«Se le ha llamado “caso Corinna” para no llamarle “caso Juan Carlos de Borbón” o “caso Borbón”. No es extraño que ahora la versión oficial sea que “la culpa de todo la tiene Corinna”: la mujer como excéntrica y malvada, el hombre como bueno pero engañado», escribía el pasado domingo en su cuenta de Twitter Alberto Garzón. Aunque la intención del Ministro de Consumo era reflejar el machismo implícito en la narrativa oficial —que pretende que creamos que una empresaria extranjera puede llegar a tener más poder que un rey—, Garzón también señala la política que subyace detrás de ciertas decisiones policiales. En un país donde las investigaciones importantes suelen llevar el nombre del principal investigado (Caso Bárcenas, Caso Gürtel); la investigación alrededor de la (supuesta) corrupción, las (supuestas) sociedades opacas y el (supuesto) cobro de comisiones ilegales por parte del monarca lleva el nombre de una colaboradora, principal testigo del caso. Pensando mal, podríamos llegar a la conclusión de que la policía, los investigadores, han querido evitar asociar a golpe de titular el nombre del Rey emérito y la figura de la monarquía a un caso criminal con repercusión en la cultura popular. Pensando bien, solo podemos mencionar el machismo.
En la era del Black Lives Matter y su contrapunto «conservador» Blue Lives Matter parece más importante que nunca dejar claro que la policía, los jueces y el resto de personas que conforman los diferentes mecanismos jurídicos y judiciales actúan según unas creencias e intereses personales y políticos que se alojan en el componente interpretable de las leyes. Como escribe Chanel Miller en Tengo un nombre, su violador, Brock Turner, tuvo que cumplir condena porque así lo había dictaminado un jurado. Sin embargo, la sentencia fue de solo 6 meses (de los que cumplió 3) porque el juez interpretó que un chico con un «futuro tan brillante» no podía suponer un peligro para la sociedad. Y es en esta dicotomía entre legal y moral, político y personal, donde se mueve la narrativa de Legal Dungeon, un «simulador de policía» que nos aleja de las escenas del crimen y los interrogatorios para encargarnos lo más importante: poner en orden el papeleo.
El segundo caso que abordamos como la jefa de departamento Jane Blue en Legal Dungeon se revuelve alrededor del supuesto robo de unos periódicos por parte de un abuelo y su nieta. Tal y como deja claro el informe, el hombre se acercó al puesto de reparto de un periódico gratuito y, tras coger 50 unidades, las introdujo en el carro que iba empujando la joven. A través de las transcripciones del interrogatorio podemos leer que el anciano, desempleado, se gana la vida a través del reciclaje de papel y que la joven, más allá de llevar el carro, no tenía demasiada idea de lo que estaba por pasar. Nuestra primera tarea a cargo de los informes pasa por escoger qué ley vamos a aplicar a la hora de presentar los cargos, para lo que Legal Dungeon pone delante de nosotros dos opciones: una de robo a secas y otra de robo con violencia o con la asistencia de un cómplice. Y aunque todas las declaraciones dejan claro que la joven no sabía qué estaba pasando, el juego nos obliga a seleccionar la opción que conlleva una pena más grande. El departamento de policía se encuentra bajo vigilancia. Y una condena doble resulta más interesante de cara a las evaluaciones anuales.
Legal Dungeon se divide en tres partes, los diálogos, breves añadidos que contextualizan lo que pasa en el departamento más allá de los casos, el papeleo, que nos obliga a leer con detenimiento largos informes y rellenar varios documentos con información clave, y «la mazmorra» el juicio en el que nos enfrentamos directamente al acusado y, al estilo Ace Attorney, tenemos que contrarrestar sus embestidas. En el caso de robo del abuelo y la nieta, durante la mazmorra tendremos que demostrar que los periódicos gratuitos tienen un dueño, que el anciano tenía intención de robarlos cuando los cogió y que la chica funcionó como accesorio indispensable en el crimen. Pero tras ganar el juicio, y descubrir que la pareja fracasó en sus apelaciones, no podemos dejar de fijarnos en todo aquello que nunca formó parte del proceso judicial: que el anciano no tiene otra forma de salir adelante más allá del reciclaje de papel, que el propio repartidor de los periódicos pidió que no se los procesara, así como el hecho de que el principal testigo es una persona muy cercana a la policía.
