El juego se llama Telling Lies porque Sam Barlow sabe mentir muy bien. El creador, uno de los desarrolladores de videojuegos actuales más interesados en la narrativa interactiva, es consciente de que para colarnos una buena trola es fundamental enterrarla en verdades. Y en este caso, dado que el juego es evidentemente ficción, la estrategia de Barlow pasa por hacer esta ficción indistinguible de la realidad. Extraña y escalofriantemente cercana. Entre los recursos técnicos que utilizs el desarrollador para introducirnos de forma realista en el universo que plantea Telling Lies se encuentran el empleo de fragmentos de videollamadas de imagen real para contar la historia, y la creación de una interfaz lo suficientemente parecida a la de un MacBook como para hacernos dudar. Pero narrativamente Barlow también ha querido acercarse a la realidad. Rodear su ficción de medias verdades para hacer que nos preguntemos constantemente dónde hemos oído esto antes. Y, para hacerlo, el creador utiliza algunos de los casos más sonados en Inglaterra de los últimos años.
Érase una vez un agente infiltrado…
Aunque de cara a la promoción y la campaña de marketing del juego los cuatro personajes de Telling Lies han recibido la misma atención, es indiscutible que el protagonista absoluto de la trama es David Smith, el personaje interpretado por Logan Marshall-Green. David es el centro de todas las historias, el núcleo que conecta a los personajes femeninos y la fuerza que perturba las vidas ordinarias de estas mujeres inocentes.
Una de las primeras cosas que sabemos de David es que intenta compaginar su carrera en el FBI con su papel como marido y padre de familia. Su mujer Emma trabaja como enfermera en un hospital cercano, mientras que su hija Alba disfruta disfranzándose, aprendiendo cuentos y practicando con su piano. La estabilidad de este matrimonio —que en un principio parece bien avenido pese a que esconde un desagradable secreto— se verá perturbada cuando a David le asignan la misión de infiltrarse en un grupo de activistas medioambientales. Unos ecologistas que están organizando protestas ante la construcción de un enorme oleoducto que comprometería tierras protegidas y de alto valor medioambiental. Su entrada en el grupo, pese a que ni ella misma sea consciente de eso, es Ava, una joven ingenua convencida de que algún día podrá vivir de su música. Y, aunque los planes iniciales ya parecen incluir la idea de iniciar una relación con ella («le gustan los hombres mayores, le aportan seguridad», le comenta a David un compañero) todo se descontrola cuando el agente se enamora de verdad de la muchacha para terminar, unos meses después, dejándola embarazada.
La historia de Ava y David está basada en un escándalo destapado por The Guardian durante los primeros meses del 2011. Según el periódico inglés, a lo largo de más de tres décadas, empezando en 1980, una cantidad indeterminada de agentes de la policía secreta británica se infiltraron en grupos activistas perfectamente legales a la espera de anticipar cualquier signo de radicalización. Y aunque los responsables de la misión han negado públicamente que parte del modus operandis pasara necesariamente por establecer una relación sentimental con activistas femeninas, lo cierto es que más de ocho mujeres han denunciado haber mantenido engañadas relaciones largas —hasta de más de una década— con hombres que posteriormente les confesaron ser agentes. ¿La peor parte? Algunos de estos policías tuvieron hijos con ellas mientras realizaban la investigación.
En uno de los clips que podemos visionar en Telling Lies vemos a David contarle a una cam-girl que para infiltrarse siempre usa el mismo nombre con diferentes apellidos: «no es solo para sentirlo familiar, es también por seguridad. Si alguien me reconoce por la calle y me llama David no tendré que dar tantas explicaciones y mi coartada se mantendrá intacta». Esta frase no solo parece un guiño de Sam Barlow a todos aquellos jugadores familiarizados con el reportaje de The Guardian, sino que también nos pone en la pista de cuáles son los agentes que inspiraron su personaje principal. La seguridad con la que David describe un plan que le parece infalible nos remite directamente a Mark Kennedy, uno de los primeros agentes descubiertos por el periódico inglés. La mentira de Kennedy, agente infiltrado en un grupo ambientalista, salió a la luz cuando su novia (la activista con la que llevaba conviviendo siete años) encontró en el coche un pasaporte con el apellido real del agente en lugar del que ella conocía, que era Mark Stone. Sin embargo, y aunque el final de David vuelve a remitirnos a Kennedy, el grueso de las acciones que el protagonista de Telling Lies pone en práctica durante su infiltración parecen una mezcla de los casos de otros dos agentes, Jim Boyling y Bob Lambert.
