En la película de Martin Scorsese El Irlandés el protagonista no es un capo de la mafia ni uno de los detectives que quiere atrapar a las caras visibles del crimen organizado. La cinta producida por Netflix tiene como personaje principal al «chico de los recados» de un jefazo llamado Russell Buffalino y se recrea en la tirante relación de este con el mítico líder sindical Jimmy Hoffa. El Irlandés está inspirada por la novela I Heard You Paint Houses que utiliza personajes y situaciones reales para especular sobre la identidad del asesino de Hoffa y las motivaciones que lo provocaron. Sin embargo, y aunque a día de hoy no ha quedado probado que Frank Sheeran fuera la persona que apretó el gatillo contra el sindicalista, varias de las premisas del libro, como la relación entre la mafia y los sindicatos estadounidenses, y la influencia del crimen organizado en ciertas decisiones históricas, no solo están aceptadas sino que están bastante extendidas dentro de la cultura de masas. El irlandés es una obra interesante, no solo porque sirve como compendio de la carrera de su director, sino porque recoge en su narrativa gran parte de las ideas que conforman el actual cine de gangsters. Ideas tan presentes y premisas tan copiadas, que Serial Cleaner es capaz de reproducirlas a partir de un par de frases y situaciones bastante bien tiradas.
Lanzado para PC, Xbox One, PS4 y Nintendo Switch en julio del 2017, Serial Cleaner es un juego de acción y sigilo en el que tendremos que limpiar varias escenas del crimen sin que nos pille la policía. El juego tiene una estructura recurrente por la cual una llamada del mafioso de turno nos pondrá en marcha hacia diferentes localizaciones dentro de la ciudad, en la cual tendremos que limpiar la sangre, llevar los cuerpos a nuestro coche y guardar toda evidencia que pueda guiar a la «poli» hasta los culpables. Pese a ser un juego de sigilo, Serial Cleaner funciona a través de partidas bastante rápidas para las que será imprescindible nuestro «instinto de limpiador», una mecánica que hace posible echar un vistazo a todo el escenario, así como situar los elementos en los que podemos escondernos. A pesar de su simpleza —los policías no pueden vernos si no estamos iluminados por su linterna y se olvidan de nosotros si nos escondemos en sus narices—, el juego funciona gracias a su exigencia arcade y al ingenio con el diseña la mayor parte de sus escenarios. Sin embargo, debajo de la sencillez, Serial Cleaner esconde un profundo conocimiento cinefilo que empieza a desarrollar a partir de su protagonista.
Al igual que Sheeran en El Irlandés, Bob Leaner es una persona que trabaja para la mafia sin pertenecer a ninguna de las familias ni conocer los entresijos de los negocios. Como el personaje interpretado por Robert De Niro, el protagonista de Serial Cleaner tampoco hace preguntas y se caracteriza, además de por su eficiencia, por su capacidad para trabajar de forma totalmente autónoma. Esta figura del «outsider» se ha repetido con cierta frecuencia presentado como conductor, mensajero, limpiador (El Señor Lobo de Pulp Fiction) o, simplemente matón, al estilo del personaje de Viggo Mortensen en Promesas del Este o del de Tom Hanks en Camino a la Perdición. La idea tras la elección de este tipo de personaje principal es, por un lado, hacer que el público empatice con su situación (él no es un mafioso, simplemente un buscavidas) y, por otro, poder hacer todas las aclaraciones y explicaciones necesarias con la excusa del carácter externo del personaje principal. Como es habitual, todos estos personajes acabarán por acercarse, lo quieran o no, a la familia, algo que en Serial Cleaner podemos intuir gracias a las breves llamadas que Bob intercambia con aquel que le hace los encargos.