La gran mayoría de los ocho casos que componen Legal Dungeon aciertan al reflejar que, de una forma o de otra, la justicia tiene muchos intereses, por lo que la resolución de un caso nunca es completamente satisfactoria. En cierto momento, y tras conseguir demostrar en el juicio que un empresario ha utilizado prácticas corruptas, nos enteramos de que el proceso de apelación le fue favorable gracias a su influencia social y las posibilidades derivadas de su dinero. Los desarrolladores de SOMI presentan de forma aislada la justicia, la moral y el éxito personal a la hora de cumplir con los requerimientos del juego.
Legal Dungeon no es un juego perfecto; la traducción al inglés es confusa en muchas ocasiones y el juego necesita de demasiado tiempo para comenzar a despegar. Al carecer del humor y del apoyo visual de otros títulos como Ace Attorney, el primer acercamiento es seco y, por momentos, repetitivo y desordenado. Sin embargo, al introducir el sistema de puntuación del departamento de policía, el juego se transforma en un thriller en el que las respuestas correctas no tienen por qué llevar asociadas el mejor de los resultados. En los últimos juicios, el título nos permite presentar la misma respuesta en diferentes contextos según queramos asegurarnos una mejor calificación en nuestro informe personal, una mayor probabilidad de asegurar la condena o un acercamiento que podríamos considerar más ético o humano. Ninguna de ellas, sin embargo, está exenta de represalias. Si no conseguimos mantener alta la puntuación del departamento, nuestros superiores pueden revelarnos de nuestro cargo, obligándonos a dejar atrás nuestras responsabilidades. Y aunque actuar de forma ética es algo valorado de forma especial dentro de la sociedad coreana, ser percibido como «blando» va en contra de la imagen y la reputación del departamento.
A diferencia del de Phoenix Wright, el trabajo de Jane Blue se siente en ocasiones tedioso y en algunos momentos inútil. En Legal Dungeon perseguimos a gente que ha quebrantado la ley, pero que no son necesariamente criminales, y nos enfrentamos al sistema judicial, siempre pendientes de cómo podemos sacarle el máximo de los partidos. Por mucho que nos guste representar a la justicia ciega, con una balanza bien equilibrada, sus agentes piensan, maquinan, opinan y desean. Y quizás el resultado no sea el mismo para un anciano empobrecido que para un rico monarca.
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Cuando dices:
«el juego nos obliga a seleccionar la opción que conlleva una pena más grande.”
Te refieres a que no puedes elegir la otra opción o que esa es la que más puntuación otorga?
En cualquier caso, me parece interesante el tema que trata, pero por lo que veo, falla en lo jugable y deja poco margen a las decisiones, y aunque entiendo que lo hace de forma deliberada, me parece más una experiencia que un videojuego.
Creo que me quedo con el Reigns xd
No soy Español, pero cuando terminó la introducción y dio comienzo la parte del juego, la verdad que ya no me interesaba.
Y quería seguir leyendo sobre lo primero xD
@telvanni tal cual me ha pasado a mi naciendo en España.
Leyendo el artículo he pensado que igual los videojuegos no eran el mejor medio para transmitir este mensaje. Me ha interesado más, como dices, (el texto en general) la introducción de Marta que la propuesta del juego.
No se si alguien se ha parado a pensar, que el inicio del artículo, con unas pocas palabras cambiadas, quedaría tal que así:
Se le ha llamado “caso Dina” para no llamarle “caso Pablo Iglesias Turrión” o “caso Iglesias”. No es extraño que ahora la versión oficial sea que “la culpa de todo la tiene Dina”: la mujer como excéntrica y malvada, el hombre como bueno pero engañado.
