Sobre Valiant Hearts: Coming Home

El riesgo de caer en el olvido

A principios de 2023 se estrenó en Netflix la segunda entrega de Valiant Hearts, pero el juego de Ubisoft no encontró un hueco en la conversación cultural pese a ser la secuela ideal en forma y fondo.

Esta semana pude ver en directo a IlloJuan y Masi jugando al primer Valiant Hearts. Recalco lo del primero porque quizá a muchos se les ha pasado que este año se lanzó su secuela: Valiant Hearts: Coming Home. Le pasó al propio IlloJuan que, mientras disfrutaba de la primera sección de huida que ofrece el juego de Ubisoft, en la que tenemos que esquivar los ataques enemigos mientras avanzamos hacia la pantalla con una canción clásica que da pistas sobre el ritmo de los bombardeos, se preguntaba cómo un juego así no había tenido una secuela. La no existencia de una continuación era tan sorprendente como lo fue para el streamer descubrir que, de hecho, sí existía una secuela.

Llevo muchos meses con ciertas preguntas dando vueltas por mi mente, inquietas por la falta de libertad, pero también por la ausencia de respuestas. Es evidente que algo no se está haciendo bien si los lanzamientos de Netflix pasan desapercibidos para su público objetivo; el riesgo de que ciertas obras caigan en el olvido es, como poco, preocupante. Tampoco he percibido mucho movimiento desde Ubisoft para recordarnos que Coming Home ya estaba en el mercado, quizá porque los beneficios por cada descarga no son muy significativos. Tras darle muchas vueltas, he llegado a la conclusión que en vez de buscar responsables —culpables, incluso—, puedo centrarme en hacer lo que esté en mi mano; quién si no un crítico cultural para poner sobre la mesa aquellas obras que merecen tener un huequito en la siempre bien nutrida conversación cultural. En vez de lamentarme por la falta de cobertura que ha tenido la secuela de Valiant Hearts: The Great War, hablemos de qué nos ofrece este juego de Ubisoft Montpellier. 

Coming Home rellena con un tic todas las casillas que componen el formulario de «buena secuela». El apartado visual es continuista, con todo lo bueno que eso implica; el mismo estilo tan reconocible, la misma paleta de colores apagados y mortecinos que nos sitúan al instante en los crueles escenarios de la Primera Guerra Mundial. A nivel jugable han conseguido adaptar todas las mecánicas del primero al control táctil: moverse es sencillo e intuitivo, al igual que recoger coleccionables u hojear los documentos repletos de información real sobre el conflicto y sus protagonistas. Quizá el mayor reto en este sentido lo ofrecían los puzles, pero todos gozan de la exigencia justa para no resultar frustrantes; continúan siendo situaciones de accionar palancas, conseguir el objeto necesario para que un soldado despeje el camino o esconderse tras una trinchera del ejército enemigo.

El retorno de ciertos personajes no es obligatorio, pero sí algo que quien haya jugado al original puede agradecer. Freddie ya no es un personaje jugable, pero su relevancia en la trama es igual de importante sino más; Anna continúa salvando vidas por el continente, acompañada por Walt, un perrete capaz de solucionar más de un entuerto. Karl y Emile, dos de los protagonistas de The Great War, dejan paso a tres personajes jugables nuevos: George, un aviador que tuvo una breve aparición en el primer juego, es el protagonista de las huidas hacia la pantalla, cambiando el coche por un avión; Ernst, un hombre de mar cuya intención era huir de la guerra y termina inmerso en el conflicto contra su voluntad y James, quizá el personaje con más influencia en todo aquello que diferencia a Coming Home del juego original.

El horror de la guerra sigue presente —carecería de sentido renunciar a un mensaje así de potente, ¡sería una perversión imperdonable!—, pero, gracias a los capítulos de James,  lo que en The Great War suponía un instante en Coming Home se convierte en uno de los temas principales. Me refiero a la cuestión racial. Merece la pena resaltar que James no es un soldado cualquiera, es el hermano pequeño de Freddie y, pese a la insistencia de éste, decide alistarse en el ejército estadounidense para partir a Europa y combatir junto a su hermano. Es un punto de partida muy interesante, ya que permite que el juego sume una perspectiva radicalmente opuesta a la de aquellos que fueron arrastrados al conflicto en la primera entrega. James cree que combatir contra su hermano es algo heróico, pero su ilusión dura poco; quizá sea el personaje que peores momentos tiene que experimentar, el que más compañeros pierde durante la historia. Con cada muerte se hunde un poco más; personaje y jugador están destinados a terminar la aventura con la misma desazón.

