Cobra Club es uno de mis juegos favoritos de 2015. Me da la sensación de que con él Robert Yang, el prolífico desarrollador al que conocemos por sus juegos de temática homosexual, dio un paso adelante muy importante y que puede hacer que sus juegos conecten mejor con la gente; iba a decir «el gran público», pero no soy tan inocente. Cobra Club era un juego sobre sacarse dick pics en el cuarto de baño y compartirlas (más de la cuenta) con el mundo; su nuevo juego, Rinse and Repeat, lleva la acción a otro espacio dedicado a la higiene: los baños de un gimnasio.
Rinse and Repeat va, en palabras del propio Yang (sacadas del inspirador postmortem que ha publicado recientemente), sobre «cuidar de alguien, pero en sus propios términos: el juego solo te deja cuidar de él a ciertas horas, y de ti depende el sacar tiempo para ello». Con este planteamiento, explica, lo imagina «como una especie de secuela de mi juego de spanking Hurt Me Plenty», convirtiendo al jugador en agente sumiso de la acción.
Cuando arrancamos Rinse and Repeat se genera un calendario de actividades (Tactical Zumba; Apocalypse Pilates; Murder Yoga) que se realizan, en el gimnasio de la ficción, a unas horas (reales, las de nuestros relojes) determinadas, generadas siguiendo una fórmula que hace que cada jugador encuentre unas clases y horarios distintos. Nosotros nos duchamos perpetuamente, pero después de las clases (durante la hora posterior a que terminen) llegan los que han sudado haciendo combat yoga o doom cardio y necesitan un agua.
Entre ellos está el personaje al que Yang se refiere simplemente como «el cachas». Y quiere que le frotes. A su manera.
Buena parte de Rinse and Repeat gira alrededor de la espera. «En el sexo, la noción de la espera es muy importante», escribe Yang. «Alguna gente espera hasta que se casan para practicar cualquier tipo de sexo, alguna espera en función de su ciclo menstrual; algunos están cansados, a algunos no les apetece y algunos simplemente no quieren. Alguna gente lo practica como trabajo, que a menudo se cobra en función del tiempo. Los preliminares y el control del orgasmo son prácticas sexuales comunes basadas en la diversión del “desarrollo”, en los que el retraso del clímax es la clave. (…) Básicamente, el sexo a menudo ocurre en momentos, lugares y estados de ánimo específicos».
De ahí que el juego nos haga esperar si no llegamos a la hora que debíamos (uno de los objetivos de Yang es que «los jugadores saquen tiempo para este juego», literalmente), y que tengamos que esperar hasta el día siguiente, de nuevo a una hora específica, para encontrarnos con el cachas; que tengamos que esperar su permiso para frotarle en donde a él le apetezca: somos sumisos del cachas, pero también del juego, que nos obliga a jugar cuando él quiere. «Esperar es un acto de sumisión, pero eso no es en realidad algo malo», explica Yang. «La gratificación pospuesta es una parte integral del ritmo que puede enriquecer una experiencia».
«Algunos sin duda se enfadarán por el triunfo de las mecánicas de espera en los juegos, y se negarán a clasificarlo como una mecánica porque esencialmente es una no-interactividad que existe como interactividad», dice Yang. (Yo soy de esos.) «Pero yo diría que esperar es el tipo de habilidad “fácil-de-aprender-difícil-de-dominar” por excelencia, que es accesible masivamente para la mayoría de la sociedad. Es brillante que haya ocurrido debajo de las narices de todo el mundo, posiblemente porque estábamos levantando la nariz y refunfuñando».
Entiendo el razonamiento, y aunque estas esperas me parecen sin duda lo peor de Rinse and Repeat no se me ocurre otra forma de crear la tensión suficiente hasta la conclusión del juego, que ocurre cuando, después de tres días de encuentros y frotamientos (cada vez más íntimos, cada vez con permiso para llegar a nuevos sitios), el cachas nos da permiso para llegar hasta el final.
(A partir de aquí, posibles spoilers.)
El final no es el pene, por cierto, sino la cara. El permiso último que el juego nos niega es el romántico; con un manejo de la ambigüedad sexual bastante fantástico, Yang ni siquiera se molesta en explicitar si el cachas es gay: sí sabemos, sin embargo, que el permiso para tocarle la cara (momento en el cual la dinámica de poder cambia: aunque durante todo el juego manejamos la cámara y la mano que frota, en este momento el ratón sirve para mover la cabeza del cachas, con intención de «darle la vuelta a la dinámica típica de dominante/sumiso para decir que también hay algo de poder en la sumisión») hace que nuestro partenaire esté incómodo. Por mucho que lo intentas, «no puedes hacer que te ame», explica Yang; en ese momento, una pared de agua comienza a cubrir al cachas, y tu mano mantiene su cabeza sumergida, ahogándole.
«Entonces volvemos a la realidad. El tío está sano y salvo, mirándote fijamente, un poco sorprendido, como si hubiera visto también tu sueño», ese en el que le ahogabas. «Su voz tiembla; “tío, no puedo seguir haciendo esto, lo siento”. Y se marcha, desapareciendo de tu partida guardada para siempre».
Explica Yang que, además de matar a ese cachas (protagonista de todos sus juegos) para retirarlo, excepto como cameo ocasional, de su producción futura, también es una forma de oponerse a una crítica habitual sobre sus juegos: esa fijación por el homosexual blanco, estilizado y estereotípico. «Cuando miras hacia abajo, estás notablemente menos en forma que el hombre al que has frotado los últimos días, y tampoco eres blanco. No encajas en este ideal platónico gay. ¿Quién querría frotarte la espalda a ti, en realidad?» Matando al cachas, Yang propone una nueva pregunta: ¿quién le frotará la espalda al avatar del jugador, que ni es blanco ni está cachas, que no es el estereotipo paródico con el que ha interactuado el jugador? «Bueno, supongo que simplemente te quedas ahí solo, en la ducha, para siempre».
«Donde hay intimidad, también hay soledad», remata Yang. Menos inmediato, quizá, que Cobra Club, Rinse and Repeat cuenta aun así algo con lo que todo el mundo puede identificarse. Muerta la parodia, solo queda aceptarse a uno mismo.
Rinse and Repeat se puede descargar, para Windows, Mac y Linux, aquí. Es gratis, pero Yang acepta donaciones (sugiere 5 dólares) si encontramos valor en el juego.
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El pavo se mete en la ducha con unas putas gafas de sol. Para mí tiene el 10 desde ya.
Me espero al dlc de la cárcel.
Muy acertado el análisis de la espera para el disfrute sexual. Y es una espera de ambas partes, en este caso del jugador y el juego en sí, romper la dinámica de las horas (moviendo el reloj del PC, trucando archivos del juego, etc.) se podría considerar obligar al/a otro/a a practicar el acto.
Como siempre, el juego viene dividido en dos partes, y ese final que muestra un jugueteo que no puede ir más allá, porque el otro dice que no, muestra que a pesar de cumplir todos los requisitos, que uno piense que aceptará, cuando alguien no está de acuerdo en hacer algo, lo mejor es separar los caminos, aunque inconscientemente se quiera matar a esa persona, cosa que queda sólo en nuestra mente.
Muy bueno el trabajo de este señor, espero algún otro diseñador se atreva a adentrarse a tratar estos temas desde la heterosexualidad, con el mismo tono satírico, y su reflexión en dos partes.
Gran trabajo @chiconuclear, otro juego que no probaré pero gracias a tu escrito me vuelvo una mejor persona.
GIMANSIO SHOWER SIMULATOR
[No Homo].
Los juegos de este tío dan que pensar