Lo mejor del E3 2015

Mención: Superhot

Me gusta que se establezcan diálogos entre indies y superproducciones, ya que suelen subrayar debilidades y fortalezas de ambas áreas. Por ejemplo, cuando Braid puso de moda la manipulación del tiempo a la vez que se apuntaba esa misma mecánica en juegos de calidad y presupuesto medio de la era PS3/360, los shooters lo adoptaron como un gimmick prácticamente cosmético. Pero obligaron al género a incluir en muchas de sus propuestas la sempiterna ralentización de la acción, justificada o no. Ahora Superhot retoma ese tic de tantos shooters como solo puede hacerlo un indie, convirtiendo un matiz en toda una mecánica nuclear. En Superhot la ralentización es la acción por defecto y la acción es el transcurrir normal de los segundos, invirtiendo la lógica y reflexionando sobre las tripas de los FPS. Pura filosofía indie, con su punto artístico y quizás injugable en algunos aspectos, pero que reconforta ver embutido, tras una financiación por Kickstarter, en el catálogo de toda una señora consolaza.

Gente habrá (no me los señaléis, no quiero conocerlos) que se postre de hinojos y clame que el remake de Final Fantasy VII, del que no se sabe ni cómo se jugará, es lo mejor de este E3. El mismo derecho tengo yo a reivindicar el regreso a mi vida de algo de ciberdemonios, algo de sierra mecánica contra las huestes del averno y algo de portales directos Marte­ – Hades.

Además, yo sí sé cómo se va a jugar a esto: a toda hostia. Bethesda parece seguir recuperando la mecánica old­school de sus clásicos, que ya experimentó con el último Wolfenstein ­lo que implica que sí, refrito, vale, pero con gusto y conocimiento de causa­, y pese a alguna concesión al mercado actual ­ay, esas señales luminosas que indican dónde disparar­, parece que vamos a volver a petarlo like it’s 1993.

Aunque los AAA están lejos, en términos generales, de excitarme en el mismo grado que los mejores indies, no puedo sino aplaudir la llegada de nuevas IPs. Algunas, por su vistosidad, llaman mi atención, aunque no creo que al final del camino den excesivas alegrías ­es el caso de Horizon Zero Dawn, por ejemplo­; otras aún están en una fase de mucho encandilar y poco mostrar, pero en su seno parece habitar el indiscutible pedigrí de los futuros clásicos. Es el caso de The Last Guardian, al que llamar nueva IP es un poco chiste ya, por mucho que hasta ahora no hubiéramos visto nada de su mecánica, o de este Recore, comandado por el Inafune de Mega Man y el estudio que concibió Metroid Prime. Algo de este último respira Recore, con sus ambientaciones desoladas, su civilización ausente y su muy posible orientación a la exploración combinada con furia y acción puntuales supeditadas a momentos de calma, como en un buen temarral de los Pixies. La idea del núcleo de energía que pone en pie a distintos acompañantes no es cien por cien original, pero las posibilidades son gigantescas.

Se está hablando mucho de los indies de este E3, están llamando la atención en la misma medida que los títulos mainstream, y eso es positivo: están encontrando su voz propia bajo el manto de la industria, más allá de las algo condescendientes etiquetas de producciones accesorias o alternativas. Pocos juegos de las majors han llamado tanto mi atención como este Eitr, una maravilla labrada en vibrante pixel­art que, dicen quienes lo han catado en el espacio de Sony de este E3, hace un singular equilibrio entre las mecánicas de combate de Dark Souls, los rituales de looteo de Diablo y asumidas limitaciones ­la protagonista solo puede atacar a derecha e izquierda­ robadas de los hack’n slash clásicos, especialmente Golden Axe y derivados. El resultado es un action RPG bañado en una estética que también recuerda a uno de los juegos gráficamente más sugestivos de los últimos años, Sword & Sworcery, pero en una clave más concisa y embarrada, y supone junto a Mother Rusia Bleeds el pixelazo de la temporada. Si las mecánicas son tan profundas, variadas y originales como prometen sus referentes, estamos ante uno de los indiscutibles del año.

