En la abadía benedictina de Tyniec se venden esas bolsas de tela que se usan tanto para hacer la compra como para ir de festival, con el texto «Keep calm and ora et labora» («Mantén la calma y reza y trabaja»), una mezcla de lema hipster y monástico. Cualquiera puede identificar aquello con su público, que desde luego acabará comprando el producto y quién sabe si convirtiéndose al catolicismo. El caso es que, si los hipsters tienen la bolsa de tela, el Primavera Sound y las gafas de aviador, ¿qué tenemos nosotros? Por lo pronto, el Lowtoy Fest #2, que el 18 de julio celebra su segunda edición. Y una Game Boy (aunque esté rota, eso también sirve).
El circuit bending consiste en cortocircuitar un aparato para producir efectos nuevos. Lo habitual es que sean dispositivos de consumo y de bajo voltaje (6 voltios, para evitar disgustos), reciclados o comprados a bajo precio, ya sean juguetes absurdos que emiten pitidos o, en nuestro caso, consolas. Las operaciones más habituales son redirigir las cargas eléctricas y agregar o quitar componentes. Lo positivo de la técnica es que permite desviar el sentido original del producto —si antes era un despertador, ahora es un sintetizador— y transformar sus entrañas a placer aunque seamos novatos e incompetentes. Reed Ghazala, del portal Anti-Theory.com, se refiere a estos dispositivos como aleatrons, haciendo hincapié en los resultados aleatorios de la experimentación. Lo negativo es que si algo sale mal, el aparato se rompe irreversiblemente.
El desvío del producto de consumo está en la raíz del discurso ético y estético del siglo XX. El archicitado Marcel Duchamp convirtió un urinario en una obra de arte (La fuente, 1917), o ese era su propósito. Y todas las vanguardias que mantuvieron un discurso más o menos radical, como el del dadaísmo al que pertenecía Duchamp, han convertido el sabotaje en su emblema: el punk enarboló la bandera del DIY (Do It Yourself, Hazlo tú mismo) para oponerse a los productos prefabricados de las discográficas.
En una entrevista reciente, el ensayista Servando Rocha, experto en crímenes, depravaciones morales y en todo lo que fluya hacia los márgenes de la sociedad, afirmaba que «[e]l bricolaje sigue siendo útil para combatir el pensamiento convertido en ideología y ortodoxia, para poder ver la extensión del paisaje, de lo que tenemos delante de nuestras narices. El bricolaje es lo que nos induce a tomar decisiones ingeniosas o algo tan importante como levantar nuestro propio sistema de ideas». Por poner un ejemplo extremo, el músico —por decir algo de él— Fela Borbone se ha fabricado una banda totalmente mecanizada a partir de desperdicios. En el interesantísimo documental Europe in 8 Bits, de Javier Polo, aparecen un puñado de testimonios que rehúsan participar de un progreso desbocado que descarta una tecnología tras otra sin que haya podido desplegar todo su potencial. Pero pasemos a la práctica.
Para la manipulación que voy a explicar he seguido las instrucciones de Capcomposer que me sugirió Bitemap, quien por cierto actuará en el Lowtoy Fest #2. Si alguien está interesado en ampliar información y quiere leer material elemental para unos primeros pasos, recomiendo los dos números de Sonic Anarchy, un fanzine que edita Dinamo Espai de Barcelona. Y para llegar al fondo de las cosas, la vulgata del circuit bending, Handmade of Electronic Music (2006), de Nicolas Collins, es esencial. Reconozco que esta fuente se me escapa casi por entero porque exige mucha dedicación, aunque las posibilidades que ofrece son inmensas. Los componentes necesarios para cada bendeo dependerán, por supuesto, del aparato, pero casi siempre son los mismos: cables, condensadores, potenciómetros, resistencias, LEDs o circuitos integrados. No los explicaré aquí porque el texto se desparramaría y es un tema que me supera, pero, en cualquier caso, el coste económico es muy bajo.
Esto, chicos y chicas, no lo hagáis en casa a menos que no le tengáis mucho apego a vuestra consola. Cualquier manipulación puede dañar la circuitería y sería una lástima echar a perder una Game Boy Color por un experimento. Si lo he hecho es porque tengo la intención de componer algo parecido a chiptune en un futuro inmediato y porque, por decirlo así, esta máquina me cayó del cielo. Con la operación que describiré se puede optimizar el sonido, que aumenten los decibelios, y aunque parezca una tontería esto es lo que distingue el susurro de la tormenta. Este artículo está acompañado de varias fotografías que las chicas de AnicetoStudio hicieron generosa y pacientemente, a pesar de que iba desmontando sobre la marcha.
