De Boston a Salt Lake City hay 3800 kilómetros, y eso solo si viajamos en línea recta. Con el país colapsado debido a las consecuencias de una violenta y mortal pandemia, Ellie y Joel no pueden escoger siempre la ruta más directa sino que se mueven por los caminos más seguros, avanzando a pie o a caballo, por senderos, carreteras o a través de edificios, dando varios rodeos y sumando kilómetros a la cifra final. En un principio ambos avanzan con la misma idea en mente, la de cumplir un objetivo que, por dinero o ideales, contribuirá en última instancia a la cura de la sociedad. Y, a su manera, ambos parecen héroes. Héroes imperfectos, protagonistas traumatizados, pero cercanos, con los que no cuesta nada sentir una profunda empatía. Pero al final, una mentira lo cambia todo, dos palabras nos hacen replantearnos todo aquello que hemos visto y que hemos asumido dentro de esta historia. Ellie pide a Joel que le prometa que aquello que dice es verdad. Joel responde «lo juro».
Cuando conocemos a Joel en el prólogo del primer The Last of Us tanto su imagen como sus circunstancias están pensadas para hacernos creer que estamos ante el enésimo héroe de acción protagonista en un videojuego. Es un hombre joven, atractivo y aún en la treintena, que parece anteponer su familia a cualquiera de sus otras responsabilidades. No sabemos las circunstancias pero es un padre soltero, y al verlo a través de los ojos de su hija adolescente no podemos sino admirarlo tanto como ella. Pero, aunque lo parezca, esta no es la historia de cómo un hombre íntegro se ve forzado a tomar decisiones difíciles, inmorales o desagradables para salvar a aquellos a los que quiere. Su familia ya está condenada. A los pocos minutos de comenzar el juego Sarah es asesinada, no por un infectado, ni por un ente irracional sino por aquellos soldados que deberían protegerla. El camino de Joel desde figura heroica a antihéroe moderno no se describe a través de sus acciones sino de un momento que carece de ellas. Un instante en el que la muerte de su hija lo transforma en un paria cuando podría haber sido el intrépido líder de un grupo de supervivientes. Y para sacarlo de su caparazón, nada como una joven que lo necesita. Una chica que, como él, también está rota.
En 1976 los psicólogos Robert Lifton y David Olson, investigadores de la universidad de Yale, fueron enviados al condado de Logan como parte de una investigación multidisciplinar a raíz de lo que se conoce como el Desastre de Buffalo Creek, una mortífera inundación en un pueblo minero producida a partir de la rotura del dique de contención de desechos Nº 3 de la compañía Pittston. Al hablar con los habitantes que habían superado la tragedia ambos psicólogos, que habían desarrollado su carrera profesional en zonas de guerra, detectaron una serie de comportamientos similares a aquellos que enfrentaban las personas que habían conseguido escapar de la agresión de un ejército enemigo o que habían sido liberadas de un campo de concentración. En su artículo The human meaning of total disaster: The Buffalo Creek Experience, Lifton y Olson llamaron a este cuadro recurrente el Síndrome del superviviente y lo caracterizaron por un enorme sentimiento de culpa por seguir vivos mientras que otros —iguales o mejores que ellos a sus ojos— no lo habían logrado. Los vecinos de Buffalo Creek eran incapaces de mirar hacia el futuro y tenían la necesidad imperiosa de encontrarle un sentido al hecho de que ellos habían podido sobrevivir. Aquellos que no recibieron ayuda psicológica describirían años más tarde irritabilidad, pesadillas y una enorme tendencia a la violencia y a la agresión. Pero no al principio, claro. En los primeros años lo único que buscaban era una manera de solucionar aquello que creían haber hecho mal.
Con 14 años Ellie no es una adolescente normal. Ha crecido en una sociedad casi primitiva, afectada aún por la escasez y las secuelas de la violencia. Nunca ha ido al cine pero sabe disparar y entre sus planes para el futuro está el unirse a un grupo paramilitar en lugar de terminar su educación e ir a la universidad. Desde el principio lo sabemos: Ellie es especial, una chica inmune a la infección que podría ser clave para desarrollar una vacuna. Ella, por su parte, necesita serlo. El primer amor de Ellie no ha acabado (solo) con un corazón roto sino que esa omnipresente violencia con la que convive ha terminado con la vida de su más-que-amiga Riley mientras que ella, también mordida, ha tenido la posibilidad de seguir adelante. Para Ellie ser la clave para la vacuna no es tanto un acto heroico con el que salvar a la humanidad como una manera de resarcirse por lo que percibe como un fallo. Ella está viva y Riley está muerta, y debe haber una razón. Más allá de eso, no le importa lo demás.