Mención: ReCore

Soy de los que sufrió especialmente la salida de Mark Pacini de Retro Studios. Y resultabque lleva catorce meses maquinando esta aventura de acción en tercera persona con Keiji Inafune. Sólo hemos visto un teaser de ReCore, pero pensad en esto: Dead Rising y Lost Planet (producidos por Inafune) fueron las especias orientales perfectas para Xbox 360. Y Metroid Prime (dirigido por Pacini) fue, contra todo pronóstico, el hijo perfecto entre oriente (Nintendo R&D1) y occidente (Retro). ¿Hay o no hay motivo para alegrarse de este nuevo matrimonio mestizo?

Harrison Ford está viejo y Shia LaBeouf totalmente loco, pero parece que Nathan Drake sí va a llegar a su cuarta entrega con la dignidad que merece. Los que estuvieron en la presentación de Sony aseguran que Youtube no hace justicia a lo bien que se veía el fragmento de gameplay, que además continuaba, con mucha más demencia, en la demo a puerta cerrada. Lo que enseñaron tocaba todas las notas previsibles: diálogos entre jadeos, puertas abiertas a pachas, barra libre de balas, escenarios apabullantes, animaciones suaves y un vehículo con torreta acosador. Si, es previsible, pero es como ir a un concierto de Motörhead: a ver si tienes cojones de aburrirte cuando toquen Ace of Spades. Y además estaba la sección extendida de conducción, con ese punto justo entre espectacularidad y claridad de diseño con el que Naughty Dog sabe llevarnos por el escenario casi sin que nos demos cuenta. Si no lo pongo más arriba es porque con las secuelas siempre hay que tener el hype bajo control.

Vale, ahora me desdigo y entro en modo irracional para poner por las nubes una secuela de un universo explotado hasta la náusea, diseñado para apelar a la maldita nostalgia con el único fin de hacer caja. Y encima nos enseñan la batallita de Hoth, que la hemos quemado bien, desde el Empire Strikes Back de Atari 2600 hasta Rogue Squadron. Pero era jodidamente espectacular, las cosas como son. Además tengo la excusa perfecta: Nunca he jugado a un Battlefront. Y estaba tan harto de la sobreexplotación de Star Wars que llevo tiempo sin tocar cualquier cosa que exprima la vaca de Lucas. Por eso me he dejado llevar. Por eso y porque Frostbite le sienta como un guante. Es el motor perfecto para mover ese número de jugadores y vehículos sin perder espectacularidad. No soy un loco de los FPS competitivos, pero sí se que prefiero el multi de Battlefield al de Call Of Duy. Y pensar que podré llevar un imperial walker con un colega (o el Halcón, eso ya sería la guinda), me pone bastante tonto.

Fumito Ueda es un príncipe vaporoso que ha vivido durante demasiado tiempo entre los muros del castillo de mamá Sony. Y no hace falta ser Freud para imaginar la hostia psicológica que se tuvo que llevar cuando el desarrollo de The Last Guardian pasó de tener unas heriditas técnicas a derrumbarse por completo en 2012, año en que se movió el desarrollo a PS4 y el niño prodigio abandonó la multinacional. Por eso, de este E3 me quedo con el momento reconciliatorio en el que Shuhei Yoshida señala al público y aparece un Fumito Ueda relajado, sonriente, listo para entonar el unamuniano “decíamos ayer”. Todavía nos queda ver en qué estado se encuentra el pobre Trico; soñar con que detrás de esa demo se-mira-pero-no-se-toca haya un juego a la altura de las expectativas. Pero hoy no. Si el E3 nos brinda este raro suceso de euforia colectiva, abracémoslo. Apretemos la cara contra sus plumas y cerremos los ojos con la esperanza de que The Last Guardian va a arañar con todas sus fuerzas el borde del abismo y nos va a llevar en volandas al otro lado, a salvo de todo mal.