Lo primordial es saber si la consola funciona (a), así que ponemos un juego, en este caso Dr. Mario porque chiconuclear le dedicó un análisis hace poco a su última versión. En la imagen puede apreciarse que la tenía metida en un armario y ha cogido mucho polvo, por lo que conviene comprobar que todo va bien. Game Boy Color tiene seis tornillos en la parte trasera: cuatro cerca de la ranura del cartucho (b) y dos en el compartimento de las pilas (c). Nintendo suele utilizar tornillos con cabeza de tres puntas y es difícil encontrar un destornillador así en casa. He usado uno plano pequeño, y con eso es suficiente. Hay maneras más caseras, como usar un bolígrafo BIC con la punta quemada y adaptada a la muesca del tornillo, pero lo he intentado y no he logrado girarlos ni un milímetro.
Con la consola abierta (d), nos fijaremos en dos secciones: en la de arriba, donde está el circuito impreso (PCB, por sus siglas en inglés), se ubica la rueda del volumen (derecha); en la parte de abajo hay tres tornillos más, que deberemos extraer después. Vayamos a la parte de arriba. A la izquierda de la rueda del volumen hay cinco entradas. Necesitaremos dos cables de distinto color, para no liarnos —he usado los de unos auriculares de bazar que a saber en qué año compré—, un soldador eléctrico e hilo de estaño, que normalmente viene en el paquete del soldador. Habrá que soldar los extremos de cada cable —con el cobre al descubierto, obviamente— a las entradas segunda y tercera, empezando por arriba. Esta es la operación que requiere más precisión porque las entradas están muy juntas y si uno tiene un pulso turbulento como el mío necesitará mucha paciencia. También es recomendable usar mascarilla porque el hilo de estaño está mezclado con plomo y, cuando se evapora, aturde; si el propósito es soldar muchas más veces es mejor para la salud protegerse (además, desde 2003, la directiva RoHS, Restriction of Hazardous Substances o Restricción de Sustancias Peligrosas, limita el uso de plomo en los circuitos al 0,1%). Como veis en la imagen (e), dejo una gota de estaño en las entradas antes de colocar encima los cables, que obviamente tienen que estar con el cobre descubierto por los extremos. Notaréis que la rueda ha salido un poco castigada; tiene que ver con la torpeza. Un juego como Surgeon Simulator pero sobre circuit bending tiene que ser una tortura ejemplar, por cierto.
Después desanclamos la placa (f) y la abrimos (g). En esta segunda fotografía las soldaduras que explicaré a continuación ya están hechas, pero así podéis haceros una idea de cómo queda la consola despanzurrada: la placa no se separará de la carcasa porque está fijada por la pantalla. La soldadura de ahora es moderadamente más sencilla que la anterior. Al lado del altavoz, en la sección P5, vemos tres entradas en la parte de arriba. La que está a la izquierda es la que quedará unida a la segunda entrada que antes habíamos visto al lado del volumen —he utilizado un cable gris— y, la que está en el centro, con la tercera —cable negro— (h). Ahora solo quedará restablecer toda la circuitería a su lugar (i). He pasado los cables entre el jack de sonido —abajo— y la entrada DC del cargador; los he apretado en el hueco que queda entre ambos, y he hecho que rodeen la base de la ranura de los cartuchos —en el centro—. En la imagen se ve que los cables son demasiado largos, pero pueden cortarse a placer, lo malo es que estas operaciones requieren volver a soldar. Hay que tener paciencia, claro.
Desguazar consolas no es lo único que uno puede hacer con el bendeo. En las imágenes (1 y 2) se muestra un dispositivo llamado APC (Atari Punk Console), que recibe este nombre porque reproduce el zumbido de las primeras Atari, como este de Checkered Flag (1983) para la 2600. No se han utilizado más componentes que los que he mencionado arriba y en internet pueden encontrarse manuales y planos. El recipiente es una caja de té normal, cuyo aspecto steampunk me obliga a mostrarlo a las visitas compulsivamente. Tengo también una versión hecha con una caja de caramelos (3), que intenta imitar las pinturas de Arcimboldo. La última imagen (4) es un sintetizador, diseñado por Andreas Siagian de Lifepatch.org, que responde al tacto, al calor y la humedad —se pasa el dedo por la superficie y se dispara una señal de onda cuadrada—, en cuyo lado he puesto un pin de las Olimpiadas de Moscú de 1980, para ambientar y para que se aprecie su tamaño aproximado.
