Horizonte silencioso: arte y descarte en el mundo de Horizon Zero Dawn

En un interesantísimo ensayo publicado la semana pasada en Waypoint, el fotógrafo Don Saas hablaba de cómo había disfrutado tomando instantáneas en el mundo que los holandeses Guerrilla Games han elaborado para Horizon Zero Dawn. El que recorre Aloy es un entorno especialmente bien diseñado en cuanto a la cuestión lúdica, con cuellos de botella geológicos muy naturales que casi nos obligan a atravesar rebaños de máquinas o a enfrentarnos a ellas aunque no sea parte de la misión actual. Hay algo de estrategia en el recorrido de sus senderos en dirección al norte y de sus puentes de piedra elevados sobre llanuras pobladas por bestias mecánicas que pastan ajenas a perpetuidad, al tráfico de hombres y mujeres yendo de de un asentamiento a otro. Uno percibe incluso la jerarquía que se ha establecido entre las criaturas de metal: los Vigías parecen proteger a la manada de posibles amenazas a pesar de ser la especie sintética más débil, como si su contribución se basase en alertar a los ejemplares más pesados y resistentes, que son los que en muchas ocasiones enfrentan al cazador con más posibilidades de matarlo. Molestar a los Astados puede provocar la llegada de Rapaces, alertados por la perturbación imprevista en el ecosistema robótico que representa una tía con un arco y unas flechas. Es un ciclo de patrones y rutas con mucho sentido que, al verse atacado, termina resultando en batallas que no están en el guion y memorables experiencias emergentes. Pero también es un mundo dotado de preciosismo visual muy ambicioso, con un mapa que a pesar de tener un tamaño que no entra en exageraciones y ni pretende récords, está muy bien segmentado para lograr una diversidad ambiental densa, digna de ser descubierta y explorada. Tundras, desiertos, bosques templados, junglas tropicales, praderas, humedales… la mayoría de biomas terrestres del planeta están representados en un post-postapocalipsis que huele a nuevo, a recién hecho. En mi análisis recuerdo haber escrito la tendencia de Aloy a al individualismo, a no relacionarse de una manera demasiado profunda con el resto de personajes, que a su vez piden a gritos un tratamiento algo más trabajado. Una suerte de dificultad comunicativa (bien justificada, por otra parte) que en lo personal me privaba de cultivar sentimientos fuertes durante la aventura. Leyendo a Saas —«tras una docena de horas con el juego, me di cuenta de que estaba empezando a ignorar su parte explícitamente narrativa», explica. «Horizon Zero Dawn forma parte de un tipo de juegos que experimento más por el placer de recorrer sus entornos de meticulosa artesanía que por cualquier otra de sus decisiones de diseño»— uno se da cuenta de que la conexión que mejor facilita Horizon es con su mundo, que retrata un lugar capaz de fascinar al senderista sereno de gorra, bastón y cámara de fotos. Ese que desarrolla un vínculo especial con la naturaleza, que recibe estímulos indescriptibles al pasar la mano sobre la superficie de un tronco de 200 años, al respirar el aire resinoso mientras los rayos de sol calientan sus mejillas o al descubrir las huellas de un jabalí y su pequeñas crías. No todos somos así, no todos tenemos ese contacto privilegiado con el espacio, sea natural o urbano, y creo que es una virtud que se puede encontrar a menudo en los fotógrafos vocacionales. En la misma crónica de Saas se menciona un libro de John Biguenet titulado Silence que forma parte de la colección Object Lessons editada por Ian Bogost y que es una reflexión extendida sobre el concepto del silencio. En él se habla de las muchas propiedades del silencio según el contexto, desde el castigo hasta el objeto de lujo, como arma o como mentira. La parte que destaca Saas es la que afecta a su oficio: Biguenet describe la fotografía como «una mirada al mundo privada de sonido y movimiento». Pienso al leer esto en el arte de crear escenarios, lugares inamovibles solamente alterados por la climatología dinámica o la luz, repletos de ruinas, coches carcomidos por el óxido y devorados por las enredaderas, estructuras afiladas que se elevan hacia el cielo como los huesos torcidos de una civilización muerta. Y pienso en cómo el silencio es parte inevitable de esos mundos: Aloy, como bien hacía Joel en The Last of Us, interrumpe muy sutilmente ese silencio ambiental al recoger plantas o presas, al verse detectada por una máquina u observar el patrón de movimiento de una bestia desde su escondite. Leves murmullos para sí misma, con una naturalidad particularmente notable en la pista en inglés gracias a una Ashly Burch a quien hemos visto (y oído) crecer durante una década como profesional de la voz. Dice el autor que para él una buena fotografía es aquella que captura un instante extremadamente breve (una especie de átomo del tejido temporal, un frame de la realidad) que sea capaz de explicar la historia mucho más grande en la que se enmarca ese momento. Lo ejemplifica con la foto de Tom Petty en un concierto en Tennessee que Saas no logró hacer con éxito: una imagen que por sí misma dijese «este tío es la leyenda que escribió Refugee». Y creo que Horizon Zero Dawn funciona a las mil maravillas desde esa perspectiva: Su mapa no es el más grande de su género pero la colocación de cada matorral y cada riachuelo sirve a un propósito firme, ya sea lúdico, estético o narrativo: explica cosas. La tarea del fotógrafo («como la de cualquier artista en cualquier disciplina», apunta Saas) es elegir qué porción de la realidad quiere reflejar o interpretar descartando por definición el resto de lo que tiene delante. Es justo lo que decide hacer por su cuenta el cerebro del autor del texto cuando dice que, sin quererlo, empieza a ignorar la justificación de las misiones, las inquietudes de los NPCs o los diálogos con otros aldeanos y pasarse las horas atravesando paisajes, tomando capturas con el Modo Foto y alterando el equilibro del color para ganar más profundidad de campo o subiendo el contraste para acentuar escenas inquietantes de máquinas pastando en el bosque, con sus ojos luminosos en la noche neblinosa levantándose del suelo al oír una rama partirse. El valioso instinto de un buen fotógrafo respalda una conclusión: que el mundo de Horizon dice mucho más sobre su historia que la propia historia de Horizon.