Mención: The Last Guardian

¿Sientes últimamente que tu relación con las superproducciones interactivas manufacturadas por la industria del entretenimiento no está pasando por su mejor momento? ¿Has visto este último E3 con la constante sensación de que las compañías trataban a sus juegos más como a caballos de carreras que como al esfuerzo creativo de seres humanos sensibles? Bueno, pues no estás solo. Somos unos cuantos para los que, a pesar de todo, nos resulta complicado sentirnos sinceramente conmovidos o excitados por ninguno de los megatones anunciados en Los Angeles. O casi. Por muy poco predispuesto que se esté a caer enamorado en medio del mayor bombardeo publicitario del año, es imposible no sentir mariposas en el estómago viendo el nuevo fragmento de gameplay de The Last Guardian: interactuaciones entre personajes que sirven, al mismo tiempo, a fines mecánicos, narrativos y emocionales; imaginativo diseño de arte; expresivas animaciones de personajes (¡ese niño bajando la escalera!). Es razonable, no obstante, ser algo escéptico. La cabeza nos dice que el convulso y dilatado desarrollo del juego es difícil que no se note en la obra final. Tampoco es descabellado preguntarse si las ideas que hasta el momento hemos vistos expuestas, no son realmente nuevas y si no estaban ya suficientemente desarrolladas en Ico y en Shadow of the Colossus. No obstante, el corazón arde. Ueda es el principal responsable de dos de las experiencias audiovisuales más poderosas y mejor articuladas de, no sé… ¡de siempre! Si hay un AAA que merece todo nuestro entusiasmo es, sin duda, éste. Pero han sido muchos años de frustraciones. Me lo creeré cuando el disco esté dentro de la consola.

De acuerdo, admito que si no fuera porque tengo aún muy fresco el impacto causado por Hohokum probablemente no habría reparado nunca en Gnog. Ambos comparten cierto aspecto inofensivo, de videojuego de usar y tirar, tan amigable al jugarlo como fácil de olvidar una vez completado. No obstante, ahora me encuentro con mayor disposición a pensar que el próximo trabajo del colectivo canadiense Ko-Op (que este mismo año ya han sacado el muy interesante Gardenarium) puede tratarse de una buena muestra de fluidez a la hora de hablar el lenguaje de los videojuegos, como lo fue el año pasado el descargable de Honeyslug. Gnog promete combinar exploración y puzles para desentrañar los secretos escondidos dentro de las cabezas flotantes de unos misteriosos gigantes. Si estoy interpretando bien el tráiler de presentación, estos rompecabezas tendrán también una dimensión expresiva y una manera de combinarse entre ellos que puede acabar siendo –ojalá- la aproximación más perfecta que los videojuegos hayan hecho nunca a los Cococrashs.

A Firewatch ya lo conocíamos. Este E3 ha servido para certificar que sigue por buen camino y, que al salir también en PlayStation 4, podrá ser disfrutado por un público más amplio. Bien. El debut de Campo Santo se arrima al género de moda de los First Person Walkers para contar la historia de un guarda forestal voluntario en los días previos al gran incendio de 1988 en el Parque Nacional de Yellowstone. Un punto de partida que, se intuye, servirá como trampolín para hablar de cuestiones como la soledad, la salud mental y bajonas vitales del tamaño de Wyoming. En el espeso bosque de colores pastel donde transcurrirá el juego (prometen sus desarrolladores que será casi un mundo abierto) nos desplazaremos con la ayuda de un interesantísimo sistema de orientación que, además de darle una patada en el culo al clásico recurso del minimapa, debe facilitar un tipo de relación más intima con los espacios virtuales, propiciando –quiero creeer- que el bosque funcione como deberían funcionar todos los bosques en los videojuegos: como lienzo en blanco donde proyectarnos a nosotros mismos.

Entre tanto AAA estiloso y tanta fricción en los núcleos del cerebro que regulan la nostalgia, los juegos de Devolver Digital pasaron algo desapercibidos durante la conferencia de Sony en el E3. Breves pantallazos volaron como centellas pixeladas en un vídeo/compilación que pretendía resumir la hoja de ruta de una editora que, en los últimos años, ha mostrado un gusto exquisito y un radar perfectamente calibrado para detectar interesantísimos proyectos cocinados en los márgenes de lo industrial. De entre toda la ensalada de títulos que nos ha prometido que vendrán, soy incapaz de quedarme con uno. Así que me voy a quedar con dos.

El primero, Mother Russia Bleeds, es el primer juego del estudio parisino Le Cabal. Se trata de un asilvestrado beat’em up izquierda-derecha ambientado en una Rusia alternativa que armoniza, a base de hostias, estéticas euromafia de películas como Taken con estados alterados de conciencia y calores rojos próximos a Hotline Miami. Entre tanto homenaje vacío a los viejos buenos tiempos, complace encontrarse con un título que parece querer dialogar con su herencia ochentera, en lugar de simplemente bajar la cabeza y rendirse ante ella. El segundo, Eitr, es otra golosina pixel art de la que se hace complicado hablar sin citar a Hidetaka Miyazaki, pues su apuesta de action RPG parece la feliz descendencia de Diablo y Dark Souls. Por el momento se ve, se escucha y se mueve exactamente como deben verse, escucharse y moverse los juegos destinados a dejar huella.

