Hay una librería en Revachol, cerca del hostal Whirling-in-Rags, llamada Crime, Romance & Biographies of Famous People. Frente al escaparate hay un tenderete con libros expuestos a las inclemencias del clima; ahí hay un libro sobre paté, y una novela de ciencia ficción en la que el gobierno controla a la población mediante radiotecnología.
Dentro, la librera Plaisance nos espera para explicarnos con diligencia de qué van los libros que vende y para recordarnos con cómica insistencia que la idea no es solo ojear sino que también se puede comprar lo que hay en las estanterías. En el escaparate hay libros de regalo y caramelo fundido; cerca de la entrada hay un libro que recopila las recetas nacionales de Arda, todas a base de trucha de lago. En un rincón oscuro reposan, apartadas, un montón de viejas revistas deportivas.
Para rastrear los orígenes de Disco Elysium hay que ir a los clásicos del rol (en sus propias palabras, para la educación política de Robert Kurvitz, el diseñador y escritor principal, fueron clave primero los grupos de punk de su Estonia natal y después Planescape: Torment, clásico básico de Black Isle Studios, al que llegó después de una adolescencia a base de Dungeons & Dragons de importación a la antigua usanza: fotocopiando fotocopias llegadas desde Finlandia), pero también hay que pensar en libros. Es casi inevitable pensar en literatura cuando te enfrentas a un juego como este, no tanto por la inmensa cantidad de texto que lo compone, ese famoso millón de palabras, como por su densidad y su capacidad para evocar. Revachol habla por los codos; lo hace a través de sus imágenes y sus sonidos, pero sobre todo a través de las palabras: las de sus habitantes, las de tus amigos y enemigos y las de tu propia cabeza, siempre bulliciosa.
También resulta inevitable pensar, cuando juegas a Disco Elysium, en las novelas de Thomas Pynchon, que mezclan la crudeza de las novelas de detectives con conspiraciones y fantasía de una forma muy similar a la que se ve en el juego de ZA/UM. Sin necesidad de ir a sus libros más imponentes (El arco iris de gravedad, seguramente su novela más conocida, es un mamotreto de más de mil páginas; lo mismo pasa con Mason y Dixon o Contraluz), en Pynchon siempre parece haber algo más allá de la superficie. En La subasta del lote 49, la protagonista, Edipa Maas, se entera de la existencia de un servicio secreto de correos llamado Tristero y sucumbe a la paranoia cuando no logra determinar si es real, una alucinación o una broma retorcida de la que está siendo víctima. En Vicio propio, adaptada al cine por Paul Thomas Anderson y estrenada en España como Puro vicio, un detective privado aficionado a la marihuana investiga una trama de tráfico de heroína que acaba teniendo detrás a un grupo de dentistas que tienen como objetivo evadir impuestos, con la California hippie (marcada por las revoluciones culturales, los primeros asesinatos mediáticos y el ácido) como telón de fondo.
Pienso también, por poner un ejemplo más cercano, en La saga/fuga de J. B., de Torrente Ballester, ambientada en Castroforte del Baralla, trasunto fantástico de Pontevedra que destaca por una característica muy peculiar: cuando todos sus habitantes se preocupan a la vez, el pueblo entero se eleva en el aire. Como Revachol, Castroforte del Baralla tiene también una larga historia en la que lo tradicional y lo inexplicable se cruzan: se supone que alguien con las iniciales JB (como el protagonista de la novela, el profesor José Bastida) llegará al pueblo y será su salvador, una leyenda en la que se sigue creyendo a pesar de los no pocos JB que han ido desfilando siglo tras siglo.
Pero volvamos a la librería Crime, Romance & Biographies of Famous People. Nada más entrar, a la izquierda, hay un expositor lleno hasta los topes de libros de una saga de fantasía: El hombre de Hjelmdall. Este hombre, comprobamos por las portadas, es un bárbaro «extremadamente musculoso» y que empuña una espada; la palabra «Hjelmdall» está escrita en casi todos ellos. El hombre de Hjemdall y los jinetes de mamuts; El hombre de Hjemdall: El regreso a Hjelmdall; El hombre de Hjemdall y los sabios del fin del mundo; El hombre de Hjemdall y el falso dios; El hombre de Hjemdall y la tierra quemada; El hombre de Hjemdall y la bestia del pantano; El hombre de Hjemdall y los cangrejos de las nieves; también el «solipsista» El hombre de Hjemdall y el hombre Hjelmdalliano. Hay incluso un «librojuego de combates de influencia pasternal ambientado en el mundo de Hjelmdallermann».
