Avance de FIFA 12

Por cohaagen

Para mí, acercarme a un FIFA es como intentar ligar con esa chica tan guapa del final de la barra: no tengo ni puta idea de qué hacer cuando me pongo a ello porque se me olvida de una vez para otra, sudo como un cerdo, me pongo muy nervioso, fallo las ocasiones claras y además acabo humillado y perdiendo por goleada ante alguien que sabe hacerlo mejor que yo y que encima se divierte. Por eso, cada vez que alguien me dice de echar un FIFA, me lo tienen que volver a explicar todo como si yo fuese un mono afeitado que alguien ganó en una feria. Que si este botón es para correr, que si este es para proteger, este para parar, este para hacerse el chulo y este para tirar a puerta. Me lo explican siempre con mucho cuidado, pero a mí luego se me echa el mundo encima cuando le gano la espalda al defensa y, cuando por fin estoy ante la portería, acabo dándole al botón de pase al hueco y la vergüenza es máxima. La historia de mi vida.

El caso es que yo estaba allí, en las oficinas de EA Spain, haciendo como que sabía hacer lo que había que hacer, disimulando, esperando que me cayese la paliza del año de manos de @xavi_robles. Para ponerlo en perspectiva, baste decir que nuestra ratio de victorias/derrotas en FIFA 11 es muy reveladora: él me ha ganado s-i-e-m-p-r-e, todas las veces de paliza indecorosa, con una facilidad de esas que dan ascopena, como si estuviese jugando contra un puñetero ficus tuerto. Imaginad el equivalente a un combate de lucha extrema entre The Rock y Jordi Hurtado; así es la cosa. Ahora íbamos a enfrentarnos por primera vez en el nuevo FIFA 12, y a mí tenían que volver a explicarme qué botón se usaba para esprintar. El partido (estos ingleses están todos locos) era Arsenal-Chelsea, algo relevante para Xavi, que se dedicó a cambiar la alineación, a retocar la oncena inicial, a mirar las estrategias y repasar quién usaba la zurda y quién la diestra. Mientras yo, que no sabría nombrar a un solo futbolista posterior a Prosinecki, me dediqué a ver los colorines de las otras equipaciones de mis chicos. Él terminó de perfilar su equipo y de ajustarse el esquema de control y yo dejé a mis chavales todos vestiditos de punta en blanco. Me sentía orgulloso de todos ellos, marineritos de azul, como una madre el día de la comunión.

Comenzó el partido y me tocó sacar a mí. Tras el saque, me equivoqué en seguida de botón y tiré desde el mismo centro del campo, con erótico resultado. Ahora ellos tenían el balón. De alguna manera rescaté de mi mente lo que David Rutter nos había contado antes de ponernos a jugar, que ahora nada de presionar con dos tíos persiguiendo al atacante como si les debiese pasta. En FIFA 12, en vez de mandar a los defensas como misiles a por el pobre incauto con el balón, hay que molestarse en defender, en ganar una posición a base de mantener las distancias con el atacante, medir muy bien el hueco y las opciones de pase y presionar un botón para robar en el momento justo. Es muchísimo más realista y hace que la defensa no sea simplemente apretar un botón y esperar a que tu jugador haga la entrada. Requiere comprender un poco el juego y estar dispuesto a trabajar cuando no tienes el balón. Yo intenté hacer todo eso y me fue muy bien, hasta que tuve que presionar un botón en el momento justo: como no podía ser de otra manera, le di demasiado pronto al botón y dejé toda mi línea del centro del campo vendida, mientras el Arsenal hilvanaba una jugada con una profundidad casi pornográfica. No tuve ni un poco de suerte y el balón entró como si tal cosa. Durante la repetición Xavi me guiñó un ojo, como diciendo, “ay, la que te va a caer”. Yo me hice el sueco, como si no me importase perder ((MENTIRA)).

Saqué de centro, y hubo en los minutos siguientes una lucha espartana por la posesión, de la que inexplicablemente salí victorioso. Ahora yo tenía el balón y lo movía con soltura. Y entonces sucedió: Xavi era tan novato como yo con el nuevo sistema de defensa y eso me permitía, por primera vez en años, JUGAR. Él también tenía que acostumbrarse, que aprender a controlar el delicado equilibrio del juego de distancias de la nueva defensa activa. Y de pronto aquello parecía un partido de fútbol de verdad, con defensas defendiendo y centrocampistas jugando en corto. El ritmo del partido también parecía extremadamente realista: era dinámico y entretenido, pero también mucho más parecido a un juego en el que la paciencia y el trabajo dan sus dulces, dulces frutos. Un toque por allí, un toque por allá, perder el balón, recuperarlo ahora que poco a poco aprendía el timing del botón de robo. Ya no sufría, apretando las muelas hasta hacerlas rechinar, sino que sonreía haciendo jugar a los míos, incluso cuando perseguía a los otros.