Mención: Firewatch
Si incluyo este juego como mera mención es porque su trailer no fue particularmente largo, ni novedoso, y por desgracia tampoco estaba jugable. Pero es tal la confianza que tengo en él, tal su preciosismo, tal la seguridad que desprende, que no puedo ignorarlo. Probé otros juegos de aspiraciones similares en el E3, en ocasiones aupados por la realidad virtual o fielmente escoltados por un desarrollador hablándome de sus virtudes, y ni aun con esas me convencieron tanto como el pequeño avance de Firewatch. Me encanta que durante todo este tiempo, a Campo Santo le haya bastado con mantener en el aire la pregunta de quién se esconde en la torre de vigilancia. Entretanto deja caer nuevos diálogos, vemos paréntesis de gameplay o disfrutamos de los atardeceres de Olly Moss. Pero una simple pregunta, quién está en la torre, es lo que mantiene viva la promesa. Una promesa cada vez más tentadora y estimulante.

Cuando pregunté en Nintendo sobre la fecha de lanzamiento de Yoshi en Estados Unidos, me rompieron el corazón en mil pedazos, me pisotearon el alma, destruyeron mis sueños y escupieron en mis ojos tras hacer gárgaras con pimienta. En Europa está a dos tardes de llegar a las estanterías, pero yo tendré que esperar hasta el frío otoño para conseguir un disco que funcione en mi Wii U norteamericana. Será una espera larga y difícil, acentuada por los gritos de jolgorio de mis amigos en España, mientras me pierdo en los recuerdos de una demo que jugué en varias ocasiones de puro adorable y chupi.

Quien haya probado Captain Toad o Donkey Kong Country sabrá bien que la fachada infantil de Woolly World no debe confundirse con las pretensiones del juego, y ya en el avance del E3 se notaba que lo que empieza como un paseo entre las nubes pronto se convertiría en un reto formidable. Como ocurrió con Toad, Yoshi ha llegado sin montar mucho alboroto, pero se ha ganado el respeto de todos por sus pelotas de lana. Nintendo cree que su lanzamiento estrella para 2015 es StarFox Zero, pero en California quedó claro que esta generación pertenece a sus secundarios. Y como antes hicieron el mono y la seta, ahora viene el dinosaurio.

Describir lo que Naughty Dog ha hecho con Uncharted 4 es imposible sin embadurnarse de rimbombancia. Su sentido del espectáculo es desmesurado, aplastante, cósmico. Lo que está por venir es algo tan bruto, tan inabarcable, que un gif de cinco segundos con tres planos de su demo privada deja absolutamente cualquier otra cosa proyectada en el E3 a la altura de los estratos geológicos del período cámbrico.

Con cada nuevo Uncharted no sólo se definen los videojuegos de acción en tercera persona, se define todo el género de acción en cualquier variante audiovisual. Después de Among Thieves y Drake’s Deception a todos nos vinieron a la mente películas de hacía décadas, cuando gente como Spielberg Spielberg o James Cameron llevaron el dinamismo en el cine hasta su techo natural. Ahora llega A Thief’s End con medio mundo aún recuperándose de sus dos horas con Imperator Furiosa, y lo hace precisamente con una persecución de coches. Pero nada de esto importa, porque el nivel que ofrece Nathan Drake vuelve a estar a la vanguardia del género una vez más. Da igual que el juego salga este año o el siguiente, porque cuando ocurra, el resto de la industria todavía va a necesitar esperar lo suyo para asimilar la lección que Naughty Dog está a punto de darles.

