Eitr, el alma y el corazón

La maquinaria del E3 funciona como un hipermercado: cuando entras hay una serie de productos destacados, más visibles y llamativos, en posiciones privilegiadas, pero el resto son solo largas estanterías llenas de cosas de colores. Si avanzas por uno de esos pasillos a paso regular, guiándote solo por la vista y no por tus preferencias o tu lista de la compra, la mirada pasa de producto a producto con facilidad, encadenando distracción tras distracción como un viaje en tren a través de un campo lleno de vacas. Nada merece especialmente nuestra atención pero le echamos un vistazo a casi todo, y algunos destellos se nos quedan grabados en la memoria por un packaging especialmente hermoso o porque nos recuerdan a algo.

Es el caso de Eitr, un juego que fue sin duda una de las mayores sorpresas de la feria, sobre todo en proporción a la cantidad de material que se vio: poquísimo o menos. Y, aun así, nos pareció maravilloso.

No se puede decir que Devolver Digital no haya hecho el esfuerzo de desmarcarse de esos pasillos de los lácteos que suelen ser los carruseles de indies en el E3: desde que acude a la feria, la distribuidora digital de Austin, en Texas, se niega a poner un stand en el recinto y se monta su propia fiesta en un aparcamiento que alquilan justo al otro lado de la calle que da entrada al Convention Center. Allí, como si fuesen una familia de rednecks de esos que viven en un parque de caravanas, montan sus barbacoas e invitan a cerveza a todo el que se acerca a ver sus juegos. Quizá no sea la forma en que suelen planificarlo los señores encorbatados de los departamentos de marketing, con sus estudios de mercado y sus datos sobre la psicología del consumidor, pero todo eso a Devolver le da completamente igual. Su idea es clara: convertir en física la distancia que les separa del núcleo duro de la industria.

Dice Phil Owen que cuando se acercó a aquel tenderete caluroso para ver de qué iba Eitr le sorprendió ver quiénes eran sus creadores: dos tipos negros de Londres. Está claro que la diversidad racial no es precisamente el punto fuerte de la industria del videojuego, y menos aún en ese reflejo que es el E3, pero lo que no esperaba era el simbolismo demoledor de que uno de los pocos estudios compuestos por negros estuviese en el E3… sin estar en el E3.

Más allá de la anécdota racial, el juego de David Wright y Tobi Harper viene envuelto de una atmósfera de las que atrapan desde el primer vistazo. Su pixel art vigoroso y detallado parece inspirado en los personajes estilizados de Superbrothers Sword and Sworcery que tanto han calado en el circuito indie, pero a Eitr le sobra personalidad para desmarcarse y trazar su propio camino lleno de preciosismo simple y estampas hipnóticas.

Una heroína que se hace llamar The Shield Maiden, la dama del escudo, combate contras las amenazas salidas directamente de la mitología nórdica, y quienes han estado controlando sus pasos hablan de una mecánica que recuerda a los principios elementales de Dark Souls aplicados al dungeon crawler clásico: esquivar, contraatacar, negociar el espacio y dominar los tiempos. Es un juego exigente y difícil, pero que se hace entender de manera diáfana y sencilla, una experiencia que no busca hacer al jugador memorizar complicadas secuencias de botones sino proponerle que aprenda a utilizar sus movimientos con precisión y acierto. «Se trata de saber qué hacer y cuándo hacerlo», concluye Owen.

Tanto Harper como Wright dicen llevar años involucrados en desarrollos de esos en plan How to make it in America: bufonadas de bajo coste con la esperanza de encontrar una ola viral y surfearla con los bolsillos abiertos de par en par, tratando de dar con la fórmula para hacerse ricos rápido. Después de varios fracasos se dieron cuenta de algo evidente: «Si no vuelcas tu corazón y tu alma en estas cosas, sencillamente no van a funcionar. Por que no te apetece de verdad hacerlo.»

En realidad lo mejor de esta filosofía tan vocacional no es tanto el por qué uno hace algo como la manera en qué lleva a cabo el proceso creativo. Donde antes posiblemente trataron de crear un Flappy Bird con variaciones, en el caso de Eitr la trayectoria del concepto ha sido más orgánica y fluida. Empezaron pensando en crear un beat’em up de la vieja escuela al estilo Final Fight o Streets of Rage, algo que les gustara y les apeteciera jugar. Poco a poco la idea fue mutando a algo de aspecto más isométrico, un cambio de rumbo que coincidió con la emisión de la serie de televisión Vikings, a la que los dos se engancharon, lo que les llevó a leer por su cuenta sobre mitología nórdica y cultura vikinga, y esa fascinación acabó impregnando de forma honesta y natural lo que estaban creando.

Invertir emociones en un proyecto tiene su riesgo, y esto parecen saberlo bien los autores de Eitr: «Si esto no sale bien, el próximo juego va a ser más difícil de hacer», admite Harper. «Solo queremos seguir haciendo juegos, esto es todo».

Cerrando la entrevista, Owen subraya el hecho de que Harper y Wright sean negros, y que quizá no es que sea algo poco habitual (hay gente de todas las razas y culturas haciendo videojuegos), sino que la maquinaria industrial del videojuego prefiere no tocar los temas sociales, aunque sean positivos (y la diversidad siempre lo es por sí misma), por miedo a perder algunos céntimos. «Eres el primer periodista que saca el tema», Wright sonríe. «Somos negros, sí. Lo sabemos. Y así está bien. Pero queremos que el juego sea más importante que nosotros, porque para nosotros el juego es más importante.»

Eitr llega en 2016 a PC, PS4 y Vita.