Lambert era un policía casado y con hijos que, bajo el nombre de Bob Robinson, se infiltró en el grupo de Greenpeace que se reunía en Londres. Como David, Lambert inició una relación de 18 meses con «Jenny» una mujer menor que él, recién llegada a la capital, y sin ningún tipo de vinculación política de interés. Como voluntaria de Greenpeace «Jenny» conocía a todos los activistas de la región, no obstante, no tenía relación con el Frente de Liberación Animal, el grupo supuestamente peligroso que Lambert tenía como misión investigar. Como Ava, «Jenny» funcionaba como puerta inofensiva de entrada. Como una forma de engrasar la toma de contacto con unos revolucionarios que —según los dirigentes de la operación— podrían mostrarse recelosos. Todo lo demás fueron mentiras. Unas de las que el policía confiesa sentirse «profundamente arrepentido». La relación entre Lambert y la activista terminó abruptamente cuando este le informó de que la policía andaba tras sus pasos y debía exiliarse a España.
Lambert y «Jenny» no llegaron a tener hijos como es el caso de David y Ava. Eso no significa que esa parte del juego sea totalmente ficción. El nacimiento de Star parece estar basado en el caso de Jim Boyling un policía que, mientras estaba infiltrado en varios grupos de izquierda, estableció una relación con una mujer llamada «Laura» con la que posteriormente —y tras confesar que la había utilizado y que era una espía— terminó por casarse y tener dos hijos.
… y unos ambientalistas de motivaciones claras…
El grupo ambientalista en el que se infiltra David con ayuda de Ava no parece en un primer momento demasiado amenazador. A pesar de lo que puede sugerir su nombre, Tormenta Verde se muestra como un movimiento popular con el que ecologistas de todas partes del país, junto con los habitantes de la zona, pretenden detener la construcción de un oleoducto que va a contaminar tierras de alto valor medioambiental. El caso es exactamente idéntico al del Dakota Access Pipeline (DAPL) un proyecto que, iniciado en el 2016, tenía como misión construir una tubería subterránea capaz de transportar el equivalente de 570,000 barriles de petróleo al día entre Dakota del Norte e Illinois, lo que equivale a un trayecto de algo más de 1,800 kilómetros.
La construcción del oleoducto se encontró con protestas casi desde el momento en el que fue proyectado. Para empezar, la enorme tubería pasaría por debajo de tramos protegidos tanto del río Missouri como del Mississippi. Para acabar, tanto la reserva india de Standing Rock como uno de sus lugares de entierro ancestrales serían afectados durante la construcción, lo que puso en pie a muchos de sus habitantes, temerosos de perder los restos de sus antepasados y su única fuente de agua potable si algo salía mal.
Aunque las protestas comenzaron simplemente como una campaña de sensibilización en redes sociales —al igual que vemos en Telling Lies cuando Tormenta Verde aún se reúne en Prosperen—, pronto centenares de activistas de los alrededores comenzaron a reunirse en un campamento improvisado, levantado en el territorio de la reserva, con la idea de llamar la atención del gobierno y abrir un turno de conversaciones sobre la forma en la que se aprueban los proyectos interestatales y que afectan a las reservas Nativa. Y si en Telling Lies los miembros de Tormenta Verde no dejan de repetir que «el agua es vida» el movimiento popular creado para intentar cancelar la construcción del DAPL se autodenominó como «los protectores del agua» por usar la misma frases durante las manifestaciones. Más claro no puede estar.
Finalmente el peligroso oleoducto ha acabado por recorrer todo el subsuelo de Carolina del Norte. La enorme tubería es ahora una realidad. Las concentraciones terminaron cuando Donald Trump cortó de raíz todas las negociaciones iniciadas durante la era de Obama y dió luz verde sin reservas a una construcción que, por lo demás, y dejando a una lado las protestas que han acompañado a la titánica obra, se llevó a cabo sin incidente alguno. Y es aquí donde Telling Lies deja de nuevo (aunque parcialmente) la realidad para sumergirse en el terreno de la pura ficción.
