Avance de Assassin’s Creed IV: Black Flag

Assassin’s Creed IV: Black Flag es un juego de piratas. Es importante dejar esto claro, porque parece que se nos haya olvidado que los piratas son lo mejor, más que zombies, dragones, agentes secretos o lo que sea que os gusta a los chavales de hoy en día; lo digo como fan del alcohol y el pillaje, pero también de Piratas del Caribe. El Edward Kenway de Black Flag no es Jack Sparrow, por desgracia, pero aun así es difícil resistirse a las fantasías de anarquía y autogestión de su tropa de piratas, uno de los ejes argumentales que pude ver cuando jugué, cortesía de Ubisoft, hace unos días en PlayStation 4.

Es difícil porque, y esto no es algo que ocurra con pocos juegos de Ubisoft, partimos de una base que queremos creer infalible. Eres un pirata, tienes un mar enorme y lleno de islas que puedes explorar, puedes beber ron, si te torean o simplemente si te apetece puedes abordar un barco, ejecutando a toda su tripulación o esperando a que se rindan y te den todo lo que tienen. También puedes hundir su barco y largarte tan ancho. Es un mundo con muchas posibilidades, bastante abierto (hay zonas que han de ser cargadas, pero el grueso de la exploración marítima no tiene interrupciones) y lleno de rincones que invitan a husmear. Baúles con tesoros, animales que viven es islas minúsculas, poblados que se levantan entre la vegetación caribeña.

Tiene también sus trucos para hacer que la navegación sea un gusto. Cuando nuestras velas están colocadas de tal forma que el viento nos impulse lo más que podamos, la cámara se coloca de tal forma que notemos al máximo la sensación de velocidad; las corrientes de aire nos afectan, con lo que no podemos simplemente dejar el mando encima de la mesa y esperar a llegar a nuestro destino; podemos ordenar a nuestra tripulación que cante, y elegir qué tonadilla pirata van a berrear; también podemos dar paseos por la cubierta.

La sensación de simplemente navegar, de explorar el mar en busca de lo que encontremos, es una de las mayores bazas que le vi a Black Flag en las horas que pude jugar, y realmente parece que su papel más protagonista en esta cuarta parte sí cambia de manera definitoria el ritmo y el desarrollo de la aventura. Habría estado bien, de paso, cambiar también algunas cosas que aquí se quedan algo cortas. El combate, por ejemplo: nunca ha sido Assassin’s Creed un ejemplo de hack’n’slash excesivamente brillante, pero las peleas son aquí especialmente frustrantes cuando se juntan más enemigos de lo normal en la cubierta de un barco, por ejemplo. Por requisitos de su propio ADN, los movimientos de Kenway y los enemigos son más elaborados, más parsimoniosos, y el combate tiene algo de rítmico y lento que no acaba de cuajar con los grupos grandes. Un par de retoques le habrían ido bien; de lo que jugué fue lo que menos me convenció.

Con Assassin’s Creed III la sensación se me hizo agridulce, un poco a la larga; me gustó (más al principio que al final), pero su impacto se diluyó antes de la cuenta a poco que pasaron las semanas desde que lo terminé. Assassin’s Creeed IV debería ser el puente para Ubisoft hacia una nueva forma de plantearse, de cara a las próximas consolas, las siguientes entregas; una que luchara contra las acusaciones de que están exprimiendo la fórmula más de la cuenta (totalmente fundadas, si me preguntan a mí), y que intentara dar vida nueva a una serie que lleva demasiado tiempo viviendo de la carrerilla de sus fans, que cada vez parecen menos, a medida que (como en una serie de televisión; no es la primera vez que este formato aparece junto a Assassin’s Creed) los primeros se bajan del carro por falta de ganas o interés y los nuevos van viendo más difícil entrar sin saber qué ha ocurrido en los anteriores.