El juego fluía con suavidad, al menos hasta que me volví a equivocar de botón y le di al de la entrada fuerte: la bota de mi jugador alcanzó a un centrocampista del Arsenal en plena rodilla a la carrera y pudimos ver el resultado del nuevo motor de físicas de FIFA 12. La caída fue tan realista y bestial que, con la ayuda de un árbitro permisivo, los siguientes lances del juego fueron una pura ensalada de hostias de todos los colores y sabores. FIFA 12 sería ya divertidísimo solo como simulador de entradas bestiales: los jugadores vuelan espectacularmente (Alves-style), se estampan de bruces contra el suelo, se tropiezan, se rebozan, se retuercen y, los más afortunados, sobreviven para contárselo a sus hijas aterradas. Ya no hay animaciones preestablecidas, sino que todos los futbolistas reaccionan con exactitud y, si les calzas un planchazo en la pierna, esta se desvía de su rumbo con resultado impredecible, mientras que si les empujas con el codo, es su torso el que se ve afectado. Más de una amistad se va a romper por este nuevo sistema, ya os lo digo.

Un fallo de Xavi en el saque de una de las faltas me puso en la desconocida situación de encontrarme yo solo, delante del portero. En mi mente solo resonaba una y otra vez una frase: “no le des al pase en profundidad, por tu padre”. Me puse muy nervioso y apreté un botón al azar. Esta vez sí tuve suerte y marqué. Un gol un poco torpe y lento, un gol muy como una infanta, pero un gol, al fin y al cabo: innegable y feliz. Había conseguido empatar. El empate, ese sueño de los mediocres, estaba ahora a mi alcance. La oportunidad de no perder más cerca que nunca.

Seguimos jugando y los minutos pasaban despacio. Yo sentía que aquello no iba a terminar nunca y mientras tanto, Xavi ya le iba cogiendo el punto al nuevo control del juego. Mi oportunidad de hacer historia se esta esfumando. Con cada ataque del Arsenal, mi Chelsea se iba encogiendo, se iba haciendo caquitas, iba perdiendo la fe y la esperanza. Con todo, el reloj marcaba ya el minuto ochenta y dos. La línea de ataque del Arsenal me tenía frito porque en FIFA 12 el control del balón es extremadamente preciso sin necesidad de tocar ningún modificador. Solo usando el stick izquierdo se puede prácticamente hacer de todo, con lo que el juego se hace mucho más intuitivo e inmediato y, en una de aquellas filigranas de Rosicky, hice al borde del área una segada que entrará en los libros de historia como la primera entrada en un partido de fútbol en ser considerada como un crimen de lesa humanidad.

Yo podía notar en las manos de mi rival la adrenalina pero también el miedo, el miedo a la vergüenza de no ganarme, de romper una racha inmaculada. Xavi eligió con cuidado su lanzador, y yo supe leer sus intenciones muy pronto, así que cogí a mi defensa libre y eché a correr como el cobarde que soy hacia el primer palo para intentar tapar el hueco, mientras Van Persie golpeaba el cuero. El balón se movió como a cámara lenta por encima de la barrera y luego aceleró hacia abajo, en dirección a la misma cepa del poste. Mi defensa no había servido de nada, y el gol estaba cantado, hasta que de la mismísima nada apareció Cech —héroe nacional, mesías para toda mi afición, rey de reyes—, saltando como una jodida pantera negra con chichonera y atrapando el balón. Me levanté de la silla, cerré los ojos y grité como un poseso, un alarido que se pudo escuchar en todos los despachos de las oficinas de EA España, un berrido inhumano que era expresión pura de la victoria y la alegría

Cuando abrí los ojos, el nuevo motor de físicas de FIFA 12 había hecho que mi portero acabase bien dentro de la portería, con el balón abrazado como si fuese la chica tan guapa del final de la barra. La historia de mi vida.

Por Xavi Robles

Como ya os ha contado el amable @cohaagen, nos sentamos frente a uno de los televisores que EA había dispuesto para jugar un Arsenal – Chelsea y, para qué negarlo, estaba bastante confiado en que iba a ganar. Prácticamente todos los partidos que he jugado contra él en FIFA 11 repiten un mismo esquema: presión a muerte, recuperación del balón cuanto antes y a buscar huecos.

Es fácil ganar a alguien que no haya jugado tanto como tu. Lanzas dos jugadores contra quien tiene el balón; si lo ve venir y da un pase rediriges tus furiosos centrocampistas hacia el otro y así hasta que, inevitablemente, ganas el control y puedes atacar. Y si el que tiene el otro mando no domina eso de la presión, el peso de tal ventaja acaba por desanimarlo y machacarlo anímicamente, y a partir de ahí ya todo es un paseo sin demasiada chicha, una invitación a enlazar regates vacilones en la línea de córner o a chutar sin mesura desde 35 metros. Y tiene su gracia, pero cuando le pides la revancha probablemente se levantará y se excusará con “tengo algo de hambre, mejor picamos algo y luego le damos” para luego salir corriendo como Usain Bolt, sin mirar atrás, y ya nunca lo volverás a ver.

