Cinco razones para jugar a Deadly Premonition

Mañana sale a la venta Deadly Premonition: The Director’s Cut para PS3 y a uno de los juegos de culto más brillantes de la historia reciente se le abre la puerta de otros pocos millones de jugadores, algunos de ellos curiosos por saber qué se esconde tras esos modelados horrorosos y esas texturas abyectas que vuelve locos a muchos. Me parecía algo injusto copiar el análisis que le dediqué hace unos años a la versión de Xbox 360 y limitarme a sumarle novedades que ni siquiera he podido probar aún, así que vamos a ir al grano y os voy a decir directamente que sí, que deberíais jugar a Deadly Premonition. No necesitáis saber mucho más que eso, pero si sois de esos que necesitáis argumentos para todo, dejadme que me explique aunque, os aviso ya, no será breve.

Porque es inverosímil

Hace poco discutíamos en mi casa sobre si Perdidos esa yay o era nay. Es evidente que el final de la serie supuso un cataclismo televisivo sin precedentes y que, aunque la gente se alineó a favor o en contra sin medias tintas como en una guerra de secesión, hay que reconocer que el recurso de que todos estaban muertos era, cuanto menos, algo barato. Un poco como Nobita despertándose de un coma o Antonio Resines limpiándose las legañas tras una pesadilla de ocho temporadas. Dejémoslo quizá en controvertido. Mucha gente aludió a la expresión «pérdida de tiempo», y ahí es donde yo discrepo.

Con Perdidos disfrutamos como cerdos en un lodazal e incluso quienes odian a muerte su final deberían valorar la experiencia y no tanto el cierre. En la discusión de sobremesa me permití robarle una metáfora muy reveladora a la protagonista de Top Secret que encarnaba muy bien mi argumento: si te comes una paella riquísima y la disfrutas como ninguna otra cosa en el mundo, pero entre los últimos granos de arroz te encuentras una cucaracha muerta, ¿qué pasaría? ¿Te arrepentirías de lo comido y correrías a inclinarte sobre la taza del váter o simplemente darías el menú por concluido, te reclinarías en la silla, te desabrocharías el pantalón y pedirías un café con un chorrillo de coñac? Si expandimos la metáfora a otras circunstancias, posiblemente el mundo se divida en esos dos tipos de personas. Y yo soy de los que se desabrochan la cremallera a las primeras de cambio.

Deadly Premonition chapotea en las mismas aguas que Perdidos en muchos sentidos. Nos cuenta una historia absurda cuyo guion no aceptaría ni el más desvergonzado productor de The Asylum, llena de giros estrambóticos, de conversaciones bizarras y de un sentido del humor extraño, pero en cambio lo hace con una maestría insólita y una coherencia enorme con su propia ambientación. Greenvale parece sumergida en una especie de limbo surrealista donde los personajes no dicen lo que se supone que deberían estar diciendo, ni actúan de una forma normal, ni reaccionan de un modo remotamente cercano al realismo, y sin embargo mantienen al jugador pegado a la tele.

Porque es imprevisible

El relato de SWERY nos hace rebotar de un sitio a otro, nos hace avanzar en trayectoria browniana siempre con una sensación de expectación por ver hacia dónde dirigirá sus bocados esta loca culebra narrativa. Da igual que hayas jugado a un millón de juegos, visto un billón de películas o leído infinitos libros: la sensación de indefensión intelectual es absoluta, y ningún recurso sirve de nada ante la incertidumbre de qué nos tienen preparado estos cabrones de ojos rasgados tras esa puerta o esa conversación.

Hay detalles de la historia de los personajes que solo pueden saberse activando QTEs, datos reveladores sobre actores clave en los sucesos que investigamos, y que sin embargo son solo opcionales. Esto da una idea de la forma en que DP trata el moderno recurso de la narrativa emergente, el desarrollo complementario de una historia por la vía de la interacción y la exploración del entorno.

Esta subversión de los convencionalismos tiene una consecuencia fenomenal: se nos abren vías en todas direcciones, se exploran posibilidades de todos los tipos y Deadly Premonition se convierte en un trilero que mezcla y vuelve a mezclar thriller policíaco, con survival horror sobrenatural, con drama, con sandbox repleto de sidequests y exploración y con aventura gráfica cómica. Donde en otros títulos la historia y los paseos son un relleno entre los combates, aquí sucede lo contrario: los momentos de disparo y persecución sirven de válvula de escape mental, de píldoras de acción más inmediata para dejar respirar a una historia que exige saborear cada detalle y digerir cada aspaviento imprevisto, cada bofetada de ambigüedad y cada disparate inesperado. Premoniciones sobre pescar unos archivos en el río, adivinaciones en una taza de café, personajes que mueren de la forma más truculenta segundos después de que les salvemos, alucinaciones que revelan pistas del mundo real, onirismos lynchianos sobre el subconsciente; todo dispuesto adecuadamente para que el resultado sea una controlada voladura de nuestra puta cabeza.

Porque es demencial

Cuando hablo de demencia no me refiero solo al devenir desquiciado del juego, sino también al protagonista, York. En los videojuegos bien escritos la conexión emocional con el protagonista suele ser un pilar fundamental, pero Deadly Premonition hace algo todavía mucho más complicado: nos encierra en una habitación acolchada con un loco y nos obliga a ser su amigo, de comprenderle y finalmente de ver cierta lógica en su disociación. Y es que el agente del FBI deja claro desde el primer momento que está muy mal de la sesera, que habla con un amigo imaginario sin importar quién esté delante y que es capaz de describir las más macabras atrocidades mientras se mete un bistec entre pecho y espalda rodeado de policías.

