Apurando más que nunca, porque este año les ha dado por sacar cosas en diciembre, llega el momento de hacer balance.
Ha sido un 2018 marcado por los cambios, de nuevo, en una industria necesariamente inquieta: nuevos modelos de negocio, más plataformas digitales, estudios que se compran y se crean, polémicas esperando en cada esquina y tantas estrategias y ritmos como editoras y fabricantes. Por aquí, sea como sea, encantados con la constante: juegos magníficos de todas formas y colores. Aquí van, en nuestra opinión, unos cuantos de esos.
Mención honorífica: Wandersong
Wandersong es mejor que la suma de sus partes. Aunque no tiene un diseño artístico sobresaliente, ni un guion inolvidable. Pese a que los controles no están lo pulido que deberían, ni resulta más ingenioso que otros juegos de puzles, no puedo dejar de volver a él. Es, en el mejor sentido de la palabra, un juego amable. Las aventuras del bardo que no estaba destinado a nada pero le daba igual, porque quería salvar el mundo de todas maneras, es el juego más gracioso de este año y, solo por eso merece, una mención.
Es evidente que Greg Lobanov siente un enorme cariño hacia este universo y sus personajes y el sentimiento traspasa cualquier pantalla. En Rock Paper Shotgun definían el juego como un abrazo y no puedo sino darles la razón. Wandersong está hecho de amor y todos, de vez en cuando necesitamos ese lugar seguro.
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¿Hasta qué punto nos afecta la cultura que consumimos? Rodeados como estamos de ficciones que nos indican no sólo qué sentir en cada momento sino como sentirlo es difícil saber dónde terminamos nosotros y dónde empieza la imitación. Esto no es preocupante, somos seres sociales y es normal que aprendamos a expresarnos de una manera predeterminada, que sea comprensible para los demás. Pero una cosa es la realidad y otra es el arte.
GRIS es un título que conocimos por su llamativo estilo visual pero que, lejos de quedarse ahí, propone un interesante juego exploración con algún que otro puzle estimulante y, sobre todo, una narrativa propia que no se pliega a convencionalismos. Lejos de ser —tal y como se le acusa— inaccesible o en extremo metafórico, GRIS es recto en la exposición de sus temas solo que no lo hace de la misma manera que las obras que vinieron antes. El título de Nomada Studio está desarrollado por un equipo que, con una meta muy clara, ha remado desde diferentes disciplinas para llegar a ella. GRIS habla de un dolor muy concreto y, en especial, sobre cómo éste nos incapacita. Podemos quedarnos con su arte o podemos entrar en su triste mundo roto, lleno de belleza. Somos nosotros los que elegimos qué darle a un juego que pretende darnos todo.
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El principal problema a la hora de tratar los temas universales en la ficción es que, al estar tan extendidos, el público está bastante sensibilizado. El amor el mejor ejemplo de esto: género repudiado, subgénero omnipresente, es muy difícil representarlo con intensidad sin caer en el melodrama o, directamente, en la comedia involuntaria. La clave para emocionar y atraer al público suele ser la sinceridad, el hablar desde la experiencia en vez de imitar (contar de segunda mano) lo que ya han hecho otras ficciones.
Ahí se encuentra el mayor logro de Florence, en la honestidad que muchos confunden con sencillez. También en su falta de complejos para ser un juego corto de móviles para una amplia audiencia y tomarse muy en serio a la vez. Para imaginar mecánicas a la altura de lo que quiere contar en vez de motivos para introducir elementos de juego.
Aún recuerdo muchas de las escenas de Florence. Ninguna de ellas es especialmente épica ni impactante, al contrario, resultan dolorosamente cotidianas. Florence gamifica el hecho de llegar a entendernos con un desconocido y ludifica algunas particularidades de iniciar una vida juntos, pero no juega con el amor. Eso nunca.
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Red String Club nos obliga a reflexionar sobre las leyes y las normas. ¿Quién las hace? ¿Son justas? ¿Qué tipo de ideas protegen? ¿Merece la pena romperlas? Y si es el mejor juego del 2018, es porque estas preguntas no pueden ser más actuales. En el mundo en el que las supercorporaciones intentan humanizarse en redes mientras despojan a sus trabajadores de los derechos más básicos, en los tiempos en el que el activismo se teme tanto como se ridiculiza, que un juego se atreva a dibujar una distopía diferente (y que lo haga tan bien) debe ser aplaudido. Porque la propuesta de Deconstructeam no homenajea a la ciencia ficción copiando personajes e inquietudes ni repitiendo planteamientos manidos desde los 90, sino celebrándola con inteligencia y recordándonos por qué es tan necesaria.
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Florence no estaba incluido en el primer listado de juegos que envié a Anait hace una semana. Aún teniendo claro que había sido uno de mis favoritos del año, algo en la simplicidad de su argumento y la pasividad de su manejo me hizo dudar de si merecía un hueco sobre nombres como Celeste. Al menos, pensé eso hasta que me di cuenta de que estaba razonando con la frialdad de un termómetro. Ya que estas recomendaciones no deberían medirse con cartabón, y lo que consigue transmitir la pequeña novela visual de Ken Wong es comparable al virtuosismo técnico del mejor diseño mecánico tradicional. Florence no desafía a su público, pero lo envuelve en su mensaje. Transforma puzzles en astutas metáforas que describen el trayecto emocional de su protagonista, y nos acerca a ella mediante una candidez y una atención por el detalle inusuales en un videojuego. La suya es la historia universal de un desamor sin grandes pretensiones, pero contada de una forma tan humana que su mérito implícito no puede obviarse.
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Mi intención original era pasar de God of War como quien ignora el quincuagésimo Assassin’s Creed y se acomoda en la poltrona arrogante del que ya cree haberlo visto todo. Las críticas entusiastas y su cambio de registro me hicieron replantear mi decisión, y el resultado fue una partida a un juego que se suma a ese club en auge de nuevos blockbusters capaces de reinventar su pasado para adaptarse a los tiempos que corren. Parte Uncharted y parte The Last of Us, God of War aúna el sentido del espectáculo del primero con la sensibilidad narrativa del segundo, aunque sin renunciar a una esencia hack and slash propia, ahora replanteada como catalizador del rencor que dibuja la brecha entre un padre y su hijo. Alzarse como el AAA más trascendente de la temporada es un hito al que cada vez aspiran menos juegos, pero alegra pensar que entre aquellos con ganas de superar la carrera de obstáculos del studio system todavía hay quienes no se dan por vencidos. God of War no lo hace, y gracias a él, Cory Barlog acaba de inyectar combustible en Sony para mantenerse en cabeza al menos hasta bien entrada la siguiente generación.
