La crítica al habla: Bloodborne

Dios bendiga a los que han tenido más tiempo para jugar a Bloodborne, y más habilidad para avanzar por los oscuros laberintos de Yharnam. El análisis de Anait (el anaitlisis, si queréis) todavía tardará unos días en llegar; mientras tanto, un repaso a lo que la crítica de ahí fuera está diciendo no está de más.

Todos parecemos estar en las mismas: aunque Bloodborne recuerda a los otros Souls, los cambios y novedades hacen que la experiencia sea considerablemente distinta a la que recordábamos. Me alegra ver el entusiasmo que está provocando el sistema de combate, con esos parrys vía disparo en el jeto que le dan a los enfrentamientos un tono mucho más agresivo y directo, mucho más de coger al toro por los cuernos, aunque el toro sea una bestia peluda que nos saca dos cabezas y que nos puede arrancar el torso de un bocado. Las críticas negativas van, buena señal, siempre por el mismo lado: pequeñas asperezas técnicas, como los tiempos de carga, que acaban por no distraer la atención del robusto apartado artístico.

Sorprende también que tantos medios hayan decidido lanzar sus críticas sin nota. A menudo parecen apelar a la activación de los servidores o a comprobar su funcionamiento en condiciones reales, pero quiero pensar que estamos todos igual de fascinados y desconcertados con el inabarcable y grotesco mundo del juego, demasiado amplio como para sentirse cómodo resumiéndolo en un numerito después de veinte o treinta horas de juego. Solo veinte o treinta.

De momento, podéis leer la crónica de nuestro feliz descenso a los infiernos de Bloodborne, en la que os hablo de mis primeras (decenas de) horas con el juego, después de varios días obsesionado con Yharnam, capital y provincia.

Eurogamer.es: «A pesar del cambio de nombre, de escenario y de mitología, es evidente que Bloodborne se trata de el estudio tokiota siguiendo el camino que abrió en 2009 con Demon’s Souls. No obstante, mientras que Dark Souls II, su propuesta inmediatamente anterior, fue una extraordinaria y exuberante dilatación de ideas ya expuestas por sus predecesores, Bloodborne es más ambicioso y se atreve a un ejercicio de reformulación de los cimientos jugables de una plantilla más flexible de lo que podríamos haber pensado. Dark Souls II era un juego presumido, que se sabía bueno y quería mostrarlo en todo momento: puntos de fuga muy dramáticos, momentos autoreferenciales en los que anunciaba un pico de dificultad y una acentuada tendencia a lo lírico. Bloodborne, poseyendo virtudes muy similares y siendo, como mínimo, igual de bueno, no se mira tanto el ombligo, concentrando sus esfuerzos en intentar dar pasos hacia geografías (de las físicas, pero también de las estéticas, argumentales, jugables) no exploradas hasta ahora por la serie». —Sin nota

The Guardian: «Pero entra en Bloodborne y el ambiente es extraño por completo. La textura y disposición de su terror son únicos. Para empezar, las calles y los monstruos que acechan en ellas son melancólicas. En un principio, esta tristeza (acentuada por una nostálgica partitura de violín) parece debilitar el miedo, pero acostúmbrate a ella y la atmósfera se hace más densa y compleja. Los veteranos de los anteriores juegos de Miyazaki, Demon’s Souls y Dark Souls, igualmente singulares, pueden esperar una aventura fácil. Pero, de nuevo, a pesar de que Bloodborne toma prestadas ideas de sus ancestros, su textura y disposición es nueva». —10

Jimquisition: «Las armas que puedes conseguir no son tan abundantes como en anteriores Souls, pero cada una está diseñada exquisitamente y es más flexible en su uso. Cada pistola y arma cuerpo a cuerpo se comporta de forma diferente, y las segundas siempre tienen dos formas. Un arma estándar, el Cuchillo de Sierra, puede ser usada tanto como una sierra de arco de corto alcance sujetada con el antebrazo como extenderla para crear, obviamente, un cuchillo. Mi favorita personal, la Espada de Ludwig, es una espada larga relativamente modesta que hace ataques rápidos, con una vaina anormalmente grande montada en la espalda del Cazador. Cuando se transforma, el Cazador se echa la mano a la espalda, pone la pequeña espada dentro de la vaina y la lleva hacia delante, porque la funda en sí misma era una espada gigante». —10

USGamer: «Como alguien que normalmente se esconde detrás de una robusta barrera metálica en Dark Souls, no sabía si podría aguantar un juego de esta dificultad sin mi apoyo habitual. Y, para ser sincero, estaría decepcionado con la relativa falta de personalización del personaje en Bloodborne si la forma en que me ha hecho jugar no fuera tan interesante. Mientras que el combate en los Souls es lento y metódico, y normalmente implica esperar al momento adecuado, Bloodborne opta por un acercamiento mucho más directo animando al jugador a asumir algunos riesgos muy serios. Si un enemigo consigue acertar un ataque, puedes recuperar la salud perdida contraatacando con éxito inmediatamente después; es decir, hay muchas ocasiones en las que no tienes más remedio que recibir un golpe para acercarte». —Sin nota

Polygon: «El punto más fuerte de Bloodborne es su fijación en los combates intensos y mano a mano, en lugar de en los ataques a distancia con hechizos o armas de proyectiles. Parece un arreglo a una de las mayores ayudas para el jugador de Souls: matar a los enemigos a traición desde lejos con flechas o hechizos. Sí, soy culpable de matar a un dragón o dos con unos cuantos cientos de flechas disparadas desde la seguridad de estar muy, muy lejos, pero eso nunca ha sido lo que hace que los Souls —y ahora Bloodborne— sean tan emocionates. No: son las batallas fieras, cara a cara, que vences a duras penas, y Bloodborne está lleno de esos momentos en los que acabas con las manos sudando». —Sin nota

Kotaku: «Quizá hayáis notado que estoy siendo impreciso sobre cosas específicas de Bloodborne. Es a propósito. Las sorpresas del juego han sido centrales para mi experiencia, y no quiero arruinároslas. Y aunque no considero esto un «veredicto final» del juego, tampoco quiero evitar demasiado lo mucho que me gusta. Es un buen juego. Creo que deberíais jugarlo». —Sin nota