Desde Los Angeles: Y Sony reventó el E3 2015

Cuando esta mañana ha sonado la alarma, a eso de las siete, llevaba durmiendo menos de cuatro horas. No puedo decir que no me ha costado ni un poquito, pero sí es verdad que he salido de la cama con una rapidez admirable; sabía que iba a ser el día gordo de un buen E3. De haber sabido hasta qué punto, sin embargo, me hubiese parecido más apropiado saltar por la ventana dando volteretas. Para bien, claro. Para jodidamente bien.

Empezábamos con Microsoft, como de costumbre. Phil Spencer y compañía volvían a montar una buena conferencia, con muchos juegos y con un ritmo más que decente. Igual se estaban pasando de optimistas al repetir una y otra vez lo de «el mejor catálogo de la historia de Xbox», pero desde luego vimos una cantidad muy razonable de continuaciones inevitables, novedades y sorpresas agradables: me llama mucho la atención ese nuevo mando Elite y para la retrocompatibilidad fue el mayor aplauso del evento.

Casi todo va a llegar, además, durante lo que queda de un 2015 que la competencia parece haber olvidado. Halo 5: Guardians bien podría ser el mayor exclusivo del año, aunque hubiera preferido ver algo más similar a los buenos recuerdos de Combat Evolved. Forza Motorsport 6 no falla y Rise of the Tomb Raider, muy intergeneracional él, sigue apeteciendo a pesar de todo. Supongo que habrá quien pueda decir lo mismo de Gears of War: Ultimate Edition y el recopilatorio con 30 juegos de Rare, excesivo y casi absurdo si lo miras con ojos de coleccionista.

Para más adelante también hay cosas interesantes: con ese Sea of Thieves quiero ser optimista, Dark Souls III debería haber sido más protagonista y puede estar muy bien si arregla esa linterna y nos deja ver algo. Y es demasiado pronto para decir algo sobre ReCore, pero os recuerdo que Inafune y Armature se conocen de esto.

He pasado un rato entretenido, sí, pero sigo sin querer comprar una Xbox One. Cuphead, increíble, lo voy —lo vamos— a jugar en PC. De hecho, Windows 10 se siente más rival que compañero de la consola por entrecomillar sus exclusivas y por tener de su parte la magia de Oculus y HoloLens: lo de Minecraft ha sido alucinante y se ha mostrado, entendemos, con las gafas enchufadas a un ordenador. Es como si estuvieran tirando de la cuerda por los dos extremos. Sí, pero no.

En Electronic Arts nos hemos comido un par de chapas inexcusables, de esas que te hacen recordar una conferencia peor de lo que realmente ha sido; con ese bloque de EA Sports hay que hacer algo ya y lo de Pelé ha sido casi tan gracioso como lo de Martin Sahlin, nerviosísimo, temblando a lo loco para presentar su precioso Unravel. Quedaría muy bien decir que ese muñequito rojo ha sido lo mejor de la presentación, pero es que al final hemos visto Star Wars: Battlefront. Muy, muy impresionante esa batalla en Hoth, con la música de John Williams dejando bien claro que lo de meterse así en las películas de Lucasfilm va a ser una cosa muy seria.

Mirror’s Edge me ha parecido desconcertante —no quiero usar, todavía, esa otra palabra que empieza por «de»; el magistral lenguaje cromático del original parece haber desaparecido en una ciudad muy como todas y, por la forma de presentar la historia, aquello parecía un juego de Ubisoft o Activision. Más cosas sorprendentes: Need for Speed me ha gustado mucho, con sus piezas mojadas de fábrica, y todavía siento algo por Mass Effect. Lo coherente sería decir es que la cinemática sabe a poco y que Johnny Cash no pega aquí —Prey 2 lo hizo antes y mejor—, pero la realidad es que Mass Effect Andromeda me ha dibujado una sonrisa tonta. Sienta bien lo de no poder racionalizar todas las opiniones; confiad en ese «algo más» inexplicable, porque es el vuestro.

Y porque estaba a punto (ya solo quedaban unas horas) de convertir esto en un E3 histórico.

Algunos me llamaron loco. Pero aun esta tarde, mientras picábamos algo a las puertas del Los Angeles Memorial Sports Arena, lo decía solo un poco en broma: «Vamos para dentro, va, que hay que ver The Last Guardian». Y joder, sí. Seis años después, una pluma blanca volvía a caer sobre un fondo negro, un niño volvía correr por ese pasillo oscuro y un animal extraño, mezcla de rata y pájaro, volvía a cortarnos la respiración. Y el muchacho, al bajar las escaleras con miedo y con gracia, estaba más vivo que el resto. Y su enorme acompañante, al entender que se esperaba de él que pegara un salto, era más humano que todos los de antes. Y el enésimo puente que veía derrumbarse en una pantalla gigante era el primero que importaba. El regreso de The Last Guardian y Fumito Ueda era necesario, pase lo que pase cuando finalmente se ponga a la venta, porque hay que ver lo bien que sienta aplaudir de corazón a un artista al que admiras.

Todos estaban inspirados. El Horizon de Guerrilla es asombroso, Media Molecule se arma de valor y se la juega con Dreams. Luego van y anuncian, ahora sí que sí, el remake de Final Fantasy VII. Y Shenmue III, con un Yu Suzuki desesperado y un vídeo lamentable, confirma que esto no es normal: los tres juegos más pedidos de los últimos años, ahí es nada, en cuestión de minutos.

Lo de robarle a Xbox el trato de favor con Call of Duty ha sido casi humillante, aunque el trato se estrene con un Black Ops III que parece una parodia de la saga y del género. Scary Duty. Destiny sigue haciendo de Destiny y Assassin’s Creed: Syndicate se pone la capucha y tira de CGI por segunda vez el mismo día; ha habido varios momentos flojos, por supuesto, pero iban ganando por goleada y han acabado metiendo otros dos por la escuadra. Battlefront vuelve a dejar claro que se lleva mejor con PS4 que con la otra y Uncharted 4 aumenta la brecha entre Naughty Dog y el resto; la diferencia entre el vídeo de hoy y cualquier otra cosa que haya salido en una conferencia sobre videojuegos es abismal.

Todo esto, evidentemente, son únicamente promesas que ahora toca cumplir. Es cierto que el catálogo de PS4 quedará cojo en 2015, que varios de esos podrían no salir ni el año que viene y que el Final Fantasy VII es «solo» una exclusiva temporal —podría llegar también a Xbox One. Sony no ha solucionado todavía sus problemas todavía, pero sí ha logrado que olvidemos los nuestros por unas horas y, desde luego, ha ganado el E3 de calle.

Ha sido un día para recargar la ilusión por los juegos. La alarma suena en tres horas, pero joder, qué bien que voy a dormir.