Y sin embargo, el vínculo que desarrollamos con ciertos personajes va mucho más allá de la simpatía discreta. Los habitantes de Greenvale parecen fabricados siguiendo parámetros mnemotécnicos, con rasgos tan exagerados que es imposible no recordar a cada uno de ellos y su historia particular. Están todos locos, y al loco del barrio todo el mundo le conoce.

Con los más cercanos, como Emily Wyatt, uno puede discernir a medida que avanza el juego sus vulnerabilidades y sus virtudes, su fragilidad ante el impacto de la desgracia incesante y el demoledor mazazo que supone para ella no poder evitar la tragedia. En cierto momento uno de los personajes muere delante de sus narices y la conmoción de su rostro traspasa la pantalla y nos sujeta de las pelotas de un modo sobrecogedor. Su humanidad está tan bien representada que hace más fuerte nuestro vínculo con York al enamorarse de ella: es difícil no enamorarse de Emily. Eso sí, quizá ponerle la cara de Naomi Watts fue jugar esa carta con demasiada ventaja.

Porque es apasionadamente inútil

Deadly Premonition está plagado de lo que podríamos denominar «mierdecitas». Tanto en minijuegos o en el mundo a explorar, como en la propia interfaz o los menús, habita una ingente cantidad de detalles y easter eggs que es casi imposible enumerar. Y eso que SWERY ya dijo que, de haber tenido más presupuesto, habría añadido muchos más de esos pequeños estímulos del todo inútiles.

No se trata solo de información reveladora mucho antes de lo normal (las matrículas de los coches, por ejemplo, están llenas de spoilers) o un fervor referencial desbocado (más allá de las extrañas conversaciones de York consigo mismo hablando sobre cine de serie B, el bar se llama como una película de Roger Corman y el homenaje a Twin Peaks es tangencial y e ininterrumpido), sino de un énfasis casi ridículo por añadir chorradas. En Deadly Premonition puedes participar en carreras, puedes fumar, puedes afeitarte, puedes coleccionar trajes, puedes jugar a los dardos, puedes pescar, puedes comer, puedes dormir, puedes espiar a la gente en sus casas mirando por la ventana o puedes ir a tu hotel y hacer previsiones en tazas de café. El juego no tiene ningún problema en decirnos desde el principio que todo esto, junto con las cartas coleccionables, no sirve absolutamente para nada sino que es solo parte de la identidad de Deadly Premonition.

Si bien SWERY ha admitido este tipo de añadidos como un rasgo de su autoría, una forma de hacer las cosas y un gesto de cariño por sus propios proyectos, el febril entusiasmo por añadir minijuegos y actividades también cumple su función en cierto modo. No hay progresión ni recompensas, pero sí una voluntad de reforzar la dualidad entre realismo y surrealismo que encarna el pueblo, del desquicie y la locura, de la bipolaridad, de que lo más terrorífico de una pesadilla es que quizá, al menos en parte, parece real.

(Esto de aquí arriba es una de las imágenes que se distribuyeron previamente al lanzamiento original, como parte de la campaña de promoción. A SWERY LE IMPORTAS MENOS QUE NADA, COLEGA.)

Porque es mejor que Journey

Ya sabemos que Sony trata muy bien a los desarrolladores independientes, y desde luego thatgamecompany es seguramente el estudio abanderado de esa filosofía adquirida. Les contrataron para hacer tres juegos y han tenido su apoyo a pesar de las adversidades económicas que, dicen, sufrieron. ¿Sufrir? —diría SWERY—, esta gente no sabe lo que es sufrir. El brillante sketch Four Yorkshiremen de los Monty Python, ese en el que cuatro hombres compiten por demostrar quién tuvo una infancia más dura, le habría venido bien para ilustrarlo. El último gentleman decía algo así como: «Nosotros vivíamos en una caja de zapatos en medio de la calle, nos levantábamos a las doce de la noche, trabajábamos veinticuatro horas al día por cuatro peniques cada seis meses, cenábamos un puñado de grava y nuestro padre nos mandaba a dormir con una paliza».

Y es que el desarrollo de Deadly Premonition fue un infierno absoluto de cancelaciones, cambios de plataforma y recortes extremos de personal y de presupuesto. El de Access Games es un equipo pequeño, y en un mundo en el que estamos acostumbrado a valorar un producto teniendo en cuenta el mérito y el esfuerzo, DP merece reconocimiento como el que más.

Al margen de esto está el acabado final. DP es extremadamente feo, posee gráficos desfasadísimos y sus controles son (sobre todo en el modo conducción) uno de los mayores despropósitos de esta generación, pero eso no quiere decir que todo se hiciese mal. Cada habitante de Greenvale, según admitió SWERY en una entrevista, lleva incorporado un patrón de comportamiento cuyo ciclo dura veinticuatro horas y que, observado, da muchas pistas de su personalidad y de su relación con el caso que investigamos. Solo esto ya es una cantidad de trabajo y de ambición enormes, muy por encima de los objetivos que se le suponía a un estudio con tan pocos medios y, seamos honestos, una destreza técnica tan por debajo de la media.

Quizá Deadly Premonition no innove en ningún apartado, como sí lo hace (en casi todos) Journey. Sus mecánicas son pobres mimetismos de survival horrors icónicos y algún que otro RPG japonés, pero también es cierto que consigue lo que ningún otro: fabricar una profundísima aberración, una anomalía que no obedece a ningún manual de desarrollo, enmarcada en uno de los mundos virtuales más inolvidables de la historia del medio y con un amor propio y un convencimiento en su arriesgada apuesta que jamás habíamos visto y, con toda probabilidad, no volveremos a ver.