Xbox 360: Diez años

2005: Kameo: Elements of Power

Xbox 360 se lanzó en Europa el 2 de diciembre de 2005; esto es, hoy [corrección: técnicamente fue ayer, sí] celebra su décimo aniversario europeo, unos días después que en Norteamérica (22 de noviembre) pero unos cuantos antes que en Japón (10 de diciembre). De sus juegos de lanzamiento, mi favorito a día de hoy es Kameo: Elements of Power, uno de los dos que preparó Rare para el estreno de la nueva consola de sus nuevos jefes; yo me la compré por Perfect Dark Zero, porque hace diez años era idiota.

Es difícil apreciar en su justa medida las cosas en el turbulento momento de su publicación, más todavía si pensamos en el lanzamiento de una consola. En Eurogamer le pusieron un 5 a Kameo; decían: «El mundo de Kameo sin duda pide a la consola cosas que los juegos de antes no podían, pero no pregunta nada nuevo al jugador (…) El resultado es un juego al que le cuesta entretener, y uno que me dejó de interesar hacia el final». A mí Perfect Dark Zero me gustó mucho, lo cual no quiere decir que sea un buen juego: quiere decir que todos tenemos nuestras miserias.

Kameo, sin embargo, me creció con el tiempo: con los buenos juegos de Rare suele pasar eso. A base de rascar en una superficie que ya en su día era más fea de la cuenta, descubrí un juego bien diseñado y con suficientes buenas ideas como para que hoy, diez años después, sus creadores puedan incluirlo en Rare Replay con orgullo, sin miedo al qué dirán: puede que le pesen los muchos cambios de plataforma (de GameCube a Xbox y de ahí a Xbox 360), pero en Kameo se ve un algo especial que no tuvo ningún otro juego de lanzamiento de la consola de Microsoft. Más tarde supimos que el gran ganador sería Call of Duty. Han sido diez años interesantes.

2006: Dead Rising / Gears of War

Sería bonito poder recordar Xbox 360 por juegos como Dead Rising. Es uno de los juegos de la generación, sin duda: una demostración impecable de cómo se puede coger un concepto (un tipo encerrado en un centro comercial plagado de zombies; básicamente, una versión japonesa y anime de Dawn of the Dead) y traducirlo en mecánicas de tal forma que el equilibrio entre la idea y el jugador sea perfecto. Es un juego que se nos va abriendo a medida que nos interesamos por él; quizá un precursor de la nueva fiebre de los roguelites, con suficiente confianza en sí mismo como para ser molesto si la situación lo requería. Cuanto más cómodos son los juegos, más se echa de menos a Dead Rising.

Dead Rising también nos enseñó el reverso tenebroso de Capcom: lo de cobrar pequeñas cantidades de dinero por trajes para nuestro avatar ya está ahí presente. Oblivion sigue siendo recordado por la infame armadura para el caballo, un caso que Joel Burgess, diseñador de niveles de Bethesda, recuerda así: «En 2005, los desarrolladores se preguntaba, bueno, ¿qué significa el DLC? ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo esperamos saber qué quiere la gente jugar, siquiera, o cuánto va a costar? No sabíamos siquiera cuándo debíamos cobrar. Así que necesitábamos dar con la idea correcta. Necesitábamos algo que pusiera a prueba lo suficiente nuestros sistemas, que añadiera nuevo arte, nuevos diálogos, nuevos ganchos y quests al juego; algo que pusiera a prueba el proceso de desarrollo y de alguna forma nos ayudara a tantear el mercado para saber qué era lo mejor que podíamos hacer. Lo que se nos ocurrió fue la armadura para el caballo». El resto es historia. En el año 2015, la armadura para el caballo sigue ahí, literalmente: en Metal Gear Solid V podemos comprar con dinero real distintos skins para nuestro caballo.

Por su parte, Gears of War fue la respuesta de Epic Games, que llevaban un tiempo enfrascados en Unreal Tournament, a la nueva ola de shooters para un jugador. Es un juego que maquilla la complejidad de su diseño (muy centrado, muy sólido; quizá tiene que ver con que el equipo de desarrollo nunca excedió las 30 personas) a través de una serie de cenutrios con súper armaduras que dicen tacos y disparan a todo lo que se mueve; fue el primero de una larga serie de juegos grises, malencarados y que no supieron ver qué era exactamente lo que hacía bien esta mezcla de Resident Evil 4 y Kill Switch.