Hacer comparaciones entre Serial Cleaner y el séptimo arte no parece algo arriesgado cuando el propio título homenajea directamente a grandes películas de todos los géneros. Cada uno de los diferentes casos que enfrentamos como limpiadores toma el nombre (o hace un juego de palabras) con títulos de películas que van desde Dial M for Murder a Risky Business (en el juego «fishy business»). Sin embargo, y más allá de los títulos, cada uno de los escenarios referencia a alguna de las actividades típicamente asociadas con el crimen organizado. En Serial Cleaner tenemos que limpiar desde la redacción de un periódico, a unos astilleros, pasando por un gimnasio donde entrenan las promesas del boxeo. Estos niveles ejemplifican actividades mafiosas como los tejemanejes políticos por medio de la presión a la prensa, el control de los sindicatos y el amaño de las apuestas deportivas. No obstante, añadido a la expresividad en la ambientación de estos mapas, las breves escenas cotidianas que podemos explorar antes de lanzarnos directamente a una misión, también toman referentes mafiosos, especialmente dentro de la época dorada que explotó durante los 80.
Bob Leaner, el protagonista de Serial Cleaner, es un hombre que vive con su madre en una pequeña casa en las afueras. La presencia de una familia que permanece totalmente ajena a las actividades delictivas del personaje principal es una característica común en todas las historias protagonizadas por un outsider y funciona, además de como una forma para humanizar al personaje más allá de sus acciones, como una manera de mostrar la progresiva corrupción y la presión a la que está sometido el protagonista En el caso de Serial Cleaner, la madre de Bob es una dulce anciana que pasa el día viendo la tele y que no duda en cocinarle frecuentemente su plato favorito. Antes de una de las primeras misiones, descubrimos (si hablamos con nuestra madre) que la familia está teniendo problemas para pagar sus facturas. Esta situación funciona a partir de este momento como contexto a todos los trabajos realizados por Leaner.
Dicho esto, hay que destacar también que la llamativa inspiración setentera del arte, la decoración del hogar y la paleta de colores escogida combina a la perfección con la soleada ciudad en donde vive el protagonista. Los desarrolladores demuestran haber hecho sus deberes con la localización al recordar que, mientras que las historias clásicas de mafiosos ambientadas en los años 40 y 50 se sitúan sobre todo en ciudades como Nueva York y Chicago, el cine de gangsters de finales de los 70 mudó sus historias a ciudades más cálidas como Las Vegas, La Habana (ambas en El Padrino 2), Los Ángeles o Miami (El precio del poder). Pero debajo de la casa pequeña, de la familia monoparental y de la vida en las afueras se esconde una idea: la de que Bob Leaner y su madre pertenecen a la clase trabajadora. Un grupo que tradicionalmente, tanto en la ficción como en la vida real, se ha sentido particularmente atraído por la andanzas del crimen italoamericano.
En un texto publicado en el New Yorker titulado The Crooked Ladder Malcolm Gradwell analiza cómo iniciar una carrera apegada a la mafia ha sido un sistema usado por muchos trabajadores —especialmente inmigrantes Italianos o Irlandeses— para crear riqueza y ascender en la escala social: «Mientras que la moraleja de El Padrino era que la familia Corleone, criada en el crimen, nunca podría escapar de él, la enseñanza en historias reales como A Family Business es exactamente la opuesta: que para familias como los Lupollos y los Tuccis —y por extensión el resto que eran como ellos— el crimen era la única forma en la que un grupo de inmigrantes podía escapar de la pobreza». Esta misma visión, que es la predominante en el cine de mafiosos (y en Serial Cleaner), hace que la sangre y la violencia queden en un segundo plano por debajo de una imagen glamurizada que aún permanece en la cultura popular.
En Why Do Admire Mobster? María Konnikova especula que los valores asociados a la familia, así como las similitudes en las historias de mafiosos con aquellas basadas en el sueño americano permiten que convirtamos en héroes a aquellos que, por definición, deberían ejercer el papel de villanos: «la glamurización de la mafia empezó con la Prohibición. En los primeros años del siglo 20 la mayoría de mafiosos eran criminales de poca monta que empezaron a organizarse en el momento en el que fue ilegalizado el alcohol. Como la Prohibición era una ley especialmente impopular, aquellos que se enfrentaron a ella eran percibidos como héroes. Así dio comienzo esa concepción gris de sus actividades y su imagen de rebeldes».