Ahora que tengo una consola bendeada y unos cuantos trastos para hacer ruidos, y ya puedo montar un banda de chiptune, me asaltan algunas preguntas: ¿no es el bricolaje una moda generalizada en redes sociales, como Pinterest, que contribuye a generar consumidores orgullosos y concienciados? ¿No desmiente esto la supuesta apropiación y desvío de objetos de consumo?
La crítica de Theodor W. Adorno al bricolaje, y al DIY por extensión, es despiadada: «Siempre que persiguen despojarse de la situación de pasividad del consumidor forzado y “activarse”, caen presa de la pseudoactividad. […] A los veinte años conserva la etapa de los adolescentes que descuellan como protagonistas en sus juegos de construcción […]. Como aficionado al bricolaje, se convierte en descubridor incluso de productos industriales especialmente interesados en ser descubiertos por él. Nada trae a casa que no le haya sido suministrado para la casa. Los aventureros de la pseudoactividad se han organizado ya en diáfanas cuadrillas […]. Todo esto se cuida al detalle desde arriba. Entre los oyentes fetichistas, el aficionado al bricolaje es quizá el más perfecto. Lo que escucha, incluso cómo lo escucha, le resulta completamente indiferente; a él sólo le interesa escuchar y conseguir conectarse al mecanismo público con su aparato privado, sin que por ello él ejerza sobre el mecanismo la menor influencia».
Críptico y furioso, como es habitual, Adorno considera que el consumidor inquieto entra en una actividad falsa (pseudoactividad) al aceptar las limitaciones del objeto de consumo y creer que así se está liberando. Es decir, yo, que he abierto la máquina y la he manipulado, básicamente he hecho lo que se espera de mí: el tornillo está hecho para desatornillarlo y por mucho que modifique la estructura interna de la consola, si he podido acceder a ella es porque se me permite hacerlo. Me he fundido con el circuito, empiezo a entender su lenguaje: ahora seré un consumidor mejorado que además aporta ideas al mercado. Por recuperar el mundo del arte: el ready-made de Duchamp no es muy distinto de Las latas de sopas Campbell (1962) de Warhol. Desvía un objeto de consumo y… lo convierte en otro mucho más caro. Una serigrafía de 1970, la Gran lata de sopa Campbell con la etiqueta desgarrada, se vendió por 60.000 de dólares, que por entonces era un récord muy alejado de los 80 millones de dólares que se pagaron por Turquoise Marylin (1964) en 2007. Quizá desviar o apropiarse de un producto no tiene los efectos que uno espera y esto acaba por volver neurótico a cualquiera. Ojalá pudiera bendearme el cerebro y acabar con las dudas.
La imagen que encabeza este artículo es parte de The Kodak Moment, de Michael Betancourt.
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Atónito me encuentro. Genial, genialísimo el artículo. ¡Felicidades! (Ahora a investigar por mi cuenta) :bravo:
En total desacuerdo con Adorno, existe una diferencia entre consumidor y experimentador (por llamarlo de alguna manera). Si se compra un automóvil estándar y se modifica para hacer un avion no estás usando el producto para otro fin que ya se había previsto, sino que transformas el objeto en lo que quisiste que fuera.
Con el bricolaje prediseñados sí pasa algo distinto, aunque la finalidad de éste no es el objeto final sino el acto de armarlo.
Lo mismo con los videojuegos, vengan o no con herramientas para modificar, el hecho de hacer un mod salido de tu mente, por muchas facilidades (o no) que te den lo transforma en un «algo» propio, que no sería lo mismo a subir los archivos a internet con las instrucciones para que otros lo realicen, en donde esos otros están usando el trabajo de un usuario, pero no de la compañía de videojuegos.
……………
Espero subas tus chiptunes cuando los termines, muy buen texto señor F., como siempre.
Por cierto, muy bonitas las fotografías de la Game Boy, si supiera hacer fotos intentaría acercarme a ese estilo tan pulcro.
Muy interesante ostia! (dicho con furia) :bravo:
Una vez más, un artículo fantástico. Enhorabuena al autor. Me encantaría probar algún día a hacer algo de circuit bending pero tengo demasiado apego a mi Game Boy y temo que se quede en un mero trasto inútil por culpa de mis manazas.
No sería mala idea abrir un post en el foro para que entre todos se planteen y se resuelvan dudas por si alguien se anima a ello
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Lo doy mis dieses a este texto.
Da gusto entrar a Anait y enterarse de estas cosillas. Well Done!
«Anda mi pasaporte! A ver si venís otro día y encuentro mi DNI» -> Puto Genio!
Muy interesante. Yo de chaval rompí unas cuantas maquinitas haciendo experimentos con cables y soldadores. Pena que hace veintipico años no hubiese Internet para contrastar qué carajos estaba haciendo
Estos son los articulos que realmente interesan.