Según nos dice Plaisance, es «una saga muy popular de novelas de aventuras», libros «terriblemente violentos e inmorales» populares precisamente por ello: están llenos de «sangre y violencia, mujeres ligeritas de ropa, narraciones épicas y todas esas cosas místicas» con las que el hombre de Hjelmdall se cruza en sus aventuras. Plaisance no sabe recomendar uno para empezar la saga: «son todos iguales», dice, aunque «el cliente siempre tiene la razón… o eso dicen».
En la portada de uno de estos libros (El hombre de Hjelmdall y la mujer demoníaca) aparece el héroe encadenado, arrodillado a los pies de una escalera sobre la que se erige un trono en el que aparece sentada una mujer que «lo mira con lascivia». La sombra de la mujer se proyecta en la pared, formando un par de cuernos demoníacos. También hay «una especie de bestia serpiente-lagarto deslizándose desde el abdomen hasta el hombro, pasando por su pecho». Gracias a tu capacidad de abstracción deduces que se trata de «un símbolo del vicio y el pecado».
Llevo obsesionado con esta librería de Revachol desde la primera vez que jugué a Disco Elysium, y no solo por el tremendo misterio que esconde en su interior. Siempre que vuelvo me paro un rato a ojear sus estanterías, a intentar extraer de ellas algo nuevo; como sabrá cualquiera que haya leído un mismo libro en la adolescencia y mucho tiempo después, a veces lo que te encuentras en ese texto que creías bien conocido es algo radicalmente distinto. La librería es un microcosmos en el que se puede ver reflejado, si no la ciudad de Revachol, sí el propio Disco Elysium; es como un Disco Elysium en miniatura, en el que descubres unas cosas u otras en función de las características de tu personaje, de su bagaje intelectual, incluso de las ideas que hayas ido interiorizando a lo largo del juego, si es que has interiorizado alguna. Los libros son los mismos, las palabras no cambian, pero tu psique reacciona a ellos de formas distintas.
Pasa lo mismo con las librerías de nuestro mundo real, que no tiene ni organizaciones secretas de correo clandestino ni pueblos que echan a volar cuando mucha gente se preocupa por algo al mismo tiempo ni está formado por continentes aislados separados entre sí por el pálido, la nada que hace las veces de tejido conector entre las regiones de Elysium. Una librería es un lugar eminentemente psicodélico: sus estanterías te invitan a explorar rincones de tu propia mente que ni siquiera conocías, y que de otra forma habrían quedado inactivas o infrautilizadas. Es un lugar que invita a violentar la lógica y rendirse ante ideas que fuera de los libros (o fuera del círculo mágico del juego) pueden parecer descabelladas o imposibles. «La ficción criminal», dice tu sentido de la lógica en Disco Elysium cuando echas un vistazo a la estantería dedicada a la novela negra, «es una vergüenza. Una estúpida distorsión de los atributos físicos y el arduo trabajo diario de los agentes de policía reales. Estos libros exageran enormemente la emoción del trabajo policial, ya que ignoran el tiempo que se invierte en seguir una pista o en atar cabos sueltos. Y lo que es más: ignoran por completo las dificultades psicológicas que entraña entrar en contacto con las personas durante los peores días de sus vidas, año tras año. Tampoco se hace mención a todo el estrés que este trabajo genera sobre la familia del agente. La ficción detectivesca», concluye cómicamente tu lógica, «no cuenta la verdad en absoluto». Esta literalidad radical, que parece contraria al juego literario, choca frontalmente ya en la siguiente línea con la lista de títulos de la saga de Dick Mullen, una especie de Philip Marlowe revacholiano: Dick Mullen en la casa del crimen, El último caso de Dick Mullen («una mentira descarada», apunta tu subconsciente), Las odiseas de Dick Mullen, El asesinato de Dick Mullen, Adiós, Mullen mío («fingir la muerte parece ser un tema recurrente en la saga de Mullen»), La tragedia llama a Dick Mullen «y, por supuesto, Dick Mullen: el asesino, en el que para atrapar al asesino, Dick Mullen se convierte en el asesino».
