Primeras impresiones de ARMS

De todos los juegos fáciles, ARMS es uno de los menos fáciles que recuerdo. Es un juego de lucha, eso se entiende bien: hay que pegar, evitar que te peguen, noquear al otro o terminar la ronda con más vida. Es un juego de lucha en 3D, en el que no se comparte pantalla y la cámara está en la espalda de los personajes, porque te pueden pegar en cualquier momento y desde casi cualquier lugar: en vez de karatekas ceñifruncidos, abominaciones mutantes o Batman, aquí se lucha con unos personajes con brazos extensibles que cubren una parte importante del escenario, cuando no todo. Por eso, son tan importantes o más el movimiento y la defensa que la ofensiva; en Street Fighter, por poner un ejemplo que controle todo el mundo, si tu personaje está en el borde izquierdo de la pantalla y el rival está en el derecho, sabes que solo hay unas pocas maneras de que te alcance un golpe: en ARMS da igual dónde estés y dónde esté la otra persona, porque siempre te puede caer un capón, en el mejor de los casos, o el golpe letal que decide la partida, en el peor.

Ayer pude jugar a la versión final de ARMS, antes de que se emitiera el Direct que Nintendo le dedicó y en el que se explica en mayor profundidad cómo es el juego. Mi consejo si os interesa o creéis que os puede interesar ARMS es que le echéis un ojo al vídeo oficial, bastante completo: aquí me centraré en mis impresiones, más que en describir las novedades que se anunciaron en la presentación en Madrid.

En general, ARMS es un juego mucho más técnico de lo que pueden dar a entender las cucamonas del control gestual; también es uno mucho más festivo y caótico, si se juega de determinada forma, y uno que sabe ensanchar sus propios límites de maneras divertidas, como se pudo ver ayer en el Direct, con esos modos que piden encajar puñetazos en dianas o dunkear al rival en una canasta de baloncesto. Está diseñado para que el roster tenga un equilibrio básico (que se reparte entre luchadores ligeros, medios y pesados) que se vuelve más y más complejo a medida que se experimenta con los guantes, los predeterminados y los que se van desbloqueando. Un par de partidas bastan para comprender que encaja bien en la familia de juegos competitivos nintenderos; para hacerse una idea, cada personaje y combinación de guantes cambia la manera en que uno juega de una forma parecida a como lo hace Mario Kart 8 (dirigido por Kosuke Yabuki, que aquí es productor) con sus combinaciones de personajes, vehículos y piezas: cada variable no convierte el juego en otra cosa, o en algo marciano que un recién llegado no sepa afrontar, pero con el tiempo se le va viendo la importancia a cada elección, y es más fácil hacer saber elegir en base a la manera de jugar del rival.

Es un juego que recompensa la experimentación. Cada arma funciona de una manera; no solo tienen propiedades distintas (fuego, hielo, electricidad; una serie de características elementales, podríamos decir) sino que se comportan de maneras diferentes, con sus velocidades de ataque o recarga y sus ataques especiales asociados. Puede resultar abrumador. Es el juego menos fáciles de los juegos fáciles de Nintendo, ya digo: jugar está chupado (con el mando Pro se usan solo unos pocos botones, pero es todavía más sencillo con los Joy-Con haciendo de Wiimotes, lanzando puños al aire y retorciendo los brazos para hacer los golpes con efecto o el bloqueo), pero cada combinación de personaje y guantes es diferente, y la misma estrategia que te hace ganar en una partida puede ser terrible en la siguiente solo con cambiar un guante. Es precisamente esta variedad que abruma la misma que hace que ARMS tenga potencial a largo plazo: del conocimiento profundo de estas combinaciones y sus características nace la profundidad del juego, su interés más allá del entretenimiento sudoroso de una tarde de verano.

Que lo más parecido a un modo Historia sea ese Gran Premio que viene a ser el modo Arcade de cualquier juego de lucha (ir eliminando a cada personaje del roster hasta llegar al final; no sé si habrá algún tipo de gran enfrentamiento final, pero se entiende la idea) puede ser un problema o todo lo contrario. Quizá lo que le toca es centrarse en el ambiente competitivo, que es donde ARMS tiene más posibilidades de brillar con luz propia; quizá hay que evitar las distracciones, porque en estos juegos es el 1 contra 1 lo que más importa, o la manera más pura de experimentarlos. Bien. Por un lado tengo más confianza en ARMS cuanto más lo juego: como Splatoon, es un experimento bastante radical con un género al que le suele ir mejor experimentar poquito, o experimentar en la intimidad, o no experimentar nada. Es profundo y divertido. Los combates uno contra uno son tensos y técnicos, y los dos contra dos tienen algo de estratégico y caótico se jueguen por equipos (con la famosa cuerda atando a cada pareja, una idea bastante fina) o todos contra todos, que es donde el juego se permite desmelenarse más claramente: con cuatro jugadores compartiendo pantalla el framerate se divide pero el sinsentido se multiplica; es un modo divertido y que parece genial para las partidas entre colegas, aunque queda claro que la forma interesante de jugar es uno contra uno, cara a cara, controlando distancias y alturas y los momentos en que se lanzan los puños.

Tengo ganas de ver hasta dónde llega ARMS, hacia abajo y hacia delante. Ya se han anunciado actualizaciones gratuitas con nuevos personajes y demás; la estrategia parece la misma que en Splatoon: ir soltando poco a poco novedades, dejando tiempo y espacio a la gente para que vaya aprendiendo a jugar sin dar demasiada opción al picoteo ligero, al jugar sin saber muy bien qué se hace. Sigue pareciéndome una forma innecesariamente polémica de plantear un videojuego, pero de momento me quedo con lo otro; con el diseño, con el equilibrio, con el movimiento; con todo lo que tiene ARMS de videojuego tradicional que no hace nada nuevo, pero que lo hace todo a su manera.