La educación audiovisual del jugador cuando se enfrenta por primera vez a The Last of Us le lleva a desarrollar instintivamente una serie de expectativas al ver juntos por primera vez a ambos protagonistas. Ellie tiene aproximadamente la misma edad que Sarah cuando murió y Joel, pese a su carácter seco, parece uno de esos hombres a los que el amor puede cambiar. Queremos que acaben juntos; que sean una familia. Y durante la mayor parte del juego The Last of Us apunta a esa dirección. Como es habitual en las historias de carretera el viaje espacial a través del mapa de los Estados Unidos se corresponde con un viaje emocional —en este caso de acercamiento— entre los dos protagonistas. Joel deja de ver a Ellie como una mercancía a trasladar, o como una sustituta de Sarah, para acabar viéndola y valorándola por como es. Sin embargo, y más allá de apreciar cómo la adolescente va sintiéndose progresivamente más a gusto y protegida con Joel, no sabemos qué se pasa por su cabeza; cómo cree que será su llegada al hospital de las luciérnagas o cómo piensa que será el desarrollo de la vacuna. La historia del primer The Last of Us la percibimos a través de nuestras propias expectativas y de la motivación y los sentimientos de Joel. Por eso mismo, cuando decide «dejar de lado» su misión y «secuestrar» a Ellie a punta de pistola, percibimos su acción como heroica. Esta salvando a su hija. Está haciendo justo aquello que no pudo lograr con Sarah. Incluso cuando Joel mata a los médicos y las enfermeras, cuando acaba con la vida de Marlene, de cierta forma podemos comprenderlo; fue una figura de autoridad la que acabó con la vida de Sarah y no podemos dejar que haga lo mismo con Ellie. No obstante, el juego no termina cuando acaba la acción, cuando emergemos del hospital con nuestra nueva hija en brazos y nos montamos en el coche en busca de una nueva vida. Para conseguir lo quiere, para encontrar un motivo para seguir adelante, Joel ha tenido que ignorar los deseos de aquella a la que quiere salvar. Una decisión muy oscura para un juego que, entre otros temas, quiere hacer un comentario sobre la paternidad.
En el artículo 12 de la Convención sobre los Derechos del Niño, en el primer párrafo, se garantiza a los menores el derecho a emitir un juicio y a ser escuchados. Los deseos de los niños y adolescentes deben ser tenidos en cuenta atendiendo a su nivel cognitivo, mientras que la legislación establece que su opinión será tenida en cuenta en cualquier procedimiento jurídico y administrativo. Aunque la Declaración Universal de los Derechos Humanos tiene poca cabida en el universo de The Last of Us resulta chocante ver a un personaje «de los buenos» tener un comportamiento tan egoísta e intolerante contra alguien de su propia familia. Contra una de esas personas por la que ha hecho daño a los demás. El final de The Last of Us nos resulta tan impactante porque muestra una última perversión. Hasta ese momento hemos visto a Joel ejercer violencia contra grupos peligrosos, contra aquellos que quieren poner en peligro tanto su vida como la de Ellie. La mentira con la cierra el juego pesa más que cualquiera de los asesinatos porque establece que, lejos de ser ese antihéroe que podríamos esperar, Joel es una persona egoísta que ha puesto su bienestar por delante del de Ellie y esta, lejos de rechazar esta naturaleza oscura, se ve obligada a aceptarla. A entender que su nueva figura paterna es capaz de mirarla a los ojos y mentirle como si no costara nada.