En los pases que ofreció Sony de su demo extendida de The Last Guardian hubo risas, expresiones de asombro y aplausos en general. Alguno intentó contener las lágrimas, pero no por la emoción de ver un juego casi mítico materializarse por fin, sino por la reacción sincera que produce su metraje en cualquier ser humano. Antes decía que Uncharted 4 es el juego más espectacular que ha pasado por el E3, pero para ser preciso, habría que concretar qué tipo de espectáculo estamos describiendo. The Last Guardian es sin duda el juego más majestuoso que hubo en Los Ángeles, y con la única excepción del Shadow of the Colossus, probablemente el más majestuoso que ha existido en general. Esto puede decirse categóricamente tras sólo contemplar diez minutos de demo, porque su uso del color, diseño de personajes, trabajo de animación y ejecución mecánica lo sitúan clara e instantáneamente en el ilustre hall de las obras de arte personales como Journey, Braid u Okami. El mayor problema que puede encontrar Guardian es no llegar a la altura de Colossus e Ico, e incluso si ocurre eso, es bastante probable que termine siendo un juego excelente. Para mí, esto ya es lo de menos, porque lo importante es que exista, ya que la forma en la que cierra la trilogía de Fumito Ueda parece tan bella, tan única en el mundo de los videojuegos, que sencillamente es algo que debe ocurrir.

Mención: Dreams
No sé si será un buen juego, un mal juego o un juego mediocre. No sé a qué género pertenece, si es que se puede encajar en alguno, y no tengo ni pajolera idea de cómo se juega, maldita sea. De hecho ni siquiera me gusta LittleBigPlanet y los juegos basados en la voluntad creativa de una comunidad me parecen una apuesta encomiable pero poco estimulante a nivel personal, como participar en la rua de carnaval de tu barrio: máximo respeto a quien lo hace, debe de ser una experiencia fantástica, pero a mí me da pereza. Dreams es otra cosa, aunque no sepamos lo que es, y eso lo hace más intrigante todavía. Un juego en el que debes construir sueños que pueden ser de cualquier tipo, y explorar los de otros, como introducirse en la conciencia de otra persona a través del cable de teléfono o de fibra óptica. Veremos en qué queda todo esto, pero la ambición de su premisa rivaliza con las ideas más locas de Philip K. Dick o William Gibson, así que mucho ojo con él.

Mi novia se cree que la estoy troleando cuando me pregunta qué salió de interesante y le respondo muy serio: American Truck Simulator. Luego hago el gesto de encajarme en la cabeza una gorra imaginaria y tirar de la cadena del cláxon diciendo “ruuum ruuuuum”, pero para entonces ya se ha ido y estoy solo en la habitación. Esa es la clave de Eurotruck y lo será, con toda probabilidad, en American Truck: la soledad, la carretera frente a nosotros, el desierto de Nevada, el deprimente páramo del Medio Oeste y las aglomeraciones en las arterias de entrada a Nueva York o Chicago, acompañados por los grititos extáticos de Charlie Feathers o los himnos a la clase obrera de Bruce Springsteen, ese El Fary de la New Jersey católica. No se necesita mucho más: una tarde por delante y una serena voluntad de ver mundo sin bajarse de la cabina.

Alguien dijo nada más acabar la conferencia de Sony que el pequeño segmento de gameplay que Naughty Dog se encargó de preparar le daba un millón de vueltas a todo lo que se vio en el resto del E3. En lo técnico podríamos tener largas discusiones sobre si se ve mejor o peor de lo esperado tras el anterior teaser (que apunta, y todos lo sabíamos, a una imposibilidad), pero no en lo que perseguía esta demo de Uncharted: el espectáculo más increíble y perfecto que puede dar un videojuego a día de hoy. Víctor lo sintetizó a la perfección: con Uncharted 2 te encontrabas a un tío que colocaba la mano en la pared al pasar cerca y renfunfuñaba cosas con una naturalidad asombrosa. Uncharted 4 va en la misma dirección, en pulir tanto su obsesión con cada detalle de lo que aparece en pantalla que uno se siente aturdido después del desenlace del vídeo. Como si la realidad fabricada por Naughty Dog ofreciese más estímulos simultáneos que la misma realidad auténtica.

Aquí ya entramos en el terreno de la parafilia, el fetichismo y la patología. El mundo de lo irracional, la química de las putas cabezas y la conexión espiritual, sea lo que sea eso. The Last Guardian se ve igual que siempre, se explica tan poco como siempre y nos deja tan huérfanos de fecha como siempre, y nosotros le queremos más que nunca. El hype es a menudo una fuerza incontrolable que se apodera de uno y a veces amordaza la lógica y la coherencia, pero con Trico y su amigo la rendición es total, complaciente, sumisa, abnegada y sincera. Es un juego tan especial que se hace imposible argumentar a favor o en contra, solamente dejarse iluminar por el destello de sus movimientos y de ese silencio con eco que acompaña a cada paso y cada exclamación del niño. No sé si será divertido o innovador o bueno, en definitiva, pero tengo la certeza de que The Last Guardian será una obra de arte en su acepción más pura y estricta.