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Si God of War me pilló con los rulos puestos, con Obra Dinn pasó justo lo contrario. Habiendo seguido su desarrollo desde sus primeras demos y empapándome de cada pequeño avance que Lucas Pope dejaba caer en las redes, mi temor era que ese juego de corte novelesco y ambición desmedida acabase decepcionándome por desgaste. Tiraba además de un concepto sobreutilizado, el de la reconstrucción del pasado mediante viñetas, que ya en el Tacoma de Fullbright empezó a adolecer de una aparente falta de potencial mecánico. Por suerte, Return of the Obra Dinn destrozó de un plumazo esas ideas preconcebidas, combinando de manera extraordinaria lo mejor de juegos como SOMA, Her Story y The Vanishing of Ethan Carter para dar forma a una historia de aventuras y misterio en un marco georgiano que atrapa desde su primer flashback. El de Pope es un juego contenido y al mismo tiempo enrevesado, minimalista pero épico, accesible pese a su exigencia. Y creo que todo eso lo convierte en el mejor juego del año.
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La elección de mis GOTY este año, como casi todos, viene marcada por las circunstancias. Por el tiempo que he tenido para jugar, por los juegos que me han tenido ocupado más tiempo del habitual, por los que he podido probar y, sobre todo, por los que no. Entre esos últimos están Dragon Quest XI, Red Dead Redemption 2 y Spider-Man, tres que quizá se hubiesen colado en esta lista y que en mi caso jugaré ya en 2019. Es lo que hay. Hecha esta aclaración, vamos al lío:
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GRIS ha sido la gran sorpresa de este final de año. Personalmente llevaba tiempo siguiendo el desarrollo del juego a través del Instagram de Conrad Roset, director creativo del juego y rostro visible del proyecto. Honestamente, esperaba un juego muy bonito y poco más. GRIS, sin embargo, no se limita a sorprender con un apartado visual primorosamente diseñado (el botón de captura de mi Switch está sufriendo como nunca), sino que también ofrece mecánicas interesantes para la resolución de sus imaginativos puzles.
El de Nomada Studio es un juego muy breve y no debería suponer un reto jugable para nadie. Sin embargo, es un placer verlo y es un placer jugarlo. El arte de Roset, Ari Cervelló y Alba Filella cobra vida con la espectacular banda sonora de Berlinist, para regalarnos una experiencia que nadie debería perderse.
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Quizá es porque los he jugado seguidos, pero Celeste me ha parecido, en varios sentidos, el opuesto de GRIS. El primero de ellos es que el juego no entra por los ojos. Sus gráficos pixelart son resultones, sí, pero en algunos niveles la falta de detalle ha llegado a confundirme.
También son juegos opuestos en cuanto a su dificultad. Si en GRIS no puedes morir, en Celeste te vas a hartar de hacerlo una y otra y otra vez. El disfrute del juego de Matt Thorson y Noel Berry demanda una pequeña y saludable dosis de masoquismo. Es un juego de plataformas donde cada pantalla es un propio puzle. No solo se trata de tener la habilidad y precisión suficiente para hacer algo, sino también de saber qué es exactamente lo que tienes que hacer y, en muchos casos, memorizar el orden en el que tienes que hacerlo. Puede ser frustrante, mucho, muchísimo, pero resolver esa fase que se te resistía también proporciona un agradable subidón.
Si GRIS, en su mayor parte, es un paseo sosegado por un bello paisaje, Celeste es, literal y metafóricamente, escalar una montaña. La experiencia es dura, pero también muy gratificante.
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God of War se quita el disfraz de hack & slash para convertirse en un juego de aventuras de mundo abierto con pequeños toques de rol y una pizca de crafteo. El combate sigue siendo clave y, de hecho, resulta extremadamente satisfactorio, pero se han potenciado los puzles y, sobre todo, la exploración de un mundo que, si bien es pequeño para los estándares del sandbox, está repleto de pequeños secretos y misiones secundarias.
Esa limitación en el tamaño permite sacar pecho con un apartado gráfico como pocos. Mucho se ha comentado esa sensación de plano secuencia que ofrece God of War. Más allá de eso, que solo se aprecia del todo cuando juegas a otra cosa, es una locura lo absurdamente bien que se ve todo. Obviando algunos problemas con la cámara y una variedad de enemigos quizá escasa, God of War ha puesto el listón altísimo en este sentido.
Tengo cero dudas de que estamos ante uno de los mejores juegos que ha dado PlayStation 4. Hasta ahora la serie God of War me producía sobre todo indiferencia. Ahora me muero por ver qué se hace con ella a partir de aquí.
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Mención honorífica: Tetris Effect
Mi encuentro este año con Tetris Effect tantos años después de haber tocado un Tetris por última vez ha sido como visitar una pirámide egipcia: algo que has visto mil veces antes pero que de repente tienes delante en una dimensión mucho mayor y más palpable; te vuelves más consciente del mérito tras su perfección, te vuela la puta cabeza. Como el ajedrez, Tetris es un diseño sin fisuras, una ecuación matemática infalible que funciona siempre porque juega con valores absolutos y estimula áreas comunes del cerebro humano. Así que el trabajo de Tetsuya Mizuguchi consistía en mantener latiendo ese mismo mecanismo eternamente funcional y amplificarlo, dotarlo de alma más allá de los números y las formas, adornarlo para hacerlo entrar en tromba por los sentidos del jugador con efectos visuales espléndidos y músicas increíbles.
El resultado vuelve a merecer el mismo adjetivo: es perfecto, así de simple; no hay defectos de formulación ni de ejecución y se hace complicadísimo pensar en siquiera una forma de hacer mejor esta auténtica obra maestra que combina la ingeniería imperecedera de Alexey Pajitnov con el genio imparable de Mizuguchi. Un producto cien por cien asiático de alcance universal.
