Extra Life: Desarrollo de videojuegos, el reality show

Hace unas semanas, Outconsumer y FuKuy (los nicks con los que se conoce en internet a Roc Massaguer y Samuel Molina) lanzaron un nuevo proyecto: Extra Life, una serie, a medio camino entre el reality show y el documental, en la que se plantean el reto de hacer un videojuego, desde el principio. Indie Game: The Movie giraba alrededor de juegos en sus fases finales de desarrollo y los creadores que sufrían el estrés de esa recta final; Extra Life va sobre la hoja en blanco, y cómo empezar a dibujar en ella.

Va sobre la ilusión de los primeros pasos vistos desde dos puntos de vista bien diferenciados: el de Samuel, diseñador profesional de videojuegos (ahora en Uplay después de casi tres años en Bee Square), más contenido y sobrio en su aproximación a un nuevo proyecto, y el de Roc, youtuber de videojuegos y periodista deportivo, explosivo y lleno de ideas. Dentro de la serie, son dos personajes muy distintos, que guiñan a dos tipos de público: FuKuy es el profesional y Outconsumer, el fan apasionado. El objetivo es desarrollar un videojuego: uno sobre un hijo, se cuenta en el primer episodio, que pierde una valiosa pelota de béisbol de su padre y tiene que recuperarla antes de que vuelva a casa.

El 11 de noviembre, el día antes de que se estrenara el segundo episodio de la serie, hablé con Roc y Samuel y les comenté esto: cómo el personaje de Roc funciona como puente entre el espectador que, como yo, ha fantaseado con la posibilidad de ver sus ideas materializadas en un videojuego después de muchos años jugando y lo que se cuenta en la serie. «Pero hay mucha gente que se identifica más con Samu, y por eso le dicen que enseñe las cosas como son, que no enseñe los mundos de Yupi», me dijo.

El primer capítulo propone una pregunta: «¿Es posible crear un videojuego desde cero y sin recursos?»

Es un momento complicado para los mensajes positivos. Es fácil ver cinismo en algunas historias que dejan de lado la cada vez más compleja realidad de mucha gente que, entre otras cosas, se intenta abrir camino en un mercado laboral como el de los videojuegos. «Extra Life ilusiona», escribe Guillermo G.M. en Deus Ex Machina. «Uno quiere pensar que desarrollar videojuegos es tan fácil como reunirse, conseguir que alguien te preste una oficina e ir dedicando tiempo hasta que las piezas encajen», aunque «si alguien está empezando, si no tiene oficina a la que acudir ni demasiada ayuda con la que contar, debería confiar en otro tipo de proyectos»; propone las game jams como visión alternativa a la de Extra Life: el primer capítulo de la serie termina con Roc y Samuel entrando en su nueva oficina, cedida desinteresadamente por un amigo y una de esas comodidades que muchos se ven forzados a considerar un privilegio. 

«Por cada Zuckerberg, Jobs, Gates o Carmack hay millones de personas que lo intentaron y se la pegaron», recuerda Alberto Mut en indie-o-rama. «Sin embargo, no son esas historias que acaban mal las que se cuentan pese a ser la inmensa mayoría, sino que son las de éxito, las que capturan los corazones de la audiencia, las historias más repetidas. Porque venden. Pero al mismo tiempo que venden normalizan una mentira: que cualquiera puede hacerlo a base de trabajo duro». «Quiero que Extra Life fracase porque necesitamos una historia mediática de fracaso. Necesitamos algo en el otro plato de la balanza. Necesitamos desmitificar estas cosas y observar, de una maldita vez, que lo normal es caer bajo el peso de todas las hostias que te llueven cuando te metes en un proyecto como este», escribe.

Roc y Samuel son muy conscientes de las críticas y sus porqués. «Hay dos críticas claras», me dijo Samuel: «una es sobre el documental, que es la parte más ficcionada y de actuar, y la otra es más sobre el desarrollo del juego, sobre que no somos cualquiera y que partimos con ventaja, que no tenemos presupuesto cero y no dejamos claro, al menos en el primer episodio, si vamos a pagar a la gente o no… Entiendo las críticas: en el primer episodio no se [dijo] nada claramente».