Serial Cleaner se levanta directamente en esa imagen glamurizada —pero algo casposa, típica de las historias de mafiosos en climas cálidos— para poder crear una narrativa que está mayoritariamente basada en el conocimiento de cultura pop que tenga el jugador. Como estrategia parece brillante. El juego habla de varias cosas (las dificultades para llegar a fin de mes, la facilidad de ascender dentro del crimen organizado, la atracción por las actividades ilícitas…) sin mencionarlas directamente y usando un esfuerzo mínimo para representarlas. Sin embargo, no necesita más. Serial Cleaner ha aprendido todo lo que necesita de las películas de gangster. Y para seguirle el juego, nosotros tenemos que aprender aún más.
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1-«Curdled» («Tú asesina, que nosotras limpiamos la sangre») de Reb Braddock.
2-Quizás toda la historia de EUA es una historia de colonización continuada. Primero el territorio, luego la economía. Lo mafioso quizás se rige por los mismos parámetros que «el lejano oeste» y quizás por eso exista ese tipo de fascinación.
3-No deja de ser «curioso» que toda esa glamorización de lo gnasteril sea «a manos» de personajes «blancos». De James Cagney a James Gandolfini hay una línea clara. Quiero decir que tengo la sensación que cuando el relato sale de eso y va a otras realidades, como la afroamericana, todo parece mucho mas chungo y mucho «mas peligroso» (como si la mafia italoamericana o irlandesa no implicase un cambio del status quo del país, pero las otras mafias sí, y que eso puede generar mas «estrés»).
4-No recuerdo que peli/serie se hablaba de la mafia nativoamericana (alguna temporada de «Fargo» quizás). Con esos tipos de relatos (mafias de grupos racializados) siempre tengo esa sensación de «con lo que les hemos jodido y cómo terminan repitiendo los mismos errores que nostros mismos». Quiero decir, igual no hay salida, catarsis ni mierdas. Igual es todo gánster. Y todo oeste.
@marcgracia
Llego tarde al estupendo artículo, en parte porque no he jugado al juego, pero en lo referente a mafia nativoamericana, te recomiendo el cómic Scalped. Es muy sucio, crudo y deprimente, pero de lo mejor que he leído en los últimos años.
@orlando_furioso
Amén, compañero.
Joder, de hecho la propia saga Yakuza (la de SEGA, digo, que me estoy jugando entera ahora mismo (voy por el 5)) pese a su aparente frivolidad y a su sempiterno toque humorístico, incluye una reflexión constante sobre la conciencia de clase como factor íntimamente ligado al móvil de sus integrantes; al por qué de su pertenencia a la mafia. Es más, uno de los recursos que utiliza en la parte más alegórica de su narrativa es el de la verticalidad espacial (para los que hayan jugado: la Millenium Tower siempre como metáfora de la escala de poder y, normalmente y en consecuencia, de la desescalada de honor; especialmente brillante cuando más se retuerce y viene arriba, incluyendo en la ecuación al florista, que pasa del subsuelo a lo más alto de la torre, que pareciera el camino más positivo posible, para posteriormente abandonar esas alturas, desde las que pierde contacto con la calle y con la gente, y volver voluntariamente al Purgatorio, desde el que “florece” una nueva torre, esta vez construida por el pueblo…). En fin, que deja en pañales la omnipresente Parásitos (que, confieso, no me gusta nada).
Muy interesante el texto de Marta y, reflexiones aparte, me ha despertado curiosidad por el juego.
Me entro el gusanillo,habrá que catarlo.
¡Buen artículo Marta Trivi! Me han parecido bastante interesantes las aportaciones que has hecho sobre la capacidad de homenajear de este videojuego a algunas obras del séptimo arte. En especial las relacionadas con The Irishman.