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He tenido un año de obsesionarme con varios juegos (de obsesionarme también con asuntos de la vida adulta; igual me he vuelto obsesivo en general) y Subnautica fue el primero de todos y el que me pegó más duro. Tal como sucede con otros buenos juegos de supervivencia (por ejemplo The Forest), la magia de esta aventura submarina no reside tanto en un buen diseño de las mecánicas de obligado mantenimiento de la salud del personaje —que en este caso al menos son negociables y dan margen a la exploración libre—, sino en las vivencias emergentes (¡o sumergentes!) que experimentamos mientras vivimos en ese mundo. El hecho de que se trate del océano de un planeta lejano y que la fauna y la flora sean ficticias son un escollo evidente para quienes reivindicamos habitualmente la presencia de más juegos submarinos, pero se le olvida a uno rápido cuando comprueba la variedad de los biomas en el mapa, el patrón de sus criaturas y la calculada distribución de los recursos que necesitamos para prosperar. Quizá la clave de Subnautica está en su eje vertical: en otros juegos solo exploraríamos de manera horizontal la extensión frente a nosotros, pero aquí se suma el terreno profundo, las cavidades y explanadas a profundidades enormes que uno solo puede alcanzar desarrollando cacharros de distintos tipos y gestionando el consumo de oxígeno. Es un juego que se deja descubrir en más direcciones de lo habitual, y que maneja estupendamente la sensación de progresión y descubrimiento, además de generar momentos de tensión y paranoia (como todas las noches) en los que el terror, como género o como presencia figurada, llama a la escotilla del refugio para recordarnos que lo más importante para sobrevivir es saber cómo y cuándo mantenerse a salvo.
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Pep no ha dejado de hablar de lago llamado “fisicidad” como uno de los ejes fundamentales de la experiencia Red Dead Redemption II. Donde algunos se exasperaban con animaciones que alargaban los tiempos para acciones corrientes en un sandbox, otros nos sentíamos premiados con la pausa y la meticulosidad de un personaje que manipula su entorno sin prisa, como alguien que se mueve a la velocidad que exige su propio tiempo en los últimos días del siglo XIX. Para mí esos detalles, y la recreación casi aturdidora del entorno rural americano, marcan una evolución importante en la manera en que percibimos un mundo virtual. No sé si hablaría de punto de inflexión, porque en esencia es lo mismo de siempre pero con un realismo mucho más depurado, aunque sí tengo claro que es la dosis apropiada para que RDR2 de el salto de género y en la práctica sea más juego de rol que muchos juegos de rol. En ese sentido funciona de manera inversa: uno tiene tendencia en los RPG a pilotar a su personaje como él mismo se comportaría en su universo, pero la fuerza brutal visual e interactiva del juego de Rockstar doblega cualquier tipo de costumbre y le invita a uno a comportarse como cree que lo haría Arthur Morgan, uno se cree por un rato que está en el oeste, y se toma un café por la mañana y observa el fuego crepitar bajo la olla de estofado y camina hasta la orilla del lago y contempla como escampa la bruma de la mañana y se acuerda de los niños jugando a indios y vaqueros y cae en la cuenta de que aquello sin números ni tablas ni misiones ni clases ni niveles eran también, quizá más que ninguna otra cosa, auténticos juegos de rol.
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Mi relación con lo último de Lucas Pope es algo así como un apasionado revolcón de quince horas con una desconocida a la que nunca podré olvidar: alguien que me enseñó maneras estimulantes y frescas de disfrutar sin necesidad de inventar nada nuevo ni adentrarme en límites que me hicieran sentir incómodo. La magia de Return of the Obra Dinn es que en cierto sentido, quizá respaldado por su estilo visual deliberadamente anticuado, sigue siendo algo convencional, algo que incluso huele a juego de mesa guardado por muchos años en un armario, con el cartón ligeramente podrido y las fichas polvorientas. Su relación con el Cluedo es innegable, y su dimensión como videojuego tiene las raíces echadas en algo tan físico y tan antiguo y tan pasivo como descubrir, libreta en mano, quién es quién. Es un juego planificado al milímetro que va mucho más allá que la mayoría en la simulación detectivesca aportando algo que es esencial en una investigación real, el acierto por descarte, que los videojuegos nunca han sabido cómo implementar. La excelencia de la obra de Pope es laboriosa pero no necesariamente sofisticada: es un mecanismo que funciona a su manera y que uno debe inspeccionar, como un niño fascinado —obsesionado, quizá— por los engranajes de una pequeña máquina redonda y perfecta.
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Mención honorífica: ZeroRanger
Hubo una época en la que estuve obsesionado con la historia de Ikaruga; la «historia», o lo que pudiera querer contar ese juego de naves que no se parecía a nada que yo hubiera jugado antes. Aunque a posteriori he leído algunos resúmenes que aclaran bastante lo que «ocurre» (espero que se entiendan las comillas) en el juego, lo cierto es que la verdad me parece mucho menos emocionante que las fantasías que había en mi cabeza de adolescente; me gusta compararlo con ese momento en el que entiendes lo que dice una canción que hasta entonces, porque no sabías el idioma o por lo que fuera, simplemente te sonaba bien y descubres que la letra es una soberana estupidez. ¡La felicidad del ignorante! Me creía inmune a que un shmup me provocara ese tipo de intriga hasta que descubrí ZeroRanger, otro juego de naves, este definitivamente más posmoderno, que esconde tras su fachada de mantas de balas y referencias cariñosas a los clásicos del género no solo una historia, sino una que utiliza con pericia toda clase de recursos inesperados para presentarse de una manera poderosa y sorprendente, y todo esto sin perder de vista que para que el truco le salga bien tiene que ser, en el fondo, un muy buen shmup. Y lo es. ¡Vaya si lo es!
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Tan fallido como se le pueda considerar, era obvio que había algo especial en el estudio que desarrolló Gods Will Be Watching, Deconstructeam. El salto de calidad que supone segundo juego, The Red Strings Club, no es de los que se ve en una captura de pantalla o en un tráiler: el formidable arte pixelado está ahí, sí, y la tremenda banda sonora también, e incluso se pueden pescar algunas líneas de diálogo particularmente ingeniosas o potentes, pero sin duda es en la impenitente cohesión de sus tres actos, cada uno de su padre y de sus madres (que a la vez son los mismos), en los que, apostando por imágenes y momentos de una carga poética no muy habitual en videojuegos pero sin renunciar a la ficción e incluso al chiste grueso, se desarrollan una serie de ideas sobre temas de un calado humano profundísimo. Podría escribir que son temas de rabiosa actualidad, pero, como se suele decir, muerto el perro se acabó la rabia: lo que te propone The Red Strings Club es tan universal, tan humano y tan intelectualmente estimulante que da la sensación de que no hablan ni sobre el presente ni sobre el futuro distópico en el que se desarrolla el juego, sino sobre (como la buena literatura, por lo demás) temas que están ahí, y que llevan ahí mucho tiempo, y que van a seguir ahí toda la vida.
