The ever changing wind

2019 en juegos: A Short Hike

2019 en juegos: A Short Hike

Meditar es una práctica que hay que ejercitar. Dejar la mente totalmente en blanco y centrarse en el presente no es algo que todo el mundo sea capaz de hacer a la primera, y es por eso que a lo largo de la historia (la meditación en su diversas formas, como la contemplación religiosa, ha estado siempre presente) se han inventado diversas técnicas para acercarnos a ella. La manera más sencilla de comenzar a meditar es a través del ejercicio físico. La relación entre prácticas como el yoga y la mejora en la salud mental parten de la idea de que si conseguimos concentrarnos en las posturas y en el movimiento del cuerpo seremos capaces de establecernos en el presente y alejar nuestros pensamientos recurrentes y preocupaciones. Pasa algo similar al correr. En su ensayo De qué hablo cuando hablo de correr el escritor Haruki Murakami reflexiona sobre cómo comenzar a correr largas distancias se convirtió en uno de los factores que más profundamente han afectado a su obra. Porque, como bien detalla el dibujante de cómics The Oatmeal en Las horribles y maravillosas razones de por qué corro largas distancias, «cuando corro, pienso».

Sin embargo, no todo el mundo puede exponer su cuerpo a las exigencias de una maratón o tiene el conocimiento o la capacidad suficiente para poder hacer yoga. Es por eso que la meditación se adapta a cualquier actividad. También, por supuesto, a caminar. Rebecca Solnit, que reivindica el poder de andar en su icónico ensayo Wanderlust. Una historia del caminar, asegura que poner un pie delante de otro posee poderosas implicaciones políticas, económicas y sociales.Y a pesar de que la autora quiere concentrarse en el factor revolucionario de moverse, también se detiene varios instantes para discutir el potencial que tiene andar en relación con nuestra autorealización. Pero aunque la idea suene rompedora en el contexto de ciudades que arquitectónicamente están diseñadas para recorrerse en coche, la verdad es que no es nueva. Los griegos clásicos, los antiguos egipcios o los pueblos de primitivos de irlanda no sólo conocían el potencial de andar sino que desarrollaban estructuras especiales para poder hacerlo con tranquilidad y seguridad. Entre los muchos usos (lugar de enterramiento, observatorio astronómico, calendario) que los los expertos vinculan a Stonehenge, está el de «laberinto de meditación» es decir, el de lugar que permitía a los habitantes andar en círculos, concentrados en su mente. Estos laberintos de meditación se encuentran por todo el mundo y actualmente se levantan cada vez más asiduamente cerca de hospitales y lugares trágicos o emblemáticos. También, como no puede ser de otra forma, se construyen en videojuegos. 

La isla que descubrimos paso a paso en A Short Hike tiene una estructura circular que vamos descubriendo dando vueltas desde el límite exterior a hasta el pico más alto, que corona el propio centro. El viaje de Claire es de descubrimiento en relación al espacio físico pero reflexivo en cuanto a su situación personal, por lo que el juego, centrado en las aventuras y dificultades de llegar a la cima, cierra con un vuelo tanto físico como metafórico que nos permite acortar distancias. Ser más ligeros y estar más tranquilos. Un efecto que el creador, Adam Robinson-Yu, sabe trasladar perfectamente al jugador. Entre las críticas de los usuarios en Steam encontramos frases como «me ha llenado un gran vacío en el alma», «ha tenido un gran impacto en mí» o «disfrutas más del trayecto que del destino». Y si el juego consigue que lo describamos con frases relacionadas tradicionalmente con las actividades centradas en el bienestar es porque se viste con los mismos elementos que estas.