Quizá por ser el primero sigue siendo el más genuino. La trilogía Gears of War tiene algo de juego puro que ha ido derivando en recreaciones más o menos inspiradas de sus ambiciones cinematográficas: el movimiento de cámara cuando corremos, que se acerca a nuestro avatar para impedirnos ver con claridad lo que tenemos delante y pierde estabilidad para recordar a las cámaras en mano de los reportajes de guerra, es una de las ideas sutiles y abstractas que hacen que el juego de Epic sea casi de vanguardia en comparación con los muchos clones flojos que salieron desde entonces, y que salen todavía hoy, y que saldrán en el futuro.

2007: Crackdown / Call of Duty: Modern Warfare

Crackdown es un juego de mundo abierto consciente de que lo era en una época post-GTA: San Andreas. Quiso ser un juguete cuando los juegos querían ser películas; desde el principio, la idea de Realtime Worlds fue crear un mundo en el que la experiencia del jugador fuera más importante que la historia del juego, para dar lugar a historietas personales que pudieran ser compartidas. Crackdown se benefició del boca a boca porque estaba diseñado para eso. Phil Wilson, uno de sus creadores, dijo en una charla, poco después de lanzar el juego, que «al principio estábamos orgullosos» de dejar a la historia en ese segundo plano, «pero ahora no estoy seguro de que fuera la decisión adecuada. Deberíamos haber encontrado una forma de motivar al jugador también a través de la historia».

Unos años más tarde, Crackdown 2 demostró que el éxito de la primera parte fue casi un milagro. El equipo se guió por la intuición incluso a la hora de elegir el estilo visual, aunque no fuera lo mejor visto por los productores: «Habíamos definido el estilo desde el principio: una paleta de colores rica, sombras en tiempo real, materiales exagerados, contornos gruesos en toda la geometría. La gente de marketing odiaba nuestro estilo visual; no por su estética, sino porque era otro aspecto del juego que tendrían que explicar», cuenta Wilson.

El boca a boca no es el gancho comercial más seguro para la gente de marketing, así que Microsoft incluyó con las primeras copias de Crackdown un código para acceder a la beta de Halo 3. Por aquí llegamos a él de esa manera; muchas horas más tarde (las últimas, hace no tanto; es el típico juego que siempre está bien tener a mano), Crackdown sigue siendo ese sandbox delirante que definió la forma despreocupada y salvaje de hacer mundos de abiertos y de permitirnos dominarlos de todas las formas posibles. Quiero pensar que hay algo de Crackdown en no pocos juegos recientes: se me ocurren Saints Row IV, por ejemplo, pero también Infamous: Second Son e incluso Xenoblade Chronicles X.

Call of Duty: Modern Warfare también iba sobre las microhistorias de cada uno, en cierta medida. La relación de amor entre Call of Duty y Xbox 360 define su generación: las mejores condiciones de los servicios online en la consola de Microsoft fueron clave para el triunfo de juegos como Modern Warfare, con su multijugador de hierro y su campaña incomprensible. Fue un pequeño punto de inflexión: desde entonces, cada vez hay una convivencia más incómoda entre los que van al triple A en busca de una historia y los que quieren que la historia sea su ratio de muertes y bajas.

2008: Grand Theft Auto IV / Banjo-Kazooie: Nuts & Bolts

Si Crackdown era el sandbox apocalíptico para los que pensaban que ya era imposible llevar GTA más allá, GTA IV fue precisamente el mundo abierto que subió el listón para todos los que tuvieran que llegar después. Con la cuarta parte de su serie más famosa, Rockstar nos propuso la historia de Niko Bellic, un inmigrante de «la gris y estropeada Europa del Este», en palabras de Dan Houser, que deja atrás su dudoso pasado como soldado para probar suerte en Liberty City, la Nueva York de GTA: una ciudad post-11S más gris y más estropeada de lo que su primo Roman le había contado.

La historia de Bellic sigue siendo una de las mejores que ha escrito Rockstar, y el juego mismo es un ejemplo de todos los excesos que el estudio critica a través de sus personajes: tanto abarcó que al final apretó menos de lo que hoy, más sensibles con esas cosas, habría sido aceptable. En 2008 no podíamos pedir más. En 2008 no sabíamos que se pudiera hacer una Liberty City así: de tanto pateármela terminé sabiendo ir de un lado a otro solo fijándome en los edificios que me rodeaban. En 2008 acababa de salir Braid: Xbox Live Arcade empezaba a ser el sitio en el que buscar cosas que iban más allá de lo que creíamos saber sobre videojuegos.

