Continúa el intercambio epistolar entre Clara Doña y Víctor Martínez en el que se cuentan, como en las Cartas desde las Tierras Intermedias, lo que van pensando sobre Baldur’s Gate 3. Sigue habiendo mucho que decir sobre este juego, y tiene pinta de que seguirá habiendo mucho que decir durante mucho tiempo. Está siendo un placer diseccionar de manera tan microscópica lo que ha hecho Larian para darle a su último juego tanta vida; hacen falta buenas manos para realizar esa disección, y ya veréis que Clara de eso tiene más que suficiente.
Podéis ver el índice de estas Cartas de Baldur aquí.
Victor,
Tu carta me llegó con los bordes quemados. Creí oler en ella azufre de los infiernos de la indecisión, sentí la palpitación de la culpa que contenían tus palabras narrando cuando, por fin, te decidiste a hacer savescumming. Creo que la carta tenía tanta fuerza que sus fuegos la han consumido en mis manos antes de que yo pudiera acabarla. Me pareció ver algo del buey, ¿o era un sueño febril?
Más allá de intentar asir un concepto tan rocambolesco como un buey explosivo (probablemente la verdadera vértebra de nuestra correspondencia), tu carta me hizo pararme en seco y plantearme mis propias decisiones, pero me ablandé cuando percibí tu vergüenza y miedo por ser savescummer y lo sentí propio. Reconozco que te habría pensado contrario a esta práctica en primera instancia, por eso, para honrar tu valentía, te confieso: yo también soy una savescummer experimentada. He recurrido frecuentemente y sin vergüenza al menú de partidas guardadas, ya fuera para rehacer el hilo de las conversaciones y trucar el destino o para volver a disponer a mi equipo en posiciones más ventajosas en una batalla compleja. Incluso he abusado de guardados antes de lanzar los dados al agujero negro de la aleatoriedad, que probablemente me mereciera el castigo mas alto para los true gamers. Además, para añadir insulto a esta injuria, creo que lo ilegal sería no hacer savescumming, al menos, en un primer garbeo por Faerûn.
Y aun así soy consciente de que esta práctica no está desprovista de riesgo. En tu carta hablabas del universo de Baldur’s Gate 3 como uno «aparentemente infinito de ramificaciones y posibilidades que te pueden llevar en casi cualquier dirección». Y aquí creo que es donde nuestra alabada práctica puede tornarse una pesadilla por exponernos a este tejido cósmico, inasible: un poder que te permite asomarte a lo que podría haber sido puede joderte la cabeza. Entiéndeme, veo pocas posibilidades de encontrarse con esta parálisis al explorar las ramificaciones de una batalla, donde las condiciones de victoria son claras y mis condiciones personales suelen ser que muera el menor número de NPCs aliados posible. Sin embargo, y como tú dices, en este juego que se siente «más vivo que la mayoría» hay muchas otras situaciones en las que hacer savescumming me ha llevado a obsesionarme con la historia alternativa que se quedó guardada en el multiverso bueno. Tu carta me llevó a pensar en lo gigante de esto que seguimos viviendo con Baldur’s Gate 3, pero, como suelo hacer en nuestra correspondencia, también en lo concreto. Esto último es tan personal que tengo que contar una historia. Una historia sobre manos.
Quizás esté perdiendo el norte en pos de generalidades tan específicas, pero las manos hacen todo en Baldur’s Gate: empuñan armas con nombres delirantes, se retuercen para conjurar fuerzas sobrenaturales y trucos, abren cofres o puertas hacia el abismo, piden ayuda cuando un personaje está en el suelo. No hay nada de extraordinario en esto, porque afuera de Faerûn, las manos también tienen su propio lenguaje: la lengua de signos es el ejemplo más claro, pero también en religiones como el budismo las manos transmiten mensajes, o en los emojis, con una sección entera dedicada a gestos con las manos. Me obsesionan las manos porque tienen su propia vida, y no podía ser menos en Baldur’s Gate 3.
