Mes Mini #30: Zelda II: The Adventure of Link

Es decir, en vez de tirar por la senda del JRPG a lo Dragon Quest —a la que se habían anticipado un par de meses con el original—, decidieron lanzarse a probar qué tal era eso de los juegos de rol de acción con plataformas. Un poco de Samus Aran, un tanto de Simon Belmont, un fijarse en que Dungeons & Dragons estaba calando hondo en Japón… Y pum: The Adventure of Link; ni siquiera lleva delante el ‘The Legend of’.

Link ya no tenía una bolsa repleta de juguetes infantiles elevados a la categoría de iconos de la épica, sino hechizos de rolero. Las mazmorras a explorar eran líneas, paseos bidimensionales, un Link aplanado como el que se pega a los muros en A Link Between Worlds. Y una hoja de papel y un lápiz. Estamos en los tiempos gloriosos en los que el mapa te lo tienes que hacer tú y, a diferencia del primer Zelda, aquí no basta con situar cuartillas pegadas una al lado de otras para dibujar el mundo. Hace falta un nivel de abstracción extra para situarse en las mazmorras, donde la lógica de entrar por una puerta y salir por otra no se corresponde con un espacio real.

Y, para rematar, con puntos de experiencia. Es el único Zelda de la saga principal que los introduce, y sirvió para demostrar que ni Nintendo puede librarse del mayor estigma de los JRPG-ARPG: el grindeo. Tan previsto y establecido que los enemigos sueltan cositas extra tras matar a un determinado número de ellos. Link tiene 24 niveles distintos (para vida, magia y ataque) que se obtienen al machacar enemigos y coger las bolsas que dejan al morir: la experiencia convertida en botín sólido. También personajes no jugadores parlanchines que te encargan búsquedas. Es un puré de cosas. 

Tan raro, tan alejado de las coordenadas de la serie, que Ganon sólo hace acto de presencia en la pantalla de Game Over, porque aquí el enemigo final eres tú. El Link chungo, el reflejo oscuro, la constatación de que si vas por la vida soltando navajazos a la peña para robarles todo lo que lleven encima, tan bueno no eres. Tan indeciso con qué juego quiere ser que hay muñecos que dan vidas extras, porque tiene un contador de vidas además de los corazones. Tan a medio camino de todo que es cualquier cosa menos un Zelda.

¿Es malo? Para nada. Tiene motivos para ser el quinto juego más vendido de la historia de la consola pero, como pasa con Doki Doki Panic/Super Mario Bros. 2, da la sensación de que es algún ignoto ARPG japonés, la raíz fundacional de los metroidvania,al que le han puesto un sprite de Link para venderlo como un Zelda. E inspiró a un carromato de juegos gloriosos. Wonder Boy in Monster Land, por ejemplo. O mi fracaso favorito de NES: The Battle of Olympus. Porque así era la Nintendo de los 80: hasta sus trabajos ausentes de amor marcaban el camino al resto.

Aprovechando el lanzamiento de NES Mini, repasamos sus treinta juegos dando pinceladas de sus desarrollos, su repercusión y lo que podemos aprender de ellos hoy. Esta es la última entrega.