A pesar de que en las instrucciones viene especificado que hagamos justo lo contrario, es probable que lo primero que haga cualquier en There Is No Game sea hacer clic en todos lados. «No hagas clic o toques en ningún sitio. En serio. NO HAGAS CLIC O TOQUES EN NINGÚN SITIO», se lee en la descripción del juego en Newgrounds. Entonces tocas, claro, porque esa es nuestra naturaleza: los videojuegos, aunque la sumisión a la que suelen someternos nos haga pensar lo contrario, son extraordinarios por la manera en que nos relacionamos con ellos y con las normas que establecen para nosotros.
Quizá os suene de algo todo esto. En PopMatters, donde he descubierto There Is No Game, salen los ejemplos que todos esperamos: Portal y The Stanley Parable son las que más me interesan.
Hacemos clic en todo lo que podemos y de pronto empiezan a ocurrir cosas. El triunfo de There Is No Game no es haber sido el ganador de la Deception Jam, una gamejam que proponía crear un juego con el engaño como tema y Construct 2 como motor. Su triunfo es engañarnos: al final sí hay un juego.
There Is No Game, un juego que no dura más de diez o quince minutos, es un llamamiento interesante a la rebelión. Aunque el juego nos dice que no toquemos nada, lo tocamos; cuando nos pide por favor que no silenciemos al narrador (el trabajo de voz es del propio autor; se disculpa por su extraño acento: habla en inglés, pero es francés), nuestro impulso va a ser pulsar sin dudarlo ni un segundo el botón de silenciar. Así sucesivamente: camuflando las normas como actos de sublevación, There Is No Game nos va haciendo avanzar en su historia, una que nos habla sobre los mecanismos de poder y sobre nuestra relación con los que mandan.
Como Portal, un poco. Aquí también sabemos que hemos ganado por no hacer caso. Pongamos el hueso de la imaginación a trabajar un poco. Quizá Portal (uno de los pocos juegos perfectos) podría haber ido más allá. Podría haber dos Portal en el mismo juego: uno que nos propusiera una serie de desafíos, los puzzles que conforman cada cámara de entrenamiento, y que ofreciera la posibilidad de seguir el dictado de GLaDOS hasta llegar al final, terminar nuestra tarea y asumir sin pensarlo más de la cuenta las consecuencias del creador de todo aquello. El otro sería el que conocemos, solo accesible para aquellos que se propongan desobedecer a la inteligencia artificial: los que pasan al otro lado del telón, los que se preguntan en cierto momento, y no por exigencias del guión, por qué el pastel es mentira.
Pero en ese caso Portal no sería un juego sobre la rebelión (como There Is No Game), sino uno en el que podemos rebelarnos, como The Stanley Parable, que es sobre eso y sobre muchas más cosas.
There Is No Game sí tiene un sentido del humor rebelde. Sus chistes más tradicionales (referencias pop, Portal incluido) funcionan menos que su sentido del humor mecánico: ahí recuerda más a The Stanley Parable, en el que buena parte de la comedia provenía de nuestras acciones más que del texto que lee el narrador. Su llamamiento a la rebelión es también más infantil que la de los juegos en los que se inspira: solo quiere ser una válvula de escape, provocar unas cuantas sonrisas animándonos a romper unas normas que, al final, ni siquiera existían.
Me resulta difícil no pensar aquí en el videojuego como software, y en lo que nuestro imprescindible F. decía en su artículo sobre circuit bending de Theodor Adorno, que «considera que el consumidor inquieto entra en una actividad falsa (pseudoactividad) al aceptar las limitaciones del objeto de consumo y creer que así se está liberando. Es decir, yo, que he abierto la máquina y la he manipulado, básicamente he hecho lo que se espera de mí: el tornillo está hecho para desatornillarlo y por mucho que modifique la estructura interna de la consola, si he podido acceder a ella es porque se me permite hacerlo». Si está ahí para hacerlo, la rebelión es falsa: es pseudorebelión, a nivel mecánico. Luego se me ocurre pensar en las muchas formas de jugar no recogidas por la autoridad (en este caso, los creadores) y que aun así se dan con cierta frecuencia, las rebeliones mecánicas: el speedrunning, por ejemplo, el arte de forzar los juegos, aprovechando los rotos y descosidos (pasando, de alguna forma, al otro lado, como Chell en Portal), para terminarlos en el menor tiempo posible. Hay quien llega incluso a pagar por este tipo de sublevaciones.
Rebelde o no, There Is No Game es obra de Kamizoto, un desarrollador francés que comenzó su andadura profesional hace quince años, como compositor en Infogrames; luego saltó a otros estudios franceses, principalmente como diseñador, hasta decidirse a dar el salto al desarrollo independiente. Ahora trabaja en CoinOp Story, un metroidvania sobre una máquina recreativa genérica que, en el futuro, cobra vida y tiene que conseguir tantas tarjetas JAMMA como le sea posible; cada una le da un poder sacado del juego que contiene.
Además de ganar la Deception Jam, There Is No Game también salió en el canal de PewDiePie; no todos los juegos de Newgrounds pueden decir lo mismo.
Podéis jugar a There Is No Game en Newgrounds.
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Tengo la sensacion de que cuestionarse que es el videojuego y los temas alrededor es el nectar de los desarrolladores independientes, o lo sera dentro de poco. The Stanley Parable, este juego, The Magic Circle, capaz sea interesante lo que salga.
Me ha parecido magistral.
Todo el rollo del meta-juego es algo que se ha usado tan poquito, que se siente fresco.
Enhorabuena a esta gente.
Últimamente se me ocurre si la idea de si existiera un juego sobre videojuegos(algo asi como rompe ralpha o Roger Rabbit) sería algo bueno o algo muy obvio
Muchisimas gracias por la recomendación. Hice un trabajo en la universidad sobre el engaño en los videojuegos. Me hubiese venido muy bien en aquel entonces el juego como referencia, que le vamos a hacer…
Lo probé en su momento cuando en el El Pixel Ilustre hablaron de él, y sí, es una maravilla, me recuerda al juego que era sólo en la pantalla de inicio del cuál se escribió algo en esta santa casa.
@marcos_g
Vaya manera de jugar a algo, dando gritos a los cuatro vientos como si fueras retarded….Y pensar que este tio gana una pasta por hacer esa payasada.
En fin que te saca totalmente de la experiencia jaja
Madre mía ,me ha encantado, que maravilla.