Lo interesante del partidito que echamos a FIFA 12 es que tuve la sensación de tener el control pero también de que él, a ratos, sentía lo mismo.

Eso se debe principalmente al cambio radical en la forma de defender. Se han suprimido las entradas automáticas y para robar un balón necesitarás, sobre todo, saber anticiparte. El botón A en Xbox 360 —que es la versión que probamos— sirve ahora para fijar tu defensor a un rival y mantener la distancia, más o menos como pasa en los NBA 2K. Con el stick izquierdo puedes alejarte o acercarte, pero nunca lo suficiente como para echarte encima y recuperar la posesión.

El meter el pie, que antes era automático, ahora se hace con la X, y eso desencadena una pequeña animación. Es clave el momento en el que le das al botón, porque si no estás en una posición adecuada tu jugador le dará unos segundos de oro al otro y creará un hueco por el que podrá penetrar. Para que nos entendamos la situación es más o menos la misma que si haces una segada a destiempo en FIFA 11 y no eres capaz de darle a nadie.

Me pareció difícil acostumbrarme a este nuevo sistema, y más con la disposición de los botones, bastante incómoda, y que aseguran que cambiarán en versión más avanzadas. La que probamos era pre-alpha. La presión con un segundo defensor –que tampoco entra automáticamente- se hace con el botón superior derecho, y mis dedos parecían a veces como si estuviesen jugando al Twister.

En cualquier caso, y más allá de lo difícil que es y será acostumbrarse a esta nueva forma de defender, el rival aprovecha el tiempo que tardas en decidir cuándo, con quién y cómo entrar para ver cuándo, con quién y cómo trazar su ataque. Tengo la sensación de que no es fruto de unos primeros e inexpertos partidos, y de que ese tiempo extra para pensar cómo jugar contribuirá a que podamos desarrollar un estilo de ataque decente que huya del “la paso rápido que vienen los putos pitbulls”.

Aunque no se lo dije, y seguía con mi sonrisa de «te voy a ganar», durante muchos minutos me sentí impotente viendo cómo el señor Serna circulaba el balón de lado a lado, cambiando el juego, intentando desbordar por la banda, frenando y reculando cuando se encontraba con un par de defensores y hasta marcándome un gol. Por primera vez tenía tiempo para pensar, y a él eso se le da bien, y sus posesiones se alargaban mucho más de lo que tenía previsto.

No fue hasta que me despreocupé por intentar jugar como en FIFA 11 que pude disfrutar de verdad. Me resigné a recuperar el balón a los dos segundos e intenté leer qué intenciones tenía. Y cuando me hacía con la posesión, además de intentar aprovecharme de que no se sabe los botones, procuré pulir un estilo algo más fino de lo habitual. Los futbolistas acompañaban con su cuerpo esa sensación de fluidez con zancadas más cortas y giros más rápidos. Este es, precisamente, otro de los pilares de FIFA 12, un regate inteligente que modifica el ritmo del futbolista según su situación –aunque puedes correr y variarlo cuando quieras, como siempre- y que resta importancia a las filigranas para dársela a los cambios de ritmo. Otro punto de ayuda para los novatos o no tan expertos y un filón para los experimentados.

Como hay menos espacios y precipitación las líneas avanzan en bloque y eso propicia muchísimo más juego en la frontal: pases laterales, intentos de desborde, pases atrás, laterales que doblan y, más que cualquier otra cosa, más oportunidades para chutar de lejos. Recuerda un poco al estilo del Barça, de intentar marearla hasta que ves una diagonal. Precisamente en uno de esos intentos provoqué una falta que acabó en un épico y agónico gol de Van Persie.

Sé que cada año repetimos lo mismo, de que en esta versión por fin tenemos realismo extremo; en parte tenemos razón, y en parte nos dejamos llevar por la euforia. En FIFA 12 no sé si nos acercaremos a esa representación exacta de lo que es el deporte rey —que creo que sí—; es innegable, en todo caso, que EA ha hecho una apuesta arriesgadísima, de esas de “poner las pelotas encima de la mesa”, que diría @pinjed, una apuesta que les puede costar miles de críticas por parte de los jugadores expertos, acostumbrados a los esquemas clásicos. De momento los admiro enormemente por eliminar una fórmula aceptada convencionalmente en pos de una filosofía que puede llevar a un fútbol virtual más bonito. Si les funciona quizás podamos subtitular el análisis con el último eslogan de los recientes campeones de Europa: “el fútbol te devuelve lo que le das”.