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Leía hace no mucho que Matt Thorson, el creador de Celeste, y su equipo prefirieron no asesorarse para hacer su juego de plataformas sobre escalar una montaña y, a través del trabajo personal, el apoyo de terceras personas y la empatía, aprender a no automaltratarse y vivir una vida mejor. No buscaban aportar soluciones, sino representar, traducidos al lenguaje de los videojuegos de plataformas, ciertos trastornos hoy muy comunes y a menudo difíciles de reconocer en uno mismo. Es encomiable la manera en que lo han conseguido; no solo porque haya algunos momentos genuinamente poderosos en Celeste —momentos que pueden mirar a los ojos, e incluso hacer palidecer, a muchas superproducciones con un énfasis mucho mayor en la historia, o en la narración más pura y dura—, sino porque además hay un trabajo soberbio de diseño de niveles, de mecánicas, gráfico, de sonido; es el trabajo precisamente, ha reconocido Thorson, la fuente de los episodios de ansiedad que le llevaron a escalar su propia Celeste, y, aunque a veces avanzar en el juego puede ser tan complicado y desesperante como escalar una montaña, merece la pena intentarlo de nuevo, con tesón: a pesar de lo inhóspito de sus gélidos escenarios, Celeste es un juego tremendamente cálido, respetuoso y amable. Si Braid, Fez y Super Meat Boy consiguieron, hace ya una década, suponer un hito y abrir nuevos caminos para toda una nueva generación de desarrolladoras independientes, este año el hito ha sido Celeste, que da un paso más hacia la auténtica madurez de los videojuegos.
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Igual todos los juegos de estrategia por turnos son en realidad juegos de puzzles, e Into the Breach solo lo hace más evidente; igual todos los juegos tienen algo de puzzle si se presentan de determinada manera, como demuestran esos problemas de ajedrez que solían venir en la página de pasatiempos de los periódicos, que no eran ajedrez sino un puzzle. Por ahí se puede leer que Into the Breach no es estrategia sino que es un generador procedimental de infinitos puzzles; que es nieto o bisnieto del ajedrez; que, sin copiarse, los creadores de Faster Than Light han conseguido hacer un juego tan cautivador, tan desafiante y tan inteligente como su debut: sin copiarse, insisto, algo que a menudo no consiguen ni los mejores. Perdonad por la perogrullada, pero sabemos que hay juegos buenos y juegos malos; otros, los menos, se cuelan en la eternidad porque saben transmitir de manera precisa y elegante unos sistemas de reglas infalibles, impepinables. Yo creo que Into the Breach es uno de esos.
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Me puse con Celeste, debo confesar, seguro de que no iba a ser para tanto. Entonces no podía pensar que Matt Thorson fuera uno de esos pocos elegidos, porque yo venía de ser –mucho– más de Samurai Gunn que de Towerfall.
168 fresas, 5.444 muertes y 25 horas de partida después…
Celeste es un plataformas absolutamente brillante. Por la personalidad del control y por su insuperable diseño de niveles, es uno de esos juegos envidiables –el típico que todos quisiéramos poder hacer. Es también, al mismo tiempo, una oda al atractivo del desafío y una preciosa historia sobre el bloqueo y la frustración. Por si eso fuera poco, también un puñado de secretos y de homenajes muy bien puestos, una tarta y una melodía que sigo tarareando casi sin darme cuenta, porque se queda como moraleja. A pesar de sus pixelotes, especialmente grandes, Celeste es el juego más redondo que he probado este año.
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En cierto modo, Rockstar llega tarde; Nintendo y The Legend of Zelda: Breath of the Wild ya nos habían reconciliado para siempre con los juegos de mundo abierto. Y sin embargo, la aportación de Red Dead Redemption II se siente igualmente importante. No es la primera vez que una superproducción destaca por sus momentos más íntimos, por sus escenas más cotidianas –¡otra vez lo del café!–, pero desde luego yo no recuerdo un juego de escalas similar: jamás había visto un entorno virtual tan grande construido a partir de detalles tan pequeñitos. «I have a plan», como dice Dutch. Resulta que las virtudes del mundo sirven para realzar la presencia de todos los personajes que pululan y cabalgan por ahí; la luz al atardecer hace más creíbles las muecas y los conflictos de Arthur Morgan, los paisajes idílicos y la carne de venado con un toque de tomillo ayudan a fingir que Marston y el resto de la banda acabarán encontrando una vida mejor.
Red Dead Redemption II prepara tan bien el terreno, anticipa y adorna sus mejores planos con tanto gusto, que sus evidentes carencias, sus excesos y sus limitaciones, se pueden quedar como deberes para otro momento.
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Había dudas. Con el hacha, con la cámara, con el chiquillo, con el plano secuencia. Llegamos a prepararnos para lo peor, en el año del (Sale mal), pero el Kratos barbudo lo hizo todo bien.
Suena un poco ridículo, habiendo disfrutado como un salvaje con un título tan descaradamente tocho, repescar la cantinela del single player en peligro de extinción. Siguen ahí las tendencias preocupantes y las prácticas abusivas, por supuesto, pero pesan más las razones para ser optimista. Hace un par de días llegué, desde Twitter, a la reveladora lista de los Shmupawards ’18: si este «ha sido el mejor año de la década» para los benditos matamarcianos, no puede haber sitio para el victimismo. God of War no sirve para conformarse, sino para exigir más y mejor. Para recordar, otra vez, que sí se puede tener todo.
Kratos vive, la lucha sigue.
Boy.
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Al final voy a tener que jugar al puto Celeste…
Una pena que el Monster Boy haya llegado tan tarde este año porque podría haberse visto en más de una lista. Por lo demás, mi top 3 (antes de terminar el Monster Boy) es GoW, Gris y el Obradín así que muy satisfecho con el trato que se les ha dado en esta santa casa.
