Avance de Captain Toad: Treasure Tracker

Llevo con cierta vergüenza la impresión negativa que me provocó Captain Toad: Treasure Tracker la primera vez que lo jugué, hace ya un tiempo. Creo que en parte fue por la manera desconcertante en que se presentó, enseñando tres niveles sin hilo conductor aparente y con los que era difícil hacerse una idea de la densidad que tendría el juego final; «aún no tengo claro si es DLC de Super Mario 3D World o si es un juego por separado o, yo qué sé, las dos cosas a la vez, como New Super Luigi U», escribía pinjed a mediados de este año. Yo estaba igual.

Mi problema estaba en la dificultad de saber qué alcance tendría la aventura de Toad, hasta dónde querían llegar. Daba la sensación de tener un lugar más natural en la eShop que en las tiendas a las que llegará en formato físico; no se me ocurría cómo se podía estirar el chicle de las pantallas de bonus de Super Mario 3D World, aunque últimamente se iba intuyendo un juego sólido y estimulante de una manera extraña. Después de haber podido jugar con atención a la versión final, me cuesta quitarme la cara de sorpresa: no solo es una sorpresa mayúscula, sino que Captain Toad: Treasure Tracker es de lo mejor que he jugado en todo el año.

Me resulta refrescante el cambio de ritmo, por ejemplo. La urgencia de los niveles con límite de tiempo se sustituye aquí por un tipo de exploración reposada y tranquila, una que depende del movimiento de nuestro personaje pero también de la forma en que usemos la cámara para investigar los escenarios, dioramas preciosistas que funcionan más como rompecabezas gigantes que como pistas de obstáculos que tengamos que superar usando nuestra habilidad. Desprovisto de salto y con una movilidad muy reducida, Toad está lejos de ser un héroe de acción al uso; lo suyo es más el uso inteligente del nivel para esconderse de los enemigos o protegerse de los ataques, un giro que, de nuevo, hace mucho por la personalidad de Captain Toad: el diseño de niveles, una de esas cosas en las que Nintendo siempre ha destacado, es aquí esencial. Del interés que despierten las pantallas cuando las recorremos con Toad pero también con la vista, como si fueran objetos físicos, como si existieran para ser examinados, depende su éxito.

Estoy cerca de terminar el juego, y sigo impactado: cuántas veces he sonreído como un bobo al ver un coleccionable escondido de manera ingeniosa, cuántos niveles me han llamado la atención lo suficiente como para no descansar hasta cumplir el objetivo secundario (aunque no se nos revela hasta que no terminamos el nivel por primera vez, generalmente es fácil intuir qué nos van a pedir: en los niveles con una presencia especialmente fuerte de enemigos, suele ser eliminarlos a todos; cuando hay puzzles que nos piden mover bloques con la pantalla táctil, el objetivo secundario suele tener que ver con el número de movimientos máximo), cuántas veces me he sorprendido haciendo zoom para ver con más detalle cómo está configurado el mapa, cómo funciona tal pasillo o tal plataforma o simplemente para ver mejor todos los rincones en los que el equipo ha colocado cositas para que el espectador atento las encuentre. Tan importante es nuestra representación en el mundo virtual del juego (Toad, nuestro avatar) como lo que ocurre en nuestro cerebro cuando inspeccionamos los niveles.

Hablaba hace poco con Pep sobre la preocupante ausencia de juegos infantiles en condiciones; no adaptaciones a Lego de películas de éxito, o juegos menores que parecen más nacidos de la supuesta menor exigencia de los críos, sino videojuegos diseñados con los niños en mente pero que no rebajan la dificultad o el interés de sus propuestas solo por ser infantiles. Captain Toad: Treasure Tracker es un juego bastante más maduro que Call of Duty: Advanced Warfare, en el sentido de que trabaja mejor con su lenguaje propio, no necesita recurrir al préstamo para darle un atractivo adicional a su propuesta. Incluso cuando guiña el ojo a los jugadores preocupados por asuntos que se escapan de lo que tiene el videojuego de mecánico (ejemplo: la representación de género), lo hace sin salirse del vocabulario que le es propio: no, Captain Toad no quiere decirnos nada demasiado profundo sobre ningún tema, pero sabe bien que pulsar X para presentar tus respetos no es el mejor camino.

Alegra de vez en cuando ver homenajes de este tipo al videojuego; Captain Toad: Treasure Tracker sorprende más aún por ser de la Nintendo menos retraída, la que es consciente de que hay vida más allá de Mario: la aventura de Toad es más prima hermana de Fez que familia directa de Super Mario. Una casualidad feliz, quizá. Un experimento que ha salido bien.