Recorriendo los pasillos del Internet muerto

Ahora que nos han robado Internet, ha llegado el momento de recuperarlo o reconstruirlo. Quizá primero haya que dinamitarlo completamente y aprovechar ese solar para crear algo mejor. Un espacio virtual comunitario saneado y con vistas al mar.

Individualism in the dead-internet age es un ensayo interactivo en formato de walking simulator sobre tecnocapitalismo y todo lo que hemos perdido a lo largo del camino. Su subtítulo es muy descriptivo: An anti Big Tech asset flip shovelware manifesto. Su creadora es Nathalie Lawhead, una artista que con el alias de alienmelon lleva años empleando la cultura de Internet, la escena del fanzine y el Net Art a través de títulos como Everything is Going to Be OK. Ahí ya exploraba la filosofía DIY para hablar sobre problemas cotidianos y salud mental de manera totalmente experimental no apta para todos los públicos.

Su último trabajo fue publicado en agosto, pero parece que han pasado ya dos años, y sigue más vigente que nunca debido a los últimos acontecimientos políticos, económicos y sociales relacionados con Donald Trump y las Big Tech. Individualism in the dead-internet age podría situarse dentro de la tendencia de espacios liminales y backrooms, o de los museos virtuales que proliferaron durante la pandemia. En apenas media hora, mientras recorremos las ruinas del Internet primigenio que poblamos a finales de los 90 y principios de los 2000, vamos viendo la evolución de cómo el sueño se tornó pesadilla.

La nostalgia por esas primeras webs personales, espacios como Geocities o MySpace, cuando los usuarios creaban sus páginas por amor al arte, para hablar sobre sus aficiones y pasiones, o para divulgar conocimiento sin esperar nada a cambio, trata de una época ya desaparecida. Ahora que cualquier red social está diseñada para venderte algo, captar tu atención y generar el dichoso engagement. Ahora que las personas parecen usar Internet sólo para buscar trabajo, competir o follar. Ahora que los tecnobros han logrado monetizar hasta el último milímetro online. Quizá haya llegado la hora de usar los videojuegos como contracultura, como propone Leigh Alexander. Aunque ni siquiera Itch.io se libre de las peligrosas amenazas actuales.

En esta época que economistas como Yanis Varoufakis han definido como tecnocapitalismo, quizá sea buena idea volver la vista atrás. Individualism in the dead-internet age nos invita a echar un vistazo al pasado para cuestionarnos en qué momento se jodió todo. ¿Cuándo perdimos la batalla? ¿Cuál fue el punto de no retorno? En el recorrido por este museo virtual nos topamos con webs desaparecidas y una amplia documentación, como la famosa carta que un joven Bill Gates mandó a los primeros usuarios de ordenador para denunciar la piratería. Nathalie Lawhead hace un repaso exhaustivo y cronológico, desde el software tontorrón e inútil que algunas personas creaban por mera diversión y para aprender a programar, hasta la actual deriva de control e hipervigilancia. La artista lanza una gran reflexión: quienes cumplieron el sueño californiano con la falsa promesa de crear tu proyecto en un garaje han elevado tanto el nivel de exigencia que ahora para poder entrar en ese coto privado y elitista debes conseguir financiación, fondos de inversión y business angels. Al vender el alma de tu startup al diablo de los ricachones de turno, acabas hipotecado de por vida. Y pagando 25 millones a Trump para ser su amigo.

El ensayo empieza y termina con la misma afirmación, a modo de bucle, que puede sonar paradójica en su crítica: early software was individualistic. Los pioneros de esos programas o juegos en los años 70 y 80 hacían sus obras en casa en primer lugar para ellos. No trataban de gustar a los demás, de llamar la atención de las empresas, ni llegar a un público masivo. Luego lo empezaban a distribuir en disquetes con amigos cercanos y quizá lo mandaban más tarde a alguna revista. Alienmelon defiende el valor artístico y genuino de esas piezas primerizas. Desgraciadamente, los algoritmos y la IA nos han llevado al Internet muerto actual, al que alude el título del juego. Lo que empezó como otra loca teoría conspiranoica cada vez tiene más sentido. Las viejas webs mueren, los blogs desaparecen y los enlaces se rompen. Lo que no está en las redes sociales no existe. La mayor parte del CONTENIDO actual parece regurgitado y reciclado. Pura endogamia digital. Lo que no genera tráfico y buenas métricas, se elimina rápidamente para favorecer el posicionamiento SEO. Da igual si lo ha creado una persona o una máquina. Aunque llevamos tiempo repitiendo la frase de que “nosotros somos el producto”, en realidad como señala Douglas Rushkoff en La supervivencia de los más ricos, somos trabajadores y esclavos de las empresas tecnológicas. Y así llegamos a la dulce ironía de Open AI acusando a DeepSeek de aprovecharse de su trabajo. Quien roba a un ladrón…

Como proponen Ekaitz Cancela y Proyecto UNA en sus recientes libros, otro Internet no sólo es necesario, sino posible. Por algo las newsletters parecen estar volviendo. Y los blogs. Igual es hora de abandonar los espacios masivos y regresar a comunidades pequeñas pero fieles. Lugares seguros, con temas concretos y libres de la toxicidad que domina todo Internet desde hace aproximadamente una década. No hay que recuperar el individualismo que añora Nathalie Lawhead, sino simplemente un sentido colectivo más minoritario pero unido y fuerte. Quizá sea en Tumblr o VR Chat. En Patreon o Discord. O a lo mejor surgen nuevas alternativas aún no imaginadas. Internet puede seguir siendo una herramienta artística y comunicativa emancipadora, pero hay que saber cómo usarla a nuestro favor. El pasado diciembre, Elon Musk criticó abiertamente la Wikipedia al acusarla de estar sesgada políticamente y pidió un boicot a su habitual campaña de financiación. La enciclopedia online es el último reducto del Internet libre y descentralizado que nos prometieron. El más parecido al que vemos en Individualism in the dead-internet age y que tanto echamos de menos. Se trata de una fuente de información, investigación y documentación gratuita y colaborativa que muchos usamos diariamente. Si Musk y sus tecnoamigotes consiguen cerrarla o comprarla, Internet morirá de verdad.

Colaborador

Profesor de videojuegos de día y periodista cultural de noche. ¿O era al revés? Tras pinchar con la revista Cactus, ahora se doctora en videojuegos mientras imparte clases en la universidad con el firme propósito de demostrar empíricamente que What Remains of Edith Finch es nuestro Ciudadano Kane. [chupito]

  1. Oldsnake

    Gran lectura, en verdad cuándo se jodió todo?