Aunque no es uno de los temas principales, la mentira se encuentra especialmente presente en el primer juego de The Last of Us. Para protegerse, Ellie debe esconder conscientemente su inmunidad, Joel debe ocultar los motivos de su viaje y ambos deben ignorar los sentimientos que empiezan a despertarse entre ellos. Durante su viaje ambos protagonistas se encuentran de forma recurrente con otros personajes que también viven entre las sombras; que esconden a quien aman o disimulan cuál es su intención final. Y al igual que la estructura del juego es simple y directa, aquí la mentira es absoluta y carente de matices. Es lo que es. Cuando Joel «jura» que dice la verdad, que la vacuna era inviable y que existen otros muchos inmunes a la infección, no hay otra forma de verlo que como un engaño. Una deslealtad a los sentimientos de Ellie. Una traición. Y esta sencillez, este compendio de conceptos absolutos, contrasta con la arquitectura en capas de la segunda parte y con su idea de la verdad. Porque en el universo creado por Neil Druckmann la mentira es clara y directa mientras que la verdad tiene matices, recovecos y miles de interpretaciones.
El final de The Last of Us impregna todo lo que vemos y hacemos con Ellie durante la Parte II. El Síndrome del superviviente, que se nos explica a los jugadores en el DLC Left Behind, junto a la mentira de Joel ha provocado una brecha entre ambos que ni siquiera los momentos más dulces y las mejores intenciones de Joel son capaces de cerrar. Al percibirlo como un mentiroso, Ellie desconfía de las palabras de su padre adoptivo y ambos solo son capaces de comunicarse a través de películas de los 80, pequeñas bromas y las cuerdas de la guitarra. Pero a diferencia de Joel, los personajes de Ellie, Abby y Lev se definen por guiarse por su honestidad. La propia guerra civil que asola Seattle enfrenta a dos bandos que, más allá de sus particularidades, se mueven por motivos que ellos consideran justos y verdaderos. The Last of Us Parte II introduce la posibilidad de que dos ideas (y motivaciones) opuestas puedan ser, bajo el contexto adecuado, verdad. Esta complejidad se subraya con una estructura en la que cambiamos constantemente de bando y que nos obliga una y otra vez a cambiarnos de gafas y mirar bajo otra luz. Abby, el monstruo cruel que conocemos asesinando a golpes a nuestro anterior protagonista, se convierte con el paso de las horas en una muchacha dulce, capaz de hacer cualquier cosa por respetar los deseos de los demás —exactamente lo mismo que nunca pudo hacer Joel. Por su parte, la aparentemente inagotable capacidad de Ellie para amar encuentra límites en su propia ira, que le impide dejar todo atrás.
Ellie y Abby podrían llevarse bien. Podrían. Son la misma cara de la misma moneda, con traumas similares y experiencias hermanas, pero las verdades que interiorizan las hacen opuestas. En la dupla que forman The Last of Us y su segunda parte las verdades separan y las mentiras pueden olvidarse (aunque sea temporalmente) con ayuda de dinosaurios, un cassette y unas cuerdas de guitarra. La pérdida de Joel, aquel padre que la miró a los ojos y escogió no decirle la verdad, es intolerable para Ellie porque no queda nadie más que pueda sostener la mentira que necesita: la de que hay más inmunes y la que la idea de la vacuna solo era una farsa. Sin Joel todo se desmorona y aquella adolescente que perdió a su primer amor sigue sin haber encontrado el sentido de su vida. Es una mentira y un puñado de verdades las que han conseguido que lo pierda todo. Las que hacen que Ellie no sea capaz (aún) de poder volver a casa.
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Me ha gustado mucho el texto, añade aún más matices a unos personajes que son bastante complejos.
La mentira es el verdadero motor de la segunda parte, más aún que la venganza.
Es la mentira la que motiva la venganza.
1- No tengo claro si el modo «berserker» de Ellie es por esos motivos. O si el tema está en la posibilidad de perdonar. Quicir, mientras Joel este vivo, Ellie tiene tiempo y espacio para ir construyendo ese perdón. Seguramente Joel se merece esa paliza. Quizás, Ellie, de alguna forma pensó alguna vez en hacer eso. Pero escogió empezar a perdonar. Pero no pudo…
2- Mi hermana pequeña tiene síndrome de Down. Me vida es una constante contar trolas porqué «el mundo real es una puta mierda, difícil de cojones y no sé porqué Israel mata a palestinos (una vez me preguntó eso y no supe que responder). La mentira, a veces, es necesaria.