Poco Tetris Effect veo yo aquí.
Muy fan del Subnautica. Otro juego que descubrí por @pinjed ( Gloria y loor al Euro Truck) y que al jugarlo no puedo dejar de pensar en el, lo que no deja de ser escalofriante. XD
@kamelot666 Yo lo empecé anteayer y me está gustando mucho. Lo recomiendo.
Aunque me costó un huevo desacostumbrarme al movimiento de Hollow Knight.
Subnáutica me estaba gustando un huevo… hasta que se me corrompió la partida (entre otros bugs poco graves) a pocas horas de terminar.
@lordxamon
A la mierda. ¿Pero cuando estaba en early access o después? Por las dudas voy a hacer una copia de seguridad. Me muero si me pasa.
«Kratos vive, la lucha sigue. Boy.» Gracias Pep, sin duda esto es para enmarcar.
@1984 y que cuesta 40 eurazos… Más de uno no lo jugará por ahora por el precio.
«Kratos vive, la lucha sigue» va a ser mi lema para 2019. Que no os engañen, se puede tener todo. No os conforméis con menos.
Las listas estan muy bien, lo unico que me rompe el corazon es no ver al Monster Hunter por ahi pero que se le va a hacer…
Solo 2 Triple A entre lo mejor del año.
Vaya cambio de paradigma mas bestia en apenas 5 años.
En algun momento habra que reflexionar el porque de esto.
Los indies se dedican a hacer juegos mientras la industria se dedica a hacer tragaperras as a service.
Gran recopilación, este año no hay unas ausencias tan flagrantes como las hubo el año pasado con NieR Automata y Hollow Knight (hubiese estado bien alguna mención al respecto de este último ya que ni siquiera lo analizasteis). Aunque sí echo en falta Dragon Quest XI y Shadow of the Colossus, mis tercer y cuarto puesto, y reivindico Save me Mr Tako, pudiendo añadir cosas como Ni No Kuni 2, Detroit o Spiderman (estos dos últimos aún pendientes de jugar).
Gris, The Red Strings Club y Florence (en orden ascendente) me parecen de lo mejor del panorama independiente y están en mi top quince (también digo que Gris se está sorbedimensionando algo por estar tan reciente y quizá por amiguismos, en detrimento de otros títulos que aquí no aparecen como pueden ser Minit, The Messenger, The Banner Saga 3 o Chuchel). Muchas ganas de probar Obra Dinn, por falta de tiempo lo he dejado para cuando esté para consolas.
Ninguna queja con respecto a God of War, mi número dos tras una reinvención tan lúcida, solo superado por uno de los mejores plataformas de la historia aka Celeste, número uno incontestable. Into the breach es el otro gran indie del año, mi número cinco, una lástima su ausencia de análisis y mayor reivindicación aquí. Subnáutica es el otro título junto Obra Dinn que no he jugado por no ser fan del género supervivencia, pero pinta muy bien. Y Red Dead Redemption 2 está siendo mi juego de las navidades y de momento fenomenal aún con sus fallos.
Viva los indies!
De poco le servira a los indies hacer buenos juegos si la industria no hace titulos vendeconsolas.
Como tu bien dices tanto GaaS early acces y demas basura no le hace bien a nadie.
Pero la industria no se puede permitir partos por titulo de mas de 5 años y presupuestos mareantes.
Espero que la traca de principios de 2019 me borre el pesimismo pero la sombra de otra crisis sobrevuela mi cabeza
A ver, es la opinión de unos cuantos redactores a los que les gusta tanto lo indie, sacar estas conclusiones en base a los GOTYs de anait me parece un tanto precipitado. A mí, por ejemplo, en el plano indie me ha parecido un año bastante justito, con propuestas cada vez más acomodadas en ciertas fórmulas y sin ningún representante de 10 como sí lo hubo en 2017 o 2016.
Lo de cacarear que qué bien lo indie y que están salvando los videojocs queda muy bien de cara a la galería pero se aleja bastante de la realidad, al menos en este 2018.
Este año creo que es el que más unánimemente han demostrado los juegos que, a través de una dirección de arte impecable y un mensaje profundo, se puede llegar más lejos, en el eterno objetivo del propio medio de reivindicarse como forma artística, que con un mundo artificial que abarque un gritón de hectáreas, por decir algo que tradicionalmente han publicitado y publicitan con gigantescas letras. Que los juegos de gran presupuesto sean este año minoría entre los favoritos de la redacción, que predominen los juegos pequeños en su presupuesto pero grandes en sus aspectos visuales y narrativos es algo que parece indicar un cambio de rumbo. A ver qué nos tiene preparado el próximo 2019.
Red dead redemption 2 caerá! (Ya estoy acabando el capitulo 6, en brebe God of war!) Felices fiestas gente!
Lo poquísimo que aparece Dead Cells en los tops del año me entristece sobremanera.
Yo lo entiendo, casi todos estamos hasta la polla de metroidvanias, por buenos que sean.
@jhonny_hd
@1984
A lo mejor más bien es que se tiende a desmerecer y buscarle 3 pies al gato a los triple A y se busca todo punto positivo y se es más permisivo con los Indies. Sin ir más lejops este año tenemos RD2, GOW, AC Odyssey ,MHW ,DQ ,Smash Bros, y Forza que son 7 pepinacos para la mayoría de gente que lo ha jugado en vez de criticar en base a prejuicios ,fobias y filias. Y lo siento, pero lo de dar más mérito a un juego por tener menos medios es como pretender que las Para Olimpiadas se le quite el Para y ver si cuela como olimpiadas. Y tan cierto es que el que tiene una discapacidad para ser el mejor en su categoría habrá sufrido más que el equivalente sin discapacidad como que el segundo tendrá en términos absolutos una mejor marca.
Pero vamos, que aquí hay muchos abuelos cebolletas, sólo hay que ver como nombrais el Game as Service cuando hasta ahora sólo ha significado cosas buenas. Por poner unos ejemplos:
-Nioh: Juegazo completo al que han ido añadiendo Ngs con nuevos enemigos, moveset, variación de estos en el escenarios, equipo, habilidades ect… a la par que han hecho caso a todas las sugerencias de los usuarios (otro modo cooperativo alternativo, diseño de menus ect…).
