Esta mañana he escrito uno de mis mayores miedos en una nota y se la he enviado a un extraño. Después, he plasmado mi cita favorita de Kureishi en un avión de papel y lo he echado a volar esperando que llegue a otros monitores. A pantallas encendidas en diferentes partes del mundo.
En muchas ocasiones charlar con un amigo no basta. El cerebro, al que asumimos racional, puede convertirse en un ente retorcido que nos repite una y otra vez que las palabras de los que nos quieren provienen de la compasión más que de la objetividad. Que es nuestro patetismo lo que marca nuestra relación con ellos y no cualquier otra de nuestras virtudes. Es el tipo de veneno que nos lleva al aislamiento y la reclusión ante los demás.
La terapia no es para todo el mundo. Tampoco es barata. Es por eso que en ocasiones una buena solución —una temporal— para lidiar con los días más difíciles puede ser la de refugiarse en un lugar seguro. La de rodearse de cosas agradables, acogedoras y cálidas a esperar que se pase la tormenta. Y aunque alguna veces ese lugar es difícil de encontrar, lo cierto es que puede estar en cualquier parte. En los campos de Hyrule, en las calles de Foundry Cove o en una pequeña granja en el aislado pueblo de Stardew Valley. Pero si no queremos pensar a lo grande, un lugar seguro puede ser también una habitación. Cuatro paredes, dos estanterías, una minúscula cama, un sencillo escritorio y las dulces palabras de los demás. Esa es la propuesta de Kind Words. Un oasis formado por palabras amables. Una burbuja donde todo el mundo te tiende la mano.
Cuenta Pablo Algaba en La aldea feliz: un viaje a través de Animal Crossing que una de las cosas que lo mantienen atado al pequeño pueblo de su 3DS son los vecinos. Esos adorables animales antropomorfos que siempre tienen tiempo para intercambiar unas palabras de ánimo y que exudan corazones de alegría al recibir el más simple de los regalos. Y como pasa en el mundo real, si dejamos de prestar atención a aquellos que nos rodean terminan por desvanecerse. Empacan sus muebles, dejan su casa atrás e (imaginamos) inician una nueva aventura, pero siempre serán reemplazados por otro peluchito que nos hará compañía. En Animal Crossing todo sale bien. Todo sigue igual.
Pero si bajamos de las nubes y miramos a los vecinos con ojos críticos la fachada se desvanece. Quizás no lo notemos al saludarlos durante nuestro paseo matutino. Puede que lo pasemos por alto cuando aplauden mientras intentamos pescar. Sin embargo, si utilizamos el sistema de cartas a menudo la ilusión se quiebra. Nuestros vecinos celebran la conexión pero prefieren la cantidad por encima de la sustancia. Porque la IA cuenta las líneas pero no sabe leer entre ellas.
Kind Words imita el sistema de cartas de Animal Crossing pero nos pone en contacto con personas anónimas que nos leen de verdad y responden en consecuencia. En el juego, acompañados por una mezcla relajante de temas lo fi que se actualiza diariamente, podremos describir nuestras inquietudes y enviarlas anónimamente a otros jugadores buscando comfort, palabras de ánimo o algún otro tipo de respuesta. También podremos responder a las peticiones de los demás ya sea para aconsejarles, saludarlos o, simplemente, mandarles una pegatina. Esta sencillez, en la que puedes tender tu mano o pedir ayuda para que te la tiendan a ti, otorga al juego una extraña sensación de pureza. Porque el mundo de Kind Words no está regido por una inteligencia artificial que responde a estímulos concretos sino que está poblado por personas reales, que lejos de presentarse físicamente perfectas o intelectualmente preparadas, como todos hacemos en redes sociales, están dispuestas a mostrarse dolorosamente vulnerables. A quitarse las caretas y hablar con honestidad.
Por supuesto, Kind Words tiene un rígido sistema de moderación que hace que el juego se mantenga limpio de personas con mala intención. Para empezar no es gratuito sino que hay que abonar un pequeño precio simbólico que sirve para alejar a aquellos que no están interesados de forma honesta en la experiencia. En segundo lugar, el título monitoriza una serie de palabras clave para que los usuarios no puedan responder de forma abusiva o cruel. En última instancia, nosotros mismos podremos denunciar los mensajes insensibles o desafortunados que serán directamente leídos por el estudio desarrollador.