Mención: American Truck Simulator
Imagino que SCS Software juegan con ventaja aquí, porque el lore de su nuevo simulador de camiones no es uno que ellos se hayan inventado o una fantasía épica cualquiera: es *la* fantasía épica más grande de todos los tiempos. Yo soy más de juegos de tiros y de Super Mario, así que no sabría decir qué tiene Euro Truck Simulator 2 para ser tan cautivador (todavía: he jugado poco, pero creo que voy viendo algo); sí sé que una ruta Swansea-Liverpool tiene una sordidez como de drama europeo o documental de la BBC, y que esa manera de hablarnos a través de acciones tan cotidianas (salir del aparcamiento; repostar; tener cuidado en una rotonda) puede ser increíble en las carreteras de un país tan nuevo y tan cargado de magia. No hay ironía ni pose: iguales porque mi trabajo es jugar a Super Mario y no conducir un caminó, pero American Truck Simulator me resulta seductor como el juego de escapismo definitivo.

Hay algo especial, nuclear e importantísimo en los Mario; una partida de Super Mario World es única y eso se demostró en el Nintendo World Championship, cuando Cosmo y John Numbers, dos personas que para la inmensa mayoría de la gente volvieron a ser completos anónimos en cuestión de horas, compitieron para alzarse como mejor jugador de Super Mario del mundo. Hacks y revisiones caseras que reconfiguraban los elementos básicos de Super Mario (bloques, enemigos, power ups) para crear mecanismos extremos de esos que solo pueden llegar a buen puerto usando herramientas externas nos llevan dejando claro que hay un interés, aunque solo sea para terminar con un vídeo de YouTube chulo, por experimentar con la mascota de Nintendo; me parece un poco raro (¿quizá genial?) que centren la celebración del aniversario de Super Mario en un editor de niveles, por bueno que sea (es uno de mis juegos más esperados de 2015), cuando con Luigi montaron el equivalente en videojuegos a una boda gitana, pero por su potencial como fuente inagotable de niveles, de experimentos, de expresión creativa y de recursos didácticos para futuros creadores de videojuegos, es también uno de los juegos que más me han interesado de la feria.

No necesitaban una conferencia para despertar el interés de los jugadores, creo yo, pero seguro que muchos de los que ya queríamos Fallout 4 cerramos la pestaña en la que estábamos viendo la conferencia de Bethesda en el E3 y nos subimos automáticamente a una lámpara a bramar y rompernos la camisa, la única forma de celebrar la fantástica presentación que dio Todd Howard que se le puede ocurrir a uno a esas horas de la madrugada. (Qué duro es seguir el E3 desde España.) El más y mejor se suele celebrar invariablemente, pero es importante que se diseñe en la dirección correcta, y aquí parece que lo están consiguiendo: Fallout es la sensación de explorar un páramo post apocalíptico, y muchas de las cosas que enseñaron (el perro, que con su compañía acentúa más la ausencia de otros seres humanos; el crafteo, que nos da una sensación de propiedad en un mundo en el que la propiedad es imposible; la personalización de las armas, que le da un sentido a la recolección de chatarra y el deseo de encontrar trastos entre los escombros del mundo) parecen ir en la dirección correcta.

Y encima sale pronto. Yo no pido más.

Lo del #putoKojima no tiene nombre: primero nos deja noqueados con un tráiler dirigido por él mismo en el que habla de Emil Cioran, del lenguaje como patria, de ganar guerras arrebatando su identidad al enemigo; luego presenta (no él, pero sí su equipo, entiendo; él se quedó en Japón este año) 40 minutos de partida en la que deja claro que la kojimada da para telenovela pacifista/filosófica, sí, pero también para dar forma a mecánicas y dinámicas fenomenales, sorprendentes y refrescantes. La importancia de Metal Gear Solid V, su peso y relevancia como puente (entre Oriente y Occidente; entre industria y arte; entre presente y futuro), es tal que, a día de hoy, muchos todavía no sabemos medir la distancia hasta el 1 de septiembre, que es cuando sale; no nos damos cuenta de que va a acabar el E3, vamos a trabajar unas semanas, nos vamos a ir al pueblo a ver a la familia y cuando volvamos, como quien no quiere la cosa, vamos a tener en casa uno de los juegos más ambiciosos y esperados de los últimos tiempos. No ha tenido mucho protagonismo en este E3, ni falta que le hace; con todo, en mi cabeza solo suena New Order, y esas palabras: I was born in a small village. I was still a child when we were raided by soldiers. Foreign soldiers.