Nos encontramos ante el mismo caso esperpéntico, con la «sutil» diferencia de que Iglesias forma parte del gobierno
Por cierto, el mayor caso de corrupción en España, con abrumadora diferencia, tampoco lleva el nombre de ninguno de los culpables, simplemente se llama «caso ERE». Bastante superior al (supuesto) caso de Juan Carlos Borbón. Pero entiendo que criticar al Rey quede más poético, más progre, que criticar a alguien que lo ha hecho infinitamente peor y está demostrado, no es un supuesto.
Ojo, que el Rey tiene toda la pinta de que ha delinquido, y ojalá pague si fuera el caso. Sólo quiero recalcar la hipocresía de poner ciertos ejemplos que pertenecen a cierto bando, aunque haya otros mucho más reseñables pero que no sale a cuenta sacarlos porque pertenecen al bando que interesa.
@zauner
Perdona que me meta siendo Argentino ya que, la verdad, desconozco los casos que nombras; aunque el planteo que creo entender de tu parte sí que lo percibo terriblemente similar a lo que pasa en mi terruño.
En cierto modo, con lo que dices ¿no eres tu también parte del bucle que remarcas como algo negativo o falto de imparcialidad?
¿Habrías comentado lo mismo si le nota hubiera dicho lo que tu dices del caso Iglesias?
Permíteme dudarlo…
Iba a hacer un chiste sobre la realeza en general y la guillotina…pero viendo el panorama en España, me censuro.
A ver si les doy un problema a las buenas gentes de Anait xD
@telvanni
Ningún problema hombre, entra a dialogar sin el más mínimo problema, faltaría más. No tengo la más mínima intención de censurar a nadie.
Y te doy la razón, probablemente no habría comentado nada,. Si lo he hecho, es porque me he encontrado de Marta siempre ejemplos del mismo lado, sin variedad. Eso me lleva a pensar en lo politizado de una web que es principalmente de videojuegos.
A mi la realeza ni me va ni me viene. Soy de la opinión de que en España tenemos cosas bastantes más importantes de atender que la Casa Real, que se están obviando porque da más rédito hablar de la susodicha.
El chiste de la guillotina es típico con la realeza, nada nuevo xD. Yo no me voy a ofender jamás por un chiste, te lo adelanto. Me podrán parecer de peor o mejor gusto, pero con el humor no me meto en absoluto, bienvenido sea.
@rvm x? algún argumento?
@nanomaxine No creo tampoco que defendiera uno por encima del otro tampoco, no te voy a engañar. Cómo he respondido a nuestro amigo argentino, lo he hecho porque siempre me los encuentro en el mismo sentido. Respecto a que es muy de actualidad, pues lo mismo que le he respondido también, es evidente, pero que también lo es el de «Dina» y tantos otros.
En Anait pueden escribir de lo que quieran, no soy yo quién para decir lo contrario. Pero tengo el mismo derecho a señalar que va siempre en la misma dirección, y eso me parece politizar una web que no debería estarlo. Me encanta esta web como para verla convertida en otro reducto de tantos que desafortunadamente hay. Me da miedo porque la radicalidad hoy en día está saliendo como setas
@zauner
Qué hipócrita eres
@zauner No me ha parecido que el texto defendiera un caso por encima del otro.
Simplemente utiliza el caso “Corina” porque está de actualidad estos días.
De hecho, el texto que hace lo que tú criticas en el último párrafo, es el del link de la noticia de El Español.
ACAB en el sobre título? En fin…
Sobre lo del «caso Corinna», un pequeño matiz: Creo (y puedo equivocarme, si lo hago espero que alguien me corrija, pero he hecho una búsqueda para cerciorarme y no encuentro nada) que no existe oficialmente ningún caso Corinna: existe un caso Villarejo en el que se imputó a Corinna (dentro de una pieza denominada «Carol»), pero de manera oficial ni los investigadores ni la policía han hecho eso de lo que se les acusa: en todo caso serán los medios de comunicación, que para ciertas cosas son bastante de tirar la piedra y esconder la mano.
Una introducción sublime, un artículo muy bueno.