Los libros en Disco Elysium son a la vez un objeto de reverencia, una ventana a conocimientos nuevos o simplemente artefactos cautivadores por su propia excentricidad (en una estantería puedes encontrar un Tomo de magia fascista sobre el que el protagonista reflexiona lo siguiente: «todo el mundo sabe que lo más interesante de los fascistas era su magia») y una herramienta peligrosa cuando se pone al servicio de la frivolidad y la avaricia. En la estantería dedicada a las biografías de personas famosas (uno de los temas que dan nombre al local) no encuentras nada «importante o relevante»; solo el «egoísmo insustancial» de una serie de personajes cuyas vidas se reducen a una serie de anécdotas curiosas puestas una detrás de otra, como La Antiestrella, una «estrella del rock occidental» conocido «por chutarse morfina en uno de sus globos oculares y cocaína en el otro». En la de literatura paranormal encuentras Totalidad, Unidad, Equilibrio, un engañabobos dirigido a la clase obrera cuyo contenido consiste en «una sarta de perogrulladas que trata de poner en evidencia a la medicina tradicional» ofreciendo remedios alternativos para la gente que no tiene acceso a la sanidad, aclarando por el camino que el bienestar físico depende de la salud mental. Si tienes suficientes puntos de resistencia, tu psique lo pilla al vuelo: «Entendido. Si te pones enfermo, es culpa tuya».
Plaisance, la «orgullosa propietaria de este pequeño rincón de cultura», parece tan escéptica ante los libros que vende como tu propio subconsciente. Su única preocupación es que compres algo. «¿Acaso no se siente empujado a ello?», te pregunta, después de haberte hablado con cinismo y fatiga del contenido de las estanterías. «Venga, venga, vuelva a recorrerlas. Los libros le están esperando». Plaisance (en francés, «placer») es tan culpable como el resto: sus libros son opio para el pueblo.
* * *
En medio de la librería, en el lugar que mejor se ve desde todo el local, hay una montaña de juegos de mesa de los que Plaisance habla con gran entusiasmo; con más entusiasmo que de los libros, de hecho. «El Viticultor es un clásico seguro», te dice. «O tal vez prefiera Archipiélagos de Insulindia, un juego muy educativo para todo buen amante de la geografía. Raubritter es un divertido juego de competitividad económica, pero después de un rato puede tornarse bastante intenso. Tenemos juegos para toda la familia. ¡Incluso para jugar con los niños! Para jugar con amigos le recomendaría Suzeranía. Es un juego de gestión de civilizaciones. Consiste en fundar una civilización y luego colonizar y reprimir brutalmente al resto de ellas».
Plaisance, como Kurvitz, parece haber encontrado un oasis en el juego, en la actividad de jugar; la literatura queda desactivada cuando se pone al servicio del mercado. Los libros que despertaron en Plaisance la pasión necesaria para dedicar su vida a la librería no son los que vende en Crime, Romance & Biographies of Famous People, «destinados a enganchar a aquellos con poca imaginación y sin nada que hacer». Esa chispa quizá fuera más parecida a la que ahora le provocan los juegos. ¿No es eso lo que te ha pasado a ti también?
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Madre mía. Marta se marcó el Mejor comienzo de un artículo en el análisis de It takes two y tú me acabas de dejar clavado en el final del tuyo. me lo paso como un enano cuando os leo. Gracias. En cuanto cobre me hago patreon, perracas del infierno.
Sólo vengo a comentar lo infravalorado que está
. Por favor, léanlo.
Sobre el juego, aún no lo he podido jugar esperando la versión de Switch pero tengo muchas ganas
.
@orlando_furioso
Pues no conocía al autor y he visto que su obra está publicada en Acantilado. Tendré que echar un ojo. ¡Gracias!
Está claro que no presté a la librería la atenciónque merecía, ni siquiera había reparado en la importancia de su nombre. Le debo una segunda vuelta a este juego cuando tenga tiempo de jugarlo sosegadamente.
Este juego es una locura… sin embargo me da pereza ponerme a jugar… :/
Justo acabo de empezar y he caminado hacia el conflicto laboral. Esta noche me dejaré caer por la librería. 🥸
Puro vicio es lo más cercano a un Disco Elysium en película.
Hola, sólo vengo a preguntar si nadie se ha dado cuenta (y seguro que sí, que yo suelo llegar tarde a todo) de lo jodidamente escalofriante que es el poema “Contra Jaime Gil de Biedma”, de Jaime Gil de Biedma, leído desde Disco Elysium.
CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA
De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo, embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado resultan truculentos cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco…
De tus regresos guardo una impresión confusa de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza y la impaciencia y el resentimiento de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso torpemente abrazados, vacilando de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble que es amarse a sí mismo!
Jaime Gil de Biedma, 1968.
Chapó. Me encanta esa sensación de leer un texto sobre algo que te apasiona y que te deje un cierto picor en el cerebro, con las ganas de volver a ello con las nuevas perspectivas leídas a modo de rascarse.