Como sucede en muchos ámbitos de la vida, aunque un hecho sea malo en sí mismo, suele ser peor si quien lo sufre no pertenece al grupo más privilegiado. Este conflicto bélico no fue bueno para ninguno de los soldados, pero Valiant Hearts: Coming Home hace un trabajo sublime para mostrar por qué fue aún peor para cierto tipo de soldados. A los pocos minutos, en el capítulo 2 —llamado «No me sigas aquí»—, nos topamos con el tutorial del juego: pulsa aquí para desplazarte, desliza el dedo hacia arriba para superar este obstáculo o mantén la presión sobre la pantalla para lanzar este objeto a cierta distancia. Habrá quien supere este nivel en un momento y siga adelante sin más, no dura mucho y el reto es casi inexistente. No obstante, puede que sea el segmento del juego más importante para dotar de sentido a uno de los dos temas fundamentales de esta secuela, la anteriormente mencionada cuestión racial. James y el resto de reclutas afrodescendientes deben acceder al cuartel a través de una puerta marcada con un recuadro negro, para evitar que se mezclen con los blancos. Una vez dentro, mientras sus compatriotas blancos reciben un fusil para comenzar su entrenamiento, James obtiene una escoba. La alegre música se extingue, la sonrisa de James desaparece y, por si el mensaje no fuera ya evidente, todo termina con un grupo de soldados izando la bandera mientras, en primer plano, James se limita a limpiar el suelo.

Optar por el punto de vista de James permite que el juego refleje una serie de historias que, sin duda, merecen ser recordadas. Todos aquellos soldados que además de estar inmersos en el horror que supone una guerra, seguían siendo tratados como ciudadanos de segunda. Qué percepción tendrían —y tiene mucha gente aún— de estos soldados afroamericanos en el ejército estadounidense como para preferir contar con menos hombres en el frente antes que combatir junto a personas afrodescendientes. No es necesario plantearlo como una pregunta, porque la respuesta es evidente. Por suerte, Coming Home no pasa de puntillas por el tema, sino que lo afronta con la misma verdad que el resto de asuntos del juego: relata cómo fue Francia quien acogió a aquellos soldados afroamericanos que buscaban exactamente lo mismo que sus compatriotas, explica su historia mediante cinemáticas y ofrece una serie de documentos que podemos leer desde el menú principal para profundizar todo lo que queramos en el conflicto bélico.

Es evidente que algo no se está haciendo bien si los lanzamientos de Netflix pasan desapercibidos para su público objetivo; el riesgo de que ciertas obras caigan en el olvido es, como poco, preocupante.

No acabo de estar del todo cómodo con los coleccionables del juego; bordean cierta sensación de superficialidad y banalización que no me convence, además de terminar de aportar algo del todo relevante a la partida. No obstante, los documentos repletos de información son la mejor forma de contextualizar los sucesos del juego y acceder a una base histórica que no todo el mundo tiene por qué dominar. Esta información sobre política, las consecuencias de esta guerra, los avances tecnológicos, las distintas batallas y estrategias, las condiciones de vida en el frente o la adaptación de los soldados a esas circunstancias son una buena forma de recordar aspectos relevantes a menudo olvidados. Cuando hablamos de este tipo de eventos nos quedamos con los grandes nombres, qué nación invadió qué país o qué fecha supuso un punto de inflexión, pero es igual de importante transmutar las enormes cifras de soldados en un conjunto de historias tan humanas como sus protagonistas.

