Brain&Brain, la aventura de ser indie dev y nómada

Desde que la compañía de Brooke Condolora cambió de nombre de Inbetweeners a Brain&Brain e incorporó a su marido David Condolora, el primer producto oficial que lanzaron no fue un juego, ni una demo, ni un corto, ni una ilustración: fue un libro de fotografías titulado The Road to North, un volumen en el que recopilaban las instantáneas que habían tomado en su viaje de ida y vuelta hasta Canada. Es una curiosidad que simboliza perfectamente dos grandes rasgos que gobiernan su vida y también su trabajo: el espíritu aventurero de esta pareja de creadores —ella ilustradora y diseñadora; él diseñador y programador— y su pasión por contar historias.

Leyendo sobre su trayectoria no es difícil darse cuenta de que los Condolora son ese tipo de gente que pone muchas otras cosas por encima de la ambición o la tan codiciada estabilidad. El propio David había escalado en su carrera hasta formar parte de Walt Disney Animation Studios durante casi dos años para luego entrar en la plantilla de la mismísima Pixar, algo así como el Valhalla de cualquier profesional de la animación, un lugar insuperable del que difícilmente uno querría moverse.

Pero David sí se movió.

Tres años después de entrar en la compañía de John Lasseter y con películas como Brave o Monsters University ya instaladas en su currículum, decidió dejarlo y unirse al proyecto de Brooke, un humilde estudio de desarrollo indie basado en la idea de hacer juegos pequeños pero con encanto que les permitiesen seguir llevando su vida de senderistas, mochileros y granjeros ocasionales.

Su primer juego se titulaba Doggins y era un pequeño point-and-click para móviles y tabletas en el que controlábamos a un terrier que tiene una vida aburrida y cada noche sueña con vivir aventuras hasta que un día su casa se eleva por los aires y le lleva de viaje a la luna, donde estropea los preparativos de una ardilla decimonónica superinteligente con un monóculo que planeaba viajar en el tiempo. La inspiración de Doggins en los libros infantiles es algo más que evidente, y el juego contagia esa misma ternura e imaginación sin límites con un estilo visual accesible que le valió varias nominaciones en el SXSW de 2014 y su participación en la Megabooth indie de la PAX East de aquel mismo año.

Desde entonces, sus habituales viajes a Europa o Australia han cobrado una dimensión mucho más local, como también lo ha hecho su siguiente proyecto. Ahora participan en la versión estadounidense de la WOOF (Worldwide Opportunities on Organic Farms), una red de más de 2.000 granjas ecológicas que aceptan dar cobijo a visitantes a cambio de mano de obra, y que se presenta como una ocasión de conocer, disfrutar y educarse en la vida rural americana y formar una comunidad que conozca las nuevas prácticas en la agricultura ecológica para promover un cambio en la forma de entender el medioambiente.

Brooke, David y su terrier negro Oliver Doggins (efectivamente: el protagonista de su primer juego es su perro) llevan una larga temporada viajando de granja a granja en sitios como Austin, Portland, Orange County u Ozarks, en Arkansas, y ocupando los ratos libres que les permiten las tareas de cada granja en mantener sus blogs y desarrollar su segundo juego: Burly Men at Sea.

Esta vez los referentes visuales son un poco más exóticos: Burly Men at Sea está inspirado en la estética de los cuentos infantiles de Escandinavia y autoras finlandesas como Lotta Nieminen o Polkka Jam, y de hecho su historia también tiene algo de nórdica.

Se trata de otra «aventura tranquila», como a sus creadores les gusta catalogar a sus dos juegos, sobre tres hermanos pescadores barbudos de principios del siglo XX que se aburren de sus vidas ordinarias y deciden salir en busca de aventuras a lo ancho de un mundo lleno de criaturas del folklore escandinavo.

El juego llega a Steam y iOS este mismo año, ha recibido financiación a través del Indie Fund y promete un muy alto grado de rejugabilidad debido a la densidad con la que Brooke y David están diseñando las ramificaciones de la narración, llena de posibilidades alternativas que no solo lleven el relato por derroteros diversos sino que también afecten a los rasgos de los personajes. De hecho Burly Men at Sea se aferra tanto a el concepto mismo de cuento que el jugador no controla a los protagonistas, sino que mueve la cámara por el escenario eligiendo el lugar en el que deben interactuar los tres fornidos pescadores con su entorno. La idea es que el jugador sea aquí un narrador, un cuentacuentos que mantenga cierta distancia respecto a la historia y decida su devenir desde una perspectiva ajena a la propia realidad que se retrata.

    Walk This World, de Lotta Nieminen (Big Picture Press, 2013)

Curiosamente los dos juegos que han salido de los cerebros de Brain&Brain tienen en común la voluntad de dejar lo cotidiano y lanzarse a la aventura y la improvisación, y las ganas de explorar y conocer la cultura más esencial del mundo que les rodea, disfrutar de algún modo de la naturaleza y los animales. Los Condolora son sin duda un matrimonio peculiar y muy valiente, entregados sin reservas a la coherencia con sus propias motivaciones tanto creativas como vitales, su espíritu genuinamente aventurero.

En un mundo en el que las desarrolladoras tienen entre ceja y ceja hacerse de oro exprimiendo éxitos en franquicias anuales, dejándose comprar por megalodones de la industria o inventándose el próximo Flappy Bird o Candy Crush, hacen falta más artesanos del videojuego como David y Brooke. Gente que apuesta por lo sostenible tanto en la ecología como en su propia carrera profesional. Gente que ha sustituido eso que tan horrorosamente solemos llamar «tren de vida» por una mochila, un ordenador portátil y un poco de autoestop rural en la parte trasera de un tractor.

Burly Men at Sea ya se puede reservar en la Humble Store.