Descubriendo el nuevo Gamelab (Día 1)

Durante la semana pasada se celebró, igual lo habéis visto en la tele y todo, la séptima edición del Gamelab. Por primera vez en Barcelona y no en Gijón, con el empujón que eso supone para las aspiraciones de la organización, la Feria Internacional del Videojuego y el Ocio Interactivo se las apañó para traer a unos conferenciantes de primerísimo nivel. ¿Suficiente? De camino a la cúpula que corona el nuevo centro comercial Arenas —o al horrible platillo volante que ha querido aterrizar en la plaza de toros… aunque las vistas son una maravilla, eso sí—, uno se preguntaba si había sido buena idea montar el sarao aquí teniendo la Fira de Barcelona a tiro de lapo. Joder, qué poco me gusta esta expresión. Pero es que es verdad. Afortunadamente, el logo del recinto en el Photocall hace pensar que allí iremos en próximas ediciones. De todos modos, a las nueve y pico había un montón de cola para pillar entradas. La cosa empezaba bien, como mínimo para los que no teníamos que estar una hora esperando bajo un sol de justicia, probablemente amplificado por la estructura de la nave alienígena sobre la que caminábamos. Una vez dentro, queda claro que esto no es —nunca lo había sido— un evento para el público. Las charlas son aquí lo importante, pero también hay unos pocos stands: opciones para la formación, unas pocas desarrolladoras —como Bitoon o Ubisoft San Cugat—, y las tres con consola presentando sus novedades: Nintendo con el Ocarina of Time para 3DS, Sony con inFamous 2, algunas cosillas de Move y la beta de Uncharted 3, y Microsoft con el modo Horda de Gears of War 3 más novedades para Kinect, como Dance Central 2. Lo esperable, sin sorpresas para bien o para mal. En cualquier caso, repito, las conferencias son la razón de ser del Gamelab. En ese momento, casi todos los que conspirábamos para ir a desayunar algo hacíamos broma con la presencia de Miguel Bosé. El cantante, acompañado por Juan José Millás y con Gonzo como maestro de ceremonias, hizo lo que pudo en la charla inaugural. Entiendo que esto hay que hacerlo de cara a la galería, que los famosos son el mejor cebo para la prensa generalista. Quiero creer, en cualquier caso, que se podría haber lanzado la idea del vínculo entre videojuegos y cultura de otro modo, con otros protagonistas, para evitar cosas así ((La crítica no es hacia el redactor de El País, por si hay alguna duda.)). Más en materia, nos ponemos cómodos para escuchar —intentarlo, más bien— a Daniel Kaplan. Bloque clave —jojo— en la historia de Minecraft, el primer empleado que contrató Noch vino para contarnos la evolución ese proyecto. Siento decir que fue menos interesante de lo que pensaba, todo muy Wikipedia, falto de anécdotas y de detalles verdaderamente curiosos sobre el proceso creativo o el crecimiento del juego. Puede que me perdiera algo por culpa de las lamentables condiciones acústicas del lugar —sin techo, con la cúpula haciendo resonar el bullicio del otro lado; no era complicado predecir esos problemas—, pero en la mayoría de diapositivas había datos —3.500 usuarios en junio de 2009, tras un mes de vida, y 10 millones hoy— o listas muy básicas con ventajas e inconvenientes de trabajar en un estudio pequeño. Lo más curioso, tal vez por tocarme un poquitín más de cerca, fue lo de reconocer como algo vital para su éxito la difusión en medios como Rock, Paper, Shotgun, Indiegames o Kotaku… a pesar de no haber mandado una nota de prensa en su vida. Se habló también un poco del futuro, de la llegada de un Minecraft «muy direfente» a Xbox Live y también a Android y de mantener la filosofía con Scrolls, su próximo proyecto: volverán a publicar una versión muy temprana del juego que irán mejorando y actualizando constantemente, siempre de forma coherente. Después de comer, nadie mejor que Dani Sánchez-Crespo, de Novarama, para evitar que los párpados caigan por culpa de los típicos excesos en el Wok. Con la intención de sacar pecho, de sacudir complejos, advirtió de que iba a hablar en un tono descaradamente optimista, por no decir —él si lo hizo— chulesco y pedante. Me parece correcto. Quiso poner su granito de arena en la complicada misión de dar visibilidad al Gamelab anunciando la tercera parte de Invizimals. No soy el mayor fan de la franquicia, aunque sí de sus intenciones, y por eso me alegra su éxito: más de 1 millón de copias vendidas, con la segunda parte superando a la primera y arrasando en España, donde lleva 5 meses como título más vendido de PSP. 25 millones de sobres de cromos son las primeras gotas de una tormenta de merchandising con mochilas y demás arsenal para la vuelta al cole. Pero hay ganas de Vita, y eso para Novarama significa Reality Fighters. Dos años lleva el estudio trasteando con prototipos de la portátil, que les permite experimentar mejor que nunca con la realidad aumentada. Fiel a su credo de empezar por las ideas, de intentar cumplir sueños, cuenta que «el «Quiero ver fantasmas» de Invizimals es ahora «Quiero ser Bruce Lee»». La personalización del luchador es la base de este título de lanzamiento y la parte que esconde más trabajo: el escaneo de la cara es rapidísimo y realmente efectivo. Tras demostrarnos que sin pelo guarda cierto parecido con John Locke, Dani se pasea por menús con una barbaridad de disfraces y objetos para usar como arma. Lo último, pero no menos importante, es seleccionar el estilo de lucha; veo que no apunté el número, igual porque no se dijo, pero estarían sobre la decena, cada uno con cerca de 80 animaciones. Por mucho «componente RPG» que se le quiera añadir, digo yo que lo importante será en que te pegas de hostias. Reality Fighters se ve más que correcto en acción, pero no acabo de ver claro lo que aporta aquí la realidad aumentada. No veo, en los vídeos de la presentación —lo cual no quiere decir que no existan, ojo—, mecánicas jugables derivadas del uso de esa tecnología. Sin eso, y teniendo en cuenta que cambiar un fondo con una enorme estatua en Tailandia por mi mesilla de noche no es algo que me entusiasme, lo de poder ver el combate desde otro ángulo no compensa el constante temblor en la pantalla por mover ligeramente la cámara al pulsar los botones con ciertas ganas. A la nueva First Pary de Sony le quedan meses de trabajo y no descarto que acaben por convencerme. Igual lo hacen con el uso de las posibilidades sociales de Vita —se podrán subir fotos al Facebook directamente, por ejemplo—, pero ni con los 60 fps se han marchado mis dudas sobre la importancia verdadera de la realidad aumentada fuera géneros muy concretos. El Gamelab, en cambio, tenía solo dos días para hacerme cambiar de opinión. De momento, pillaba la bici pensando que se notaba demasiado que aquello era una feria de transición con varios problemas de organización. Conferenciantes de primera en un campo de regional.