-Odyssey; Juegazo completo al que han ido añadido misiones diarias tontas para conseguir gratis Dlcs cosméticos pero también misiones curradísimas, nuevos Bosses y armas además de hacer caso a todas las sugerencias de la comunidad (Por ejemplo poner un transmog, o permitir cambiar el aspecto de las armaduras sin cambiar estadísticas, entre otras muchas peticiones del mismo estilo).
-FFXV: Pese a que el juego fuera un gazpacho con una historia patidifusa, esto no tiene nada que ver con que estuviera incompleto, y todo el contenido extra gratuito que han metido (Misiones , eventos, nuevas armas y trajes, incluso bosses) no sobra y no viene a solucinar nada , sólo a añadir, por mucho que mole decir que el juego sale a trozos no tiene nada que ver con el contenido gratuito adicional que han metido.
-Witcher 3: Sí, nuestro querido brujo es un juego como servicio y no os habeis dado ni cuenta. Misiones gratis durante los primeros meses, trajes y armas gratis y atender a las sugerencias de la comunidad mientras venían sus 2 expansiones.Por que aunque se os haya metido en la cabeza que el Game as service es vete tu a saber que pesadilla infernal en realidad es algo que ya habéis tenido y disfrutado en otros juegos solo que todavía no le habían puesto nombre.
Pero oye, mejor que no nos den contenido gratis, ni misiones, ni eventos, ni trajes o armas ni, sobretodo, solucionar esos defectillos que hasta nuestros amados juegos tienen y que en PC normalmente lo hacen los Modders pero en consolas o lo hace la compañia o te comes los mocos. QUe por cierto, los eventos de SMash o los trajes de Mario Odyssey también son «games as services».
Y es que el objetivo de game as service viene a ser sencillamente a que sigas jugando al juego feliz en vez de tirarlo a la estantería mientras vienen expansiones chulas que a ellos les sale mucho más barato que ponerse con otro juego.
En fin, que a veces con vuestra mezcla de Snobismo y miedo a lo desconocido os pegais unos tiros en el pie muy majos.
@kassandra
Discrepo infinito, nutrir de contenido y GaaS seran friamente lo mismo pero en la mente del creador/editora no es lo mismo ni de puta coña.
@kassandra
No creo que tu concepto de juego «as a service» sea el correcto.
Los juegos han tenido parches y expansiones desde hace mucho tiempo, eso no los hace servicios. Yo recuerdo los escenarios del Flight Simulator 5.1 pero me suena que anteriores versiones ya los tenían.
Yo puedo ir a GOG y bajarme todo el contenido de The Witcher 3, ponerlo en un blu-ray y dentro de 20 años sacarlo de la estantería y jugarlo, al 100%, todo su contenido. Prueba a hacer lo mismo con The Division, Battlefield o Heroes of the Storm. Prueba a hacerlo con los juegos del Game Pass o del Plus.
Los eventos online, como los del Hitman o los del Smash, también son un servicio, todo juego online donde el desarrollador no facilite el software para servidor lo es.
Por eso hoy puedes jugar al primer Counter Strike o Team Fortress como mods de Half-Life 1, y siempre podrás hacerlo, sin embargo el Star Wars Galaxies fue destrozado por Sony y esa experiencia se perdió para siempre.
En cualquier caso, nadie ha dicho que no haya triple-A buenos, se ha dicho que hay menos, yo al menos lo que quería decir es que una porción gorda de la industria triple-a se está dedicando a productos con prácticas horribles como lootboxes o servicio de alquiler, que nunca podrán optar a premios de la crítica salvo que se creen categorías ad hoc para ellos, como «Best Ongoing Game».
La parte de la industria que se ha lanzado a por lootboxes y juegos como servicios está fuera de las listas, y eso incluye gigantes como EA o Activisión, que es principalmente por quien iba mi comentario de «tragaperras as a service».
Yo vengo a reivindicar Dragon Ball Fighterz. El juego de Dragon Ball que muchos soñabamos de crios y que no veo en muchas listas.
Por cierto, muy bien @Christian, el único redactor que aclara qué juegos se ha dejado en el tintero. Me parece vital informar esto.
Que pasado mañana den el celeste con el gold es de chalaos
@servasky
Y sin embargo puedes jugar Celeste, Gris e Into te Breach en la Switch. Como First, Nintendo ha cumplido en la recta final pero como plataforma es indudable que Switch ha ido consolidándose.
Algo harán bien esos indies! 🙂 Buenas listas! Me alegra en especial ver a Red Strings Club en dos de ellas, revindicando el juego con contenido!
Habrá que darle de una vez a Celeste, al Return of the Obra Dinn y (aunque me joda no haberlo hecho aún) al God of War.
¡Feliz año!
@1984
A ver, justo pones de ejemplo juegos que son de por sí on line. Yo te estoy poniendo juegos monojugador. Y que igualmente dentro de 10 años no tendrás a nadie con quien jugar a la mayoría de juegos on line, así que los eventos en estos juegos son irrelevantes.Aparte de que siempre ha habido eventos y cosas temporales en juegos on line.
El concepto de game as service en los juegos monojugador ha nacido para reducir costes /maximizar beneficios de manera provechosa para el jugador. Simplemente quieren que estés todo lo contento que puedan con su juego para que no lo olvides en la estanterías y te pilles sus expansiones, que a ellos les sale mucho más barato que hacer un juego totalmente de 0.
Y los ejemplos puestos no sólo son solo cosas positivas, es que Nioh directamente gracias a eso pasa de ser un juego de 7 u 8 a un juego de 9 o 10.Y en todos los ejemplos el contenido que han ido sacando es permanente y ninguno era un juego falto de contenido.
Sobre los lootboxes el único juego monojugador con ellas ha sido uno de estilo clásico y afortunadamente se la ha pegado a lo bestia cuando de otra manera habría sido bastante bien acogido.
@kassandra
Mírate las diferentes formas de GaaS y verás que ni Nioh ni The Witcher 3 tienen mucho que ver con este tema:
https://en.wikipedia.org/wiki/Games_as_a_service
Tengo la sensación de que estamos hablando de juegos distintos. Mi crítica no va dirigida a los juegos con DLC. Y creo que tú tampoco te refieres a lo mismo cuando dices que GaaS «sólo ha dado cosas buenas».