«Una cosa que hemos hecho mal es que no se ha explicado todo», continúa Roc. «No hay una explicación; no existe una explicación del proyecto, y eso es lo que lleva un poco a la confusión y a sacar conclusiones que, como decía Samu, son lógicas. Si yo hubiera visto el vídeo a lo mejor habría pensado lo mismo. Pero por otro lado hay que entender que lo que queríamos en el primer episodio era mostrar cómo sería si Samu y yo decidiéramos hacer un videojuego; nuestra idea es empezar desde cero porque no tenemos dinero, pero entendiendo que habrá que gastar, y ese dinero tendrá que salir de algún sitio. La financiación será una parte importante del proyecto; se explicará cómo la buscamos. No vamos a hacerlo todo por la cara pero no lo hemos explicitado, y de ahí viene la confusión. Nuestra idea es empezar desde cero; no somos inversores, no tenemos dinero, y parte del documental es explicar cómo lo conseguimos».

Uno de los puntos de interés de Extra Life es que ni Roc ni Samuel saben qué va a pasar; no está planteado como esa «historia mediática de fracaso» que proponían en indie-o-rama, pero tampoco tienen «medio millón de euros escondidos esperando para de pronto hacer un giro de guión», me dice Roc. «Estamos encontrando el formato del documental. La gente se quejaba desde que estaba demasiado guionizado, pero es un proyecto que tampoco es real: si lo hiciéramos sin ser un documental sería diferente, pero en este caso la ficción condiciona un poco la realidad. Es parte del encanto. No queremos enseñar cómo sería un proyecto cualquiera, sino cómo es el nuestro». 

«Nuestra experiencia se puede extrapolar en algunos casos, pero en otros no», explica Samuel. «Quiero decir que habrá gente que lo haga como nosotros, pero otra no; gente que le cuesta más, que le cuesta menos; gente que empezará con presupuesto, gente sin él… El nuestro es uno de tantos casos que ocurren en la industria; particular, por quién somos, porque tenemos una productora detrás que está haciendo el documental, pero es un caso. Creemos que es interesante que la gente conozca al menos un caso, porque si no conoces a nadie dentro de la industria no tienes ni idea de cómo funciona».

«En ese aspecto me gusta la referencia a Indie Game: The Movie, porque ahí se ve que tienen preocupaciones, que tienen momentos de bajona, que no siempre están contentos», continúa. «Me gusta añadir otro ejemplo: el documental de Broken Age, la aventura de Double Fine. Ves muchos problemas de la empresa: en un capítulo, Tim tiene que despedir a dos o tres personas, y en otro ves cómo se han gastado todo el dinero y tienen que apechugar sin saber si van a llegar a las ventas. Lo pasan mal. Son problemas de empresa reales». 

«No sé qué pasará con nosotros; sí sabemos qué duración tendrá, así que sabemos que tiene un principio y un fin pero en tiempo, no en consecuencias».

Extra Life se emite dos semanas después de ser grabado; cuando hablé con ellos estaban a punto de grabar el episodio cuarto, si mis cálculos no fallan. Tienen un margen de maniobra, pero no muy grande; la realidad se maquilla en beneficio de la serie ( «Nosotros tenemos que hacer un documental que sea interesante», me dice Roc; «estamos creando dos productos: uno es el juego, y el otro es el documental, así que es el doble de difícil. Por eso entiendo que a veces chirríe algo de guion, o algo que no es así, o de esta otra manera; esas críticas las absorbemos, pero al final tenemos que hacer una cosa entretenida. Si no, los diez primeros capítulos serían Samuel y yo hablando sobre por qué no hacemos esto o aquello. La misma gente que nos critica no querría ver eso»), pero el fracaso no está fuera de sus planes: es una posibilidad que tienen muy presente desde el principio del proyecto.

