Ha sido un año en retroceso. No porque haya jugado menos (que sí), o porque haya jugado a cosas menos «videojuego», if you know what I mean (que también), sino porque he tenido un repliegue reflexivo. Esto no quiere decir que no haya tenido momentos expansivos tipo hardcore (momentos de nostalgia gamer ambicioso de mi espacio de la estrategia, con buenas campañas al Victoria 3, Suzerain, o, sin exagerar, cuatro Total Wars diferentes); sino que, el resto del tiempo, y tal vez en contraste con estos momentos, la reacción ha sido importante ante el gran espacio gamer. Me he ido despegando.
Parte de la culpa la tiene la columna mensual hecha para esta casa sobre «videojuegos y estética» (pendiente de terminar de darle forma a libro): estos escritos han marcado no sólo a qué jugaba, qué revisitaba o a qué asomarme por consejo o curiosidad para añadir a la investigación; sino que estos escritos han marcado sobre todo la mirada que he concretado sobre los videojuegos que han pasado por mis manos. La cuestión política no deja de estar presente (no engaño con mis esparcimientos con la estrategia), pero, unido a una progresiva falta de tiempo por cuestiones laborales, hoy es más que antes el indie el que copa las pocas horas disponibles que he tenido este año.
He sacado momentos preciosos con The Last Campfire, Monument Valley, Heliopedia, Unpacking o Baba Is You, el cual he conseguido meter exitosamente en clase gracias a la ayuda y ejemplo de la magnífica Isi Angeath. Porque, ahora, mi mirada videolúdica se inclina cada vez más hacia afuera, hacia lo que se puede compartir y desde donde se puede aprender. Experiencias pequeñas, asequibles y plenas de sentido que permitan acceder a diferentes niveles de conocimiento, de crítica, y de sensibilidad (algo también presente en esa joya que es The Fabulous Fear Machine o en la reflexión de Hugo Gris, que ha articulado bastante mi segunda mitad del año).
La política no ha sido desplazada, pero esa saturación que afecta a otros espacios y las nuevas responsabilidades, que le restan a uno ganas de ponerse becerro con ciertos temas, han modificado en parte mi acercamiento al videojuego. Hay otras formas de hacer conciencia, de hacer comunidad, de hacer sensibilidad y política desde el videojuego, y aquí también sigo el ejemplo de Lucas Ramada Prieto, otro referente. Miento. Me he saltado una mención importantísima: Disco Elysium. Claro, esto es política, pero es otra forma de pensarla y llevarla a la práctica en el videojuego. Pero precisamente aquí se encuentran in nuce esas otras formas. Atravesado por las experiencias vitales, las investigadoras, y todo lo demás. En retroceso, y un poco a contracorriente. Ese ha sido mi 2023.
¿Cuáles son los mejores juegos de 2023? ¿Qué temas han dominado la actualidad durante el año? ¿Qué nos conviene repasar antes de arrancar 2024? Durante los últimos días de 2023, el equipo de AnaitGames y sus olaboradoras y colaboradores exploran los temas, juegos y noticias más relevantes del año.
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