No creo que 2024 haya sido «el año del JRPG», ni nada por el estilo; pero me vais a permitir, si sois tan amables, ponerme personal. 2024 sí ha sido mi año del JRPG: porque he jugado muchos, lo primero, pero también porque tengo la sensación de que algo (una pieza que cae en su sitio; un planeta que se alinea con otro) ha hecho que el campo gravitacional del juego de rol japonés, en sentido amplio, cambie, y con él nuestro movimiento a su alrededor.
No me atrevería a decir que ha ocurrido en 2024, pero sí hay algo en la actualidad de los role playing games que hace que la J haya tenido una gran presencia este año. Disueltas en las aguas de otros géneros, que sin duda se han visto enriquecidos gracias a ese trabajo de alquimia (que se ha ido produciendo a lo largo de muchos años, y de ya varias generaciones de, sobre todo, consolas), las propiedades del RPG se suelen mostrar en formatos más tradicionales y reconocibles en los desarrollos japoneses; echando un ojo a la gran lista de lanzamientos de RPG Site, donde se recopilan (casi) todos los juegos de rol que se han publicado durante el año, no resulta muy sorprendente ver que los más destacados son japoneses, desde las primeras semanas de 2024 hasta estas últimas, en las que no han faltado los JRPGs destacables. Like a Dragon: Infinite Wealth, Final Fantasy VII Rebirth, Eiyuden Chronicles, SaGa Emerald Beyond, Visions of Mana, Ys X, Metaphor: ReFantazio; Persona 3 Reload, Paper Mario: La puerta milenaria, Shin Megami Tensei V, Final Fantasy XVI, Romancing SaGa 2, Fantasian… Juegos nuevos, reediciones, remakes, remasterizaciones; ha habido de todo, mucho, suficiente para poder dedicar todo el año a jugar a JRPGs publicados en 2024 y no tener tiempo para abarcarlos todos.
Quizá se les note más el género porque lo llevan más a la vista, como es el caso de Like a Dragon: Infinite Wealth. Es fácil hacer la conexión entre los JRPG y la saga Yakuza, ya desde sus inicios (en la lista de RPG Site, que estoy usando de forma más o menos circunstancial en este artículo como argumento de autoridad, aparece también la versión para Switch de Yakuza: Kiwami), pero las últimas entregas, las protagonizadas por Ichiban Kasuga, han encontrado una manera genial de abrazar y utilizar a su favor el formato y las formalidades del JRPG, poniéndote en la piel de un fan fatal de Dragon Quest que ve el mundo que le rodea (violento, implacable, a veces incomprensible) como el de uno de los juegos de rol que tanto le marcaron en su infancia y juventud. El recurso ya me gustó en el anterior Like a Dragon, pero creo que es más incontestable que nunca en Infinite Wealth, donde se salta una y otra vez entre las —cada vez más numerosas— capas que lo componen para hacer un ejercicio narrativo y de diseño muy estimulante: definitivamente contemporáneo, muy pegado al presente, pero siempre embriagado por los vapores de una nostalgia que te animan a empatizar con la situación de Ichiban, que no tiene amnesia (el gran mal de los protagonistas de JRPG) pero sí está atrapado emocionalmente en un limbo extraño, producto de haber pasado media vida en la cárcel, como se contaba en el anterior juego. Creo que es fácil, y eso también lo tiene Infinite Wealth en común con otros JRPGs, antiguos y actuales, hacer de menos el impacto de una historia contada dentro de los límites más o menos estrictos de un género tan cuadriculado; una cuadrícula autoimpuesta, en todo caso, y con la que en Japón (quizá por su particular relación con lo tradicional) parecen tener una relación más natural y cómoda que en otros países.
Empezar el año con Infinite Wealth y llegar a Dragon Quest III HD-2D Remake muchos meses después es una de las casualidades que han hecho que me dé la sensación de que 2024 late a ritmo de JRPG. Ahí la cuadrícula es más explícita, principalmente por sus orígenes: en NES no había mucho espacio, y aun así Dragon Quest III consiguió, a base de trucos y trampantojos, ser tan grande que todavía se ve su sombra en muchos de los JRPG que jugamos hoy, Infinite Wealth incluido. Bajo su sombra están los experimentos con el linaje de Romacing SaGa 2, la filosofía aventurera de Ys X, la importancia de la compañía en Eiyuden Chronicles; no creo que sea exagerado ver ecos de Dragon Quest III hasta en Final Fantasy VII Rebirth, posiblemente el JRPG más vanguardista del año. ¿Es Shadow of the Erdtree, el DLC de Elden Ring, un JRPG? ¿Es Elden Ring, ya que estamos, un JRPG? Hablando con Adrián Suárez, que casualmente ha publicado este año un libro sobre el JRPG, salió la idea de que Elden Ring es, de hecho, el Dragon Quest III de From Software, y, aunque igual hay que entrecerrar un poco los ojos para verlo, creo que no es una afirmación descabellada.
Por mi parte, y esta es una torpeza de la que solo yo soy responsable, creo que no ha sido hasta 2024 que he terminado de conectar del todo con los JRPG, un género al que llevo jugando desde que tengo uso de razón. Igual es el empacho, que todavía me dura (y quizá me siga durando un tiempo: mientras escribo esto, en mi Switch espera paciente Fantasian: Neo Dimension, el port para consolas del último juego de Mistwalker), pero este año he sentido que volvía a casa, de alguna forma, y que volvía sabiendo algo que no sabía cuando me fui, y que eso me permitía ver este metafórico hogar del JRPG de otra manera; con más atención, con la mirada más dulce, con una generosidad aprendida que ha hecho que estos juegos se muestren también más generosos. Volví a jugar a Terranigma, a Lufia, a Golden Sun; juegos que eran un recuerdo, fantasmas, y a los que ha sido un auténtico placer volver a dar cuerpo. Vi en ellos ideas tan inspiradoras y poderosas como las que a veces solo se nos ocurre buscar en los juegos de ahora. No es el único género que podría haber servido de catalizador para estas sensaciones, me imagino, pero en un año tan turbulento como 2024 no se me ocurre ninguno mejor.
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