El propósito en los single player de ofrecer contenido extra o alargar la vida del juego no es porque nos quieran mucho a los jugadores, la mayoría de las veces ese contenido extra es una fracción minúscula de juego por una fracción no tan pequeña de dinero, que en muchos casos se ha cortado artificialmente de la obra original, llegando a casos en que la obra completa se resiente sin las partes que faltan y al final sólo están vendiéndote un juego por 80 o 100€ de forma encubierta, y a plazos. Aún así, esto no es del todo GaaS, en mi caso si hay que pagar 80€ se pagan.
El caso de The Witcher 3, por cierto, es claramente diferente, no es un personaje más, o una mazmorra más, es casi un juego completo, en el que sí, vale, se reutilizan assets, pero es una oferta muy interesante en relación calidad-precio.
Hay otros casos que son mucho peores que lo que comento arriba, al AC Odyssey se le ha acusado de pedir mucho grindeo para forzar a comprar un multiplicador de experiencia, el Mankind Divided vendía Praxis Kits destrozando por completo la curva de dificultad y capando de muchas habilidades interesantes y formas de juego detrás de un paywall. ¿Cual es la forma correcta de experimentar el último Deus Ex? ¿Comprando Praxis? ¿Y cuando la tienda de Praxis no esté disponible dentro de 15 años? ¿Tenemos un juego roto? ¿Han quitado praxis del juego o aumentado la dificultad para forzar a comprar más praxis?
Esto es el GaaS en estado puro. Un multiplicador de experiencia o un praxis kit no le cuestan nada al desarrollador, no hay más juego por pagar (puede que menos), y lo peor, condiciona el diseño a la promoción de micropagos, haciendo que cuando uno juega se pregunte si ésta es la experiencia que los creadores buscaban, o la que han forzado en el departamento de marketing.
Me temo que no conozco Nioh, pero por ejemplo Blodborne, cercano en el género, tiene contenido extra y no tiene nada que ver con GaaS, si pagas tienes más jefes, más lore, en definitiva, más Bloodborne, no un set de ropas/bailes, o lo que es peor, un pay-to-win que afecte la jugabilidad.
Vamos va, monster hunter world es peor que gris, dead tranging, red dead 2?
Si tuviese que hacer una lista monster hunter world seria el unica AAA que entraria, por no tener ps4, solo switch y pc. Mario tennis, taiko y dbZ tambien muy bien, un escalon mas abajo para maegaman 11.Pero son juegos de 8.
Mhw es de 10.
Indies de 8 o 9 son dead cells, the messenger, into the breach.
@1984
Uhm,a ver, en el propio artículo que pones parece que game as service es un cajón de sastre. Pone por un lado los gamepass (que no se que tiene de malo), los moba (ídem), los lootboxes (esto sí es malo) y los season pass (que viene a ser comprar todos los dlcs juntos, cosa que creo que si se podía en witcher 3,así que sí que es un game as service).
Y no,mi experiencia con los game as service estilo season pass son los que ya he dicho y no,no faltaba nada al juego base ni se siente recortado, y las expansiones, a falta de probar las de Odyssey, son igual de separadas del original que en el brujer, y los añadidos gratis de la misma calidad que las misiones que regalaron en este. Aparte de notarse un perfeccionismo acojonante a base de atender el feed back de los usuarios con trabajo extra innecesario sólo para satisfacer a la comunidad.
Y del Odyssey, no me jodas. La comunidad ha protestado por 2 veces por que se sube de nivel muy rápido y les daba cosa tirar tantos xps a la basura y primero lo elevaron a 70 y ahora a infinito.Los que se pillaron el potenciador pidiendo que metan parche para desactivarlo. Aparte puedes preguntar a @telvanni a @comomevinemevoy o Nin. Puedes mirar las notas en cualquier sitio que te permita ignorar las de la primera semana. Y también puedes creerme a mí. Es una mentira como una casa el que haya que grindear, se suba lento o necesites yo que se mierdas. De hecho es de los juegos donde más rápido subes de nivel, a veces subes de golpe 2 o 3! Niveles y lo normal es que a poco que te dejes llevar (y las secundarias son mejores que la historia principal) o cojas las misiones pasivas de los tablones (del tipo mata 5 guardias de élite en toda Grecia, se hacen solas) alcances el nivel máximo poco después de la mitad de la historia principal.Comprobado en mi segunda run llendo a arco puro, sin tocar una secundaria,sólo mirando el tablón de cada ciudad por la que pasaba.
Ahora a lo mejor entiendes por que me fio poco cuando se raja de las grandes compañías y se les denosta.
Into the Breach (GOTY), Celeste, Red Strings Club y Obra Dinn son magistrales, pero me encanta que se haya colado esa mención a ZeroRanger.
Lo descubrí hace poco de casualidad y yo, que no soy un gran amante de los «matamarcianos» (por manco), llevo unos días de verdadera obsesión con ese juego. Es el ambiente, es la música, son las rutinas de pura matemática, es Moby-Dick…
@lordxamon
Ya ves, a mí me paso lo mismo con el Subnautica. Además, se me quedó congelado durante el guardado de la partida y tuve que reiniciar, y a parte de perder la partida de 16 horas que llevaba, me corrompió también el windows y tuve que reinstalar todo en otro disco duro.
El problema, aparte de que el código de programación debe de ser un desastre, es que solo te deja guardar en un slot, que se sobreescribe continuamente cada vez que salvas.
De momento prefiero esperar a que salga una versión final más estable y sin tantos crashes.
Una pena, porque el juego me estaba gustando mucho.
Anait los eruditos de los videojocs, siempre contracorriente.
Dicho esto el puto goty es red dead ni indies con colores bonitos ni respeta mi opinión cavernicola ni pollas. Lo que rockstar ha hecho con ese mundo abierto es digno de estudiar y si queréis un juego que os haga llorar y sentir que sois flores sensibles probar a pasaros la historia. Y PUNTO. Y me voy que me pongo agresivo. XD
@kzhar
Es un juego fantástico y muy sorprendente, y como dices no hace falta ser muy flipao de los juegos de naves para disfrutarlo. Extraordinario. De lo mejor del género en general, y un ejemplo a seguir para el futuro.
