Análisis de NES Mini

Supongo que hay varias formas de enfrentarse a Nintendo Classic Mini: Nintendo Entertainment System, la consola/juguete que acaba de lanzar Nintendo y a la que nos referimos habitualmente como NES Mini. Una, la más normal y quizá la más razonable, es como producto de consumo que se aprovecha de la revalorización de la nostalgia, reaccionaria o no, para dar a las tiendas un juguete que pueda convertirse en un bombazo navideño definitivamente más rentable que los videojuegos, tan caros de crear y con un público tan limitado. NES Mini no quiere llegar a los jugadores, sino también a los ex-jugadores: tan pequeña, tan fácil de colocar en cualquier sitio. Es un monumento de la ingeniería mercantil: hasta su precio es genial, suficientemente alto como para que sepas que vendiéndolo tan caro se están pasando un poco pero aun así más barato que un juego de hoy.

Los motivos para comprarla superan con creces a cualquier fantasía que uno quiera montarse para no hacerlo. Puedes comprarla y salir de la tienda mirando la caja, diseñada para sugestionar cierto tipo de recuerdos, pensando «estos juegos sí que eran buenos, no como los de ahora». Puedes comprarla porque recuerdas haber jugado a Super Mario Bros. 3 en casa de un amigo del que hace un tiempo que no sabes nada, o que ahora vive contigo, en cuyo caso puedes comprar también otro mando. Puedes comprarla para regalársela a alguien que, te suena, es aficionado a los videojuegos: un friki. Puedes anticiparte a la expectación y comprarla para luego venderla en eBay o Wallapop o en un foro. Puedes comprarla para colocarla en la estantería que usas de fondo en tus vídeos de YouTube y lucirla como un trofeo. Puedes comprarla porque te gustan los juegos, de corazón, y porque quieres estudiarlos o quieres mostrar apoyo por una iniciativa que te gusta o porque te parece que te van a dar un buen rato, sin más. Puedes comprarla por una mezcla de todas esas cosas, incluso. De una manera algo cínica, casi no se me ocurre ningún motivo para no comprarla; suerte que la reservé hace meses, claro, como tú.

No quiero que se me malinterprete: hay cosas peores. En este caso, y a eso voy, en mi experiencia se han entrometido más roces entre la NES Mini producto de consumo y la NES Mini colección importante sobre el pasado de los videojuegos; me ha costado más, quiero decir, ignorar la realidad de que el cien por cien de los videojuegos que compro, en GAME o en Steam o en itch.io tienen una parte de producto de consumo: una manía mía que a veces me traiciona, en fin. Hay un roce significativo, y bastante divertido de inspeccionar, en la longitud del cable del mando.

NES Mini está diseñada para replicar de una manera fiel la experiencia de jugar a una NES de verdad. Nintendo es conocida por la importancia que le da al mando: sus juegos están ligados a sus mandos, hasta el punto de que cuando hubo que sacar un Super Smash Bros. en Wii U se lanzó un adaptador para utilizar el mando de GameCube, el que se usa en la entrega más popular de la serie, en la nueva consola. No me resulta difícil pensar en un Nintendo Direct, en 2017 o 2018, en el que se anuncie que Super Smash Bros. Switch también podrá aprovecharse de ese adaptador, o de otro nuevo. Por eso, el mando de NES Mini no tiene un botón para volver al menú en el que se eligen los juegos: ese botón no existía en el mando de NES. El camino más efectivo hacia la fidelidad (una fidelidad que, personalmente, aprecio) es a la vez el más simple.

El mando de NES no tenía botón para volver a ningún menú porque no había ningún menú al que volver. Elegir juegos en un menú, sin levantarse del sofá, es un progreso del ingenio humano que hasta hace bien poco no era lo estándar: si te paras a pensarlo, notarás un cosquilleo extraño en la espalda, que se acuerda de todo el trabajo que tuvo que hacer cuando te levantabas a cambiar los discos de Xbox 360, hace nada y menos. En la época que rememora NES Mini solo había dos opciones: apagar la consola o resetearla. Otro movimiento brillante, de esos difíciles de leer y que se resisten a ser abiertamente malos o buenos, es crear un híbrido entre el inconveniente (con un punto de nostalgia, como soplar el cartucho para traerlo de nuevo a la vida) y el progreso: como hace treinta años, los botones de la consola son imprescindibles para su uso, pero a la vez los tenemos al alcance de la mano, para poder cambiar de un juego a otro sin tener que levantarnos del sofá. A partir de aquí la bola de nieve simplemente se empieza a hacer más grande. NES Mini te fuerza a estar realmente cerca de ella; te ata en corto, digamos, con el cable del mando, otro inconveniente que refuerza la simulación. Si fuera más valiente, escribiría sin entrecomillar «Vuelven los 80… centímetros de cable».