por claridad y contención que por fuerza bruta, en lo visual. No hace falta actualizar el ordenador para poder jugar a Spy Chameleon, precisamente, pero la manera en que se nos presentan los obstáculos que vamos a tener que superar, de un vistazo y sin poco espacio para la sorpresa, le va como un guante al juego. Esto es menos perogrullada de lo que parece: cuando la cosa va de planificar la acción de la manera más precisa posible, es importante (y Unfinished Pixel lo sabe) que la culpa de nuestros fracasos sea nuestra, y no de la mala legibilidad de los obstáculos. 

Eso es todo todo lo que necesita Spy Chameleon: RGB Agent. En serio: es un juego tan consciente de lo que quiere hacer y tan preciso en su ejecución que es difícil ponerle pegas; sus puntos flacos (cierto sabor genérico en la manera en que se nos presentan las misiones, que sirven como mundos dentro de los cuales se organizan los niveles; la banda sonora, olvidable) no le pesan demasiado porque él mismo se encarga de no darles más importancia de la cuenta. Lo importante aquí es el ejercicio de diseño, y Unfinished Pixel pueden estar contentos: han hecho un juego al que merece la pena prestar atención, algo que hoy día no se debe dar por supuesto tan rápido. [8]