Lo del Into the Breach es de chalaos. Más que compararlo con otros videojuegos, es un juego comparable a la ajedrez misma por la perfección en sus normas y sistemas. Completarían mi Top 3 personal Dragon Quest XI y RDR2
Cuánto vamos a echar de menos el año que viene esta competición encarnizada por el GOTY entre dos títulos cuando salga el Sekiro y ya se decida el premio en marzo
No suelo jugar los juegos en su año de salida. De este 2018 solo me pasé el Subnautica, el Obra Dinn y ahora estoy con el Into the Breach. TRES MARAVILLAS.
Por mis gustos personales me encandiló especialmente al primero. Por eso agradezco a Pinjed que lo haya defendido.
@kassandra
Repásate el concepto, porque de los cuatro ejemplos que has puesto como Game as Service, ninguno lo es.
Obra Dinn e Into the Breach, todo bien.
Yo añado Battletech, Phantom Doctrine y el muy sorprendente Warhammer 40K: Mechanicus.
Gran trabajo boez! Una cosita:
La versión de Rain World que salió para Switch este 27 de diciembre, y que incluye todas las actualizaciones publicadas hasta la fecha, desde su lanzamiento para pc y playstation en marzo del año pasado. Además de ser, probablemente, uno de los juegos del año, quizás lo sea también de la generación.
Lo digo, porque esto va a pasar muy desapercibido. Durante su lanzamiento, recibió unas reviews muy de mierders y el juego se merece una segunda oportunidad muy fuerte. Aunque estos días algunas voces hayan empezado, por fin, a hablar maravillas de él.
Ojo.
Cuidao.
Que pasada la maquetación, había visto el artículo en el móvil y ha merecido la pena venir a leerlo aquí.
Ha sido un añazo para los videojuegos, me quedo con ello y la conclusión de que cada vez más se estrecha la línea entre juegos indie y grandes producciones, no porque antes no hubiera grandes indies influyentes sino porque este año creo que se ha visto que además de calidad los hay en una gran cantidad.
Quizás para el usuario medio no sea así porque obviamente llama más la atención los gráficos de un Detroit que un Obra Dinn o Flat Heroes, también entiendo que la crítica se decante más por propuestas que innovan ya que precisamente deben estar cansado de ver los mismos patrones repetidos.
Pero creo que las grandes producciones han estado a muy buen nivel y terminar el año teniendo estandartes como RDR II y God of War es esperanzador.
Dos juegos que cada uno a su estilo lo ofrecen todo. A nivel visual, narrativo, jugable, contenido… recompensan al usuario y dejan claro que los juegos para un jugador tienen mucho que decir y aunque no todos puedan llegar a este nivel de producción me gusta ver que el camino que marcan estos dos monstruos.
En fin, un año para estar muy contento con los videojuegos y van varios. Desde aquel año flojo en que el GOTY en los Awards fue el Dragon Age Inquisition creo que hemos tenido añazo tras añazo.
Un año más, unas reflexiones interesantes acompañadas de una maquetación de 10. Un año de juegazos encabezado por el Goty of War.
@chudnichkoehe estado tentado de probarlo muchas veces pero he oído demasiadas cosas frustrantes al respecto, la excusa de salir en Switch es la perfecta para animarme. Quizá lo pruebe en PC para decidirme antes de lanzarme (o esperar a una rebaja).
@tom
Con las sucesivas actualizaciones han incluido distintos tipos de dificultad, pulido el control del personaje, limado asperezas, etc. Además, ahora no pierdes la progresión del mapa al morir y en general, las primeras horas son bastante más llevaderas que en su versión vanilla.
Into the breach es de 10. Pasarse las 4 islas en modo difícil con algún grupo de mechs da mucha satisfacción.
Tiene ese punto de que en cualquier momento un paso en falso, o algún despiste, pueden tirar hora y pico de partida a la basura
@telvanni
La 1.0
También había otros problemas como caídas de rendimiento o por ejemplo, un bug que lleva desde 2015 creo y no lo arreglaron: si pones un póster sobre un cristal de tu base luego no lo puedes recoger porque el objeto interaccionable se coloca «detrás» del cristal.
@chudnichkoe no sabía nada de todo eso, sobre todo lo de modular la dificultad y no perder el progreso, me lo acabas de vender muy fuerte, gracias!
¿Qué necesita hacer un título de carreras para, al menos, colarse en alguna mención en lo mejor del año? Es increíble como uno de los mejores arcades de la historia como Forza Horizon 4 pase tan desapercibido para la prensa y el enésimo plataformas chungo en 2D sea considerado una obra maestra.
Que generó tan maltratado 🙁
Postureo.
Pues a comprase e Celeste, el into de breach y el Gris
a new year and with new expectations of games that better than arancar the year generating profit in the world of video games.
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Para mi, el mejor juego del año ha sido RDR 2, pero tengo que mencionar que el juego más bonito estéticamente que he jugado en la vida ha sido GRIS.
Por otro lado, este año será importante para mi y un punto de inflexión gracias a poder jugar a casi todos los indis que me llaman la atención en Switch. Para mi, un 10 para Nintendo, al menos en lo que se refiere a ports de indis.
@chiconuclear
@pep_sanchez
@pinjed
@martatrivi
Siento que entré a una realidad alternativa, Bayonetta 2 y el original debutaron en la Switch, cómo es que no fue el juego del año en Anait?!!!
Tenía pendiente Celeste desde que salió, pero leyendo y escuchando el podcast va a ser siendo hora
@pinjed
Sobre lo del realismo, a mí me sigue pareciendo surrealista (je) que se busque con tanto ahínco a nivel estético (gráficos, animaciones…) pero que a su vez se falle tan estrepitosamente a nivel jugable, con situaciones ridículas que te sacan constamente del mundo. Por ejemplo, lo de no poder dormir en cualquier cama hace que, muchas veces, tengas que acampar a la intemperie en vez de hacerlo en una cama mullidita de una cabaña abandonada, o, qué demonios, en tu propia puta casa. Cualquier juego de Bethesda, por muy ñapas que sea gráficamente, me introduce mejor en su mundo por detallitos nimios como éste.
El encorsetamiento de este juego, con unas reglas siempre demasiado estrictas y muchas veces ridículas, me parece superlativo y provoca un alejamiento de ese pretendido realismo que tantas veces se menciona, equivocadamente, cuando se habla de él.