Ninjala,
Splatoon
y viceversa

«Por vuestra seguridad y por la mía propia voy a hacer como si ese juego no existiera. Entre todos podemos salvar el futuro». Así justificaba chiconuclear la ausencia de Ninjala en su resumen del Nintendo Direct Mini que se emitió en marzo. Lo hacía por nosotros, como siempre, pero no sé si él recordaba que ya nos habíamos olvidado del juego una vez: resulta que lo último de GungHo —desarrollado por Soleil, que ya venían de hacer correr a ninjas por las paredes con Naruto to Boruto: Shinobi Striker— se dejó ver durante unos pocos segundos en el Nintendo Direct del E3 2018.

Antes o después, qué más da, aquello era un Splatoon free to play con espadas y chicles. Esto es, confirmamos ahora, un Splatoon free to play con espadas y chicles.

Y si pensabas que el multijugador era parecido, espera a ver la campaña.

Os prometo que descargué esa parte de Ninjala, el primer acto de una historia episódica y de pago, en busca de alguna excusa para alejar este texto de la comparativa. Pero los niveles pasilleros con secciones cortas, los contenedores industriales, los «hilillos» para grindar y los carteles de colores me devolvieron a la casilla de salida: es Splatoon y punto. O lo intenta, vaya, porque la acción no fluye aquí de la misma forma —a pesar de un control muy competente, la verdad— y la música no acompaña igual. No hay sustitutos para las esponjas o los peces globo, esos destellos de genialidad en el juego de Nintendo. El único jefe final disponible de momento, un extraterrestre dentro de una botella gigante de Coca-Cola, queda lejos de los octópodos en los que se basa.

No esperaba mucho más que esto, ojo. Unos pocos chistes en las viñetas que separan los capítulos y misiones que entretienen lo justo para pasar dos ratos con la portátil en la terraza —no creo que este «Primer volumen» me durara mucho más de media hora; o se compra a mitad de precio hasta el 14 de julio o nada. Lo más decepcionante, otra diferencia importante con Splatoon, es que la campaña no ayuda a entender mejor el multijugador. Ni sirve para practicar, porque es demasiado fácil, ni convence por el uso de sus mecánicas propias: la posibilidad de confundirte con el entorno, de convertirte en caja para esconderte durante las partidas online, se utiliza aquí para una persecución tediosa y absurda.

En Ninjala hay un dojo para entrenar, vídeos de YouTube para presentar el juego y tutoriales varios en forma de diapositivas, pero no hace nada para asegurarse de que has aprendido a jugar. Es normal, y no debería, echar dos, tres o cuatro partidas sin saber cómo funciona el sistema de piedra-papel-tijera para los contraataques o cómo se estira y se gestiona la barra de energía. El indicador se consume con bloqueos y con el chicletazo, un desplazamiento rápido en el aire, pero también sirve para aumentar el tamaño del arma.

Le falta apoyarse más en todo eso, en los matices, en las estrategias y en las puntuaciones que pueden mover la clasificación al terminar el combate, porque en la base hay lo de más o menos siempre: tres tipos de armas con diferencias mínimas —vuelven a ganar los rodillos, los cargatintas y el bendito Aerógrafo Pro—, mapas planitos, un par de habilidades que se recargan rapidito y un ataque especial.

Tal y como están las cosas ahora, cuesta pensar en partidas dentro de un mes. Esos dos millones usuarios eran la parte fácil, porque la irresistible dirección de arte (copiada o no, da gusto ver a estos chiquillos en los menús y en el editor de personajes) bien vale esa descarga curiosa. Lo difícil va a ser convencer a unos cuantos para que compren el pase de batalla —no he visto a nadie, todavía, con una ropa distinta a la que vistes por defecto— o engañar a otros tantos con las cajas de loot. Incluso si decides ignorar la monetización, hay cosillas que tienen cierto delito: las apariencias alternativas para las espadas y los martillos, que se pueden desbloquear jugando, son consumibles. Piénsate muy bien en qué partida quieres pegar con una mazorca de maíz.

Es pronto para sacar conclusiones, porque aquí vendrán temporadas y eventos y episodios y mapas y modos. Puestos a comparar, también podemos acordarnos de cuando Splatoon no permitía ni jugar con amigos. O volver a esos tiempos oscuros en los que no conocíamos el Salmon Run. La última gran franquicia de Nintendo va tan sobrada de energía y de personalidad que hasta puede permitirse el lujo de compartirla con sus imitadores. Ninjala tendría cierto atractivo aunque no se pudiera descargar gratis, pero lo que todos queremos es pagar por Splatoon 3.