«Por eso nos pareció importante recalcar lo del presupuesto cero, porque no estamos jugándonos nuestro dinero», explica Roc. «Si fuera así, tendríamos un factor de tensión y sería otra cosa, pero me parece importante decir eso: vamos a tener presiones propias y de la gente, pero para mí, al menos, si acabamos la serie con un prototipo fallido o que no nos gusta, o si todo el mundo nos dice que es una mierda, será aun así un éxito del documental. Igual está bien un fracaso; espero que todo salga bien, pero no me preocupa. Intentamos que la aventura sea lo más real posible y nuestras cartas ya las hemos enseñado: hay dinero en producción del documental pero no en el juego, vamos a tirar de favores y tenemos contactos de gente que está muy metida en videojuegos, así que partimos con ventaja. No tenemos el tiempo ni la experiencia, en mi caso; esas son nuestras cartas».

Los dieciséis episodios de Extra Life, de hecho, preparan a alguien con la experiencia de Samuel para cualquier cosa: «Eso no lo decimos en el documental, pero soy consciente de que en dieciséis semanas no se hace un videojuego».

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Las menciones a Indie Game: The Movie son habituales cuando se habla de Extra Life; lo de que es “nivel Indie Game: The Movie” en producción se ha leído en más de un sitio, y tiene sentido: la serie de Outconsumer y FuKuy es de las que ha nacido siguiendo la estela del celebrado documental sobre Braid, Super Meat Boy y Fez, tres juegos que ayudaron a definir la escena independiente y a cimentar la imagen del desarrollador como personaje, a dar forma a esa épica del desarrollo de videojuegos.

«Carlos Ortet, de Zoopa, estaba enamorado de Indie Game: The Movie y quería hacer algo así», dice Roc; «pensó que enseñar a gente que no sabe hacer videojuegos intentando hacer uno sería un buen formato para acercar los videojuegos a la gente: sería un producto de consumo interesante. Esa idea lleva tiempo dando vueltas por ahí. Encontró un dinero para hacerlo, en este caso en un canal [de YouTube], y como yo estoy en esa productora me sumé. Buscando quién podría encajar en un proyecto así consulté a Samu; le pregunté si lo veía bien, y lo vio tan bien que le interesó participar. La idea viene de ahí: yo llevaba año y pico interesado en hacer un videojuego, y al final encajaron las piezas».

Extra Life es un proyecto que no puede esquivar las críticas. Si la oficina prestada del primer episodio simboliza los recursos valiosos con los que un porcentaje alto de profesionales, veteranos y recién llegados, del videojuego no pueden contar para hacer sus juegos, el ritmo ágil y entretenido del documental maquilla el hecho de que trabajar es un estudio se parezca más a trabajar «en una oficina», me dice Samuel, que a la vida emocionante y radical del músico de rock, por ejemplo. Agilizar y dar más gracia de la que quizá tiene a un trabajo que, por lo demás, es muy difícil de comprender desde fuera, sin la experiencia y los muchos conocimientos que hace falta para sacar adelante un juego, puede resultar molesto: dulcificar la realidad siempre ha tenido sus detractores, como es normal.

«Da igual que hagas un juego o un programa para no sé qué de La Caixa o un programa de salud para un hospital; al final es gente que habla de funcionalidades, de diseño, de estética», explica Samuel. «Obviamente los juegos son más interactivos y tienen más rollete, pero al final es horario de oficina y gente sentada y reuniéndose».

Quizá por eso (por estar siempre a un paso del aburrimiento mortal o la irrelevancia) Samuel cree que «la productora ha sido bastante valiente» al apostar por un formato como Extra Life, para el que cree que hay un mercado muy apetecible. «Cuando me lo comentó Roc, yo tenía claro que lo iba a petar desde el primer momento. Sabía que hay mucha gente que lo querría ver. Hay mucho interés, y yo mismo, siendo profesor de universidad, veo la cantidad de chavales que se están apuntando y veo interés por los videojuegos y por saber más, en general, sobre videojuegos. Por eso los youtubers tienen éxito: dan otra visión de un tema que interesa y conectan con los chavales». 