3- Hace días que cuando pienso en el combate final de TLOU2 no puede evitar pensar en el final de «Porco Rosso». Quizás sean cosas muy distintas, pero ahí hay un final de conflicto y, quizás, un inicio de pacto, que quizás se pudiera aplicar también a lo Elie+Abby.
4- Último, pero no por eso menos importante, rebonico el texto.
p.d: He llorado bastante con TLOU2, pero la escena del aniversario de Ellie. Es un combo de momentos emotivos que me dejó flojeras por días. Necesito el TLOU3 para mañana, aunque quizás nunca llegue (y quizás eso sea lo mejor).
@odiseobcn
Yo creo que lo mejor es que no haya parte 3, que cada uno decida qué ocurre después del final.
Si eso un spinoff con otros personajes nuevos, aunque no veo a Naughty Dog muy de hacer eso, la verdad
@odiseobcn
Sobre el punto 1 opino como tú. Yo veo en la rabia de Ellie por una parte el dolor de que le quitaran a Joel antes de poder recuperar su relación y por otra parte la propia rabia que siente por no haber sido capaz de perdonarlo, y ser ya demasiado tarde para cambiar eso.
También es cierto que los matices son tantos que al final cada uno puede ver las motivaciones o sentimientos de una forma u otra, es parte de la grandeza del juego.
En este sentido son muy muy interesantes las anotaciones del diario, me parece súper importante porque a falta de compañeros de viaje con los que expresar sus sentimientos está todo en el diario.
La reseña de gamerah deberia de ser el cuarto monografico
@sinve
Perdon quinto
Estupendo texto, sobre todo la conclusión final, brillante. En mi opinión la existencia de esta parte II está completamente justificada por como continúa e discurso del primero.
El primer juego va acerca de la supervivencia humana, no es casualidad que hayan elegido un mundo postapocaliptico para amplificar el discurso de fondo, el de la supervivencia emocional que hace que el dolor y el miedo nos encierre en un eterno individualismo, impidiéndonos amar de manera altruista, impidiéndonos ver al “otro”. Lo que hace que no aceptemos la vida tal y como es, muerte incluida.
El único momento en el que el cerebro humano prioriza la supervivencia de “el otro” de manera instintiva es cuando tenemos un hijo, todos nuestros miedos se depositan en ese otro ser humano para garantizar su supervivencia, pero la trampa es que no es en ningún caso altruista, es nuestro miedo el que depositamos en nuestros hijos, no los amamos en libertad sino encerrándolos en el espacio más seguro posible asfixiándolos en nuestros miedos para no sentir dolor, nuestro dolor egoísta. Decimos que el amor más intenso es el de un padre hacia su hijo pero esta afirmación no puede ser más agridulce, no hay amor más tóxico y egoísta. De eso va The Last of Us, de la propia naturaleza humana y su dualidad intrínseca, de nuestra incapacidad de amar sin miedo.
Y esa es la idea que continúa su segunda parte, la del individualismo que genera el dolor y el miedo, la del egoísmo que nos impide ver a los demás. El círculo de cierra en mi opinión con el final de su segunda parte, Ellie perdona y acepta por fin la vida tal y como es, esa es la única forma de amar, esa es la única forma de ver al otro.
Seguid así
Un texto fantástico. Son dos juegos que dan mucho de sí, muchísimo más que el 95% de AAA. Lástima que una parte del mercado, mayor o menor, no quiera o sepa apreciarlo.
Comentaba yo en otro de los artículos que tanto Abby como Ellie son mujeres muy jóvenes que se han criado en un mundo donde lo que hoy en día consideramos lógico y normal hace tiempo que no existe. Más allá de la educación y el amor que puedan haber recibido de sus progenitores o amigos, carecen de herramientas para procesar y asimilar las cosas, muchas veces terribles, que les suceden.
Para nosotros es tremendamente chocante ver a Ellie y a Abby como adolescentes despreocupadas y que disfrutan diciendo tonterías, pero que a la vez no dudan en segar una vida o torturar a alguien si beneficia a sus fines.
Abby, tras la atrocidad, encuentra una luz que le permite, si no redimirse, usar sus habilidades para un fin. Tiene un camino que seguir. Ellie, a pesar del amor de Dina, sin esa «misión» en la vida de salvar a la humanidad y traicionada por el último asidero que le quedaba, se ve más perdida que nunca, y solo el final abierto que nos deja ND permite que la imaginemos rehaciendo su vida ya sin esa pesada carga a sus espaldas.