En una entrevista con Polygon cuando el título aún se encontraba en fase beta Ziba Scott, uno de los creadores, comentaba que era el «cruel clima político» causado por un «presidente racista que pone a niños en campos de concentraciones» lo que les había impulsado a diseñar un juego, no para poner a la gente en contacto, sino para potenciar nuestro lado más brillante. Para recordar que todos tenemos una faceta oculta que esconde gran poder. «Lo que estamos haciendo es darle a la gente un lugar positivo en el que ser reconfortados, ejercitar la empatía y presenciar la necesidad que hay de simpatía en el mundo. Kind Words está hecho para hacernos sentir bien, pero no es escapismo. La idea es que nos ayude a cuidarnos a nosotros mismos y a los demás».
Kind Words no es el primer juego en pretender funcionar como un santuario en el que sanar. Tampoco será el último. Uno de los ejemplos más exitosos de juego pensado como un espacio seguro es #SelfCare, la app desarrollada por Brie Code y el equipo de Tru Luv Media, dedicada a la calma y la meditación. Sin embargo, la propuesta de Scott y su compañero Luigi Guatieri parece especialmente optimista al plantear la idea de que un lugar seguro no tiene por qué estar aislado. Al recordarnos que —pese a que otros ambientes puedan indicar lo contrario—, la humanidad es esencialmente buena.
Convivimos en un ambiente en el que la tendencia social mayoritaria pasa por ridiculizar los sentimientos. Por animarnos a ocultar los nuestros y censurar los de los demás. En la esfera pública se nos presiona para racionalizar nuestra percepción del mundo como si fuera posible alcanzar un estado de objetividad gracias a la inteligencia, la ciencia y el conocimiento. Como si lo deseable (o posible) fuera convertimos en máquinas. La consecuencia de esto es que las personas sensibles se perciben como débiles, las películas optimistas como ñoñas y los libros alegres como literatura de mala calidad. Los juegos que pretenden validar lo que sentimos (¿son siquiera juegos?, dirán) son automáticamente calificados por la comunidad como de segunda categoría frente a los que ponen a prueba nuestra habilidad. ¿Acaso importa? Kind Words es una experiencia única que solo podría surgir de la tradición del videojuego. Porque el medio, una vez más, demuestra que es capaz de sorprendernos más allá de lo que cree la comunidad.
Esta mañana he escrito uno de mis mayores miedos en una nota y se la he enviado a un extraño. Al terminar este texto, he comprobado que al otro lado del mundo jugadores como yo han respondido. «Kind Spirit L» ha estado en mi situación y me recuerda que puede una solucionarse. «S» me aconseja una forma de lidiar con mis problemas y me anima a ponerla en práctica para ver los resultados, mientras que «P», después de saludarme, me confiesa que está pasando por un momento similar y que leerme le ha hecho comprender que no está solo. Kind Words nos anima a abrir nuestro corazón a un montón de extraños. Es un ejercicio difícil pero, creedme, viene con una valiosa recompensa. El recuerdo de que el infierno no son los otros. Al menos si estamos dispuestos a mostrar empatía a los demás.
Solo los usuarios registrados pueden comentar - Inicia sesión con tu perfil.
Qué maravilla de texto, Marta, y qué reconfortante que se diseñen juegos/refugios como este, que pueden servir como vía de escape o como un espacio de compresión y entendimiento.
Creo que lo voy a comprar mañana mismo.
El artículo me ha transmitido una paz y una calma muy agradable.
Necesitamos más iniciativas como Kind Words para librarnos, aunque sea sólo por unos momentos, de toda esa toxicidad que cada vez está más presente en cualquier rincón de Internet. Les daré con mucho gusto los 4 eurillos que cuesta y espero que este juego sea sólo el primero de muchos que fomenten la empatía y el buen rollo entre los usuarios.
Buen artículo Marta! Ya lo tenía en el punto de mira, y me lanzo a él. Hacen falta más cosas por el estilo y que internet no parezca un lugar tóxico (no lo es, estoy convencido que es una minoría ruidosa).
Me parece preciosa la idea, pero en el momento que hay que moderar creo pierde todo el sentido. Un sistema de bloqueo de cada uno hubiera sido mejor idea. Esto me recuerda un poco al capítulo de South park donde butters es obligado a revisar las redes sociales de cartman y pasarle un listado solo de las cosas positivas.
Pildorita de buen rollo, así da gusto.