El vídeo que nos permite acceder al final del juego es el del suicidio de su protagonista. Un David destrozado, rechazado por su mujer Emma y su hija Alba, sin la opción de mantener una relación con Ava y Star y sin posibilidad de usar sus charlas con Maxine como terapia, decide suicidarse, llevándose por delante el oleoducto en su último tramo y a los trabajadores que lo ponen en pié. Este dramatismo final, totalmente inventado, nos remite de nuevo a Mark Kennedy, uno de los tres agentes de policía del MET de los que Barlow parece haber tomado inspiración. Y es que, más allá de que Kennedy siga vivo a día de hoy, el agente dió mucho que pensar a sus superiores sobre qué era una puesta en escena de cara a su misión y qué era real en relación al activismo. El agente, en vez de comportarse como un seguidor, limitando sus acciones a lo mínimo indispensable para recabar información, acabó por convertirse en uno de los ideólogos del grupo que debía investigar, organizando protestas y proponiendo reuniones con grupos más radicalizados, tal y como vemos a David hacer con Convergentia. Y de la misma forma que el suicidio de David nos lleva a creer que al menos parte de su activismo era real, el diario de Kennedy establece que veía a los activistas como «amigos a los que estaba traicionando» y que tomó parte en muchas acciones que no formaban parte de su misión, ya fuera conduciendo la furgoneta del grupo (como David) o directamente financiandolas económicamente,
… cuyos datos acabaron por filtrarse en la red
Aunque no hay nada conformado, es fácil imaginar la manera en la que Rob Evans y Paul Lewis realizaron su investigación para The Guardian. Teniendo en cuenta que tanto la identidad como datos muy específicos de la carrera como secreta de Mark Kennedy se hicieron públicos desde el primer momento y que otros 14 agentes que pusieron en práctica el mismo tipo de comportamiento que él también fueron señalados, podríamos llegar a pensar que los periodistas tenían algún tipo de contacto con la MET. Que la información provenía de dentro. Porque eso es exactamente lo que sucede durante el final de Telling Lies.
Tras haber visto el vídeo del suicidio de David se nos abrirá la posibilidad de subir todos los fragmentos que hemos visualizado a internet como fuente anónima. Tras hacerlo (destrozando el portátil a continuación) descubrimos que la mujer en la pantalla no era otra que Karen Douglas, compañera de David en el buró y una de las agente más críticas con la misión de espionaje. Como podemos leer en el informe de la investigación, la motivación de Douglas parece ser política, una especie de empujón para intentar lograr el que las cosas en materia de inteligencia se hagan de otra manera. Precisamente lo mismo que consiguió el reportaje de The Guardian.
Tan fácil es comprender por qué Barlow se inspira en casos reales para tejer su narrativa como entender por qué la trama de Maxine Williams no lo hace. La cam-girl que actúan como una especie de terapeuta para David es uno de los personajes más extraños de la ficción: por un lado, dadas las interacciones con el agente, es bastante complicado posicionar sus apariciones en una línea temporal. Por otro, el misterio que rodea a la mujer y los esfuerzos de David por desentrañarlo parecen no relacionarse de ninguna forma con todo lo que hemos conocido con antelación. Al final, no solo descubrimos la historia real de Maxine sino que esta se convierte, en todos los sentidos, en la mujer que consigue parar los pies de David. El agente parece estar obsesionado con ella en un plano que va más allá del puramente sexual y es visionando sus llamadas cuando descubrimos que esta desconocida es la única persona a la que el agente es capaz de decirle la verdad. Irónicamente, David no parece poder asumir la necesidad de ella de contar mentiras.
La trama de Maxine se apoya en el contraste y sirve para darnos aún más facetas de un hombre que creíamos incapaz de ser honesto y decir la verdad. David Smith es uno de los personajes más complejos y mejor construidos de entre todos los que encontramos en la ficción actual. Sus acciones, aunque puedan parecer contradictorias, se mantienen coherente con respecto a una persona capaz de vivir dos vidas diferentes, con dos familias distintas y, sin embargo, sentirse totalmente vacío e incapaz de conectar. Basando parte de su obra en hechos reales sin decirlo, Barlow no solo añade autenticidad a Telling Lies sino que invita a muchos jugadores a seguir investigando una vez finalizado el juego. Una partida, con extra de dificultad, pero muy divertida de jugar.
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No voy a leer el artículo por los spoilers obviamente, pero que ganas de echarle el guante y jugarlo con mi mujer. Aún seguimos debatiendo sobre el final de Her Story
Ni me había parado a pensar en los hecho reales detrás del juego, pero visto en perspectiva es otra de los puntos fuertes de Telling Lies, porque la historia nunca se nota inverosímil o exagerada.
Spoiler:
Todo hace catacroc en His Story jiji.