Flipando con el monográfico <3
BRUTAL texto, enhorabuena @martatrivi, te has salido, de lo mejorcito (junto al texto de Victor) que he leído sobre esta(s) obra(s) <3
Qué gusto leerte @martatrivi, en serio, gracias por este texto.
Hay algo que me causa mucha impotencia al leer algunas críticas que se hacen en contra de las decisiones que toman los personajes en ambos juegos, la frase típica de «es que no es lógico» o «es que una persona normal no haría eso», como asumiendo que todas las personas somos la misma y tomamos las mismas decisiones ante los mismos dilemas, lo cual es fácil reconocer que no es así, los humanos somos tan distintos que, por eso, la tendencia es que no nos entendemos.
Es incluso pretencioso afirmar que podemos entender a lo que se enfrentan los personajes de estos juegos, nosotros, desde la comodidad de nuestras vidas, no podemos ni atisbar lo que nuestras cabezas nos empujarían a hacer en el mundo donde ocurre esta historia (yo moriría el mismo día, como Víctor), así que dejemos de exigirle a los personajes que hagan lo que nosotros creemos que haríamos y dejémonos disfrutar del espectáculo que ofrece uno de los juegos con personajes más complejos que se han visto en esta industria.
Es un error pensar que como el mundo es postapocalíptico los Derechos Humanos y los Derechos de los Niños no tienen lugar. Puede que no tengan lugar en un asentamiento de caníbales, en un poblado de asaltadores pero DEBEN tener lugar en un sitio lleno de científicos. Si pasas una línea roja para conseguir una nueva normalidad, nunca vas a volver a la sociedad que esperas recuperar.
Nadie le preguntó a Ellie qué tal le parecía morirse por una posibilidad. Una posibilidad que escapa a los esfuerzos de las personas que están detrás de ella. Joel no actúa como un héroe, Joel actúa como un ciudadano por primera vez desde que murió Sarah. La idea de la vacuna es tan sólo una excusa para no plantearse la burrada que los Luciérnagas pensaban hacer. ¿Si hubiera fallado habrían buscado a otra persona para hacer lo mismo? Esta es una idea que me gusta mucho de cómo los hombres en cuanto a que se hacen mínimamente expertos en algo creen que tienen la solución a cualquier cosa a su alcance. Me recuerda a algunas películas de Lars Von Trier en donde los hombres creen poder solucionar la situación por su mera experiencia cuando lo que hacen es entrar en una zona sin retorno. La cura que podría traer Ellie no sería necesaria si todos hicieran como Tommy y creasen comunidades capaces de sobrevivir y en lugar de volver atrás como si el apocalipsis nunca hubiera sucedido, avanzasen como sociedad a pesar del apocalipsis.
No creo que a Joel no le costará nada decir esa mentira. Sabe que tomó una decisión que no le correspondía a él. Joel busca el perdón no por salvar a Ellie, si no por haberla salvado sin saber que quería ella. Que quería Ellie como persona y no como niña a la que le han vendido la idea de la elegida. Haberla sacrificado como se sacrifica a un ternero es negarle todo lo que sentía y todo lo que podía sentir, es negarle conocerse lo suficiente como para haber compartido un mínimo de su tiempo con Dina, es negarle Jackson y en definitiva es negarle una vida.
En cuanto a la idea de que dos bandos opuestos puedan ser, bajo el contexto adecuado, verdad no es nuevo. Casi todas las guerras civiles han surgido con esa premisa. Las mayores salvajadas se han hecho bajo el amparo de que bajo el punto de mira propio era legítimo lo que exigían. Creo que no estaríamos discutiendo sobre la decisión de Joel si en lugar de una niña hubieran sido 100, lo que demuestra que todo al final es cuestión de números.
@tsalal
Llevaba tiempo intentando ordenar mis pensamientos acerca de la primera parte y me los encuentro aquí perfectamente verbalizados.
Creo que somos minoría los que hacemos esta lectura, pero creo que también demuestra lo sólido que les ha quedado el dilema moral que plantean.
Increíble texto Marta.