2008 fue un buen año para expandir fronteras. Rare lo hizo con Banjo-Kazooie: Nuts & Bolts (traducido en España como Baches y Cachivaches: a día de hoy me parece un título genial), un plataformas marciano que empezaba con unos Banjo y Kazooie demacrados tras ocho años de comer pizza y jugar a la consola por puro aburrimiento y que pronto se convertía en uno de esos experimentos que es difícil apreciar a la luz del lanzamiento reciente.

La cosa va así: con una estructura similar a la de los originales (a través de un nexo llegamos a varios mundos amplios y abiertos con distintos objetivos; cumpliéndolos conseguimos los objetos necesarios para acceder a nuevas zonas y seguir avanzando), Banjo y Kazooie esta vez no dependen tanto del salto como de nuestra inventiva para crear vehículos de todo tipo con los que superar las distintas pruebas que se nos plantean. La brillantez de este planteamiento está en que no hay una forma única de resolver los desafíos, sino que el propio juego (adelantándose en cierta medida a la corriente de juegos de construcción que Minecraft ha popularizado enormemente) se nos abre para que hagamos más o menos lo que nos dé la gana. Es un arcade con una filosofía rara: no va de encontrar la mejor solución, sino la más sencilla; si hay dos formas de llegar a un mismo resultado y una es más fácil, directamente es mejor. Como con Kameo, dudo mucho que su aparición reciente en Rare Replay vaya a darle una segunda vida con la aclamación popular que se merece, pero es de los que no está mal revisitar de vez en cuando: es un juego creativo, animoso y divertido, un ejemplo de por qué Rare tiene tantos fans a pesar de su oscuro pasado reciente como esclavos de Kinect.

2009: Wet

Un año antes de que cierta bruja entrara con la fuerza de mil mares en nuestras vidas, Artificial Mind and Movement se sacó de la chistera (con un poco de suerte: en 2008 Activision, que entonces iba a publicarlo, decidió retirarse del proyecto y el estudio se quedó con un juego medio acabado y sin un futuro claro; fue Bethesda la que acabó lanzándolo) a Rubi Malone, la malhablada heroína de Wet. Es un representante claro de un tipo de juego que se estiló bastante en la generación de Xbox 360: producciones medianas que, a sabiendas de que no iban a poder destacar por sus grandes presupuestos y por las portadas de los periódicos (como GTA IV, por ejemplo), intentaban hacerse un hueco a base de ser creativos y distintos.

Wet lo hizo a base de un sistema de combate que mezcla el cuerpo a cuerpo con la distancia y que recompensa el juego estiloso. Es memorable también por la crueldad de Rubi, un personaje femenino fuerte que no necesita justificarse: cuando la historia termina, después de una escalada de violencia convenientemente acompañada de rockabilly distorsionado, no es ni más amable ni más piadosa ni menos aficionada a la botella.

Después de que Wet recibiera la tibia acogida comercial que era de esperar, Artificial Mind and Movement anunciaron cuatro proyectos: Naughty Bear 2, Rango, Doritos Crash Course y Wet 2. El único que no salió fue este último.

2010: Bayonetta

De la misma manera en que hoy las tornas han cambiado y parece que PlayStation 4 es la consola en la que salen las versiones buenas, digámoslo entre todas las comillas que queramos, de los juegos, antes la cosa era distinta. Xbox 360 fue la mejor consola de su generación sobre todo porque era donde los juegos salían en condiciones; los eternos debates de resoluciones y framerates igual no eran tan sangrantes como ahora, pero ahí estaban y cada uno tenía sus motivos para hacerles más o menos caso. Y entonces llegó Bayonetta.

Todavía hoy recibimos de vez en cuando en nuestro Ask.fm preguntas relacionadas con la versión de PlayStation 3 de la obra maestra de Platinum Games. Quizá es costumbre y ya no voy a poder verlo de otra forma jamás, pero incluso la de Wii U, que se decía ligeramente superior, me pareció algo peor que el Bayonetta de Xbox 360, el juego por el que sigo teniendo la consola de Microsoft en mi cuarto.