Esta historia sobre manos empieza en la presentación de Larian Studios —Panel from Hell: Release Showcase— en la que, pegadas a la pantalla, pudimos anticipar lo que estamos viviendo ahora. Fue esta la presentación del infamous sexo druídico, parte del enorme enfoque en lo que muchas estábamos esperando: información sobre los personajes y los modelos relacionales que podríamos explorar en el juego. Imágenes se sucedían sobre las varias posibilidades de romance, haciéndome cuestionarme mi afiliación máxima al vampiro Astarion desde el primer momento del early access. Y sin embargo, dejé de cuestionarme todo cuando, en una escena de este Panel from Hell, Astarion recibía un abrazo. Victor, estaba tan bien actuado: una persona que no ha recibido cariño en siglos, que ha estado sujeta a la esclavitud, que no sabe relacionarse más allá que por órdenes, tiene una expresión tan bonita de incredulidad al recibir un abrazo de verdad. Si las fans de Astarion hubiéramos sido una mente colmena, creo que hubiéramos colapsado todas a la vez, un desmayo à la decimonónica colectivo. Colapso intensificado por un primer plano de sus manos tremendamente expresivas, de repente omnipresentes en Tumblr.
Yo me confieso de nuevo: llegué al juego dispuesta a hacer todo el savescumming del mundo para poder tener un romance con Astarion, unapologetically (ya lo había tenido que hacer en Mass Effect 2 cuando me di cuenta de que las famosas calibraciones de Garrus seguían incluso cuando tendrían que haber parado). Quería ver esas manos que expresaban una incredulidad tornada en abandono feliz haciéndolo con un personaje propio. Pero entonces llegaron otras manos intocables, otro abrazo que se habría hecho esperar mucho tiempo: Karlach. Y con ella llegó mi momento culmen de terror cósmico al verme expuesta a la que, hasta ahora, considero la decisión más grande que he tenido que tomar en Baldur’s Gate 3.
Y puede que aquí esté el fallo en mi lógica: podría simplemente esperar a hacer otra partida para elegir una nueva compañera romántica. Pero las decisiones que tomamos tienen consecuencias tan emotivas que se sienten reales, como las manos. En la encrucijada clave, le rompí el corazón a Astarion eligiendo a Karlach (no mostró dolor de forma abierta por sus traumas y su apego evitativo). Gracias al savescumming, le rompí el corazón a Karlach eligiendo a Astarion (quien sí mostró dolor y decepción abiertamente como no podía ser de otra forma con su sinceridad e inocencia características). Y de repente, en cuestión de minutos, había sido testigo de dos líneas temporales a la vez, dos historias truncadas en lugar de una sola, dos catarsis simultáneas. Ese día, mi sesión de juego acabó más pronto de lo normal; estaba agotada.
Ahora estoy al final del Acto 2, en un lugar muy oscuro. Me planteo constantemente qué podría haber sido si hubiera elegido a Karlach mientras contemplo la línea temporal que se despliega ante mí por haber elegido a Astarion. A veces me arrepiento, a veces siento que tomé la decisión correcta porque vi las manos abrazando. A veces pienso que nada de esto es tan importante y agacho la vista de la pantalla para mirar mis propias manos y pienso que quizás las manos son el todo que se nos olvida considerar.
No quiero pensar más en este conjugar lo divino con lo terrenal, pero a la vez pienso en una montaña que nunca pisaré en esta realidad que estoy viviendo, en esta partida que por ahora se siente como un pequeño mundo que yo he conjugado. Cuéntame sobre tus aventuras, porque intuyo que también debes estar en la oscuridad, enfrentándote a historias contenidas ahora en sombras, quizás recurriste a un guardado anterior si, como en mi caso, todos tus aliados se convirtieron de repente en tus enemigos y un lugar seguro se tornó un infierno. Cuéntame cómo se vive como Karlach y dile que le mando abrazos en otra línea temporal. Cuéntame cómo se siente saber que estamos, de alguna forma, cerca del final. Y lo último y más importante, cuéntame más sobre el buey explosivo.
Espero tu carta con las manos abiertas.
—Clara
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Por si quieren añadir sal a la herida, esta es su reacción al decirle que la amas: Reacción cute :3
Qué no termine este intercambio epistolar, por favor <3