A Short Hike se inicia con una preocupada Claire, que a la espera de recibir una importante llamada, descubre que en el idílico pueblo de veraneo donde está pasando unos días no tiene cobertura. La complicidad que este momento crea con el jugador es evidente. Todos hemos querido desconectar sin poder y hemos sentido angustia ante la idea de estar digitalmente incomunicados. Robinson-Yu nos plantea una situación inicial tan familiar que no necesita proporcionarnos ningún otro detalle para que entendamos la situación en la que se encuentra la protagonista. A la vez, el tener en el horizonte una coyuntura potencialmente dramática nos ayuda a meternos en el estado ideal para realizar una actividad en un laberinto de meditación ya que el primer paso antes de entrar es tener en mente una situación que nos preocupe. La idea no es tanto dejarnos absorber por ella sino usar el tiempo de recorrido para ponerla en perspectiva y poder dejarla atrás. El juego nos ayuda a hacer esto a través del intercambio con los vecinos que encontramos. Aunque la meditación en un laberinto suele hacerse en estricto silencio, la interacción con los demás es clave y bebe de nuestra reacción al encontrarnos con los otros. Tan válido es para la experiencia apartarnos para dejar pasar a los demás como seguir firmemente nuestro camino hasta el centro. Igual de útil es acomodar el ritmo al de nuestros semejantes que mantener el paso contra viento y marea. A Short Hike coincide en hacer de todos los intercambios una pieza de reflexión, ya sea porque cumplimos puntualmente con las misiones y los encargos o porque los dejamos de lado en post de la exploración. En la fantasía ideada por Robinson-Yu la meta puede esperarnos y nuestra relación no se valora en términos monetarios ni de recompensa numérica. No existe un refuerzo positivo para mostrarnos servicial ni se premia de ninguna forma ponernos en segundo lugar. Aunque podemos hacerlo. Solo si así lo deseamos.

Recorrer el laberinto de A Short Hike nos exige estar tan pendiente de nuestro propio movimiento como si recorriéramos uno real. No todas las zonas nos permiten planear y en según qué terrenos correr no es recomendable. Para llegar al centro y tener la catarsis que esperamos, tendremos que superar varios obstáculos para lo que necesitaremos unas plumas doradas que se encuentran dispersas a la largo del recorrido. La gracia es que hay plumas de sobra. Más que suficientes para llegar a la cima. Además podremos conseguirlas con las más diversas estrategias, ya sea comparándolas con el dinero que encontramos, encontrándose mediante la exploración y obteniendo como regalo por parte de los demás. Con esto, Robinson-Yu se asegura de que, efectivamente, tengamos un viaje y una experiencia duradera en la isla pero sin limitar la experiencia del jugador. Sin obligarle a hacer acciones que no quiere hacer.

Ya por último, el hecho de que la problemática de Claire se resuelva de una forma positiva refuerza la idea de que en muchas ocasiones nos dejamos llevar por nuestros miedos y hacemos una montaña (guiño, guiño) de un grano de arena. Todas estas ideas se exploran en la meditación guiada pero mientras que el ejercicio presencial se realiza enfocando nuestra atención en la postura o en diferentes partes de nuestro cuerpo, A Short Hike pone a nuestra disposición diferentes minijuegos o mecánicas específicas en las que podemos centrarnos un rato para alejar la mente de los objetivos específicos o las «obligaciones» impuestas por el propio título. La conclusión es clara: los laberintos de meditación son milenarios pero siempre pueden reinventarse. Hacerse más accesibles y, por qué no, divertidos. Y, de nuevo, los videojuegos nos enseñan una nueva cara. Una no tan pendiente de entretenernos sino concentrada en hacernos sentir bien.

Bibliografía

Nuestro análisis.

Mat Lambert explica por qué A Short Hike es lo más parecido a un «videojuego acústico» que existe.

Redactora
  1. AndresBaez

    Es el juego más W H O L E S O M E del año. Qué feliz me hizo. Es mi goty del año. Laz conversaciones con el pescador y el que está acampando me dieron tan fuerte en la patata…

  2. Morfeo

    No conocía ni el juego ni la idea de los laberintos de meditación. Qué genial. Feliz día.