Si Wet era la producción mediana que sorprendía por ornamento, Bayonetta es el equivalente de GTA IV, si Liberty City y sus muchas emisoras de radio, espectáculos en vivo y programas de televisión fueran mecánicas de combate perfectas, armas desbloqueables que amplían y modifican el juego de formas increíbles y medallas de platino puro que uno puede llevar con más orgullo que el diploma de la carrera. La filosofía de juego para toda la vida que Kamiya y su equipo utilizó para el primer Bayonetta no era común en 2010, cuando los DLC de mayor o menor densidad estaban ya implantadísimos y las ocho horas de partida y a otra cosa habían llegado para quedarse. Con la Capcom de Dead Rising ya casi desaparecida en combate, Bayonetta fue un soplo de aire fresco que todavía hoy se nota en el ambiente. Sí, se podía hacer un arcade hiperbólico y excesivo en 2010; se puede hacer todavía hoy, pero es difícil. Una pena.

2011: Portal 2

En 2011 salieron tres juegos exclusivos para Xbox 360: Gears of War 3, Forza 4 y Blackwater, un shooter para Kinect. La ventaja que Microsoft le sacaba a PlayStation 3 en la primera mitad de la generación ya no era tal; a su vez, las dos consolas empezaban a enfrentarse a una nueva realidad: en 2011, más de la mitad del total de ingresos que había en el sector del PC venía de Steam, la plataforma de distribución de Valve.

En esas estaban cuando lanzaron, con Electronic Arts, Portal 2. Para los que no lo conozcan, Portal 2 es la secuela de Portal, un juego que contra todo pronóstico no va sobre quedarse dormido en un portal un fin de semana de excesos sino de una empresa dedicada a la ciencia que prueba con humanos algunos de sus inventos. Me gusta más el primer juego (más corto, más al grano: me parece una genial puerta de entrada al arte interactivo, una de las no muchas que existen para aquellos que no hayan crecido con un mando en la mano), pero de verdad que Portal 2 da rabia: es perfecto, y no hay nada que se pueda decir para quitarle verdad a esta afirmación. Podría decir que es demasiado largo, pero dura justo lo que tiene que durar, ni un minuto más; podría decir que lo que cuenta no es interesante, pero está tan bien escrito y actuado y la historia tiene tantas capas que desde la primera escena, memorabilísima, es muy difícil no querer escuchar todo lo que tengan que contarnos.

Es menos rompedor que Portal, quizá (aunque no siempre quiso ser así: en un principio, en Valve tantearon la idea de que no hubiera pistola de portales en la segunda parte), pero lo que pierde de sorpresa lo gana en rotundidad y en buen diseño. Portal 2 es uno de esos juegos raros de consola que van más allá del pasatiempo, del score attack desquiciado, del monolito de culto para un nicho al que es imposible acceder sin una dedicación a fondo. En 2011 salieron FIFA 12, Bulletstorm y Dark Souls.

2012: Dishonored

Si Gears of War abrió la puerta por la que pasaron todos esos discípulos desafortunados de lo cinematográfico, Dishonored decidió saltar por la ventana y ofrecer lo contrario: un objetivo y unas herramientas que nos pueden ayudar a cumplirlo, y ya. Ni es el primero que hizo esto ni seguramente sea el mejor, pero Dishonored sigue siendo uno de los mejores juegos de su generación por lo fresco que resultó en su momento: es fácil pensar en alguien que se empezó a interesar por la narración procedimental gracias al juego de Arkane.

Un juego abierto es bueno cuando la cosa no es ir de A a B, sino ir de A a C; el punto B tiene que ser la historia interesante que le ocurre al jugador por el camino. Left 4 Dead, con otros métodos, ya apunta en esa dirección; Dishonored es la versión más digna de esta idea que ha salido en los últimos años. Algunas de sus ideas siguen sin tener igual varios años después de su lanzamiento: que el número de ratas que hay en el mundo aumente si dejamos a nuestro paso un gran número de cadáveres (en lugar de tirar por la opción más estándar, el sigilo) es una de esas cosas que hacen que un juego se distinga del resto.

Mientras Konami y Capcom intentaban salvar el barco lanzando colecciones de juegos antiguos en alta definición, Dishonored (y Deus Ex: Human Revolution, en menor medida) puso unas cuantas cartas sobre la mesa que nos ayudaron a recordar que hay otras formas de relacionarse con los videojuegos mainstream. De vez en cuando viene bien.