Mención: For Honor
Cogedlo de momento con pinzas, si queréis, pero una realidad aplastante se impone a todas las dudas que Ubisoft pueda generar: la de For Honor fue la partida más divertida que me eché en Los Angeles. Los duelos entre caballeros medievales —los samuráis y los vikingos, desgraciadamente, otro día— son tensos y estimulantes, la mayoría de reglas que los definen parecen bien pensadas y los castillos donde se desarrollan lucen de maravilla. Más adelante veremos si es un juego lo bastante profundo y variado, si la cosa se queda en batallas multijugador con un ligero toque estratégico o apuestan fuerte por él con un modo campaña. Hasta entonces, For Honor se siente como una reivindicación por parte de Ubi; cuando salen de su zona de confort, cuando dejan de hacer el mismo juego, siguen disfrutando al diseñar nuevas mecánicas. Una mezcla de Dark Souls y Nidhogg, poca broma.

Le toca a la aventura ártica de Insomniac Games por ser la demostración más pulida y resultona con la que me topé, pero seguramente podría estar escribiendo ahora sobre otra experiencia acojonante para realidad virtual —se dice, se comenta, que mucho ojo con Kitchen, de Capcom para Morpheus.

Cada momento de Edge of Nowhere tiene algo con lo que sorprender: la increíble presencia del explorador protagonista, a pesar de no llevar tantísimos polígonos en la mochila, el reflejo de la antorcha en las paredes de una cueva helada, el vértigo al mirar hacia abajo antes de saltar un precipicio… De nuevo, está por saber si esto se quedará en un paseo de diez minutillos o la nieve se acabará acumulando para formar algo a lo que llamaremos juego. Da un poco igual; si la primera buena experiencia con Oculus sirve para convencerte de que esto viene para quedarse, las siguientes directamente te ponen nervioso. Quiero esto ya. Lo necesito para ayer.

Siempre que tenía un pequeño hueco entre presentaciones, iba de cabeza al Street Fighter V más cercano. Podría haber hecho una app con eso, tú. «Un mando acaba de quedar libre en el stand de Sony». «Recuerda: le han devuelto a Ryu su jodido parry». «Colas moderadas en Capcom». Es un juego de lucha glorioso, más decidido que la última entrega tras haber perdido el miedo a las 3D. Es cómodo desde la primera patada media, pero también en ese instante queda claro que podrías tirarte ahí horas sin empezar a cansarte. Promete, claro, su intención de diferenciar a los luchadores con golpes o movimientos específicos; quizás Cammy y Birdie no fueron incorporaciones muy aplaudidas, pero ahora tenemos más razones para estar atentos a los nuevos anuncios y a las pistas de Ono.

Suelo intentar, al hacer estos repasos, centrarme en aquello que he podido jugar. Por eso, por ejemplo, Uncharted 4 no ha entrado en el podio a pesar de haberme dejado tan loco como al que más. Y sin embargo, si no destacara aquí el regreso de Fumito Ueda estaría siendo un poco hipócrita y bastante gilipollas; el de 2015, para mí, será siempre el E3 de The Last Guardian. Hubo ya otros años para el juego, evidentemente, y lo complicado de su desarrollo hace que la prudencia, cuando no el miedo, se queden rondando por aquí hasta que finalmente se publique. Pero si no podemos o no vamos a creer en éste, me pregunto, ¿qué nos queda? Durante este tiempo sin noticias sobre él, supongo, todos hemos ido pensando en cómo sería la aventura del chavalín y el pajarraco; en nuestras cabezas siempre se movían exactamente igual que en el vídeo del otro día. Era él y nunca dejó de serlo: el juego que todos, jugadores y creadores, necesitamos.