El videojuego tiene la suerte de poder representar historias muy valiosas de forma interactiva, entretenida y memorable; es una herramienta de transmisión y, por tanto, de conservación la mar de interesante. Además de esto, el argumento de las dos entregas de Valiant Hearts nos permite tener muy presente el horror que muchos vivieron hace un siglo, lejos de las producciones llenas de brillo y glamour que ponen el foco en la heroicidad. El principal problema es que por mucho que sus desarrolladores hayan hecho un gran trabajo contra el olvido de tantas voces difuminadas tras el paso del tiempo, el juego no ha logrado hacerse un hueco en la conversación cultural. Me recuerda a aquello de «si un árbol cae en un bosque y no hay nadie para escucharlo, ¿hace ruido?»; podríamos reformularlo a algo parecido a «si un juego habla de temas muy interesantes pero nadie habla de él, ¿sirve de algo?». La respuesta quizá es menos filosófica de lo que debería —que me perdonen los versados en esta materia—, ya que el árbol sí hace ruido y la creación de un videojuego así claro que sirve. Sentenciar que nadie ha hablado de él sería injusto e incorrecto, pero es cierto que la conversación en torno a la secuela de Valiant Hearts pareció extinguirse antes siquiera de poder comenzar. 

Esta ausencia, esta falta de presencia quizá se deba a su lanzamiento exclusivo en Netflix. A nivel económico y de imagen de marca tener la exclusividad de ciertas IPs es fundamental, pero si nos aproximamos a este sector cultural dejando de lado el carácter industrial y poniendo el foco en la aportación discursiva de sus obras, la exclusividad se convierte en un factor limitante. Cuanta menos gente juegue, menos voces hablarán de ello; así de simple. No ser multiplataforma reduce el alcance de un juego, sobre todo si la entrega anterior sí pudo jugarse en PC y consolas. Mucho se habló de Valiant Hearts: The Great War en 2014, tanto en análisis como en artículos que recomendaban los videojuegos que mejor reflejaban la guerra, la memoria o la reparación. Resulta descorazonador que, con todo lo que hace la secuela para respetar lo que ya hacía bien el original y aprovechar la ocasión para construir sobre esa base e ir más allá con sus temas, la recepción haya sido la peor posible: la indiferencia, el silencio, la nada y, en definitiva, la condena al olvido.

Hacemos bien en exigir a los estudios un buen trabajo, que nos ofrezcan juegos que merezcan nuestro tiempo, pero una vez lo han logrado la pelota está en otro tejado. En concreto en la de aquellos profesionales que nos dedicamos a jugar en busca de temas, mecánicas e historias culturalmente relevantes. Valiant Hearts: Coming Home mereció más atención y no podemos escudarnos en la barrera de Netflix como excusa. Aunque sea meses después, conviene dedicar unos minutos a ensalzar esta secuela tan acertada; capaz de complacer a los aficionados al título original, de recibir a nuevos jugadores y, sobre todo, de contar un buen puñado de historias tan humanas como relevantes. No nos olvidemos de ellas.

Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la universidad de lo de Cifuentes, Juan es una de las voces de NAT Moderada y ha colaborado en medios como BreakFast, Desayuno Continental y Cocinando Fandoms. Observador nato, le encantan los gatos y si algún día ves que te mira intensamente es porque quiere grabar un podcast contigo.

  1. twinshen

    Para mí, ahora mismo el catálogo de juegos de Netflix tiene más valor que su catálogo audiovisual.

    Es incomprensible el tratamiento que le están dando cuando es un valor añadido tal bueno.

    1. JT'Salas

      @twinshen
      Estoy de acuerdo con las dos cosas.

  2. Lucas S

    Ignoraba lo ignorado que estaba el juego hasta que he descubierto que ni siquiera tiene ficha en Opencritic

    1. JT'Salas

      @lucas_s
      Uf, duro esto.

  3. casidios

    Uno de sus problemas es que el primer juego era pretencioso en lo narrativo pero lo hacía mal, era superficial y previsible, y como videojuego era incluso peor, así que pocos fan service podemos encontrar entre los que jugamos con ganas al primero y salimos muy decepcionados.

  4. Textdamb

    Buen texto que da en el clavo… Disfruté (sic) mucho con el primero y este se me había pasado por completo, como se me había pasado el artículo. Entiendo la necesidad de cubrir la «actualidad», pero me gusta mucho y agradezco que podáis rescatar comentarios de juegos de cualquier momento.