2013: Grand Theft Auto V

Con los downgrades a la vuelta de la esquina, Rockstar decidió que era tan buen momento como cualquier otro para repetir la jugada de 2008 y devolver GTA a la primera plana. GTA V es un juego de ambiciones infinitas, literalmente: no solo se propusieron hacer el mundo abierto para un jugador más robusto que se ha visto hasta el momento, sino que quisieron meter el hocico en el multijugador con un GTA Online que todavía hoy congrega a un buen montón de gente dispuesta a llevar una doble vida en Los Santos.

Quizá era la evolución lógica de la serie: ahora que ya no nos importa ninguna historia que no sea la nuestra, darnos las llaves de la ciudad para que la utilicemos como parque de atracciones gigante puede ser la mejor manera de mantener la relevancia. No nos faltan mundos en los que convivir con otros, precisamente, y aun así el mimo y la elegancia con la que está levantada la ciudad de GTA V tiene algo de irresistible que se apoya en los progresos del estudio en otros juegos: GTA IV tuvo su Table Tennis (una pequeña obra maestra), y GTA V tiene Max Payne 3 y Red Dead Redemption, de los que aprendieron a traducir mejor en mecánicas el día a día del trío de personajes protagonista y a hacer que ese día a día resulte más interesante.

Eso se acabó traduciendo en unas versiones para nueva generación que no impactaron tanto no porque no fueran impactantes, que lo son, sino porque venían tocadas de antemano por la fiebre del remaster y la realidad de que jugar a GTA V en una Xbox 360 todavía se parece un poco a la magia: resulta increíble que sea la misma consola que las pasa canutas para mover, por no salir de la familia, la anterior entrega de la serie.

2014: Sombras de Mordor

Xbox One llegó al mercado a finales de 2013. Que salga una consola no quiere decir que las otras dejen de funcionar automáticamente, pero la industria del videojuego sí suele mirar hacia delante cuando ocurren estas cosas. Sombras de Mordor es un buen ejemplo de ello.

Aunque la versión para PlayStation 3 del juego de Monolith fue más criticada por sus tremendos tropiezos, en Xbox 360 la cosa no era mucho mejor: no solo se simplificaron los gráficos (las texturas son abismales, la animación es notablemente peor y la resolución se redujo hasta 960×540; para colmo, a duras penas conseguía mantener las 30 imágenes por segundo), sino que el sistema Némesis, una de las cosas más interesantes del juego (esos ejércitos orcos generados procedimentalmente que nos recordaban y reconocían cuando nos enfrentábamos a ellos en más de una ocasión), se simplificó por falta de recursos.

Es un precio a pagar cuando trabajas con máquinas menos potentes; también debe de existir cierta tristeza cuando ves que tu juego, al que has dedicado tanto tiempo, sale en condiciones pésimas por necesidades del mercado.

2015: Rise of the Tomb Raider

Por mucha One que haya salido, sin embargo, Xbox 360 se resiste a irse del todo. Rise of the Tomb Raider salió recientemente en exclusiva para las dos últimas consolas de Microsoft; la versión para 360 no es idéntica a la de One, claro, pero es un ejemplo de cómo hacer bien las cosas: se notan estos diez años de máquina, pero es aun así una versión digna del juego de Crystal Dynamics.

A Microsoft le interesa hoy menos que nunca dejar de lado estos diez años de juegos, de hecho. Desde hace poco es posible jugar a juegos de 360 en One; sabemos que el catálogo de retrocompatibles se ampliará mes a mes, como poco por medio de los Juegos con Gold, y sería inteligente por parte de Microsoft aprovechar el formidable catálogo de su anterior consola para dar un nuevo valor a la nueva, además de para demostrar que tienen respeto por su legado en el mundo del videojuego.

Recién llegada, como quien dice, Microsoft se sacó de la manga la mejor consola de su generación y marcó de manera definitiva la historia del videojuego. En su legado cabe todo: hoy es casi impensable, nos perdonen los nintenderos, jugar por internet en consola sin pagar religiosamente por una suscripción a los servicios online, pero el boom de lo indie también se debe en gran medida a la apertura de Microsoft a través de su Xbox Live Arcade y los Xbox Live Indie Games, que nos dijeron que no hacía falta ser EA o Activision para tener un sitio en las consolas. Todos tenemos un mando de Xbox 360 cerca aunque sea para jugar en Steam; con sus más y sus menos, está claro que el mundo del videojuego sería hoy muy distinto si no hubiéramos tenido una Xbox 360. Felicidades, amiga.