Esa autenticidad que se saca a colación cuando se habla del éxito del youtuber, de su nueva posición como estrellas para las nuevas generaciones, es uno de los puntos fuertes, para Roc, de Extra Life: aunque ve normal que surjan críticas por la novedad de lo que proponen, lo que tiene la serie de genuino es una de sus grandes bazas. «Es un proyecto nuevo, no hay otros similares; tengo la sensación de que todo el mundo espera que sea como ellos hubieran querido que fuera. No va a ser así», reconoce. «Pero me gustaría que le dieran un voto de confianza, porque creo que estamos contando algo auténtico. Con sus defectos, pero sin esconderlos; creo que eso tiene un valor. Luego lo podremos discutir, pero sí que intentamos que no sea un engaño o una campaña publicitaria».

La falta de autenticidad siempre ha sido uno de los baches principales a los que se ha enfrentado la comunicación sobre videojuegos. Los blogs ganaron credibilidad frente a las maltrechas revistas por ser representantes más fiables del jugador final, esto es: del comprador, del consumidor sin la opinión deformada por los intereses comerciales de este o el otro. Ante el auge del blog como opción comercial (y por tanto profesional), el youtuber recogió el testigo de la credibilidad; el gran atractivo que tiene YouTube para las marcas y sus potenciales clientes ya ha colocado algún que otro punto de mira en su credibilidad, y creo que por ahí va el énfasis en el hecho de que Extra Life no tenga intereses publicitarios. «Yo he hecho muchas campañas publicitarias en mi canal; vivo básicamente de eso», me explica Roc. «En este caso, es una ventaja no tener que explicar las cosas de cierta forma para que no se note que es una campaña, ¿sabes? Tenemos la libertad de hacer lo que queramos. Es un alivio, como youtuber, poder defender nuestro punto de vista. Por eso creo bastante en el proyecto, la verdad».

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Se le puede echar en cara cierto buenismo; quizá dé la sensación, o sea fácil ver la serie predispuesto a tener esa impresión, de que Extra Life, el documental, es más importante que el juego que se intenta desarrollar en sus episodios. Sin embargo, creo que lo que están consiguiendo es interesante: la participación de amigos y conocidos de Roc y Samuel, como David Jaumandreu (diseñador en Undercoders y uno de los presentadores, junto con nuestro compañero Albert García, del Podcast Replay) o Dayo (uno de esos youtubers que se desmarcan de la dinámica del Let’s Play que tanto éxito tiene en YouTube), le da un interés especial al documental, y creo que ayuda a darle el sentido del que hablaba Roc. Quizá no es un documental sobre el desarrollo de un videojuego; quizá es uno sobre cómo distintas formas de aproximarse al desarrollo podrían dar lugar a juegos muy distintos, y cómo estas aproximaciones conviven y se relacionan entre sí.

«Creo que a la larga [Extra Life] será rentable: abrirá puertas, saldrán nuevas oportunidades, puede dar pie a una segunda temporada, que se anime otra gente», dice Samuel. «Estoy seguro de que habrá capítulos que gusten más y menos a según qué gente, porque habrá gente que quiera ver cosas más técnicas, como programar o librerías de Unity, y otro querrá ver más arte, porque es más visual, o que contemos cosas sobre la industria… Creo que no conseguiremos un público muy fan, que esté enamorado de todos los episodios, pero prefiero que sea un producto que pueda gustar a mucha gente distinta, no solo a técnicos o a artistas o incluso a gente que le gustan los videojuegos: espero que haya gente que encuentre temas no tan concretos, como los proyectos, la gente, las ideas, que le interesen», termina.

Claro que en dieciséis semanas no se hace un videojuego, aunque se pueda hacer esa referencia medio tramposa a las game jams. Claro que con presupuesto cero no se llega muy lejos, porque si en algún sitio es cierto lo de que el tiempo es oro es en el videojuego, inseparable de todo lo malo del peor capitalismo. Poco a poco, Extra Life va separándose de esa pregunta con la que arrancó el primer episodio, y quizá las críticas estén ayudando a dar forma a un proyecto que, me da la sensación, cada vez busca menos respuestas: cuando pasen los meses y tengamos ante nosotros la serie completa, creo que serán las muchas preguntas que se crucen en el camino de Outconsumer y FuKuy las que acabarán definiendo mejor el valor del proyecto, su interés y su importancia. De fracasar siempre estamos a tiempo.